En Roma, Lépido le solicita a Enobarbo que aliente a Antonio para que sea cortés con César. Enobarbo responde que solo alentará a Antonio que sea el mismo; si César se enoja con él, él debería responder. Lépido dice que disputas pequeñas debieran dar paso a asuntos más importantes y pide a Enobarbo que no provoque problema.
Antonio conversa con Ventidio, y en la otra puerta, César entra con Mecenas y Agripa. Lépido habla con ambos, les solicita que dejen de lado las pequeñas diferencias a fin de concentrarse en tareas mayores que están próximas; Antonio y César se saludan y se sientan. César dice que le hubiese ofendido si la única razón de Antonio al estar en Egipto fuese el estar planeando el derrocarlo. Le recuerda que ambos, la esposa de Antonio y su hermano habían peleado contra él. Antonio protesta que sus quejas no tenían que ver con él, y le dice que tenía sentimientos encontrados debido a que estuvo del lado de César. César le recuerda del mensajero que le envió a Egipto, el cual Antonio echó sin escucharle, pero Antonio se defiende, diciendo que el mensajero le interrumpió mientras estaba borracho al negarle ayuda cuando la necesitaba; Antonio de nuevo protesta que fue por ignorancia, y no por malicia, lo que le impidió venir en su ayuda. Lépido, Mecenas, y Enobarbo intervienen en la conversación, exhortando a César y Antonio a que se reconcilien debido a que la disputa menor que ellos tienen no es tan importante como la pelea contra Pompeyo. Cuando Enobarbo les dice que ellos pueden pelear cuando no tengan nada mejor que hacer, el cual no es el caso ahora, Antonio le dice que permanezca en silencio. César dice que si hubiese algo que reconciliara sus diferencias él lo buscaría con mucho gusto, pero cree que sus temperamentos simplemente son demasiado diferentes para permitir que prospere la amistad. Agripa solicita permiso para hablar, y le recuerda a César de su hermana, Octavia, y la condición de Antonio de viudo reciente. César lo tranquiliza, recordándole el reclamo de Cleopatra sobre Antonio, pero Antonio le dice a Agripa que continúe. Agripa dice que un matrimonio entre Octavia, a quien él elogia como muy hermosa, y Antonio arreglaría la amistad entre los dos hombres. Ambos, César y Antonio concuerdan en esto, luego ellos aplauden.
La conversación regresa a Pompeyo. El se ha mostrado amistoso con Antonio últimamente, de modo que Antonio siente que debería agradecerle, y luego inmediatamente después de esto, él estará libre para complotar contra él. Pompeyo está en Misena ahora; su poder marítimo es grande, y su poder terrestre se vuelve más fuerte, y Antonio se preocupa en confrontarle. César lleva a un lado a Antonio para presentarle a Octavia, y Lépido le sigue.
Agripa y Mecenas, dejados por los triunviros, dan la bienvenida a Roma a Enobarbo y le preguntan sobre Egipto. El les cuenta todo sobre la celebración que se llevó a cabo en el Este; durmiendo durante el día, bebiendo de noche, y plenitud de banquetes. Ellos le ruegan que les cuente de Cleopatra, porque ella es casi una leyenda; él les cuenta sobre la primera vez que ella conoció a Antonio. Ella se apareció en una gran barca, magníficamente decorada, con muchachos abanicándola y sus damas a su alrededor como ninfas marinas. Su belleza era tal que todos querían mirarla, inclusive el aire. Antonio la invitó a cenar, pero ella prefirió que él fuese su huésped, y él acepto. Agripa dice que ella consiguió que Julio César dejara su espada para acostarse con ella, y ella le dio un hijo; Enobarbo dice que Antonio nunca la dejará:
"La edad no puede marchitarla, ni la costumbre debilitar
La versatilidad infinita que hay en ella. Las demás mujeres sacian
El apetito al que dan pasto; pero ella, cuanto más satisface al hombre
Más la despierta; pues infunde en cosas más viles
Tal atractivo, que los santos sacerdotes
La bendicen cuando está rijosa" Acto 2, Escena 2, ll. 245-250
Ella tiene tal encanto que la gente no puede evitar el enamorarse de ella, y una vez que la han visto, desean más. Mecenas espera que Octavia sea capaz de satisfacer el deseo de Antonio. Agripa invita a Enobarbo para que sea su huésped mientras está en Roma.