Resumen
Primera parte
El Caballero cuenta la historia de “un duque denominado Teseo, dueño y señor de Atenas” (88). Tras casarse con Hipólita, reina de Escitia, Teseo regresa a sus tierras junto a ella y su hermana Emilia. En el camino advierte a un grupo de mujeres vestidas de negro que gritan y lloran a un costado de la carretera. El duque habla con ellas y la mayor le cuenta que provienen de Tebas, donde su marido, el rey Capaneo, ha sido asesinado junto a los maridos del resto de las mujeres. Creonte, quien ha tomado el poder de la ciudad, es el culpable.
Teseo jura hacer justicia y se dirige a Tebas con sus hombres, donde acaba con Creonte y su ejército. También se hace de dos prisioneros de la familia real, Arcite y Palamón, unos primos que lograron sobrevivir y a los que condena a vivir encarcelados en Atenas.
Tras años aprisionados en una torre del castillo, una mañana, los primos descubren a la bella Emilia paseando tranquila en un jardín cercano. Ambos se enamoran inmediatamente de ella, lo que produce una pelea entre ellos.
Un día, llega a Atenas “Peroteo, amigo íntimo del duque Teseo” (95). Como conoce y aprecia a Arcite, Peroteo le pide al duque que lo libere. Teseo accede bajo la condición de que no vuelva nunca a Atenas. Aunque consigue su libertad, Arcite se lamenta de no poder volver a ver nunca a su amada.
Segunda parte
Dos años después, la tristeza cambia por completo las facciones de Arcite, quien decide volver a Atenas para estar cerca de Emelia bajo otra identidad. Al llegar a la corte, asume el nombre de Filostrato y consigue, gracias a sus aptitudes, volverse escudero de Teseo.
Entre tanto, Palamón consigue escapar de su prisión. Tiene la intención de volver a Tebas, hacerse de un ejército y regresar a Atenas para llevarse a Emelia. Ese mismo día, Arcite se dirige hacia las afueras de la ciudad y allí comienza a hablar solo mientras lamenta la vida sin su amada. Casualmente, Palamón, que está escondido cerca de él, se le presenta y lo reta a una lucha al día siguiente por el amor de Emilia.
Llega el momento pactado y los primos se enredan en una dura batalla que se prolonga por horas. Nuevamente, la causalidad lleva a que Teseo, Hipólita y Emilia estén de caza por la zona. Teseo descubre a los primeros y los condena a muerte, pero Hipólita y Emilia, que están conmovidas por el amor que sienten los jóvenes, ruegan por su clemencia. Teseo los perdona con la condición de que nunca se rebelen contra él, y les propone volver a encontrarse allí un año después, cada uno con cien caballeros, para enfrentarse a una batalla por el amor de Emilia.
Tercera parte
Teseo encarga la construcción de un inmenso y opulento coliseo para el duelo entre los primos. Tres magníficos templos posee el edificio: uno en honor a Marte, otro en honor a Diana y otro para Venus.
Cuando se acerca el día pautado, Palamón y Arcite se presentan con los ejércitos más nobles, compuestos por decenas de hombres poderosos y distinguidos.
La noche antes de la batalla, Palamón se dirige al templo de Venus, la diosa del amor, pidiendo ganar la batalla o morir antes de quedarse sin Emilia. Un movimiento de la estatua de Venus le da a Palamón la señal de que su pedido ha sido escuchado.
Horas más tarde, Emilia se dirige al templo de Diana, diosa virgen de la caza, para que le conceda el beneficio de permanecer virgen y soltera o, en su defecto, que la tome por esposa quien más la ame. Como respuesta, la propia Diana se le presenta para avisarle que su casamiento ya ha sido decretado: Emilia promete obedecer. Finalmente, Arcite se dirige al templo de Marte, el dios de la guerra, para implorar ser el vencedor de la batalla. Como respuesta, la estatua de Marte susurra “¡Victoria!” (120).
Entre tanto, Marte y Venus se declaran la guerra en el cielo por la disputa entre los primos, pero antes de que pase a mayores, el sabio Saturno intercede y busca una solución que convenga a ambos: mientras que a Venus le promete el matrimonio entre los jóvenes, a Marte le asegura la victoria de Arcite.
Cuarta parte
Llega el día del duelo y Teseo ordena que, para proteger a los nobles guerreros de ambos bandos, nadie sufra un golpe mortal. Aunque la batalla es tan épica como pareja, el rey Emeterio, aliado de Arcite, consigue herir a Palamón. Esto desencadena que el ejército de Arcite atrape a Palamón, que acaba perdiendo.
Aunque Venus está decepcionada, Saturno le asegura que pronto verá sus deseos complacidos. De este modo, mientras Teseo canta la victoria de Arcite, “del suelo surge una Furia infernal enviada por Plutón, a petición de Saturno” (125). Ello asusta al caballo de Arcite, que cae derribando a su dueño y lo hiere de muerte. Emilia queda devastada con el resultado, pero antes de morir, Arcite le asegura que no tendrá un esposo más digno que Palamón.
Con el tiempo, “cesaron las lágrimas y el duelo de los griegos llegó a su fin” (131). Un día, Teseo reúne a Palamón y Emilia y los convence de unirse en matrimonio, asumiendo que ya es hora aceptar la muerte de Arcite, ya que fallecer es un fin destinado a todos los mortales. El matrimonio finalmente se produce y tanto Palamón como Emilia son plenamente felices y nunca “hubo una palabra de celos o de confrontación entre ellos” (133).
Análisis
“El cuento del Caballero” es una adaptación libre de un relato del escritor italiano Boccaccio, a quien Chaucer admiraba mucho y cuya presencia se repite en innumerables ocasiones a lo largo de toda esta selección. Esta historia presenta, tal como señala Pedro Guardia Massó, “todos los ingredientes nobles de su narrador. Aristocráticos son sus protagonistas, Arcite y Palamón (...) y el combate final, con todos sus componentes medievales y clásicos, podría ser el escenario idealizado de las numerosas lizas en las que el relator había activamente participado” (2020: 40).
En este sentido, no debe extrañarnos que la historia recupere varios de los elementos y temas típicos del romance caballeresco, género medieval de gran popularidad en la época desde la que escribe Chaucer. Sin embargo, el narrador no adopta en forma lineal los tropos del género, sino que el cuento presenta varios desvíos respecto a otras obras similares.
La presencia de valientes caballeros, castillos, damiselas y épicas batallas eran motivos comunes de estos relatos, pero su aparición en el relato aparece distorsionada. En principio, por ejemplo, cabe destacar que no hay grandes antagonistas en el relato. Si bien es cierto que Teseo se opone a los objetivos de Arcite y Palamón, no encarna por ello valores negativos o distintos a los de ellos. Además, Emilia es la típica doncella del relato caballeresco, pero su caracterización presenta una inversión interesante de la fórmula habitual, en la medida en que son sus pretendientes, y no ella, quienes están encarcelados en una torre.
En cuanto objeto de deseo de los protagonistas, Emilia es un personaje plano y sin demasiada complejidad en la historia (pensémosla en contraste, por ejemplo, con la locuaz, empoderada y fuerte Comadrona de Bath). Sin embargo, no deja por ello de ser una de las primeras representaciones femeninas interesantes de toda la obra. Por su belleza y docilidad, opera como un estereotipo literario de la feminidad idealizada, pero resulta significativo que ella no desee casarse con ninguno de los caballeros, prefiriendo una vida de castidad al matrimonio. El hecho de que decida rendirle devoción a Diana, diosa de la caza y la virginidad, resulta significativo en este sentido.
Así y todo, su voluntad resulta completamente indiferente a la resolución de la historia, puesto que no solo se ve obligada a casarse, por intervención divina y la de su cuñado Teseo, quien acepta el código de honor de los primos y la ofrece como premio a quien gane la batalla (pese a haberlos considerado enemigos de la corte con anterioridad), sino que, además, termina casándose con el caballero que menos le interesaba: Palamón.
En este punto, el cuento debe comprenderse a la luz del tema del destino, como la historias de personajes que no pueden escapar a lo que los dioses les han encomendado. Incluso los personajes reconocen esta falta de libre albedrío dentro de la historia, lo cual se verifica en sus ofrendas y pedidos antes de la batalla.