Resumen
Un joven rico y poderoso llamado Melibeo vive junto a su esposa Prudencia, con quien tiene una hija llamada Sofía. Un día, Melibeo sale a caminar por el campo, cuando tres de sus antiguos enemigos irrumpen en su casa, golpean a Prudencia y hieren a su hija: “En cinco zonas, a saber: en los pies, en las manos, en los oídos, en la boca y en la nariz, y se dieron a la fuga, dándola por muerta” (415).
Al volver, Melibeo enloquece del dolor y la bronca, y comienza a llorar sin sosiego. Ante ello, su esposa le aconseja que debe ser mesurado a la hora de lamentarse y lo insta a que llame a un grupo de amigos y familiares para explicarle lo sucedido y que lo aconsejen sobre cómo proceder.
Melibeo sigue su consejo y se reúne con un gran grupo de personas. Entre ellos hay cirujanos, médicos, abogados y algunos ancianos que le aconsejan ser cauteloso, mientras que otros vecinos y personas jóvenes lo incitan a la guerra. Como Melibeo está sediento de venganza, solo oye a quienes le aconsejan devolver el golpe sin importar las consecuencias.
Advirtiendo que su esposo “optaba por el camino de vengarse de sus enemigos con las armas” (420), Prudencia le aconseja ser más cauteloso, pero Melibeo se enoja con ella y sostiene que lo tomarán por estúpido si deja sus convicciones por hacerle caso a su esposa. Luego señala que las mujeres son charlatanas, quieren dominar a sus maridos, dan malos consejos y son malvadas.
Prudencia contraargumenta exitosamente cada una de las acusaciones de su marido y termina por convencerlo de que siga sus consejos: primero le explica que debe tener a Dios como primer consejero y que, antes de tomar cualquier decisión, se libre de “la ira, la codicia y el atolondramiento” (424). Luego, le dice que debe analizar cuidadosamente a sus consejeros y elegir, entre ellos, a quienes reúnen las condiciones fundamentales de “la autenticidad, la prudencia y la vasta experiencia” (427). También señala que no todas las personas con las que se reunió le desean el bien y que algunos, incluso, pueden llegar a esconder motivaciones personales o se pueden beneficiar a su coste si toma malas decisiones: ni los aduladores, los que fueron sus enemigos en el pasado, los borrachos, jóvenes o malvados son buenos consejeros. Tras ello, Prudencia le hace comprender que los consejeros más apropiados fueron los cirujanos, los médicos, los abogados y los ancianos. Sopesa los consejos que estos hombres sabios le han dado y demuestra que una guerra abierta no es la mejor opción por razones morales, éticas y prácticas.
La mujer asegura que Dios permitió el ataque a Sofía debido a que Melibeo ha olvidado a Jesucristo: “Has pecado contras Jesucristo Nuestro Señor al permitir que los tres enemigos de la Humanidad, a saber, el mundo, el demonio y la carne, se apoderaran de tu voluntad a través de tus ventanas corporales, y al no presentar enérgica resistencia contra sus acometidas y tentaciones” (438). Por ese motivo, debe dejar la venganza a los jueces, buscar la paz e intentar recuperar el perdón y la gracia de Dios.
Melibeo se enoja con ella por no apreciar su honor y su dignidad, pero ella lo convence de que no tiene más objetivo que ayudarlo y disuadirlo de cometer equivocaciones. De este modo, Melibeo consigue aplacar sus ansias de venganza y Prudencia logra que la deje intervenir en su nombre con los malhechores, para así solucionar las cosas.
La reunión entre Prudencia y los hombres resulta exitosa. Los tres se arrepienten y se conmueven profundamente a causa de las palabras sabias y piadosas de la mujer, y acceden a pagar lo que exija Melibeo por sus agravios.
Cuando Melibeo se entera, exige la entrega de sus bienes y el destierro, pero su esposa lo vuelve a convencer de que ambas imposiciones son exageradas: “Te exhorto a que no seas vengativo. De este modo preservarás tu buen nombre, tu piedad y misericordia serán dignas de alabanza” (456). Así, la bienaventurada influencia de Prudencia convence a Melibeo de perdonar los agravios de los tres hombres: “Así, os concedo mi perdón y os condono por entero de todos los agravios, perversidades e insultos que contra mí y los míos habéis cometido, a la espera de que Dios, en su infinita misericordia, en la hora de la muerte, nos perdone los pecados cometidos contra Él en este mundo miserable” (457).
Análisis
“El cuento de Melibeo” se trata de uno de los relatos más largos y tediosos de toda la selección, al punto en que solo tiende a ser objeto de estudio académico, a diferencia de otros cuentos que han sido celebrados y reformulados de distintas maneras a lo largo de la historia de la literatura y del cine. Ciertos críticos señalan que este cuento podría ser una venganza dirigida a los peregrinos, por parte de Chaucer, el personaje, quien los castiga por haberlo interrumpido con “El cuento de sir Topacio”. De hecho, antes de comenzar, promete contar “un breve relato en prosa (...) muy edificante y con moraleja” (413) y, tras solicitar que no interrumpan, se entrega a una historia de un aburrimiento insoportable.
Aunque Chaucer lo omite, este cuento es una traducción del Livre de Melibée et de Dame Prudence, de Renaud de Louens, quien, a su vez, lo tradujo de una versión de Albertanus of Brescia, que data del siglo XIII. Todo apunta a que el relato fue escrito originalmente como una composición destinada al recién coronado Ricardo II, quien obtuvo la corona con tan solo diez años de edad. En este sentido, el cuento puede interpretarse como un manual destinado a un niño-rey, con el objetivo de educarlo en la prudencia, la elección de sus consejeros y la toma de decisiones.
Este relato es, ante todo, una construcción intertextual: un verdadero mosaico de proverbios, dichos y sabias palabras, muchas de las cuales ya aparecen incluso en otros cuentos de la selección. Las Sagradas Escrituras, Salomón, Séneca, Santo Tomás de Aquino, Cicerón y decenas de referencias más se suman y superponen unas a las otras a lo largo de todo el cuerpo del texto. De hecho, parte de la razón de su extensión se debe a que sus personajes no dejan de citar autoridad tras autoridad para justificar sus opiniones, lo que infla la insignificante –en relación a estos argumentos– trama del cuento. Todos los personajes están tan interesados en referir a sus autoridades favoritas, que ni siquiera descubrimos qué es lo que le sucede a Sofía, quien se encuentra herida de muerte. De cuento, como vemos, poco tiene esta historia.
Al igual que con “El cuento del Magistrado”, Prudencia es otro ejemplo de la esposa paciente y sufrida que demuestra su virtud a través del estoicismo. Tal como sucede con Constanza, su nombre es el significante obvio de una su característica más prominente. El papel de Prudencia en la historia consiste en ser una influencia sobre Melibeo. En este punto, se ofrece como un buen contraejemplo respecto al rol que cumple el consejo femenino en “El cuento del Capellán de monjas”, donde la voz de la mujer se presenta como algo a ser desoído. Es así que, aunque esta historia celebra la prudencia como una virtud necesaria ante la adversidad, también sugiere que las mujeres son dignas consejeras, más reflexivas y cautelosas que los hombres.