Resumen
Prólogo del Mercader
El Mercader advierte una gran diferencia entre los valores de Griselda y los de su propia esposa, con quien lamenta haberse casado aunque solo han pasado dos meses desde entonces: “Ella es una arpía completa” (288). El Mesonero lo alienta a que, sabiendo tanto sobre el matrimonio, cuente una historia sobre su horrible esposa. Frente a ello, el Mercader accede a tomar la palabra, pero sin hablar sobre su propia vida: “Mi corazón está demasiado compungido para seguir hablando de mi propia aflicción” (289).
El cuento del Mercader
Enero es un digno caballero que ha vivido durante sesenta años en Lombardía, sin esposa y gozando de los placeres de la soltería. Al llegar a la vejez, decide sentar cabeza y “agenciarse una esposa, joven y bonita, para que le diese un heredero” (291).
Con ese objetivo, reúne a todos sus amigos y les pide ayuda para lograrlo. Además, les explica que quiere una esposa joven (“No debe sobrepasar los dieciséis: esto es innegociable”, 294), ya que no le gustan las mujeres mayores y, encima, las jóvenes son más fáciles de manipular. Frente al pedido, sus seres cercanos ofrecen distintas opiniones, algunos elogiando su decisión y otros lo contrario. Destacan las opiniones de sus hermanos Placebo y Justino: el primero apoya totalmente las demandas de Enero, mientras que el segundo lo insta a ser más prudente con sus expectativas, puesto que es más probable que una esposa joven le sea infiel. Pese a ello, Enero termina haciendo caso omiso a sus consejos.
Tras buscar un tiempo, Enero encuentra a la que cree que es su esposa ideal. Es así que vuelve a llamar a sus amigos, a quienes les expresa su única preocupación: que al encontrar el cielo en la tierra junto a su esposa, nunca pueda acceder al paraíso celestial. Frente a ello, Justino sugiere que puede que el matrimonio sea su purgatorio.
La boda se produce con alegría y todos están felices. Todos excepto Damián, el escudero de Enero, que “Estaba enamorado de Mayo al punto de enloquecer y desmayarse allí mismo” (301). Impaciente por consumar el matrimonio, Enero les pide a sus amigos que lo ayuden a dar por terminada la fiesta. Cuando por fin consiguen encontrarse en el lecho nupcial, Mayo y Enero tienen relaciones “hasta que empezó a clarear” (302). A pesar de los esfuerzos de Enero, “Dios sabe lo que pensaría Mayo” (303) de la noche compartida.
Según la tradición, una recién casada no debe salir de la cama hasta el cuarto día de la consumación del matrimonio. Cuando Mayo se presenta finalmente junto a su esposo en el salón de los banquetes, Enero advierte la ausencia de Damián y, enterándose de que el caballero se encuentra enfermo, le pide a su esposa que vaya a visitarlo para levantarle el ánimo. Mayo obedece y, cuando se encuentra con Damián, este aprovecha la oportunidad para darle en secreto una carta con la que le confiesa su amor.
Sea por “el destino, la casualidad, la Naturaleza o la influencia de las estrellas (...), Damián causó muy buena impresión a la compasiva y hermosa Mayo” (305). Ella decide corresponder su amor a través de otra carta, que le deja a Damián bajo su almohada. Al día siguiente, cuando el caballero la encuentra, su enfermedad desaparece por completo y vuelve a sus tareas para servir a Enero.
Con el tiempo, Enero se queda ciego y eso lo lleva a volverse más posesivo y celoso, lo que es un obstáculo para los amantes. Ahora bien, la mansión de Enero tiene un jardín magnífico, al que el viejo acude con Mayo para tener relaciones sexuales; solo él posee la llave.
Un día, Mayo elabora un plan para encontrarse con su amante: primero, hace un molde de la llave en cera tibia, el cual le permite a Damián reproducir una copia. Luego, acuerda con el joven que este se esconda en el jardín, a la espera de que ella y Enero lo visiten.
El plan se lleva a cabo el 8 de junio, día en que Enero decide, incitado por su esposa, ir a tener relaciones en la naturaleza. Para entonces, Damián ya se encontraba en el lugar y, a pedido de Mayo, miraba la situación subido a un árbol de peras.
Da la casualidad que la belleza natural del jardín es propicia para que allí celebren sus fiestas los dioses Plutón y Proserpina, quienes ese día mantienen una discusión acerca del matrimonio, sin que los mortales allí presentes puedan verlos. Es así que los dioses son partícipes de la treta de Mayo y toman posiciones encontradas frente a ella. Plutón siente lástima por Enero y decide ayudarlo: “En el momento en que su mujer comience a engañarle, el anciano caballero recobrará la vista” (311). Proserpina, por su parte, hace lo mismo con Mayo y opta por darle la capacidad de ser tan elocuente a la hora de responder que, aunque Enero haya visto el engaño con sus propios ojos, ella lo pueda confundir y hacerlo quedar como un estúpido.
El plan de Mayo se pone en marcha y le pide a Enero que la deje pararse sobre su espalda para que pueda subirse al peral a comer frutos. El anciano accede y, una vez sobre el árbol, Damián le sube el vestido a la joven y comienzan a tener relaciones sexuales. En ese momento, Plutón le devuelve la vista a Enero, que descubre la infidelidad, emite un “rugiente aullido” y comienza a insultarla. Pese a lo obvio de la situación, Mayo consigue convencerlo de que estaba realizando un acto mágico para curarle la ceguera: “Me dijeron que lo mejor para curar tus ojos y que tú vieses de nuevo era que forcejease con un hombre en lo alto de un árbol” (313). Enero duda, pero la elocuente joven termina por convencerlo y juntos se dirigen “de regreso al palacio” (314).
Epílogo
El Mesonero exclama “¡Dios me libre de semejante esposa!”, y se queja de que las mujeres se encuentren siempre, “como abejas, laborando para engañarnos”. Luego aclara que su mujer es fiel y pobre, “aunque es una furia y una matraca con su lengua”. Finalmente, aclara que desearía no estar casado con ella, pero que no se va a quejar más de sus defectos porque ella se va a terminar enterando, ya que las mujeres del grupo “saben muy bien como propalar estos asuntos” (315).
Análisis
Uno de los primeros comentarios que pueden hacerse al cuento del Mercader refiere a las connotaciones de los nombres que llevan sus personajes principales: en tiempos de Chaucer, enero era el penúltimo mes del año y mayo, el tercero. Esto resulta significativo respecto a la edad del matrimonio, ya que Enero es un vejestorio y Mayo una hermosa joven. Además, tal como señala Guardia Massó, “El nombre Damián estuvo ligado (...) con la potencia generativa; en la fiesta de San Cosme y San Damián, los jóvenes presentaban exvotos fálicos de cera para preservar el poder sexual” (2020: 45).
Ahora bien, en esta historia es evidente que la amargura del Mercader, atrapado en un infeliz matrimonio a solo dos meses haberlo contraído, se siente a cada línea de su narración. Sobre todo en el final, irónicamente feliz, en el que el ciego Enero termina completamente engañado, pero junto a su hermosa esposa, y la infiel Mayo acaba saliendo ilesa de su engaño, pero debiendo compartir su vida con un hombre al que desprecia.
La enseñanza moral del relato se asemeja en gran medida a la historia contada por la Comadre de Bath. Recordemos, en este punto, que el caballero de la historia de la Comadre se encuentra en la disyuntiva de tener que elegir: “Me tendréis vieja y fea por el resto de mi vida, pero fiel y obediente esposa, o bien me tendréis joven y hermosa, y habréis de exponeros a que todos los hombres vengan a vuestra casa por mí” (229). Sin embargo, aquí el carácter superficial de la elección se pronuncia aún más, ya que Enero solo decide tomar una esposa cuando sus años mozos han quedado en el pasado: “Había permanecido soltero durante sesenta años, solazando su cuerpo con las mujeres que le gustaban, como suelen hacerlo los insensatos mundanos” (290).
En diálogo con el relato de la Comadre, la infidelidad que padece sería el castigo justo por su propio adulterio y superficialidad, algo que bien señala su hermano Justino, quien encarna en esta historia la voz de la sabia mesura: “No es juego de niños el elegir esposa sin la debida reflexión (...), el más joven de los presentes ya tiene bastante trabajo para guardar a su esposa para él solo. Confía en lo que te digo: no le darás placer a ella más de tres años a lo sumo” (296-297).
Fiel a sus deseos y decidido a escuchar solo los consejos de su agrado, la ceguera que termina atacando a Enero no es más que una metáfora de su miopía de pensamiento. El engaño que sufre es la consecuencia de ello.
Cabe mencionar la reiteración de imágenes bíblicas a lo largo del cuento. Una de las más obvias es el paralelismo que se produce entre Damián y Mayo, transgresores de la ley divina, con Adán y Eva. Además, su delito se comete en una naturaleza idílica que fácilmente puede asociarse al hermoso Jardín de Edén del Antiguo Testamento: en un jardín, Adán come el fruto prohibido que lo lleva a la miseria. También en un espacio semejante Jesús suda sangre, a sabiendas de la traición de Judas y el sufrimiento que deberá atravesar a consecuencia de ella. La pera y el árbol, en este sentido, actualizan el significado de la transgresión católica presente en las Sagradas Escrituras.