Resumen
El cuento del médico
Esta es la historia de un caballero llamado Virginio, un hombre con muchas virtudes, riqueza y amigos, además de una esposa e hija encantadoras. Aunque su hija, Virginia, posee una increíble belleza, es “mil veces más virtuosa” y “casta de cuerpo y de alma” (362). Tomándola como ejemplo, el Médico aprovecha para aconsejarle a los padres educar a sus hijos en la virtud.
Un día, esta doncella se dirige a un templo del pueblo con su madre. Allí se percata de ella Apio, juez y gobernador del lugar, quien rápidamente la desea y codicia: “Esta muchacha debe ser mía, no importa cómo” (363). En ese momento, el diablo ingresa en su corazón y le enseña cómo conquistarla. Tras ello, manda a llamar a Claudio, un patán muy “osado y astuto” (364), a quien le cuenta el plan que ha urdido para ganarse a la joven, y lo insta a participar de él.
Días más tarde, Claudio se presenta ante Apio para pedirle justicia porque Virginio le ha robado a su esclava y la mantiene en su casa con la excusa de que es su hija. Ante ello, Apio exige la presencia de Virginio, a quien le ordena que la niña sea puesta bajo la tutela del tribunal.
Habiendo advertido las verdaderas intenciones de Apio, Virginio regresa a su casa, donde tiene una conversación con su hija, en la que explica que la situación le ha dejado solo dos alternativas: “La muerte o la vergüenza y el deshonor”. Virginio decide quitarle la vida ante la falta de cualquier otra solución: “Tu muerte está decidida por amor, no por odio: será mi propia amante mano la que cortará tu cabeza” (365).
En un principio, Virginia ruega clemencia, pero luego acepta su destino, pide un tiempo de ocio antes de la muerte y le agradece a Dios el poder morir virgen. Tras ello, Virginio le corta la cabeza con la espada y “asiéndola por los cabellos se la llevó al juez” (366). Apio lo condena a la horca, pero el resto del pueblo se compadece de él y encarcela al propio juez, que termina suicidándose en la celda. En cuanto a Claudio, aunque lo condenan a morir colgado, Virginio se apiada de él y lo terminan desterrando.
El Médico termina su relato con un consejo: “Evitad el pecado antes que el pecado os abandone a vosotros” (366).
Análisis
Cuando el Médico termina con su historia, el Mesonero comienza a lamentarse profunda y angustiosamente: no resulta difícil comprender el motivo. En contraste con las historias anteriores, este es un cuento que nos toma prisioneros; no presenta chistes, prólogos ni enseñanzas que nos tranquilicen. Es un relato brutal, injusto, violento e intransigente que se niega a ser leído como una fábula –algo que el propio narrador confiesa– o una alegoría. En cambio, insiste en que veamos los eventos crueles y desagradables que presenta como cosas que suceden en el mundo real. En este punto, uno tranquilamente se podría preguntar cómo es que el Médico pretende ganar el premio en el torneo de cuentos.
Además, la historia se precipita hacia su terrible final incluso a expensas de perder verosimilitud: ¿Cómo es que Virginio no intenta discutir con el juez o incluso llamar a la multitud de personas que, tan solo un poco después, irrumpen por las puertas para impartir justicia? ¿Por qué no esconde a su hija o la sube a un caballo para escapar a otra tierra? En este punto, la crítica ha señalado que este relato, al igual que otros, presenta cierto cuestionamiento respecto a los valores ensalzados en las historias de caballería: se trata del cuento de un hombre que prefiere preservar la nobleza y el honor de su hija antes que mantenerla con vida. Nuevamente, Chaucer arroja una mirada negativa sobre los códigos de honor que rigen a los hombres: ¿Puede más el honor injustamente mancillado que la vida de un hijo?
Así y todo, este cuento no ha recibido demasiada atención por la crítica, excepto para decir que proporciona, quizás, la primera muerte significativa en los Cuentos de Canterbury: lo que hasta hace un momento no fue más que un juego divertido, una competencia bien intencionada, ahora se transforma en la narración realista de una historia cruenta desprovista de bondad y de comedia. De hecho, este relato da el primer paso en un giro hacia la oscuridad que cambia por completo el tono y el tenor de los Cuentos de Canterbury en su conjunto.