Los cuentos de Canterbury

Los cuentos de Canterbury Resumen y Análisis “Prólogo al cuento del Intendente”, “El cuento del Intendente”

Resumen

Prólogo al cuento del Intendente

El Mesonero le pide a los integrantes del grupo que despierten al Cocinero, quien cabalga dormido sobre su caballo. Al despertar, el Cocinero proclama que preferiría dormir antes que beber del mejor vino. El Intendente interviene y se burla del hombre, señalando que se encuentra excesivamente borracho, que tiene un aspecto lamentable y un aliento asqueroso. Aunque el Cocinero se enfurece con él, está tan borracho que no puede hablar y se cae del caballo al barro. Algunos se apuran a ayudarlo y el Mesonero le pide al Intendente que prosiga con su cuento, ya que el Cocinero no se encuentra en estado para hacerlo. Luego le advierte que no es correcto burlarse del Cocinero en su cara, pues algún día él podría vengarse. Ante ello, el Intendente invita más vino al Cocinero, quien lo acepta con gusto y sin rencores. El Mesonero ríe por su cambio de actitud y recomienda llevar vino en los viajes. Luego agradece a Baco, el dios del vino, por tener el poder de “transformar la seriedad en chanza” (537).

El cuento del Intendente

La historia se remonta al tiempo en que Febo, dios de la poesía, vivía en la tierra. El narrador describe a Febo como un ser extraordinario: un gran caballero, arquero y músico. Además, es dueño de un cuervo blanco, que sabe hablar a la perfección, y tiene “una esposa a la que amaba más que a su propia vida” (539).

Pese a todas sus virtudes, la Fortuna quiso que a Febo lo engañara su esposa: un día, mientras este se encuentra ausente, “la mujer envía a llamar a su amante y ambos satisfacen inmediatamente sus fugaces apetitos carnales” (541). Solo el cuervo blanco es testigo de la infidelidad.

Al volver Febo a casa, el ave lo recibe al grito de “¡Cor-nu-do! ¡Cor-nu-do! ¡Cor-nu-do!”. Ante ello, Febo le pide explicaciones y el cuervo le cuenta “con pelos y señales” el agravio de la mujer. Loco de furia, Febo asesina a su esposa de un flechazo y luego, “en pleno remordimiento, rompe sus instrumentos musicales” (541). Entonces se vuelve hacia el cuervo y, llamándolo traidor y mentiroso mientras llora a su amada esposa, toma venganza: “De un salto agarró al cuervo y le arrancó todo su blanco plumaje y lo convirtió en negro, le despojó de su facultad de cantar y hablar y lo puso en la puerta, mandándole y encomendándole al diablo. Por dicha razón, hoy en día, todos los cuervos son negros” (542).

Tras ello, el Intendente se vuelve a su audiencia y aconseja: “Vigila tu lengua y conserva tus amigos (...). Lo dicho, dicho está, y las palabras siguen rodando. El que las ha proferido, ha perdido su libertad y queda preso de sus propias palabras. No seas jamás fuente de cotilleo, sea falso o cierto (...), vigila tu lengua y acuérdate del cuervo” (543).

Análisis

Este cuento está basado en las Metamorfosis de Ovidio, poeta romano del siglo I y, probablemente, en la Confesio Amantis de Gower, poeta inglés contemporáneo y amigo de Chaucer.

Hay algo eminentemente destructivo en esta historia, en particular en la forma en la que toma a Febo, dios de la poesía y, por ello, pulsión esencial en la construcción de los Cuentos de Canterbury mismos, y lo convierte en un asesino mezquino y celoso. “El cuento del Intendente” es un relato extremadamente breve en relación con otros de la selección, que nos presenta una trama simple y brutal que, a pesar de sus elementos mágicos, no se deja llevar por la fantasía. En él, un dios mundano, celoso e irascible, una esposa infiel y un cuervo parlante caen en un espiral de destrucción que acaba con el matrimonio, el cuervo y la poesía en sí misma.

Este relato puede considerarse como un hermano cercano de “El Cuento del Capellán de monjas”, en la medida en que presenta a un pájaro parlante como uno de sus personajes principales. En un principio, ello nos puede llevar a esperar otra fábula de tintes vulgares y cómicos que tematice las hazañas felices de un personaje como Chantecler. Sin embargo, pronto se revela un amargo cambio de tono en la historia: el heroico dios de la poesía no es más que un humano celoso y asesino, y el cuervo blanco y parlante de hermosa voz se transforma en un heraldo negro que anuncia con voz hueca el terrible destino de la realidad. Irónicamente, la única lección que el pobre pájaro acaba enseñando es la de que hay que saber cuándo callar. En este sentido, y pese al cambio de tono, ambos cuentos vuelven a coincidir en su mensaje final: “La primera virtud, escucha hijo mío, es la de dominar y controlar tu lengua” (542)

La crítica ha señalado ciertas semejanzas entre el personaje del cuervo y el propio Chaucer a partir de ciertos comentarios realizados por el autor en “La despedida”. Allí, Chaucer les suplica a sus lectores que recen por él, para que Dios perdone sus historias blasfemas y pecaminosas: “Particularmente mis traducciones y escritos de obras de vanidad humana” (632). En este punto, el llamado a ‘mantener la boca cerrada’ podría tener más que ver con el propio autor de lo que a simple vista parece. Como vemos, Chaucer lidiaba con cierto remordimiento religioso respecto a las historias que gustaba contar.