Resumen
Prólogo del Universitario
El Mesonero se dirige al Universitario, quien está “manso y callado cual muchacha recién casada”, y le pide que cuente una historia divertida, guardándose de no aburrirlos con la terminología y el “lenguaje de altos vuelos usado para escribir a los reyes” (261). El Universitario accede e informa que va a reproducir un relato que le contó un “excelente erudito, merecidamente respetado” (662).
El cuento del Universitario
Primera parte
En Saluzzo, una magnífica región de la parte occidental de Italia, vive Walter, un marqués de grandes atributos cuyo único defecto es vivir solo en el presente, sin pensar en el futuro. Por este motivo, su pueblo teme que algo le pase sin haberse casado antes, dejando a la región sin una descendencia que la gobierne. Dando lugar al reclamo de su gente, Walter accede a tomar una esposa y pone fecha para la boda, pero solo en la medida en que ellos accedan a quererla y honrarla sin importar su origen y linaje. Todos aceptan su parte.
Segunda parte
En una aldea cercana al palacio del marqués, existe una pequeña aldea en la que vive Janícula, un anciano pobre y enfermo. Este hombre tiene una hija, Griselda, una joven llena de grandes atributos y una “belleza moral (...) que alumbra al sol” (266). Conociendo su virtud, el marqués decide que ella es la indicada para ser su esposa.
El día de la boda, Walter aún no le ha revelado ni al público ni a la propia novia quién será su esposa, al punto en que su pueblo pone en duda su compromiso. Pese a ello, Walter se dirige esa mañana a la casa de Janícula y, mientras “la gente del exterior se agolpaba alrededor de la choza”, le pide al hombre la mano de su hija. Aunque el anciano acepta, Walter pide una reunión con ella para saber si la elección es de su agrado. La reunión se produce y Griselda acepta el matrimonio y le jura una obediencia y devoción eternas: “Aquí mismo juro que jamás os desobedeceré, ni de pensamiento ni de obra, aunque ello me cueste la vida” (269).
La vida de Griselda cambia por completo. Ese mismo día, deja la casa de su padre y sus atuendos harapientos para vivir una vida de nobleza en el palacio. Debido a sus virtudes, su buen nombre se expande por Saluzzo y otras regiones, y todo el pueblo comienza a amarla y respetarla profundamente, lo que confirma la idea de que “la virtud se aloja frecuentemente en los de condición humilde” (271). Poco tiempo después del casamiento, Griselda da a luz a una hermosa niña.
Tercera parte
Tiempo después, el marqués comienza a estar “totalmente obsesionado con poner a prueba a su esposa” (271). Un día se presenta ante ella para decirle que, pese al amor que le tiene, el resto de la nobleza ve la unión con malos ojos y les parece un escándalo estar sometidos a “una simple pueblerina” (272). Para solucionarlo, Walter propone sacrificar a la niña. A pesar del amor que siente por su hija, Griselda no se opone a la decisión de su marido, por lo que, en poco tiempo, un emisario se hace presente en su habitación y se la lleva. Aunque Griselda no lo sabe, el emisario solo se lleva a la niña a Bolonia, donde la hermana de Walter se compromete a cuidarla. Pese a lo cruel de la treta, Griselda contiene su dolor y se mantiene “alegre, humilde, servicial y cariñosa como antes” (274), y nunca vuelve a mencionar a la niña.
Cuarta parte
Cuatro años después, Griselda tiene un nuevo hijo y, cuando el niño cumple dos años, Walter decide repetir la misma prueba. El pueblo, le dice con crueldad a su esposa, no quiere que alguien con la sangre de Janícula lo suceda como marqués. Ante ello, Griselda acepta la decisión de su Walter, al tiempo en que afirma su pobre linaje y asegura que no le importaría morir si ese fuera su deseo: “Vos sois nuestro amo; haced lo que queráis con lo que es vuestro” (275). Es así que el emisario de Walter vuelve a llevarse al niño a Bolonia.
De este modo, la noticia de “La crueldad de Walter se esparció por todas partes”, ya que, salvo él y su emisario, todos piensan que ha sido capaz de asesinar a sus propios hijos. Aún así, Walter sigue fiel a su deseo de probar el amor de Griselda, y un nuevo engaño se le ocurre: solicitar una bula papal que le otorgue el permiso de divorciarse para tomar una nueva esposa, humillando de ese modo a la pobre Griselda. Aún así, cuando Walter le expresa sus deseos, Griselda accede a divorciarse “aunque su corazón se llenó de pena” (277).
Entretanto, Walter le escribe una misiva secreta a Bolonia, solicitando que regresen a sus a sus hijos con una gran pompa y riqueza, aunque sin revelar la verdad de su origen. Con ello, el marqués pretende que todos piensen que su propia hija será la nueva marquesa.
Quinta parte
De este modo, Griselda vuelve a la casa de su padre como si nada hubiera pasado: con su dote y los pobres harapos que la vestían antes. Las personas del pueblo la acompañan durante el trayecto mientras derraman lágrimas por su mala suerte. Lo mismo sucede con Janícula, quien sale a recibirla y la cubre “con su viejo manto lo mejor que pudo” (280). Pese a las contínuas afrentas, Griselda soporta el dolor con entereza, sin que se revele en sus gestos, palabras o comportamientos, y demostrando así “que ningún hombre llega jamás a ser ni la mitad de humilde y fiel que una mujer” (281).
Sexta parte
Cuando finalmente llegan los niños a Saluzzo, Walter le envía un emisario a Griselda para que se encargue de la humillante tarea de planificar la ceremonia del nuevo casamiento. Pacientemente, Griselda accede nuevamente sin ofrecer resistencia. De este modo, al llegar el momento del banquete, Walter llama a Griselda y le pregunta: “¿Qué opinas de la belleza de mi esposa?”. En ese momento, Griselda le dice que la joven es muy hermosa y le aconseja, sin la menor malicia ni resentimiento, que no sea cruel con ella, porque una joven noble no tiene la misma fortaleza que si “hubiese sido criada en la pobreza” (283).
Conmocionado por la profunda fidelidad que aún le guarda Griselda, Walter le confiesa la verdad de todos los tormentos que le hizo pasar. La emoción provoca que Griselda caiga desmayada pero, nuevamente consciente, se aferra con profunda alegría a sus hijos. Finalmente, se le restituye el lugar de marquesa en el palacio y tienen un largo periodo de felicidad. Años después, cuando la muerte alcanza a Walter, su hijo lo sucede en el poder y se casa, pero no siente la necesidad de probar nunca el amor de su esposa.
El Universitario explica que esta historia no tiene como objetivo que las mujeres sigan los pasos de Griselda, ya que “sería más de lo que podrían soportar aunque quisiesen”. Sin embargo, sí habría que imitar su fortaleza, ya que las personas “deberíamos soportar sin una queja todo lo que Dios nos envía” (285). Ahora, en honor a la Comadre de Bath, el Universitario ofrece una canción con el deseo de que Dios la mantenga a ella “y a todo su sexo en el puesto de mando o las cosas irían demasiado mal” (286)
Epílogo de Chaucer
La canción cuenta que Griselda está muerta y que, con ella, ha muerto su paciencia. Por ello, ningún hombre debería poner a prueba el buen genio de sus esposas, puesto que es una empresa destinada al fracaso. Luego, exhorta a las mujeres a que sean “grandes y fuertes como un escudo” y “feroces como tigres o diablos”; que usen sus palabras para dominar a sus esposos y que siempre, bellas o feas, sean conscientes de sus atributos para conseguir lo que deseen.
Las palabras del Mesonero
Cuando el Universitario termina su relato, el Mesonero exclama que pagaría “un tonel de cerveza” (287) para que su mujer captara esa moraleja. Sin embargo, prefiere no pedir cosas imposibles.
Análisis
En oposición con el Fraile y el Alguacil, el Universitario es un hombre del clero que presenta una bondad y virtud por completo idealizadas. Tal como menciona Guardia Masso, “El Universitario proviene de la Universidad de Oxford; ya tiene experiencia europea: ha estado en Padua. Su rostro pálido y delgado es símbolo de su hambre de saber. Su biblioteca privada de 20 volúmenes le era más apetecible que los vestidos elegantes. Estudiaba lógica, posiblemente en vistas de obtener un grado de licenciatura o un doctorado en teología, medicina o derecho” (2020: 44).
Además, la fuente de su historia es igualmente erudita: proviene de una traducción latina de Petrarca, erudito precursor del Humanismo y uno de los pilares fundamentales de la literatura italiana. Más aún, la historia sobre la que Petrarca realiza esta traducción se basa en el Decamerón de Boccaccio, otro gran exponente de la literatura italiana a quien Chaucer admiraba profundamente.
La historia en sí es bastante simple: trata de una mujer de baja cuna que es probada con gran crueldad por su noble esposo, quien la hace sufrir extremadamente. Sin embargo, ¿qué significa el cuento? En este punto, la enseñanza no resulta tan fácil de identificar. El propio Universitario previene de no aceptar lo que parece expresar en una primera lectura: que las mujeres deben someterse pacientemente a la voluntad de sus maridos. Incluso dedica las últimas líneas del cuento a homenajear a la Comadre de Bath, personaje que se opone por completo a la excesiva sumisión de Griselda: “En honor a la Comadre de Bath, ¡quiera Dios mantenerla a ella y a todo su sexo en el puesto de mando o las cosas irían demasiado mal! (286).
Sin embargo, cuesta interpretar el sentido del cuento por fuera de una exaltación a la paciencia de Griselda, que solo alcanza la felicidad como recompensa por su absoluta subyugación a Walter. De hecho, el mismo Universitario aclara que el carácter impasible que se le exige a Griselda es casi imposible de encontrar en cualquier otra mujer: “Actualmente sería difícil de encontrar tres Griseldas, o incluso sólo dos, en toda la ciudad. El oro que ellas representan está actualmente tan adulterado con cobre que, si actualmente se pusiera a prueba, esa moneda (...) se rompería en dos pedazos antes de doblarla” (285 y 286).
Es imposible no leer, en este fragmento, cierta expresión nostálgica respecto a un pasado anhelado en el que las mujeres eran capaces de soportar tales afrentas en nombre del amor. Entonces, ¿es esta falta de paciencia una señal de progreso o algo a lamentar? Lo cierto es que tanto la historia como los comentarios que realiza sobre ella el Universitario son tan ambiguos que pueden interpretarse en términos tan profeministas como antifeministas.
Sobre ello, la solución de Petrarca –que trae a colación el propio Universitario– resulta tan insatisfactoria como las anteriores. Para el humanista, el cuento no debe interpretarse en relación a los vínculos entre hombres y mujeres, sino al modo en que las personas en general aceptan la voluntad de Dios. Bajo esta línea, la voluntad divina es capaz de premiar tanto la crueldad de Walter como el hecho de que Griselda deje a sus hijos morir por capricho de su marido.