Resumen
Prólogo del Terrateniente
El Terrateniente recuerda un cuento típico de los antiguos bretones, quienes tenían atributos para la composición musical y la narrativa. Sin embargo, aclara que él mismo no es un gran orador ni tiene dominio sobre la retórica.
El cuento del Terrateniente
En Bretaña, Arveragus de Caerrud y Dorígena forman un matrimonio de amor y respeto recíproco. Ellos viven en “paz y sosiego”, ya que “el amor no debe ser limitado por el dominio” y “es tan libre como el espíritu” (338 y 339).
Un día, Arveragus debe viajar en “busca de honores y nombradía en hechos de armas” (340) y Dorígena se queda sola, terriblemente angustiada por la añoranza de su marido. Para sacarla de la tristeza, sus amigas la llevan a pasear por los acantilados que dan al océano, donde observan en busca del barco que debería traer a Arveragus de vuelta a casa. Sin embargo, pronto Dorígena se entristece aún más por “las sombrías rocas negras” (341) que, al pie del acantilado, amenazan con destrozar cualquier barco que el viento acerque.
Por ese motivo, sus amigas comienzan a llevarla de paseo a otros lugares, y un día terminan en un jardín cercano donde se celebran banquetes y bailes. Allí se encuentra Aurelio, “un gallardo escudero” que “llevaba dos largos años amando a Dorígena” (342). Aprovechando la situación, el pobre hombre termina por confesarle sus sentimientos, pero ella lo rechaza con firmeza: “Quiero pertenecer al hombre con quien me casé y estoy casada. Tomad esto como mi respuesta definitiva”. Pese a ello, Aurelio continúa insistiendo hasta que, consciente de la imposibilidad de la empresa, ella le promete: “Cuando hayáis despejado la costa de arrecifes, de modo en que no vea peñasco alguno, entonces os amaré más que a cualquier otro” (343).
Tiempo después, Arveragus regresa del extranjero y la felicidad regresa a la pareja. A diferencia de ellos, Aurelio continúa en una tristeza sin consuelo, hasta que su hermano le sugiere reunirse con un estudiante de Orleáns con grandes dotes para la magia blanca y la ilusión, con la esperanza de que lo ayude a superar la prueba propuesta por Dorígena. Aurelio accede y, cuando están por llegar a la ciudad, un joven se les cruza en el camino y les dice en latín que sabe el motivo de su visita. Pronto, este joven se revela como el estudiante que ellos estaban buscando y los deslumbra con maravillosas ilusiones. El estudiante accede a desaparecer temporalmente los peñascos por medio de una ilusión, pero por la elevada suma de mil libras. Aurelio acepta el pago.
De nuevo en Bretaña, Aurelio aloja con grandes honores al estudiante y este, con sus increíbles conocimientos de astrología e ilusionismo, consigue hacer desaparecer temporalmente los peñascos del acantilado. Es así que Aurelio se presenta ante Dorígena, quien queda muda de asombro al comprobar que el hombre había conseguido lo imposible. Durante tres días se lamenta profundamente por haberse comprometido con Aurelio, y considera seriamente el suicidio antes de serle infiel a su esposo o faltar a su palabra y perder su reputación. El tercer día, y al verla tan atormentada, Arveragus le pregunta qué sucede y ella le confiesa todo.
Después de escucharla, Arveragus la anima a cumplir con su palabra: “Es tan grande el amor que te tengo, que antes preferiría morir apuñalado que tolerar que tú faltes a tu palabra. No hay nada más sagrado que mantener la palabra dada” (354).
Afortunadamente, cuando Aurelio se entera de que tanto Dorígena como Arveragus han accedido a cumplir lo prometido para no manchar su reputación, se compadece de ambos y elige perdonarla: “Prefiero sufrir eterno tormento antes que romper el amor que vosotros os profesáis”. En este punto, el Terrateniente aclara que “No hay duda de que un escudero puede comportarse con tanta nobleza como un caballero” (355).
Aunque Arveragus y Dorígena viven en perfecta felicidad a partir de entonces, Aurelio empieza a “maldecir el día que había nacido” tras “haber perdido todo su capital”. Es así que se presenta ante el estudiante con el pedido de que le deje pagar la mitad de su deuda primero, para luego darle el resto de a poco: “De otro modo tendré que vender mi herencia” (356). Aunque el estudiante se opone a que falte a su trato, tras escuchar la historia de cómo Aurelio se compadeció de Dorígena, termina perdonando la deuda: “Que Dios no permita que, un estudioso como yo, deje de comportarse tan noblemente como vosotros” (357).
Llegado al final de su relato, el Terrateniente pregunta a sus interlocutores: “¿Cuál de ellos os parece el más generoso de todos?” (357).
Análisis
“El cuento del Terrateniente” es, tal como reconoce el narrador al principio, una balada bretona, tipo de romance breve que posiblemente provenga, en su origen, de la tradición celta. Estas narraciones solían construirse alrededor de temas como el matrimonio, el honor y el desengaño amoroso, tópicos que usualmente se acompañaban de elementos sobrenaturales. En este caso, Chaucer tomó la historia del Decamerón de Boccaccio, aunque no es tan simple identificar los relatos a los que se remonta originalmente la historia.
El cuento ofrece una resolución distinta a un tema ya problematizado en otros de los relatos que la crítica engloba dentro del tópico de las dinámicas familiares: el tema del dominio femenino de la mujer dentro del matrimonio. En este caso, es posible afirmar que Dorígena y Arveragus se encuentran entre las pocas parejas felices de los Cuentos de Canterbury, y la explicación de este final feliz puede deberse a la coexistencia del tópico conyugal con otro elemento de gran interés para Chaucer: el tema del lenguaje, de la importancia de lo que se dice y de ser fiel a las propias palabras.
En la versión original, ‘Trouthe’ es una palabra recurrente en todo el cuento y engloba tanto los significados de ‘verdad’ y ‘fidelidad’ como a la noción del ‘cumplimiento de la propia palabra’. Se vincula a la idea de ser fiel a lo dicho y al acto de prometer como una palabra entendida en términos de promesa vinculante. Como podemos comprobar, el campo semántico asociado a esta noción es central para la construcción del significado del texto. En este punto, lo que transmite el relato no es muy distinto a lo que expresa “El cuento del Fraile”: tenemos que tener cuidado con lo que decimos –y más aún lo que prometemos– porque nunca sabemos cómo van a funcionar las cosas.
La palabra, entonces, se convierte en un marcador de la acción, un potencial de conducta. Dorígena se compromete con Aurelio verbalmente. Para no faltar a su palabra y, con ello, a su honor, considera seriamente tanto la posibilidad de ser infiel a su marido como la del suicidio. A nosotros, lectores contemporáneos, quizá nos resulte un tanto excesiva esta aceptación de la promesa de Dorígena, más aún si consideramos que parece no haberla hecho ‘en serio’. Sin embargo, el cuento parece traducir un código moral vinculado a la promesa muy extendido en los tiempos de Chaucer. En este punto, vale anticiparnos al último relato de la selección, “El cuento del Párroco”, en el que se explicitan las formas en que las personas pecan ante Dios. El Párroco afirma que uno puede pecar a través del pensamiento, de la acción y de la palabra, y todas estas formas de ofensa divina exigen una contraparte de penitencia para ser perdonadas.
Hacia el final del cuento, el narrador hace una pregunta que lega la palabra a la audiencia. Un público que tanto equivale a la audiencia del Terrateniente, los peregrinos, como a nosotros mismos: “¿Cuál de ellos os parece el más generoso de todos?” (357). Esta interpelación al público da cuenta de la concepción dramática con la que Chaucer elaboró sus Cuentos, y presenta una instancia de ruptura con el pacto teatral, que construye una división entre la vida de los personajes, ficcional, y la de los espectadores, real. En términos contemporáneos, podríamos decir que Chaucer ‘rompe la cuarta pared’ al hacer que sus personajes interactúen con el público.