Resumen
Prólogo del cuento de la Priora
Este prólogo consiste en una oración a Cristo y a la Virgen María, “El blanco lirio que lo engendró” (398). La Priora les pide ayuda para narrar adecuadamente su historia, a la que presenta como una dedicatoria divina.
El cuento de la Priora
En Asia existe una ciudad cristiana que tiene un barrio judío dentro, “protegido por un potentado del distrito, gracias al vergonzoso lucro obtenido por la usura” (400). Cerca de este barrio hay una escuela cristiana a la que asiste, entre otros niños, el hijo de una viuda: un angelical chico de siete años que, a pesar de su corta edad, está profundamente dedicado a su fe.
Mientras estudia latín, el niño se propone aprender la letra del Alma Redemptoris, un canto de alabanza a la Virgen María, con el objetivo de rendirle homenaje en Navidad. Es así que el niño comienza a cantar esta alabanza “cuando, al ir y venir, atravesaba el barrio judío” (401).
Un día, esta costumbre termina provocando la ira de los judíos que, influenciados por “la serpiente Satanás, que tiene un avispero en el corazón de cada judío” (401), contratan a un sicario para que lo asesine. El asesino accede, lo degüella y lo arroja a “una fosa séptica en la que las judíos alivian sus intestinos” (402).
Pronto comienza, la desesperada viuda, a buscar a su hijo sin descanso, pero todos los judíos a los que les pregunta se niegan a darle cualquier información. Cuando finalmente se acerca de la fosa séptica, Jesús le da la idea de llamarlo en voz alta. En ese momento, el niño comienza a cantar el Alma Redemptoris, a pesar de tener la garganta cortada, con una “voz tan fuerte que en todo el lugar resuena” (402). Al oírlo, los cristianos de la ciudad se reúnen alrededor del foso y mandan a llamar al preboste, que ordena el arresto de los judíos, su tortura y su muerte.
De nuevo junto a los suyos, el niño es llevado en procesión a la abadía más cercana. Una vez allí, el abad y los monjes intentan darle santa sepultura, pero, al rociarlo con agua bendita, el niño vuelve a cantar. Asombrado, el abad le pregunta cómo es que puede cantar de ese modo con su garganta destrozada, y el niño responde que la Virgen María le puso un grano en la lengua y por eso puede hablar y mantenerse con vida: “Mi pequeño, vendré a buscarte cuando te quiten el grano de la lengua. No temas, que no te abandonaré” (404). Tras ello, el abad le quita el grano y, ahora en paz, introducen “su tierno cuerpecito en una tumba de mármol blanco” (Ídem).
Análisis
“El cuento de la Priora” se trata de un típico milagro mariano, un género literario de origen cristiano de gran expansión en la Europa medieval, que gira en torno a los principios cristianos y a la devoción a la Virgen María. Los Milagros de Nuestra Señora, escritos por el clérigo Gonzalo de Berceo durante el siglo XVIII, son una de las referencias más conocidas de este género en el habla hispana.
Esta historia es una celebración de la maternidad y la pureza infantil, y un argumento sin pruritos a favor de la virtud del cristianismo sobre el judaísmo. De hecho, es fácil identificar, dentro del cálido afecto que la Priora exhibe por la fe cristiana, un antisemitismo feroz e inquietante, sobre todo para los lectores modernos familiarizados con el genocidio del Holocausto. De hecho, en la mayoría de las lecturas críticas realizadas sobre este relato, se lo presenta como un sombrío ejemplo de que el antisemitismo de ninguna manera comenzó con Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
La figura central del cuento es la Virgen María, a la que la Priora se dirige directamente en su prólogo. La Virgen es tanto un modelo de los valores cristianos como un espíritu que interviene para mantener con vida al niño asesinado antes de que se eleve hacia el cielo. Su paralelo mortal es la propia viuda, que ama mucho a su hijo y lo busca sin descanso cuando este se pierde. En este sentido, la descripción del infante y el ensalzamiento de sus virtudes tienen como objetivo caracterizarlo como un ser angelical; incluso como un doble martirizado del Niño Jesús, una de las representaciones de Cristo que comienza a tener gran popularidad en tiempos de Chaucer, en paralelo con el auge de la devoción a María.
Frente a estas dos figuras idealizadas, el contraste que presenta la construcción de los judíos se profundiza aún más: los pobladores de este barrio son extremadamente crueles y malvados, al punto en que no tienen reparos en arrojar el cuerpo agonizante del niño al pozo séptico en el que “alivian sus intestinos” (402). Más aún, le mienten descaradamente a su madre, quitándole al menos la posibilidad de enterrar al niño. En su construcción, la Priora utiliza elementos que, al día de hoy, aún podemos encontrar en algunos discursos antisemitas y que tienen como objetivo presentar a los judíos como un pueblo avaricioso. Su barrio, por ejemplo, se encuentra “protegido por un potentado del distrito, gracias al vergonzoso lucro obtenido por la usura” (400).
El especialista Seth Lerer señala que este cuento presenta una pesadilla teatral en la medida en que pone en escena la experiencia del artista enfrentado a una audiencia hostil: el pequeño es una víctima desprevenida, asesinada únicamente por su amor al canto y a la fe. Esta lectura vuelve a poner de manifiesto la centralidad del tema del lenguaje y la palabra, algo que ya hemos visto en los cuentos del Terrateniente y el Fraile, cuentos que previenen acerca de abrir la boca en un momento inoportuno, porque nunca sabemos cómo pueden funcionar las cosas o, en este caso, quién puede estar oyendo.