El rol de la mujer
Tal como podemos comprobar en varios de los cuentos, Chaucer estaba extremadamente interesado en el rol de la mujer en la sociedad. Más específicamente, dentro del matrimonio. Tanto es así que la crítica ha agrupado los relatos que tematizan dicho tópico bajo el mote de ‘los cuentos matrimoniales’ o ‘conyugales’.
“El cuento de la Comadre de Bath”, por ejemplo, pone en escena el problema del dominio femenino dentro del hogar. Tras este, distintos cuentos van a seguir complejizando el tema. Algunos nos presentarán mujeres victoriosas, deseantes y empoderadas, como el relato de la Comadre o el del Marino. Otros, como “El cuento del Universitario”, harán todo lo contrario.
Como es esperable, el feminismo aún no existía en términos de movimiento político durante la Edad Media. Sin embargo, resulta evidente, al oír las palabras de la Comadre, que las ideas de igualdad femenina no eran algo tan inusual como podemos llegar a imaginar.
El cristianismo
La historia que enmarca a los Cuentos en su conjunto tiene lugar en una peregrinación religiosa a Canterbury, cuyo principal objetivo es el de rendir homenaje y agradecer al mártir Santo Tomás Beckett. Más aún, varios de los relatos contados por los peregrinos tematizan en forma directa o indirecta las creencias y valores cristianos. De hecho, muchos de los peregrinos ocupan funciones sociales que, o bien dependen de distintas instituciones eclesiásticas o, directamente, la representan: la Priora, el Bulero, el Párroco, el Monje y otros tantos más son un ejemplo de ello. La cuestión de la cristiandad, por lo tanto, ocupa un lugar central en la totalidad de la obra.
El sexo
El sexo reproductivo y conyugal, el adúltero y la infidelidad, las relaciones entre personas de distintas edades, la castidad, la homosexualidad, los cuerpos sensuales y las violaciones: todas las manifestaciones del sexo ocupan un lugar central en los Cuentos de Canterbury. Ya sea a través de una mirada condenatoria –como en el sermón del Párroco o “El cuento de la Segunda monja”– o expresado a través de cuentos vulgares, celebratorios y divertidos –como en “El cuento del Molinero” y la fábula del Capellán de monjas–, la presencia de este tópico a lo largo de Cuentos revela el obsesivo interés de una época respecto a un tema, por demás, universal.
Los roles sociales
Uno de los elementos que distinguen los Cuentos de Canterbury de otras obras similares de su época, como el Decamerón de Boccaccio, es el hecho de que casi todos sus narradores provienen de distintas clases sociales y ejercen los más diversos roles y oficios. Desde el Párroco piadoso y el educado Intendente hasta la Comadre divorciada y el desagradable Cocinero, toda la vida social medieval se encuentra presente en esta obra. Las penurias y los privilegios específicos de cada tipo social, así como sus dificultades, tristezas y alegrías, son elementos constantes, no solo en los cuentos relatados, sino en los prólogos y las interacciones que los narradores tienen entre sí. En este punto, Guardia Massó señala: “Parece como si Chaucer estuviese más interesado en esbozar tipos sociales estándar que personas individualizadas en concreto. Como si quisiera describirlos por las posiciones que ocupan en la escala social. Lo importante era su estatus social, no la personalidad del individuo” (2020: 38).
El juicio y la justicia
“El cuento del Terrateniente” finaliza con una pregunta dirigida a sus interlocutores: “¿Cuál de ellos [los protagonistas de su cuento] os parece el más generoso de todos?” (357). Este no es el único cuento que plantea preguntas éticas e invita a los espectadores a ejercer juicios morales sobre lo narrado. El juicio y la justicia son temas fundamentales en muchos de los Cuentos de Canterbury, y las distintas historias de los peregrinos tienden a problematizar y medir sus alcances: ¿quién ejerce o debe ejercer la justicia: Dios, la sociedad o el individuo? ¿Existe una moral única y universal con la que enjuiciar a las personas o, como sugiere la pregunta del Terrateniente, es necesario que cada uno elabore un juicio personal?
Como veremos, los distintos cuentos harán hincapié en concepciones disímiles y a menudo contrapuestas de la justicia; como la justicia personal e individual –el “¿debo o no vengarme de mis enemigos?” que plantea “El cuento de Melibeo”–; la corrupta justicia institucional –personificada, por ejemplo, en el juez Apio de “El cuento del Médico”–; y la justicia divina -aquella que se impone hacia el final de la obra, con el sermón del Párroco y la temerosa despedida de Chaucer. En todo caso, la pregunta acerca de lo justo ocupa un lugar central en toda la selección..
El dinero
El dinero es un tópico transversal a los Cuentos de Canterbury, atravesando a la mayoría de las historias en forma directa o indirecta, e involucrándose, a su vez, con el tratamiento que reciben los otros temas.
En su extenso sermón final, el Párroco asegura que la avaricia es “la raíz de todos los males” (602), ya que domina al hombre que, al no encontrar consuelo divino, busca satisfacción en lo mundano. En este sentido, el dinero siempre aparece representado en los Cuentos de Canterbury siendo el eje del conflicto: promueve la traición y el asesinato en “El cuento del Bulero”, la infidelidad en “El cuento del Marino” y el chantaje en “El Cuento del Criado del Canónigo”.
A su vez, muchas de las interacciones que se producen en la vida social se construyen como vínculos transaccionales que no se diferencian mucho de los meros negocios. Eso sucede, sobre todo, cuando aparecen mujeres, casi siempre cosificadas, en escena. “El cuento del Magistrado” es el que más claramente ilustra este punto.
La virtud y el pecado
Los Cuentos de Canterbury finalizan con el largo “Cuento del Párroco”, que más que un cuento se asemeja a un tratado moral acerca del pecado y la penitencia. Este relato se produce cuando la peregrinación está llegando a su meta: Canterbury, territorio sagrado donde yace el cuerpo martirizado del santo Tomás Beckett. Como bien señala Guardia Massó, este territorio asume la forma de una “Jerusalén celestial” (2020: 58) a la cual conviene llegar arrepentido y habiendo hecho el ejercicio consciente de asumir y purgar los propios pecados.
Ahora bien, la cuestión de la virtud y el vicio no es un elemento novedoso de “El cuento del Párroco”, sino que es un tópico presente a lo largo de todos los relatos precedentes, asimilado dentro de la doctrina cristiana que profesaba el autor. Entonces, si en los cuentos anteriores se han tratado la mayoría de las manifestaciones de la debilidad humana –como la avaricia, la lujuria, la gula y la ira, entre otros–, resulta absolutamente lógico que este último narrador los vuelva a exponer, esta vez, a través de un tratado completo y sistematizado de los pecados capitales, contrapunto cristiano de todo lo anteriormente narrado.