Julián Álvarez, un joven y tímido sacerdote, llega a los Pazos de Ulloa, una zona rural de Galicia, para servir como administrador del marqués de Ulloa, don Pedro Moscoso.
De inmediato, el sacerdote se horroriza por lo que se encuentra allí: la casa y el terreno del marqués están en decadencia, y don Pedro tiene relaciones extramatrimoniales con Sabel, una criada a la que golpea salvajemente y con la que, además, tiene un pequeño hijo llamado Perucho. Además, el supuesto mayordomo de la casa, Primitivo, es en realidad un matón de la zona, que maneja el dinero y los intereses de la propiedad a su criterio, procurando siempre su propio beneficio. Por si fuera poco, Julián descubre que Pedro ni siquiera es el verdadero marqués de Ulloa.
El párroco piensa en irse de esa casa, en donde habita el pecado, pero antes de volverse a la ciudad logra convencer al marqués de que debe cambiar de vida, y juntos van a Santiago de Compostela. Allí, Pedro buscará una mujer decente con la que casarse.
Se hospedan en la casa del tío del marqués, Manuel Pardo de la Lage (que es quien, en primer lugar, envió a Julián a los Pazos). Manuel tiene cuatro hijas y pretende que Pedro se case con una de ellas. El marqués se siente fuertemente atraído por Rita, pero sospecha de su decencia. Julián le recomienda que escoja a Nucha, la menor de las hermanas. A Pedro, ella le parece fea, pero el párroco insiste en destacar su virtud, y además le menciona que la madrina de Nucha es una anciana adinerada que no tiene herederos.
El marqués se casa con Nucha y, al poco tiempo, se van a vivir a los Pazos. La idea de Julián es sacar a Primitivo, Sabel y Perucho del hogar, pero el mayordomo se resiste a irse. Apenas llegan, Nucha revela que está embarazada.
Todos viven juntos y, por un tiempo, en paz. En el transcurso del embarazo, sin embargo, se deteriora la salud de Nucha. Finalmente, con muchas dificultades, da a luz a una niña. El marqués se frustra porque quería tener un hijo varón. Se distancia de su esposa y vuelve a tener relaciones íntimas con Sabel. La situación entre marido y mujer se agrava cuando Nucha se entera de que Perucho es hijo de su esposo.
Mientras tanto, en España se desata la llamada Revolución Gloriosa de 1868: Isabel II es depuesta del trono y se instala un régimen republicano. En Cebre (urbe más próxima a los Pazos) se llama a elecciones. Barbacana, un cacique regional apoyado por la iglesia, postula a don Pedro Moscoso como candidato. El marqués acepta.
Las elecciones generan una gran revuelta en la casa. Todo el tiempo entran y salen personas importantes de la zona. Primitivo, que gracias a lo que le ha robado a Pedro durante años tiene un gran caudal de dinero, se erige como el soporte económico de la campaña del marqués. Las esperanzas de Nucha y de Julián se depositan en esta elección. Si Pedro es electo gobernador, entonces deberán ir a vivir a Cebre, y el marqués dejará su vida licenciosa. Y todo indica que así será pero, en el último momento, una maniobra fraudulenta y una traición inesperada de Primitivo le dan la victoria al candidato opositor.
Nucha está desolada. Pasa su tiempo con la beba encerrada en su cuarto o con Julián en la capilla de los Pazos. Les teme a Primitivo y a Sabel. Siente que su vida y la de su pequeña hija corren peligro, puesto que la beba es la única heredera de Pedro, aparte del bastardo Perucho. Es decir, considera que Primitivo puede matarla para colocar a su nieto como heredero de los Pazos. Por si fuera poco, el marqués ha comenzado a golpearla.
Una tarde, en la que Nucha y el párroco están solos en la capilla, ella convence al párroco de que la ayude a escapar de los Pazos y volver a su hogar paterno. Pese a su innata cobardía, Julián se decide a ayudarla. El escape, sin embargo, no se puede llevar a cabo, porque en medio de la conversación entra el marqués en la capilla, golpea a Nucha y echa a Julián. Don Pedro se ha hecho eco del rumor de que el párroco y su mujer mantienen relaciones íntimas. Ese rumor ha sido divulgado maliciosamente por Primitivo.
Julián retorna a Santiago. En el camino, se encuentra con el cadáver de Primitivo, que ha sido asesinado por un enemigo político.
Para evitar rumores y maledicencias, el arzobispo manda a Julián a trabajar en una aldea rural en medio de las montañas de Galicia. Al tiempo de estar allí, el párroco recibe la noticia de la muerte de Nucha.
Diez años después, Julián recibe órdenes de volver a los Pazos. Lo primero que hace al llegar es visitar la tumba de Nucha. Mientras está allí, llorando frente al túmulo, aparecen un adolescente y una niña de unos once años, de la mano. Son Perucho y la hija de Nucha. El adolescente lleva prendas vistosas, mientras ella está vestida con ropa vieja y zapatos rotos.