Barbacana y sus hombres golpean a unos borrachos y el narrador los llama "héroes".
A lo largo de la novela, el narrador utiliza frecuentemente el tono irónico, tanto para tomar distancia de los hechos que presenta como para ridiculizar o criticar a los personajes de la novela.
Un claro ejemplo de esto lo vemos cuando Barbacana y sus hombres deciden darle una paliza a los borrachos que cantan canciones en contra del cacique. La paliza es absurda: los borrachos se caen con el menor empujón y los hombres de Barbacana los amedrentan con suma facilidad. Tras este enfrentamiento, el narrador, irónicamente, dice: "Tres héroes de la gran batida y el Arcipreste con ellos salieron a caballo hacia la montaña" (242). El encuentro entre los hombres de Barbacana y los borrachos no tuvo nada de "gran batida" y, por supuesto, los hombres del cacique nada tienen de héroes.
Perucho decide no robar las monedas y el narrador se pregunta si será por el heroismo de la sangre Moscoso que corre por sus venas.
He aquí otro ejemplo de este tono irónico recurrente del narrador. Sobre el final de la novela, Perucho encuentra una gran cantidad de monedas en la habitación que hace de archivo de los Pazos. Piensa en robárselas, pero finalmente las deja allí. El narrador, irónicamente, se pregunta: "¿Fue el primer despertar de ese sentimiento de honor que dicta al hombre heroicos sacrificios? ¿Fue una gota de la sangre de Moscoso, que realmente corría por sus venas...?" (254).
Incluso un acto bondadoso y noble como el que realiza Perucho es tomado a la ligera por el narrador que, enfrascado en su pesimismo, es incapaz de loar una acción noble sin distanciarse irónicamente de ella. Tal como se ve a lo largo de la novela, nada de heroico ni de sacrificado hay en la sangre de los Moscoso: don Pedro es un sujeto despreciable, sin honor, e incapaz de hacer algo por otra persona sin detentar algún tipo de interés.