Los pazos de Ulloa

Los pazos de Ulloa Resumen y Análisis Tomo I, Capítulos VII-XI

Resumen

Tomo I, Capítulo VII

Julián vuelve indignado a los Pazos de Ulloa. Piensa que debe irse de inmediato de esa casa: quedarse allí lo vuelve cómplice del pecado. Al llegar, sin embargo, el párroco se encuentra con una situación que lo sacude. El marqués está golpeando violentamente a Sabel por haber estado de fiesta. Julián intenta calmar las aguas, pero Pedro sigue golpeando a la criada mientras ella lo insulta. Esta situación solo se detiene cuando entra Primitivo y ambos, de inmediato, se sosiegan.

Julián sale con el marqués a dar un paseo, y este le cuenta que no puede deshacerse de Sabel ni de su padre. Primitivo tiene amenazados a todos los lugareños. Nadie puede aceptar un puesto en los Pazos en su reemplazo o el de su hija porque él le pegaría un tiro. Por lo tanto, si el marqués echara a Primitivo y Sabel, se quedaría sin empleados. En teoría, Primitivo es el mayordomo, pero, fundamentalmente, hace lo que quiere.

Julián le recomienda que deje la hacienda y se vaya por un tiempo a la ciudad de Santiago de Compostela. Allí podrá encontrar una mujer decente con la que casarse. Sabel, entonces, se juntará con algún mancebo de su clase, y así quedarán resueltos sus problemas. Al terminar esta conversación, Julián y el marqués advierten que Primitivo estaba al acecho, escondido, escuchando todo.

Tomo I, Capítulo VIII

A la mañana siguiente, Julián apronta sus cosas para irse a Santiago y no tener más nada que ver con el marqués de Ulloa y su historia pecaminosa. Sin embargo, cuando está por salir de la casa, el marqués aparece vestido con suma prolijidad, listo él también para marcharse a la ciudad. El consejo que le ha dado Julián hizo efecto: ha decidido que es hora de buscar una muchacha decente para casarse. Don Pedro le pide a Julián que lo acompañe a la casa de su tío, Manuel Pardo de la Lage, y sus cuatro primas. En esa casa, precisamente, vivió toda su vida Julián junto a su madre, quien siempre trabajó para don Manuel. Desde chico, Julián mostró devoción religiosa, y su formación clerical le valió una mejor posición a él y su madre dentro de la casa, que pasó de criada a ama de llaves. Recordemos que fue Manuel Pardo de la Lage quien envió a Julián a los Pazos para poner orden en la vida del marqués.

Julián acepta con gran gusto la invitación. Don Pedro le ordena a Primitivo que les prepare los caballos, pero este impone dificultades de todo tipo. Finalmente, Julián y el marqués deciden ir a pie hasta Cebre, y allí tomar la diligencia que los conducirá a Santiago.

Antes de partir, el marqués agarra su escopeta. Tiene la sospecha de que Primitivo puede jugarles alguna mala pasada. Esta sospecha se confirma: en el camino, el marqués advierte que alguien les apunta con una escopeta entre la mata. Don Pedro, entonces, apunta también. Primitivo sale de su escondite diciendo que finalmente decidió acompañarlos, y trajo la escopeta por si aparece algo para cazar.

Tomo I, Capítulo IX

Don Pedro es recibido con gran algarabía por don Manuel y sus primas: Rita, Carmen, Manolita y Marcelina (a quien llaman Nucha). Esta última es la única que no muestra un gran entusiasmo por la llegada de Pedro. Don Manuel Pardo de la Lage tiene interés en que su sobrino se case con alguna de sus hijas, es decir, con una de las primas del joven. Entre don Pedro y ellas se genera de inmediato un juego de coqueteo. Rita, la mayor y más seductora, es quien atrapa la atención de Pedro. Nuevamente, Nucha es la única que se mantiene al margen de esta algarabía. Se muestra melancólica y reflexiva. Extraña mucho a su hermano Gabriel, que se ha ido afuera a estudiar.

Tomo I, Capítulo X

Las primas le enseñan Santiago de Compostela al marqués de Ulloa. Este no se deja maravillar por la ciudad. Por el contrario, reafirma su idea de que la vida rural es superior a la citadina.

En el paseo que realizan por la Alameda, Pedro se entera de los romances de sus primas. Manolita es pretendida por un estudiante de Derecho, y Carmen, por un excéntrico estudiante de Medicina. Rita no tiene pretendiente fijo, pero Pedro nota que ella responde con miradas sensuales a todos aquellos que la cortejan. Nucha no asiste a este paseo. A ella, que es considerada la menos agraciada de las hermanas, no se le conocen pretendientes.

Al volver del paseo, Pedro va a hablar con Julián. Pretende casarse con Rita, pero le preocupa su falta de recato. Le pide que le cuente todo lo que sabe de ella. Al haber vivido toda su vida en esa casa y ser hijo del ama de llaves, tiene que conocer los pormenores de la historia de la muchacha. El párroco conoce algunos rumores sobre ella, pero no los comparte con el marqués. Lo que sí hace es recomendarle a Pedro que se case con Nucha. Al marqués, Nucha le parece fea y desgarbada.

El marqués comienza a ir al casino de manera frecuente. Allí también escucha algunos rumores sobre la vida licenciosa que lleva Rita.

Tomo I, Capítulo XI

Una tarde, Rita invita al marqués a subir al desván donde ella y sus hermanas están ordenando ropas y trastos viejos. Pedro acepta. En un momento, a modo de chanza, las hermanas le colocan al marqués unas prendas ridículas, y salen corriendo. Él va tras ellas. Ve que Rita se esconde en una habitación. Entra. El cuarto está a oscuras, pero tanteando da con ella. Se abalanza sobre su cuerpo, pasando la mano por los senos de su prima, pero ella responde con violencia. Se descubre, entonces, que quien estaba allí no era Rita, sino Nucha. Esta reprende al marqués duramente por su actitud libertina hacia ellas y lo amenaza con contarle lo que le hizo a su padre. A los pocos días, para sorpresa de todos, don Pedro le pide a don Manuel la mano de Nucha.

La boda se celebra poco tiempo después. Todo Santiago de Compostela habla sobre las artimañas que llevó a cabo Nucha para quitarle el novio a Rita. Esta, muy disgustada, se ha ido a la casa de la tía Marcelina, quien tenía planeado dejarle la herencia a Nucha pero, tras estos acontecimientos, toma la decisión de legarle sus riquezas a Rita.

Nucha vive la noche de bodas como un sacrificio religioso.

Análisis

El viaje de Julián con el marqués de Ulloa a Santiago de Compostela da inicio al nudo de la novela. Este gira en torno al matrimonio de don Pedro con Nucha. Pardo Bazán decide que la historia central que anuda la trama no tenga como “protagonista” al personaje principal de su novela: Julián aquí pasa a un segundo plano. El protagonismo del párroco ha sido útil para que el lector conozca los Pazos de Ulloa desde la mirada ignorante del citadino. En estos capítulos en Santiago de Compostela, el protagonismo recae sobre el marqués de Ulloa, el hombre de campo, que desconoce la vida en la ciudad.

De la mano de don Pedro, los lectores nos adentramos en la vida urbana de la capital de Galicia. Podría esperarse que la ciudad, en contraposición al campo, fuera presentada por Pardo Bazán como un lugar civilizado y digno. Pues no: así como el campo de Los Pazos de Ulloa es rústico sin ser bonito y salvaje sin bucolismo alguno, la gran ciudad es un lugar sucio y húmedo sin virtud alguna. El marqués (y con él, los lectores) no encuentra nada que lo sorprenda. Solo ve una pompa exagerada que pretende engalanar una ciudad fea:

Nada le agradó, y experimentó mil decepciones, como suele acontecer a las gentes habituadas a vivir en el campo, que se forman del pueblo una idea exagerada. Pareciéronle, y con razón, estrechas, torcidas y mal empedradas las calles, fangoso el piso, húmedas las paredes, viejos y ennegrecidos los edificios, pequeño el circuito de la ciudad, postrado su comercio y solitarios casi siempre sus sitios públicos; y en cuanto a lo que en un pueblo antiguo puede enamorar a un espíritu culto, los grandes recuerdos, la eterna vida del arte conservada en monumentos y ruinas, de eso entendía don Pedro lo mismo que de griego o latín. ¡Piedras mohosas!” (103).

Tal como sucede en los Pazos, aquí también el espacio urbano se fusiona con los personajes. La ciudad es frívola; entonces, las mujeres y hombres que allí habitan también lo son; la ciudad es pomposa, así también son sus habitantes; la ciudad es maltrecha, sus habitantes son débiles. Manuel Pardo de la Lage y los hombres que pasan su tiempo en el casino son caracterizados por su gordura, su incapacidad física y sus habladurías. Las primas de don Pedro son sumamente banales y excesivamente delicadas. Si Sabel, en el campo, peca por rusticidad y simpleza, las primas de la ciudad pecan por ser complicadas y refinadas. De las cuatro primas, Nucha es la única con la que el narrador demuestra cierta benevolencia. Aunque en varios momentos el narrador la ridiculiza por su excesivo sentimentalismo, su pacatería y su cobardía, en líneas generales demuestra respeto por sus buenas intenciones y su pureza.

Como hemos visto hasta aquí, el narrador de Los Pazos de Ulloa critica absolutamente todo. Desprecia al campo y la ciudad, y ridiculiza a todos los personajes. Este enfoque narrativo es prevalente en el naturalismo. Una de las características más importantes de esta corriente literaria consiste en colocar el foco en la degradación. A diferencia del realismo, el naturalismo prescinde de los valores morales burgueses para ser más objetivo, y se fija especialmente en aquello que el realismo habría dejado de lado por ser de mal gusto. En el naturalismo, lo feo se impone por sobre lo bello. En lo degradado se busca la verdadera esencia del mundo que se pretende representar.

Así, por ejemplo, en las cenas que tiene don Pedro junto a Manuel de la Lage y las primas, el narrador se centra en lo chabacano y lo vulgar de las conversaciones (que versan sobre ventosidades y otras groserías), en el modo excesivo de beber de don Manuel, en el modo en el que este intenta “venderle” sus hijas a don Pedro, y en la manera lasciva en la que el marqués se dirige a sus cuatro primas. En una novela realista, el narrador habría detallado las formalidades de cada encuentro y deslizado, con la mayor sutileza posible, los excesos de los personajes. Habría criticado la burguesía de una manera burguesa: sin perder las formas y el buen gusto. En Los Pazos de Ulloa, la novela naturalista española por antonomasia, esto es al revés: el narrador se centra en los excesos de los personajes, y apenas le interesan las formalidades. Pardo Bazán critica la burguesía y la nobleza decadente desde un lugar revulsivo, antiburgués.

Destacábamos en el párrafo anterior que el narrador se enfocaba especialmente en el modo en que don Manuel vendía a sus hijas, y en la lascivia de don Pedro al seducir a cada una de sus primas. Este énfasis en el dominio y la violencia ejercida por los hombres sobre las mujeres es constante a lo largo de toda la novela. En los capítulos introductorios, habíamos visto la paliza de don Pedro a Sabel, narrada con virulencia y sin ahorrar detalles. La violencia física contra las mujeres que reina en el ámbito rural, en la ciudad se vuelve violencia simbólica. Las mujeres son consideradas objetos que los hombres pretenden poseer de acuerdo a sus cualidades físicas y morales. No tienen voluntad propia o, por lo menos, dicha voluntad no es escuchada.

Veamos al respecto qué sucede con cada una de las primas, comenzando por la mayor de ellas. Rita es, según el gusto del marqués, la más bonita y sensual de las cuatro. Sus cualidades físicas lo instan inmediatamente a escogerla como futura esposa. Sin embargo, sus cualidades morales son, a los ojos del marqués, muy cuestionables. Así, a través de la figura de don Pedro, Pardo Bazán critica un modo de conducta que hoy se califica de machista, pero que era el denominador común en aquella época. Don Pedro, que vive en concubinato con Sabel, no admite en las mujeres la más mínima falta, e incluso considera condenables diversiones inocentes como salir a pasear y cruzar miradas con algún pretendiente: “Don Pedro figuraba entre los que no juzgan limpia ya a la que tuvo amorosos tratos, aun en la más honesta y lícita forma, con otro que con su marido. Aun las ojeadas en calles y paseos eran pecados gordos. Entendía don Pedro el honor conyugal a la manera calderoniana, española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa” (110). Vemos que el narrador define esa actitud machista como algo muy típico de España. La califica de “calderoniana”, en alusión los dramas de Calderón de la Barca [2] en los que el esposo, por meras sospechas, asesinaba a su esposa y lavaba su honor con sangre.

La segunda hermana, de mayor a menor, es Manolita. A diferencia de Rita, Manolita no es tan agraciada. El narrador dice de ella que tiene un aire de masculinidad, aunque destaca cierto encanto en sus formas. Manolita tiene un pretendiente: un estudiante de Derecho, Víctor de la Formoseda. Don Manuel ya decidió que Manolita debe casarse con este pretendiente porque él proviene de buena alcurnia. Además, Manuel tiene pánico de tener que quedarse con alguna de sus hijas, y desea que Víctor le saque de encima a Manolita. Ella, entonces, para ayudar a que su destino sea el que el su padre quiere que sea, reza novenas pidiendo que Víctor la tome por esposa, y escribe cartas anónimas para contrariar cualquier otro romance que él pueda tener. Finalmente, pese a haberla cortejado por más de dos años, Víctor decidirá casarse con otra mujer, dejando a Manolita destruida. He aquí otro personaje femenino que depende y se debe totalmente a la voluntad (arbitraria, egoísta y cambiante) de los hombres.

Pasemos ahora a Carmen, la menor de las hermanas. Carmencita es muy agraciada, pero según don Manuel es algo “loca”. ¿Por qué? Porque está enamorada de un estudiante de Medicina que no proviene de buena familia. Por supuesto, su padre no permitirá que este amor se desarrolle. Así, la voluntad de Carmen también quedará trunca por decisión de los hombres.

Finalmente, llegamos a Nucha, la tercera de las hermanas y la más importante en la novela. A diferencia de sus hermanas, Nucha no quiere casarse. No le interesa su primo ni ningún otro hombre. Quiere dedicar su vida a su fe en Dios. Entonces, ¿qué pasará? Claro, tampoco esto será posible. Su primo, atraído por su pureza y la herencia que Nucha recibirá de su tía, la elegirá como esposa, y Nucha se casará.

No hay ninguna mujer dentro de la novela que pueda hacer lo que dispone su voluntad. Nucha encarna a la mujer que, según Pardo Bazán, no tenía vida propia, sino una vida que estaba siempre en función del padre, del esposo o del hijo. La autora llamaba a esto el “destino relativo” de las mujeres, y decía que el eje de sus vidas “no es la dignidad y felicidad propias, sino la ajena del esposo e hijos, y si no hay hijos ni esposo, la del padre o el hermano, y cuando estos faltaren, la de la entidad abstracta género masculino” (1981, 75).

En este punto vale la pena destacar el carácter feminista, totalmente adelantado a su época, de Los Pazos de Ulloa. Consideremos que a finales del siglo XIX comienzan a existir los primeros movimientos feministas en Estados Unidos y algunos países de Europa. En España, esos movimientos tardan un poco más en aparecer. Por tanto, Emilia Pardo Bazán es una adelantada a su tiempo. A lo largo de toda su vida, la autora apoya abiertamente la defensa del derecho a la igualdad de oportunidades de la mujer y su autonomía intelectual y social, y manifiesta su rechazo contra la violencia ejercida sobre ella. En este sentido, debemos destacar la publicación de su novela La tribuna en 1883. En esta, se narra la historia de una mujer obrera, trabajadora de una fábrica de cigarros, que participa en los movimientos reivindicativos del proletariado. La novela describe las duras condiciones que deben soportar los trabajadores industriales, especialmente las mujeres.

El primer tomo de la novela termina en el momento en que don Pedro entra en la habitación para pasar la noche de bodas con Nucha; más precisamente, en el momento en el que Nucha se convierte en esposa y pierde, definitivamente, su libertad.


[2] Pedro Calderón de la Barca (1600-1681) es un escritor del Siglo de Oro español. Es considerado uno de los escritores de teatro conocido más importantes de la historia.