Resumen
Irian
La familia paterna de Dragónvolador había sido dueña de un territorio rico y próspero de la Isla de Way, llamado Iria. Sin embargo, para cuando ella nació, el lugar ya se encontraba dividido, empobrecido y mal gobernado por la codicia y estupidez de los herederos, y su padre se había transformado en un borracho resentido. Así, la niña se crió huyendo de los abusos de su padre, el señor de Iria, en una casa señorial venida a menos, acompañada únicamente por una jauría de perros mal alimentados, los pocos sirvientes que quedaban y la compañía de la bruja de la zona, Rosa, a quien visitaba a menudo.
Cuando llega el día de la ceremonia de su nombre verdadero, su padre se resiste a que una simple bruja realice el procedimiento, pero la joven se escabulle en busca de Rosa y le pide que se lo dé igualmente. La bruja se resiste a contradecir al señor de Iria, pero termina cediendo a las exigencias de la niña, a quien le dice que tiene un gran poder en su interior, aunque le cuesta comprenderlo.
Se citan antes del amanecer en un manantial cercano, donde ingresan, desnudas, al agua. En la ceremonia, la mujer le da su nombre verdadero: Irian. Sin embargo, la joven se enfurece por recibir el mismo nombre de la tierra en la que vive, la tierra que odia y que lleva el apellido de su padre: "Ése es su nombre. Y puede quedárselo. Está tan orgulloso de él, de sus estúpidos dominios, de su estúpido abuelo. Yo no lo quiero. No lo aceptaré. Ésa no soy yo. Todavía no sé quién soy. ¡Pero no soy Irian!" (228). Ante el enojo de la niña, Rosa asegura que ese es su nombre verdadero, aunque también concede que parece faltarle una parte. Luego le confiesa el suyo propio, como un gesto de cariño y confianza.
Marfil
Abedul, el señor de otro sector de Iria, pariente del padre de Dragónvolador, vive en las cercanías con su familia. De sangre noble y en mejor posición económica, ha contratado a un mago joven de Roke, Marfil, para que viva con su familia. Salvo algunas ilusiones con las que los cautivó, Marfil no ayuda mucho en la familia, justificándose en que su magia no debe usarse en trivialidades. Se la pasa, en su lugar, cabalgando por el territorio, donde llega a interesarse por la casa de Irian y la propia joven, de quien oyó el rumor de que es hermosa.
Un día, Marfil se acerca demasiado a la casa, y los furiosos perros del lugar atacan a su yegua, haciéndolo caer. Irian salva la situación, se enoja con él por exponer así a la yegua y la lleva al establo para curar sus heridas. Sin embargo, cuando comprende que es un mago de la Gran Escuela de Roke, le pide que le cuente todo lo que sabe.
Tras el encuentro, Irian se dirige donde Rosa, a quien le cuenta todo lo que ha aprendido sobre Marfil y Roke. La bruja teme que se ilusione y sufra, pero teme también porque sabe que ella posee un gran poder que ambas desconocen: “Parecía estar más allá de ella misma, mucho más allá del conocimiento de Rosa. Y entonces Rosa le temía, y temía por ella” (238).
Sin embargo, Irian no le teme a Marfil, y él consigue ganarse su confianza poco a poco, diciéndole todo lo que ella quiere saber, con la intención de acostarse con ella: “Había comenzado, simplemente para tratar de meterla en su cama, un juego que le encantaba jugar” (245). Un día, en medio de una conversación, ella se lamenta de no ser hombre para poder estudiar en Roke. Marfil comprende su anhelo y la incentiva a intentarlo de todas maneras, ofreciéndole obrar un hechizo sobre ella para que parezca varón. Tras pensarlo un momento, Irian acepta.
Los preparativos comienzan. Marfil le pone una excusa a Abedul para viajar a Roke y le pide un adelanto de dinero, e Irian toma dinero de su casa. Parece entusiasmada, pero él intenta todo el tiempo de “debilitar su fe en la magia; tal vez porque cualquier debilitamiento de su fuerza, de su entereza, era para él un triunfo” (245). En realidad, más allá de su lujuria, se siente impotente “ante su enorme y real presencia” (247).
El camino comienza en carreta, y ellos duermen en una posada cuando llegan a la ciudad portuaria. Al día siguiente, consiguen un barco para viajar a Roke y parten. Tras un largo viaje, y cuando están lo suficientemente cerca de la isla de Roke, Irian le pregunta a Marfil si no es mejor decir la verdad e intentar que la acepten como mujer, prometiendo castidad. Él sostiene que no.
Luego, Marfil explica el Maestro Portero, quien cuida la puerta de la Casa Grande, la dejará pasar si ella le dice su nombre verdadero. Tras ello, le pide que se lo dé a él, ya que lo necesita para urdir el hechizo que la haga ver verdaderamente como un hombre. En realidad, su objetivo es utilizarlo para obligarla mediante la magia a tener relaciones sexuales. Aunque Irian le ofrece su nombre verdadero, en ese momento él comprende que será imposible engañar a los Maestros, y que con el objeto de engañar a Irian, se ha engañado a sí mismo. Entre lágrimas, le confiesa que la engañó para acostarse con ella. La joven lo perdona y se ofrece a hacerlo de todas maneras, pero ahora es Marfil quien se rehúsa y, por primera vez, le ofrece su consejo incondicionado para ayudarla entrar a la Escuela.
Azver
Marfil lanza un sortilegio de apariencia sobre Irian para que parezca un hombre y la acompaña a la puerta de la Casa Grande, donde se despide de ella como un amigo. Allí, el Portero le pide su nombre verdadero y, cuando Irian se lo dice, él le da a entender que no está completo. Ella afirma que está allí para aprenderlo, y él la deja pasar de todos modos. Cuando cruza el umbral, el hechizo de apariencia se desvanece.
El Portero la lleva con el Maestro Transformador, quien lo increpa por haber transgredido las reglas de la Casa. Irian explica que puede ser tan célibe como cualquiera, y que su único objetivo allí es aprender y autoconocerse. Por su parte, el Portero sostiene que su presencia allí no es casual: “―Creo que Irian de Way puede haber acudido a nosotros buscando no solamente lo que necesita saber, sino también lo que nosotros necesitamos saber” (260). Luego solicita una reunión de los Nueve Maestros.
Irian aguarda un largo tiempo mientras los Maestros debaten sobre su situación, hasta que el Portero va a buscarla. Todos los Maestros están allí, pero el primero que habla, enfadado, es el Invocador, a quien le molesta que, habiendo asuntos urgentes, como la falta de un Archimago, los dragones que rondan cerca y la falta de un rey verdaderamente coronado, ella los moleste. Algunos Maestros, como Kurremkarmerruk, el Nombrador, el Portero y el Maestro de las Formas, defienden su presencia, pero el Invocador intenta dar por terminada la charla y sale del lugar. Al pasar cerca de Irian, ella siente como si una tumba se hubiera abierto al lado de ella, dejándola sin aliento. Uno de los Maestros explica que nadie puede violar las leyes de Roke, y otros tres lo apoyan.
Irian deja el lugar acompañada por el Portero, quien la lleva a la salida, ubicada en el corazón de la Casa, el jardín. Antes de que salga, el Maestro de las Formas, Azver, los intercepta, y le ofrece a Irian enseñarle en el Bosquecillo Inmanente que hay detrás de la escuela. Él vive dentro del bosque, ya que se dedica a estudiar su naturaleza mágica, y cree que Irian puede llegar a encontrar respuestas bajo su instrucción. También se presenta Kurremkarmerruk, aunque solo en apariencia, y le pide que vaya a verla en un tiempo para aprender más sobre su nombre.
Azver lleva a Irian a una vieja choza, “la Casa de Nutria” (268), ubicada en el mágico bosque, para que pueda descansar allí durante su estadía. Durante los siguientes quince días, Irian pasea con el mago por el Bosquecillo y el Collado de Roke, otro sitio de gran poder, donde las cosas se manifiestan tal cual son. El mago le enseña a escuchar los sonidos de los árboles y el viento, y a leer las formas de las sombras de las hojas, y ella comprende que hay un lenguaje que subyace en el lugar, aunque no termina por entenderlo.
Una tarde, el mago la deja sola en el Bosquecillo, donde Irian alcanza altos estados de meditación: “Allí, su mente parecía estar a menudo vacía de pensamientos, llena del propio bosque, pero aquel día los recuerdos acudieron a ella vívidos” (272). Su mente vaga por recuerdos dolorosos, como los abusos de su padre, pero también por otros bellos y apacibles. Uno a uno los deja ir paz, hasta que comienza a dudar de sí misma, de su identidad. Eventualmente, el mago se aparece y toma asiento a su lado. Sacada de su ensimismamiento, ella siente pudor, pero luego se pregunta profundamente: "«¿Qué es lo que quiero?», se preguntó, y la respuesta no llegó a ella en palabras sino a través de todo su cuerpo y alma: el fuego, un fuego aún más grande que aquél, el vuelo, el vuelo ardiente…" (274).
Al volver ella en sí, el mago la acompaña a la choza, donde le habla de los Antiguos Poderes de la naturaleza, así como de la delicada situación política que agita a la Gran Escuela de Roke, en la que ya no hay un Archimago que gobierne. Además, la propia situación del Archipiélago es complicada, porque el último rey de Havnor se coronó a sí mismo en lugar de que lo haga el Archimago de Roke, como dicta la tradición. Ahora, el Maestro Invocador, quien pasó un tiempo tras el muro que divide la tierra de los muertos de la de los vivos, quiere ser el nuevo Archimago. Justifica su decisión en el hecho de que el nuevo rey de Havnor, quien estaba con el Archimago anterior, también ha vuelto de la muerte, lo que considera una profecía. Cuando intentaron acordar un nuevo Archimago, Azver predijo que una mujer traería cambios. Ahora, la presencia de Irian allí es la excusa que necesita el Invocador para convocar una reunión e imponerse como tal.
Tras esta inquietante conversación, el mago se retira, e Irian aprovecha para ir al arroyo, donde se baña desnuda. Sin embargo, pronto advierte que el Invocador la observa en forma siniestra, y comienza a insultarlo. El Maestro de Formas aparece rápidamente y la consuela, explicándole que era una apariencia, que él no estaba allí corporalmente.
De nuevo en la choza, Irian se pone a hacer arreglos en el descuidado lugar cuando el Maestro de Hierbas y Kurremkarmerruk tocan la puerta; luego se suma Azver. Los hombres conversan acerca de que, salvo el Portero, los otros Maestros están reuniendo a muchos estudiantes, bajo la orden del Invocador, con el objetivo de sacar a Irian de allí. Además, el Invocador rechaza la legitimidad del último rey. El Maestro de Hierbas sostiene que el Invocador era “el mejor de todos, un corazón valiente, una mente noble” (285), pero algo siniestro debe haberle pasado cuando estuvo muerto.
Mientras los Maestros discuten, Irian se enfurece con Azver por haberla aceptado a ella, que no tiene lugar entre ellos, tan sabios y poderosos. Por su parte, Azver le dice que la aceptó porque el bosque susurra su nombre, y está seguro de que su presencia allí no es causal. Enfurecida, Irian afirma que, quizá, su rol allí es destruir al Invocador y a la propia Escuela. Mientras lo dice, siente que su cuerpo crece y que podría acabar con todos si quisiera, pero pronto se contiene. Con la sensación de que ella misma es un peligro, se dirige en soledad hacia el arroyo.
Irian
Los Maestros se dispersan, y Azver se queda cuidando a Irian, que duerme cerca del arroyo. Eventualmente, vuelve Kurremkarmerruk y comienza a hablar con Azver sobre las antiguas historias en las que se cuenta que los dragones y los hombres fueron una vez un mismo pueblo, antes de pelearse: “Algunos fueron hacia el oeste y otros hacia el este, y se convirtieron en dos especies, y olvidaron que alguna vez habían sido una sola” (291).
La conversación se interrumpe con la llegada del Maestro de Hierbas, que, agitado, avisa que los alumnos y Maestros se dirigen allí a buscarlos: “El ejército de Thorion” (291), el Invocador. Luego llega el Portero y, tras él, los alumnos guiados por el Maestro de Nubes y Vientos, quien exige que lo dejen expulsar a Irian de la Isla. Además, afirma que el Invocador debe ser el nuevo Archimago. Azver intenta defender a Irian, pero está paralizado, como si lo estuvieran hechizando. Sin embargo, Irian toma la palabra y exige que el propio Invocador sea quien la busque, y lo cita en el Collado de Roke, donde las cosas se revelan como en realidad son. Tras ello, parte con sus protectores rumbo al Collado.
Una vez en el lugar de la cita, los Maestros comprenden que Irian ha hablado con otra voz, que algo se ha manifestado en ella. Momentos después, ven llegar al Invocador con el resto de los suyos. El Invocador la invita a irse o a “aprender las consecuencias de la transgresión” (296), a lo que Irian le exige que la acompañe a lo alto de la colina. En lugar de seguirla, el mago intenta invocarla: “―¡Irian, por tu nombre te invoco y te ordeno que me obedezcas!” (Ibid.). Sin embargo, ella responde, con un grito, que ese no es su nombre completo, y cuando él se acerca para retenerla, un gran destello se produce entre ellos. Cuando la luz se atenúa, solo se ve a Irian de pie y, a su lado, la capa y los huesos secos del Invocador.
Kurremkarmerruk le pregunta a Irian quién es, pero ella responde, en la Lengua Verdadera, que no lo sabe, y que solo los suyos sabrán decírselo. Tras despedirse de Azver, camina hacia lo alto de la colina, y todos llegan a ver al cómo “el dragón se elevó de repente en el aire, rodeó una vez el Collado de Roke y se fue volando” (298).
Análisis
“Dragónvolador” es, junto con “El descubridor”, uno de los relatos más largos de esta selección, al punto de que se asemeja más a una nouvelle, o novela corta, que a un cuento. Además, es el que está más íntimamente vinculado al resto de las novelas de la saga de Terramar. De hecho, gran parte de sus acontecimientos se comprenden cabalmente solo a la luz de lo narrado en la tercera novela, En la costa más lejana, y su principal función es presentar a Irian, un personaje central en el último libro del ciclo de Terramar, En el otro viento.
Como la propia autora afirma, este cuento “tiene lugar algunos años después de Tehanu [el cuarto libro] y muestra cómo la determinación de una mujer puede romper el férreo control masculino sobre la magia de Terramar” (1). Por lo tanto, para terminar de comprender la historia, vale una breve aproximación a los acontecimientos de las historias anteriores, así como de la organización política de la Gran Escuela de la isla de Roke y del Archipiélago en general.
Tal como vimos en “El descubridor”, la Gran Escuela de Roke, donde llega Irian con la intención de descubrir su identidad, se construye durante la llamada Época Oscura, varios siglos antes de lo narrado en este cuento. En este periodo, todo el Archipiélago estaba hundido en el caos, la corrupción y la violencia, sin que se hubiera podido establecer un rey o una reina que impartiera la paz. La magia había perdido todo prestigio, y solo a través de la Mano, “una liga o comunidad de tejido inflexible preocupada principalmente por el entendimiento, la utilización ética y la enseñanza de la magia” (322), se conservaban los saberes mágicos.
Con la llegada de Nutria, el descubridor, a la isla, las brujas y magos de Roke vuelven a organizarse, fundan la Gran Escuela, consiguen restaurar la reputación de la magia y, cuando la sabiduría de la isla se consolida, el gobierno del Archipiélago queda en manos de ellos. Así funciona hasta que, gracias a la Gran Escuela, un nuevo rey asume el gobierno de Havnor, y todo el Archipiélago comienza un nuevo periodo de prosperidad. Desde entonces, la mayor figura de autoridad de Roke, el Archimago, es la encargada de coronar a los sucesivos reyes de Havnor.
Cabe mencionar que la creación de una escuela de magia es, quizá, uno de los elementos más distintivos del mundo ficcional de Terramar creado por Úrsula Le Guin, y muchos críticos han señalado la influencia que esta innovación ha tenido en las obras del género de las décadas siguientes. Hogwarts, la famosa escuela de magia y hechicería de la saga de Harry Potter, cuya escritora es la británica J. K. Rowling, es uno de los ejemplos que suelen utilizarse para ilustrar esta influencia.
La Gran Escuela de Roke es, en suma, lo que posibilita la institucionalización de la magia en Terramar. Además, tanto el modo en el que estos saberes se organizan y compartimentan como las relaciones diplomáticas que la escuela tiene con el resto de los gobiernos del Archipiélago revelan la gran capacidad de la autora a la hora de producir universos ficcionales consistentes y orgánicos. Úrsula Le Guin es, ante todo, y tal como tienden a coincidir sus lectores y críticos, una talentosa hacedora de mundos, y eso sucede gracias a la cantidad de detalles y elementos que proporcionan el sustento de sus historias, incluso aunque no se mencionen explícitamente en ellas. En su ensayo “Verosimilitud en la fantasía”, de hecho, la autora explica:
La piedra de toque de la verosimilitud de una ficción imaginaria es probablemente la coherencia. La ficción realista puede ser (quizás deba ser) incoherente a imitación de la realidad que percibimos. La fantasía, que crea un mundo, debe ser estrictamente coherente en sus propios términos o, de lo contrario, pierde toda verosimilitud. Las reglas que gobiernan el modo en que las cosas funcionan en el mundo imaginario no pueden cambiar en el curso de la historia (2018).
Como decimos, la Gran Escuela de Roke se encuentra meticulosamente pensada, al igual que los altos cargos que la gobiernan. Nueve Maestros tiene originalmente: el Maestro de Vientos y Nubes, quien conoce los sortilegios que controlan el clima; el Maestro Mano, maestro de las ilusiones; el Maestro de Transformaciones, que sabe transformar la materia y los cuerpos; el Maestro Invocador, que sabe invocar y dominar los espíritus de los vivos y los muertos; el Maestro Nombrador, que se especializa en el conocimiento de la Lengua Verdadera, aquella con la que se urden los sortilegios; el Maestro de las Formas, que habita el Bosquecillo Inmanente y se especializa en comprender los significados e intenciones de las cosas; el Maestro Descubridor, encargado de los sortilegios de descubrimiento, atadura y retorno; y el Maestro Portero, cuidador de las Puertas de la Casa Grande.
Como décima y mayor figura de autoridad en la escuela se encuentra el Archimago, quien no solo gobierna la institución, sino que también tiene funciones diplomáticas en el Archipiélago, y es quien, según la tradición, debe coronar a los reyes y reinas de Havnor. Esta figura era, hasta el momento en el que transcurre la historia de “Dragónvolador”, nada más ni nada menos que Ged, también conocido como Halcón. Personaje de “En el gran pantano”, Ged es también el protagonista de las primeras tres novelas de la saga de Terramar, y un personaje fundamental en el resto.
Los conflictos narrados en “Dragónvolador” se producen como consecuencia de lo que sucede hacia el final de En la costa más lejana. En la novela, Ged y el para entonces príncipe de Havnor se ven obligados a cruzar el muro que “Se levantaba entre los vivos y los muertos” (101) para acabar con un gran mal que asola el Archipiélago. Tras conseguirlo, Ged pierde sus poderes y deja de ser Archimago, mientras que el príncipe se termina convirtiendo en rey, aunque la legitimidad de su reinado está en juego por no haber un Archimago que pueda coronarlo.
De este modo, Irian llega a la isla en un momento en el que los individuos que representan los dos mayores poderes del Archipiélago, el Rey y el Archimago, son puestos en duda. Debido a ello, el Maestro Invocador intenta utilizar la presencia de Irian, quien por ser mujer tiene la entrada prohibida a la Gran Escuela, para convocar una reunión con los demás Maestros y posicionarse a sí mismo como nuevo Archimago. Este personaje, sin embargo, también cruzó el muro para ayudar a Ged, tras lo cual quedó en un estado intermedio entre la vida y la muerte. Es por eso que, al enfrentarse con Irian en el Collado de Roke, ese lugar donde las cosas se revelan tal como son, el hombre queda reducido “Bajo el montón de tela de la capa gris” a “un montón de ropas y huesos secos y una vara rota” (297).
Como podemos apreciar, el rechazo que sufre Irian en Roke condensa una cruel ironía. En “El descubridor”, fuimos testigos del modo en el que la creación de la Gran Escuela de magia había sido posible gracias a las mujeres de la Mano, una organización subversiva encargada de conservar los conocimientos mágicos. Sin embargo, en este relato, las propias mujeres han sido expulsadas de la Escuela porque su poder se considera menor y maligno, y su presencia, “impura”, un obstáculo para el aprendizaje mágico de los magos, que deben ser célibes.
Como ya ha señalado la crítica feminista, Úrsula Le Guin suele aprovechar sus historias para realizar críticas a la misoginia y el orden patriarcal que rige en la sociedad. En este caso, pueden establecerse relaciones entre la expulsión de las mujeres y la invisibilización de los aportes femeninos en los ámbitos educativos y científicos.
Mitad mujer y mitad dragón, la llegada de Irian a la isla no solo pone en jaque la estructura misógina de la Gran Escuela y el gobierno del Archipiélago en general, sino también su presunto carácter civilizado y la propia ambición de los hombres, sean estos magos o gobernantes. En los últimos libros de la saga de Terramar comienza a desarrollarse la idea de que los dragones y los hombres, enemigos mortales a lo largo de los siglos, provienen, en realidad, de una misma especie, separada debido a que unos eligieron la libertad, y otros, la riqueza. De hecho, así se explica En la costa más lejana: "Kalessin [el dragón] dijo: “Hace mucho tiempo hicimos una elección. Elegimos la libertad. Los hombres eligieron el yugo. Nosotros elegimos el fuego y el viento. Ellos eligieron el agua y la tierra. Nosotros elegimos el Oeste, y ellos el Este (...). Pero siempre, entre nosotros, algunos les envidian su riqueza, y siempre, entre ellos, algunos envidian nuestra libertad” (2016: 146).
De este modo, el sistema de oposiciones que se produce entre las mujeres y los hombres, y las personas y las bestias vuelve a traer a colación el tema fundamental que tiene en los Cuentos ―y en toda la saga de Terramar en general― la oposición entre la humildad y la codicia. En tanto mujer y dragón, el rol transformador de Irian en la isla es rápidamente descubierto por el Portero, quien le da la espalda a las absurdas normas de la Gran Escuela al hacerla entrar a pesar de ellas: “―Creo que Irian de Way puede haber acudido a nosotros buscando no solamente lo que necesita saber, sino también lo que nosotros necesitamos saber” (260).
Así, no es casual que Irian, quien fue rechazada entre las lujosas paredes de la Escuela, sea bien recibida en el Bosquecillo Inmanente, y viva durante ese tiempo en la humilde choza que siglos atrás, antes de la fundación del colegio, construyeron Nutria y Ascua:
Parecía ser muy vieja. Había sido reconstruida y vuelta a reconstruir, pero no por mucho tiempo. Ni tampoco había vivido nadie allí durante mucho tiempo, al menos eso parecía por el aspecto sosegado y solitario que tenía. Pero sin embargo tenía un aire agradable, como si los que habían dormido allí lo hubieran hecho llenos de paz. En cuanto a las paredes decrépitas, los ratones el polvo, las telarañas y los escasos muebles, con todo eso Irian se sentía bastante como en casa. Encontró una escoba medio desplumada y barrió los excrementos de los ratones (267).
Tampoco es casual el fuerte vínculo que desarrolla allí con Azver, quien vive bajo los árboles y también advierte el destino transformador de la joven: "Durante todo aquel año, las formas de las sombras y de las ramas y de las raíces, todo el silencioso lenguaje de su bosque, había hablado de destrucción, de transgresión, del cambio de todas las cosas. Ahora lo tenían encima, él lo sabía. Había llegado con ella" (288).
Azver no solo es un poderoso mago, sino también el Maestro de las Formas, por lo que su arte consiste, sobre todo, en adivinar y leer la verdadera forma de las cosas. Curiosamente, es un extranjero que se distancia, en cierta medida, del resto de los magos de Roke. No tiene codicia ni posesiones, y su humildad característica, que lo acerca a Irian y al Portero, se revela asimismo en el modo en el que ejerce la magia: "Había hecho un pequeño montoncito con trozos de cáscara de huevo sobre el suelo junto a su rodilla. Acomodó los blancos fragmentos hasta formar una curva, y luego la cerró formando un círculo―. Sí, ―dijo, estudiando sus cáscaras de huevo; luego, rascando un poco la tierra, las enterró con cuidado y delicadamente" (269). De un modo similar al de otros protagonistas de los Cuentos de Terramar, Le Guin se distancia de muchos referentes del género al crear personajes mágicos que no necesitan realizar grandes proezas mágicas para demostrar su valía. Por el contrario, su rol heroico se sostiene, justamente, por la humildad con la que actúan. Buscar respuestas en el dibujo trazado con la cáscara de un huevo es un ejemplo de ello.
“―¿A dónde irás?” (297), le pregunta Azver a Irian luego del incidente con el Maestro Invocador. “―Donde se encuentran los que me darán mi nombre” (Ibid.), lo despide ella, antes de adoptar la forma de un dragón y dejar la isla rumbo al oeste, hacia el final del cuento. La búsqueda de la identidad es el tema principal de este relato de aventuras, una historia de formación cuya protagonista se encuentra en la difícil tarea de tener que descubrir su verdadera identidad en un mundo regido por valores masculinos. Su primer viaje, a la isla de Roke, culmina con ella transformada en dragón. El segundo, narrado en la última novela de la saga, En el otro viento, la llevará a explorar a fondo esta nueva faceta de su identidad.