Cuentos de Terramar

Cuentos de Terramar Ironía

Gelluk anhela desesperadamente acceder al filón de cinabrio, pero este termina siendo su tumba (Ironía situacional)

En “El descubridor”, Nutria es esclavizado por Gelluk, un poderoso mago, que lo somete a través de hechizos y lo obliga a utilizar su habilidad para descubrir cosas con el objetivo de que encuentre un depósito subterráneo de cinabrio, un poderoso metal. El deseo del mago lo vuelve ciego ante el hecho de que Nutria tiene sus propios planes. Así, cuando finalmente llegan al filón de cinabrio, Nutria se apresura a abrir la tierra con un hechizo, haciendo caer al mago, para después cerrarla. Irónicamente, la codicia de Gelluk hace de su objeto de deseo, el depósito del metal, su propia tumba.

Tras obligar a su aprendiz a permanecer callado por años, Dulse termina pidiéndole que mantenga su boca abierta (Ironía situacional)

“Los huesos de la tierra” narra la conmovedora historia de dos magos, maestro y aprendiz, que llegan a tener una relación familiar, de padre e hijo. Cuando Silencio, el alumno, se presenta en la casa del viejo Dulse para pedirle que sea su maestro, este accede a regañadientes, con la condición de que permanezca callado: “―Estoy cansado de enseñar y de hablar ―le dijo―. Necesito silencio. ¿Te basta con eso?” (166).

Décadas después, sin embargo, deben detener un terremoto que puede acabar con la ciudad portuaria de la isla en la que viven, la cual está construida en una enorme montaña dividida por una falla. En caso de suceder el terremoto, los dos bloques pueden volver a unirse acabando con muchas vidas. Irónicamente, el viejo se ve obligado a pedirle en ese momento: “Mantén la… mantén la boca abierta, por una vez, ¿eh?” (183).

Este pasaje es, a la vez, una broma irónica y una metáfora, puesto que Dulse se refiere, en realidad, a los dos bloques montañosos que rodean el puerto: “No comprendió la broma del viejo hasta que miró por la ventana y vio los Premonitorios Fortificados allí abajo, al final de la extensa bahía, las mandíbulas listas para cerrarse de golpe” (183).

Marfil urde un plan casi imposible para acostarse con Irian, cuando solo necesitaba proponérselo para conseguirlo (Ironía situacional)

Marfil, un hechicero de poca monta en “Dragónvolador”, se aprovecha de la ingenuidad y la ilusión de Irian, la protagonista del cuento, quien anhela profundamente viajar a la isla de Roke para descubrir quién es realmente y qué poder hay en ella. Marfil busca acostarse con ella y la convence de que vayan juntos a la isla, lo que constituye un largo y peligroso viaje. A lo largo de la travesía, Marfil busca ganarse su confianza con el objetivo secreto de doblegar su voluntad y obligarla, mediante la magia, a tener relaciones sexuales con él. Al llegar, sin embargo, se conmueve por la bondad de la joven y le confiesa su plan entre lágrimas. En ese momento, ella le responde del siguiente modo: “―Sí ―le contestó ella―. Lo siento. ―La mano de ella aún estaba sobre su rodilla― Podemos hacer el amor, si quieres” (255). El hecho de que él solo tuviera que pedirlo constituye, dada la ardua complejidad de su engaño, una ironía situacional. Sin embargo, es él quien se niega ahora, lo cual refuerza dicha ironía.

A pesar de que fueron principalmente mujeres quienes crearon la Gran Escuela, luego ellas son expulsadas por ser consideradas un peligro para la misma (Ironía situacional)

Úrsula Le Guin realiza sutiles críticas a la misoginia y el orden patriarcal que rige en la sociedad a través de su obra. En los Cuentos de Terramar se evidencian estas problemáticas a través de la historia de la Gran Escuela de Roke. En “El descubridor”, vemos el modo en el que la creación de la Gran Escuela de magia es solo posible gracias a las mujeres de la Mano, una sociedad secreta que se resiste a que los conocimientos mágicos estén reservados al poder corrupto. Sin embargo, y como podemos comprobar en “Dragónvolador”, años después las propias mujeres son expulsadas de la Escuela porque su poder se considera menor y maligno, y su presencia, “impura”, un obstáculo para el aprendizaje mágico de los magos, que deben ser célibes. Que sus aportes imprescindibles sean despreciados de ese modo constituye una gran e injusta ironía.

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