Resumen
En la Época Oscura
Esta historia pertenece a la Época Oscura, cuando Terramar se hundió en el caos, la violencia y el hambre. Eran tiempos de guerras y muerte, en los que todos querían gobernar y ya no existía la “mancomunidad, ni nada de justicia, únicamente la voluntad de los ricos” (8). Antes, los magos eran valerosos consejeros de los reyes, pero en la Época Oscura comenzaron a vender sus habilidades al mejor postor, participando en peleas y guerras, y ocasionando plagas, hambrunas, desastres climáticos y nacimientos monstruosos. La práctica de la hechicería se transformó en algo peligroso y mal visto, ya que, “En aquellos años, en las mentes de mucha gente, toda magia era negra” (10).
Nutria
Nutria es el hijo de un constructor de barcos que trabaja en los astilleros del Gran Puerto de Havnor, la isla central de Terramar, para Losen, un sádico pirata que se hace llamar Rey del Mar Interior. Losen gobierna junto a Gelluk, un mago poderoso, siniestro y loco. Aunque Losen cree que es el verdadero rey, lo cierto es que Gelluk lo domina completamente, y dispone de esclavos, recursos y hombres a su antojo. Además, otro mago sirve a Losen, Sabueso, con un gran “olfato para detectar la brujería” (16).
Nutria vive con sus padres y hermanas, y manifiesta desde pequeño un gran don para la magia, sobre todo para rastrear cosas. Al estar la magia tan mal vista, su padre lo castiga severamente cada vez que Nutria exhibe su don, y lo presiona para que aprenda el oficio familiar. Sin embargo, consigue la ayuda de su comadre y otros hechiceros ocultos de la zona, quienes le dan su nombre verdadero, Medra, y le enseñan algunos hechizos de transformación.
Con el tiempo, a Nutria le carga en la conciencia hacer barcos para Losen, quien los usa para la guerra y el esclavismo, por lo que un día elabora un conjuro para hacer que un barco se pierda y nunca llegue a destino. Para mal suyo, Sabueso, advierte rápidamente el hechizo, e irrumpe en su casa con hombres de Losen, golpea a su familia y se lo lleva prisionero. En lugar de mandarlo a matar, Sabueso lo convence de que trabaje en las minas de Samory, aprovechando su don para encontrar cosas.
Encarcelado, Nutria es enviado a las minas, donde lo encierran en una habitación pequeña y repleta de cadenas de hechicería que lo sofocan, paralizan y dificultan su entendimiento. Su función en las minas es ser un zahorí, un buscador del cinabrio que hay bajo tierra. Cerca de las minas hay una inmensa y lúgubre torre de piedra, rodeada también de maleficios, donde se cuece el cinabrio hasta sacarle el preciado metal. El lugar está repleto de esclavos.
Los días pasan sin que Nutria encuentre mucho, ya que se rehúsa a trabajar para el mal. Así, llega el momento en que se presenta Gelluk, quien busca desesperadamente el metal, con el que cree que puede potenciar su poder. Nutria reconoce que él es quien lo ata con hechizos, pero el mago se muestra apacible y amable. Así y todo, Nutria sabe que no es de confiar
Juntos visitan la torre de piedra, donde se cocina en enormes fuelles el cinabrio. En su interior, ven distintos esclavos enfermos por los vapores venenosos del metal. En la bóveda más alta, Gelluk le exige a una esclava consumida por el trabajo, calva, llena de llagas y costras, que el muestre el metal. La imagen se graba dolorosamente en la mente de Nutria. Al salir de la torre, Gelluk bebe unas pequeñas gotas del agua metálica e intenta convencer a Nutria para que colabore, hechizándolo con palabras extrañas y bellas.
Esa noche, de nuevo en la habitación, la imagen de la esclava moribunda se le presenta a Nutria como si estuviera con él, pero también “en él, como si fuese él” (36). De pronto, consigue ver los hilos de los hechizos que lo tienen atado y se libra de ellos. Con la mente clara, comprende que debe aprovecharse de la locura de Gelluk para vencerlo “y conducir al mago hasta su autodestrucción” (Ibid.).
En ese momento, entiende también que la esclava se ha presentado ante él, regalándole sus conocimientos. Nutria la invoca, la presencia de la niña acude, y se ofrecen mutuamente sus nombres verdaderos: Medra y Anieb. La esclava le dice que debe descubrir el nombre verdadero de Gelluk para derrotarlo, pero en ese momento sienten la presencia del mago en la magia de la habitación y se despiden. Antes de irse, Anieb hace un gesto con la mano, como una flor abriéndose hacia arriba.
Los días continúan y Nutria, completamente sometido al poder de Gelluk, siente que todo está perdido. Sin embargo, también siente la compañía espiritual de Anieb, con quien parece compartir el cuerpo.
Llega el momento en que Gelluk le exige a Nutria que lo lleve al verdadero depósito del metal, y Anieb, a través de él, le dice que sabe dónde está el gran filón que lo contiene. Al llegar, Anieb vuelve a hablar a través de Nutria y le dice a Gelluk que abra la tierra para bajar. Para hacerlo, el mago dice su nombre verdadero: “—¡Ábrete en nombre del Rey! ¡Soy Tinaral!” (49). La tierra se abre, y Anieb utiliza su nombre para hacerlo caer: “—¡Cáete Tinaral!” (ibid.). Desconcertado, Gelluk se precipita en las profundidades, y Nutria le pide a la tierra que vuelva a unirse.
Desesperado, Nutria se dirige a la torre para rescatar a Anieb, a quien encuentra al borde de la muerte. Juntos, huyen hacia el pueblo de ella, pero, tras caminar toda la noche, deben detenerse porque Anieb agoniza. Con su último aliento, la joven le indica a Nutria que busque a las Mujeres de la Mano, una resistencia creada para mantener el conocimiento mágico a salvo de los poderosos. Luego le enseña el símbolo de la Mano, con el cual se reconocen las que pertencen a esta resistencia: un gesto que consiste en imitar, con la mano, una flor abriéndose. Finalmente, Anieb muere. Horas después, un hombre pasa con su carreta y, apiadándose de Nutria, lo levanta a él y al cadáver de la joven bruja. En Woodedge, la aldea de Anieb, Nutria conoce a la familia de la niña: su madre Ayo y su hermana Aguamiel.
Con el tiempo, las mujeres lo curan y acompañan, aunque él padece una gran culpa por no haber logrado ayudar a su amiga. Un día, Aguamiel lo reconforta al decirle que no es posible vencer al mal solo, y luego hace un gesto con la mano, el mismo que le había hecho Anieb antes de morir. Tras ello, le explica que una resistencia, las Mujeres de la Mano, lleva largo tiempo aguardando en las sombras, tejiendo redes y buscando mantener vivo el conocimiento mágico. Ellas creen que el poder y la sabiduría deben compartirse.
Tiempo después, Nutria se entera de que el Sabueso se ha presentado en la aldea en su búsqueda. El joven se prepara para partir y, en ese momento, Aguamiel le explica que existe una isla llamada Roke, donde se encuentra el núcleo de la Mano, y el poder se ejerce y comparte sin ambición. El joven decide partir para buscarla. Se transforma en nutria y huye a través del río.
Golondrina
Durante los años siguientes, Nutria viaja sin cesar en busca de la isla, mientras se sabe perseguido por el nuevo mago de Losen: Primitivo. Eventualmente, llega a Pendor, una isla pacífica en la que pasa tres años aprendiendo de un viejo mago llamado Grandragón.
Cuando el mago muere, se alista en un barco como hechicero de vientos y, tras viajar mucho, Nutria advierte que “un viento de brujas” (66) se acerca hacia el barco. Aunque le pide al capitán que baje las velas, una violenta tormenta termina destruyendo la nave por completo. En medio del desastre, Nutria consigue escapar transformado en golondrina: “Un ave marina blanca batió sus alas desde el agua negra y voló, frágil y desesperada, hacia el norte” (67).
Tras un largo vuelo, Nutria llega a la cima de una colina en una isla desconocida, donde adopta su forma humana. Se trata de la isla de Roke, aquella que le encomendó buscar Aguamiel. En el mercado del pueblo, ve a un grupo de personas reunidas: “No estaban comprando ni vendiendo. (…) Lo estaban esperando a él” (69). Un anciano y dos hermanas, Velo y Ascua, se acercan a hablar con él. “Un mago reconoce a otro mago” (70), por lo que Nutria se da cuenta de que se trata de personas de poder y hace el símbolo de Mano que le enseñó Anieb. Sin embargo, solo consigue hacer reír a una de ellas, que no cree que un gesto con la mano sea prueba de nada. No sin recelo, lo aceptan, y comienzan a llamarlo Golondrina.
Con el tiempo, Nutria aprende la historia de Roke, una de las primeras islas de la creación, en la cual se encuentra el misterioso Bosquecillo Inmanente, del cual parece desprenderse toda la magia del mundo. En la Época Oscura, distintos ejércitos de piratas llegaron a la isla para destruir su poder y mataron a casi todos los hombres. Las poderosas mujeres de la isla y los hombres que quedaron urdieron potentes hechizos para volver a la isla inaccesible. Allí se formó, hace más de cien años, la resistencia conocida como la Mano, que tiene como objetivo conservar el conocimiento y fortalecerse para derrotar a los falsos reyes, como Losen.
Como Nutria quiere saber más sobre el Bosquecillo, Ascua lo deja entrar con ella, y así comienzan a compartir mucho tiempo juntos. Sin embargo, tanto ella como el misterioso bosque le resultan intrincados, misteriosos, intimidantes y llenos de secretos. Un día, Velo se presenta para dejarles víveres y sugiere que Ascua gusta de él.
Abochornado, Nutria busca a Ascua y le pregunta si cree que es verdad lo que se dice acerca de que los magos pierden su poder si hacen el amor. Ella lo niega: “Creo que todos los poderes son verdaderos, todos los antiguos poderes, en la raíz son uno” (79). Tras ello, Nutria y Ascua se confiesan sus verdaderos nombres y comienzan un romance que, al principio, es torpe, incómodo e inexperto, pero con el paso del tiempo se vuelve objeto de sus mayores alegrías.
El verano acaba pronto ese año. Un día, Nutria tiene una sincera charla con las hermanas. Velo cuenta cómo las hordas de piratas asesinaron a sus familias. Nutria habla acerca de su tiempo como esclavo, y de la muerte de Anieb. La conversación deriva en que deben detener la injusticia que prima sobre el mundo, y consideran aprovechar el poder que hay en Roke para instruir a otras personas y fortalecer la resistencia de la Mano.
Los meses pasan, y la idea de fortalecer la resistencia se extiende por la isla. Mientras piensa cómo enseñar magia, Ascua comprende que es imposible hacerlo si ellos mismos no tienen una idea clara de lo que es. Así, inician un proceso de clasificación y estudio sobre la magia, que constituye las bases de la Gran Escuela de Roke. Por ejemplo, las distintas artes son: “Descubrir, trabajar con el clima, transformar, curar, invocar, crear formas, nombrar y los oficios de la ilusión, y el conocimiento de los cantares” (85).
Cuando llega la primavera, la construcción de la escuela ya ha comenzado. En el jardín, justo frente al Bosquecillo Inmanente, Nutria descubre una corriente de agua subterránea inagotable, donde construye una fuente. A su lado, Ascua planta la semilla de uno de los mágicos árboles del Bosquecillo. Ese jardín se vuelve uno de los espacios más íntimos de la escuela.
Al finalizar el edificio, Nutria construye un barco llamado Esperanza, con el que sale en busca de jóvenes prometedores para la escuela. Primero visita a Cuervo, un ilustrado y conocido suyo, a quien le pide ayuda para conseguir el poderoso Libro de los Nombres. Entre tanto, Nutria le sugiere a Cuervo instalar su biblioteca en Roke.
La búsqueda los lleva a una isla llamada Pody. Allí, una mujer comprende que pertenecen a la Mano y los lleva a la casa de Dory y su madre, una curandera del lugar. Dory es pequeña, aunque sigue los pasos de su madre, quien está gravemente enferma. La niña le pide a Nutria que intervenga para salvarla, pero este le explica que debe dejarla ir. Sin embargo, se queda para ayudarla con los cuidados paliativos.
Cuando la madre de Dory muere, Nutria, Cuervo y la niña vuelven a Roke, llevando con ellos el Libro de los Nombres, pilar de la educación mágica de la Escuela. Así, Dory se transforma en la primera alumna —con el tiempo, será también la primera maestra de las artes de curación—, y Cuervo, en el primer bibliotecario. Con el tiempo, los viajes de Nutria continúan y la Escuela crece en alumnos, fuerza y estructura.
Con los años, las tensiones comienzan a hacerse ver en el lugar, sobre todo producto de la misoginia de ciertos hombres de poder, para quienes, como denuncia Ascua, “los Poderes Antiguos son abominables. Y los poderes de las mujeres son sospechosos (…). Y entonces sostienen que un verdadero mago debe ser hombre. Y célibe” (98). Nutria le promete a Ascua hacer una última excursión hacia el norte, que aún no ha recorrido, para luego volver y quedarse para siempre con ella.
En este viaje, Nutria pasa por Havnor, su tierra de origen, donde reside su familia y, también, donde aún domina Losen junto al poderoso Primitivo. Para entonces, el mago sabe que un grupo subversivo se organiza en Roke. Por eso, ahora que Nutria está nuevamente en Havnor, la noticia le llega fácilmente. Convertido en águila, se presenta en la casa familiar de Nutria, donde intenta hechizarlo. Sin embargo, Nutria crea una ilusión sobre la casa para que parezca otro sitio y huye.
Convertido en nutria, Medra huye por un arroyo que lo lleva hasta la colina donde hizo que la tierra se tragara a Gelluk. Allí reconoce “la costra todavía lo suficientemente clara bajo las verdes hierbas” (112), justo cuando oye el grito del águila sobre sí. Entonces, invoca el poder de la tierra para que se abra y salta en su interior. La caída es larga, y él despierta, agonizante, en la oscura profundidad de la tierra, donde comienza a arrastrarse siguiendo su intuición.
Furioso, Primitivo le pide a Losen una gran flota y parte inmediatamente hacia Roke. Mientras las naves de guerra avanzan por mar, él vuela sobre ellas bajo la forma de una gaviota, un águila o un dragón. Cuando llega, sin esperar a su flota, “agitando sus garras de dragón y batiendo sus alas rojo óxido, se posó sobre la tierra” (116).
En ese preciso instante, y sin haberlo decidido él mismo, vuelve a su forma humana sobre la pradera. Para entonces, Ascua se acerca desde la aldea. Primitivo intenta atacarla, pero advierte que ya no tiene poder. En cambio, ella lo obliga a decirle su verdadero nombre y le hace confesar sus intenciones: destruir el lugar y matar a todos. Sin embargo, Ascua le hace entender que no tiene el poder para hacerlo: “No era un mago, simplemente un hombre como los otros, sin poder” (117). Lo ha perdido todo.
Entretanto, Nutria sigue con su agonizante caminata para salir al exterior. Por momentos, siente que Anieb lo acompaña. También percibe la presencia de Ascua y los suyos. Tras un largo esfuerzo, consigue salir a través de la raíz de un árbol. Allí lo encuentra, exhausto, Sabueso, quien le asegura que no va a entregarlo a Primitivo.
Durante un tiempo, los dos magos vuelven a la casa de la familia de Nutria, donde este se recupera lentamente. Sabueso viaja en busca de noticias y le informa acerca de la desaparición de Primitivo y sus flotas. Una vez listo, Nutria vuelve a Roke.
Medra
Al comienzos del otoño, “Losen estaba colgando de una ventana del Nuevo Palacio (…), pudriéndose, mientras seis señores de la guerra se disputaban su reino” (123). Entretanto, Nutria llega a Roke, donde Ascua lo espera para ayudarlo a sanar su espíritu. Juntos se van a vivir al Bosquecillo, donde construyen una humilde choza, mientras trabajan y enseñan en la Escuela de Roke. Ascua se transforma en la primera Maestra de los Nombres.
Tiempo después, cuando Ascua, ya anciana, muere, Nutria sigue viviendo solo en el Bosquecillo hasta que, tras un largo periodo en soledad, vuelve a la escuela, al jardín con la fuente y el árbol de Ascua, “ahora muy alto y con sus bayas tiñiéndose de rojo” (124). Allí lo reciben los ocho Maestros de la escuela. Nutria pide que lo acepten nuevamente. Será él quien vigile la puerta para saber quién puede entrar y quien no después de preguntarle su nombre verdadero: “Todavía ahora, el noveno Maestro de Roke es el Portero” (126).
Análisis
Los Cuentos de Terramar es una colección de historias que pertenece a la famosa saga de Terramar, un conjunto de seis libros y algunos cuentos dispersos creados por Ursula K. Le Guin, muchos de los cuales la lanzaron al estrellato como una de las autoras más celebradas de literatura de fantasía. Le Guin escribe los Cuentos, el quinto tomo de la selección, a pedido, tal como ella misma explica: “Siete u ocho años después de que Tehanu [el cuarto libro de la saga] fuera publicado, me pidieron que escriba una historia que tuviera lugar en Terramar” (2).
Las aventuras que aquí se narran, por lo tanto, amplían y desarrollan el mundo ficcional de Terramar, su historia reciente y lejana, y las historias de muchos de los personajes que protagonizan el resto de sus novelas. Así ―y al igual que otros grandes exponentes del género, como J. R. R. Tolkien, autor de la saga de El señor de los anillos―, Le Guin elabora toda una mitología con su correspondiente cosmovisión del universo en la saga de Terramar, algo que bien ha sabido señalar el especialista en su obra Warren Rochelle, en su estudio Communities of the Heart. The Rhetoric of Myth in the Fiction of Ursula K. (2001).
Los cantares épicos, las trovas y gestas que acompañan las historias y las introducen mediante epígrafes deben comprenderse en línea con esta actitud de mitificación, al igual que las continuas referencias a supuestos libros perdidos o antiguos. En suma, estos recursos tienden a generar un efecto de verdad, de saber popular propio de las sociedades mayoritariamente orales e iletradas. Así, las historias ficcionales que transcurren en los cuentos se asemejan, por su apariencia mítica y/o religiosa, a grandes obras de cultura occidental, como los poemas épicos homéricos, la Ilíada y la Odisea, o la propia Biblia.
De este modo comienza, por ejemplo, este primer relato: “Esta es la primera página de El libro de la oscuridad, escrito hace aproximadamente seiscientos años en Berila, Enlad” (6). Más adelante, se insiste en la referencia al supuesto libro de existencia real, del cual se habría extraído la historia de Nutria: “El libro de la oscuridad, escrito a finales de la época sobre la cual cuenta, es una recopilación de historias contradictorias, biografías inconclusas y leyendas confusas” (8). Además, “hay cantares, antiguas trovas y gestas de islas pequeñas y de las tranquilas tierras altas de Havnor, que cuentan la historia de aquellos años” (9). Más allá de estas supuestas referencias extraficcionales, los relatos presentan extractos de aquellos poemas y cantares aludidos, como el que encontramos antes de que la historia de Medra propiamente dicha comience:
En nuestro arroyo había una nutria
que la apariencia de todo mortal adoptaría, cualquier hechizo de magia haría,
y las lenguas del hombre y del pato hablarían.
Y así el agua se va, se va,
así el agua se va.
(12)
Como decimos, todos estos elementos tienen como finalidad crear la idea de un referente real o extraficcional del cual se extraen estas historias, lo cual las provee de un estatuto de verdad. En suma, su propósito es alejarlas del dominio de lo literario y situarlas en el seno de la narración preletrada mitológica, religiosa o épica.
La historia de este relato se remonta mucho antes de la que desarrolla la primera novela de la saga, Un mago de Terramar, por lo que enmarca y explica muchos aspectos del universo ficcional de Archipiélago. En palabras de la autora: “El descubridor tiene lugar alrededor de trescientos años antes de la época de las novelas, en un tiempo oscuro y turbulento; la historia revela cómo se originaron algunas de las costumbres y de las instituciones del Archipiélago” (4). Así, esta nouvelle explica cuestiones fundamentales de Terramar, como la creación de la Gran Escuela de magia de Roke, la injusta discriminación que sufren en ese mundo las mujeres en general y las brujas en particular, y el periodo de caos e injusticia que predominaba en la Época Oscura, antes de la creación de la Gran Escuela.
Corresponde una pequeña mención, por lo tanto, al orden mágico sobre el que se organiza el Archipiélago. En este mundo, la magia es un talento innato que, por regla general, debe ser cultivado para su domino. Gran parte de su aprendizaje consiste en el conocimiento de la Lengua Verdadera, con la cual se urden hechizos y sortilegios. Esta fue la lengua empleada por Segoy, una suerte de deidad primigenia, para la creación de Terramar, y es, por lo tanto, “una lengua infinita, puesto que nombra todas las cosas” (303). Por eso, también recibe el nombre de Lenguaje de la Creación.
Muchas veces, la crítica ha señalado la gran influencia que las tradiciones religiosas ejercen sobre la creación literaria de la autora. En este punto, la relación con la Biblia de la tradición judeocristiana resulta ineludible, ya que es exactamente así como se produce la creación del mundo en el Génesis del Antiguo Testamento:
Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: «Que exista la luz». Y la luz existió.
Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas;
y llamó Día a la luz y Noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el primer día.
Dios dijo: «Que haya un firmamento en medio de las aguas, para que establezca una separación entre ellas». Y así sucedió (2007).
Ahora bien, no solo las cosas del mundo tienen un nombre en la Lengua Verdadera, sino también los seres humanos, quienes celebran en su adolescencia la fiesta del Nombramiento, en la que una persona de poder les transmite su nombre verdadero. Este nombre contiene su esencia y “su poder como un diamante contiene la luz” (224), y debe ser mantenido en secreto, ya que si un mago lo sabe puede utilizarlo contra la persona, invocándola o doblegando su voluntad. Es por ello, además, que a Nutria le cuesta tanto mentirle a Sabueso acerca del hechizo que realizó sobre la barca, pues “a los verdaderos magos les resulta difícil mentir acerca de su arte. En sus corazones saben que su mentira, una vez pronunciada, puede cambiar el mundo” (19).
Como vemos, la lengua, la magia y la naturaleza se encuentran, en Terramar, íntimamente conectados. La magia se presenta como una manifestación más de la naturaleza, y dominarla consiste, justamente, en comprender los nombres verdaderos de las cosas. En este punto, ciertos referentes de la llamada ecocrítica, una corriente de los estudios literarios que se ocupa de la representación de la naturaleza en las obras literarias, ha celebrado en múltiples ocasiones la obra de Le Guin, en parte, porque la autora transmite un mensaje poderoso respecto al valoración de la naturaleza y el respeto a todas las formas de vida.
Justamente, este respeto a la naturaleza se traduce en un principio de humildad que todos los magos y brujas sabios deben respetar, en oposición a la codicia humana que implica transgresión y corrupción. En la Época Oscura, periodo histórico ficcional en el que se enmarca esta historia, es este principio el que ha arruinado el equilibrio social, político y natural del mundo:
En los años oscuros, los magos vendieron sus habilidades al mejor postor, enfrentando sus poderes uno contra otro en duelos y combates de hechicería, indiferentes a los males que estaban causando, o peor aún que simplemente indiferentes. Plagas y hambruna, la pérdida de manantiales de agua, veranos sin lluvia y años sin verano, el nacimiento de enfermizas y monstruosas crías de ovejas y de ganado vacuno, el nacimiento de enfermizos y monstruosos niños de la gente de las islas (10).
Sin embargo, aunque los mayores males son realizados por los magos aliados al poder, son otros quienes terminan siendo vistos con malos ojos: “Fue entonces que la hechicería que se practicaba en las aldeas, y sobre todo la brujería de las mujeres, adquirió la mala reputación de la que no ha podido desprenderse desde entonces” (11). Y cuando las cosas salen mal, son también estos otros quienes pagan las consecuencias: “Los hechiceros y las brujas eran ahogados en los pozos envenenados, quemados en los campos secos, enterrados vivos para hacer que la tierra muerta fuera fértil otra vez” (12).
Nuevamente, la autora aprovecha su mundo narrativo para hacer una crítica al orden patriarcal y misógino que rige en la sociedad. Cabe mencionar, en este punto, que el arquetipo de la mujer corrupta y tentadora rige en la cosmovisión judeocristiana desde el mito bíblico de Adán y Eva. Presente en el Génesis del Antiguo Testamento, este mito narra el modo en que Eva arrastra a la humanidad al pecado originario tras tentar a Adán para hacerlo comer del fruto prohibido. Este mito de origen ha ofrecido las bases para grandes prejuicios sobre las mujeres, como las cazas de aquellas consideradas brujas durante el periodo inquisitorial europeo, durante los siglos XV y XVII. Con su narrativa, Le Guin se hace eco y denuncia estas injusticias.
Es en este contexto en el que acontece la historia de Medra, protagonista de la nouvelle, una historia que adquiere, a todas voces, la estructura de un relato de aventuras. Este género literario, de gran popularidad desde el siglo XIX, tiene sus orígenes en los grandes poemas épicos de la Antigüedad, como la Odisea homérica. El viaje, como puede observarse, es un elemento central en estas historias, en las que los protagonistas se ven en la situación de tener que trasladarse por nuevos y extensos territorios; un recorrido cuya culminación coincide con una transformación subjetiva del personaje. Así, el viaje exterior acaba por simbolizar el viaje o la transformación interior.
Íntimamente vinculado al relato de aventuras, “El descubridor” también pertenece a otro de género narrativo de gran popularidad en el público infantojuvenil: el relato de formación o iniciación. Se trata de un tipo de narración que retrata la transición de la niñez a la vida adulta. El contenido de estas obras suele girar en torno al desarrollo moral, psicológico y social de un personaje que se encuentra en la dolorosa tarea de tener que descubrir su propia identidad en un mundo adulto en el que, muchas veces, no ve reflejados sus propios valores y sentimientos.
En este sentido, Elizabeth Cummins señala la interrelación de estos dos géneros literarios, el relato de formación y el de aventuras, como una constante en la saga de Terramar:
El lector que termina la aventura fantástica de Le Guin regresa de este viaje a través del texto con una mayor conciencia de la naturaleza de la experiencia de formación, de la interdependencia entre persona y lugar y de la significación del lenguaje. (...) El lector, incluso, tiene un nuevo modelo de misión que considerar. No se trata de un simple viaje de aventuras, sino de un viaje de vida, desde la adolescencia hasta la vejez, a través de una serie de cambios. Además de cuestionar la experiencia de formación, el lector también reexamina la relación de la humanidad con el medio ambiente y la habilidad humana de conocer y afectar esa realidad (2022).
Antes de terminar, vale una breve mención a otro elemento distintivo de la literatura de fantasía de Le Guin, en relación con otras obras propias del género: el modo en que tematiza la belleza y las relaciones amorosas.
Grandes obras de la literatura de fantasía, como la saga de El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, tienden a presentar personajes que perpetúan ideales de belleza heredados del periodo colonial. Por lo tanto, se construyen sobre la base de prejuicios racistas en los que presentan a las personas blancas, de ojos claros y cabello lacio y rubio como lo bello, subordinando al resto de las corporalidades a este modelo. Sin embargo, esto no es así en la saga de Terramar, donde la mayoría de los personajes son de piel oscura o morena, y en el que los aspectos prominentes de los personajes femeninos no son su pasividad y delicadeza, sino que se realzan otras características.
Veamos, en este punto, cómo se presentan las hermanas Velo y Ascua ante los ojos de Medra: “Miraba a las dos hermanas una y otra vez: una tan apacible y tan inflexible, la otra, debajo de su dureza, rápida y tierna como la primera llama de un fuego cautivador” (83). La dura ferocidad de Ascua se refuerza todavía más cuando acaba con el segundo gran antagonista de esta historia, Primitivo: "Veía a una mujer de la cara redonda, de mediana edad, baja y fuerte, con mechones grises en los cabellos y ojos oscuros debajo de un par de cejas negras, ojos que atrapaban los suyos, lo atrapaban a él, le sacaban la verdad de la boca" (117).
Al mismo tiempo, Le Guin también toma distancia del tratamiento que suelen recibir las subtramas amorosas dentro de las historias de fantasía. Al respecto, cabe señalar que, en este tipo de obras, las relaciones amorosas se suelen ajustar a las características del amor romántico, un sentimiento exaltado propio de muchas obras literarias que se remonta a los romances, un tipo de narración en verso del medioevo. El amor romántico se caracteriza por ser exclusivo e incondicional, y parece trascender y preexistir al primer encuentro de los enamorados —de ahí que se hable de “amor a primera vista”—; además, supone una absoluta complementariedad, y exige la renuncia y el sacrificio de sí mismo. En este sentido, sirve de contrapunto a las historias amorosas de Le Guin la historia de Arwen Undómiel, la elfa de El señor de los anillos, quien renuncia a su inmortalidad al casarse con el humano Aragorn, uno de los héroes protagonistas de la saga.
En línea con la crítica literaria de género y feminista de las últimas décadas, Le Guin se distancia de estas formulaciones idealizadas y problemáticas sobre el amor para construir tramas amorosas más mundanas y realistas. Así, Medra no se enamora de Ascua sino hasta haber pasado una larga temporada estudiando con ella las formas naturales del Bosquecillo Inmanente. Más aún, cuando ambos comprenden, gracias a la mediación de Velo, que no es solo por el aprendizaje que pasan tanto tiempo juntos, su primer acercamiento amoroso tampoco es ideal, sino más bien torpe e inseguro:
Los dos eran tímidos. Cuando Medra cogió la manos de ella, la de él tembló, y Ascua, cuyo nombre era Ethal, se apartó de él con el ceño fruncido. Luego ella tocó su mano muy suavemente. Cuando él acarició su suave y brillante cabellera, ella parecía solamente estar soportando sus caricias, y entonces él se detuvo. Cuando trató de abrazarla, ella estaba rígida, rechazándolo. Luego ella se dio vuelta y, feroz, repentina y torpemente, lo cogió entre sus brazos. No fue la primera noche, ni las primeras noches, que pasaron juntos, las que les dieron a ninguno de ellos demasiado placer o comodidad. Pero aprendieron el uno del otro, y pasaron por la vergüenza y el temor, hasta llegar a la pasión. Fue entonces cuando sus largos días en el silencio del bosque, y sus largas noches iluminadas por las estrellas, fueron una alegría para ellos (79-80).
En suma, Le Guin opta por retratar —y, en este movimiento, valorizar— el trabajo que implica hacer funcionar un vínculo amoroso, lo que diferencia sus historias de otras más convencionales en las que rige la lógica del amor romántico, a primera vista, trascendente, incondicional y sacrificado. Al final de "El descubridor", la fuente que levanta Medra en el jardín de la Gran Escuela, gracias a su talento de zahorí, y el árbol del Bosquecillo que planta Ascua a su lado permanecen juntos durante siglos, luego de la muerte de los personajes, simbolizando su unión.