Después desaparecieron todos, y se quedó allí solo sobre la colina, temblando y pensando. “He visto las reinas y los reyes de Terramar”, pensó. “Pero son solamente la hierba que crece en esta colina”.
El carácter mágico de Terramar se basa, principalmente, en la capacidad de interceder, para bien o para mal, en el equilibrio cíclico de la naturaleza. Así, los personajes más sabios y poderosos de este mundo ficcional suelen aprender, tarde o temprano, que no importa cuánto poder acumule una persona, siempre terminará por morir e integrarse al ciclo vital de la naturaleza. En este sentido, la humildad se transforma en un valor compartido por las heroínas y los héroes de Terramar. En este pasaje, Nutria reflexiona al respecto luego de tener una visión sobre las reinas y los reyes de Terramar, a los cuales identifica con la simple, aunque no menos maravillosa, hierba.
Confiaban poco en los hombres. Un hombre los había traicionado. Más hombres los habían atacado. Eran las ambiciones de los hombres, decían, las que habían pervertido todas las artes con el fin de obtener algún tipo de beneficio.
Cuando Nutria, el protagonista de “El descubridor”, llega a la isla de Roke, tarda un largo tiempo en conseguir que las hermanas Velo y Ascua confíen en él. Ello se debe a que Roke, una isla que concentra un gran poder mágico, fue víctima de una gran masacre por culpa de un ambicioso mago que traicionó a la aldea. Los padres de Ascua y Velo murieron en esa ocasión. Con el tiempo, las hermanas consiguen confiar en Nutria, y juntos construyen la Gran Escuela. Irónicamente, décadas después, los magos de la escuela expulsan a las mujeres de ella por considerarlas malignas e impuras.
Decía: «El verdadero arte requiere de un solo corazón». La dirección en el exterior del sobre era la runa hárdica para Sauce. La runa estaba firmada con la runa de Cicuta, que tenía dos significados: el árbol de cicuta y el sufrimiento.
Este pasaje corresponde a la carta que le envía Cicuta, el mago maestro de Diamante, cuando este huye para reencontrarse con Rosaoscura. En la dedicatoria del maestro se sintetiza uno de los principios que rigen a los magos de Terramar: el celibato. El estudio de la magia, para ellos, precisa de una entrega y fidelidad absoluta, lo cual se refuerza con la concepción misógina que tienen de las mujeres, a quienes consideran impuras. Con el correr de la historia, sin embargo, Diamante conseguirá poner en duda estos principios.
―Creía que podía hacerlo todo. Ya sabes, magia, tocar música, ser el hijo de mi padre, amar a Rosa… Pero las cosas no funcionan así. Las cosas no se mezclan.
―Sí se mezclan, claro que sí ―le dijo Tuly― ¡Todo está vinculado, entrelazado!
En contraste con la cita anterior, la madre de Diamante, Tuly, intenta convencer a su hijo de que no tiene por qué renunciar a sus deseos por deber, ni tampoco está obligado a elegir una sola cosa para su vida. Con su humilde sabiduría, Tuly le enseña que cada una de las elecciones que uno toma se vincula con las demás. Para ella, es posible amar a Rosaoscura, practicar la magia, cantar y ayudar a su padre. Hacia el final de la historia, su apoyo es fundamental para las decisiones que termina tomando Diamante.
Nunca maldecía ―los hombres de poder no maldicen: no es seguro―.
Dulse es un viejo mago iracundo e impaciente, y la lluvia constante que le hace doler los huesos y ensucia su casa no lo ayuda con su mal humor. Sin embargo, como todo mago responsable, él procura no insultar. Esto se debe a que los magos respetan profundamente la lengua, incluso aunque esta sea la utilizada para el habla común y corriente. Para ellos, la magia es, en origen, una forma de lenguaje, y cualquier insulto lanzado al azar, y sin más propósito que descargarse, puede tener consecuencias indeseables.
Había visto a un padre y a un hijo trabajar juntos del amanecer al atardecer, el viejo guiando a un buey ciego, el hombre de edad mediana conduciendo el arado de hoja de acero, ni una palabra entre ellos. Cuando llegaban a la casa el viejo posaba un momento su mano sobre el hombro del hijo.
Siempre se había acordado de eso.
Mientras reflexiona sobre la llegada de su discípulo Silencio, años antes, Dulse recuerda que en esa época pensaba constantemente en padres e hijos. También rememora la mala relación que tuvo con su padre, así como otras relaciones complicadas y tristes. Pero también recuerda esta imagen, en la que un padre y su hijo trabajaban juntos, con un cariño simple, cómplice y silencioso. El recuerdo no es casual, sino que él mismo siente que su relación con Silencio se ha desarrollado del mismo modo. De hecho, gracias a él consigue reparar el daño que su propio padre le hizo.
Pensó que había bondad en él, por como hablaba de los animales. Seguramente estaría acostumbrado a tratar con ellos, pensó. Él mismo era como un animal, una silenciosa y lastimada criatura que necesitaba protección pero no podría pedirla.
En este pasaje, el narrador hace foco en los pensamientos de Regalo, la hospitalaria mujer que acoge en su casa a Irioth. La bondad que observa en el mago, debido a su relación con los animales, se explica en el hecho de que Irioth sufrió desde niño el desprecio de los hombres, mientras que en los animales encontró siempre una cálida compañía, ajena a toda envidia y odio. Lo que no sabe ella es que Irioth es un poderoso mago que hizo un gran daño en la Gran Escuela de Roke. Sin embargo, gracias a su generosidad, su compañía y la de los animales, el mago logrará redimirse.
―Le diré que los cambios en la vida de un hombre pueden ir más allá de todas las artes que nosotros conocemos, y de toda nuestra sabiduría.
“En el gran pantano” es una historia sobre el perdón y la redención. El protagonista, Irioth, es un poderoso mago que tuvo un violento pasado en la Gran Escuela de Roke, donde hizo mucho daño. Tras escapar por poco, llega a la isla de Semel, donde es de ayuda con una terrible peste que está acabando con la vida del ganado. Sin embargo, Halcón, el Archimago de Roke, se presenta en la isla para evitar que vuelva a hacer daño. Así y todo, al ver que Irioth se arrepiente y busca hacer el bien en Semel, parte de vuelta a Roke habiendo aceptado su arrepentimiento.
La gente puede seguir utilizando ese nombre como el nombre de pila, pero ya no es su nombre, ni siquiera lo fue. Así que ahora ya no es una niña, y ya no tiene nombre. Entonces esperas. Allí, en el agua. Y abres tu mente, como… como si abrieras al viento las puertas de una casa. Y él viene. Tu lengua lo dice, dice el nombre. Tu aliento lo forma. Se lo das a aquella niña, el aliento, el nombre. No puedes pensar en ello. Dejas que entre en ti. (...) No es algo que haces. Debes saber cómo saberlo dejar hacer. Ése es todo el poder.
Este pasaje se produce en el Nombramiento de Irian, un ritual común en todo Terramar, en el que los jóvenes reciben su nombre verdadero en el Lenguaje de la Creación. Este nuevo nombre contiene la esencia y el poder de la persona, y debe ser celosamente guardado en secreto, ya que si cae en manos equivocadas puede ser utilizado para invocar y controlar al dueño del nombre. Aquí, la curiosa protagonista de la historia presiona a Rosa, la bruja, para que le explique todo acerca del ritual, y la mujer accede a contarle lo que sabe empleando un lenguaje coloquial, pero no por ello menos poético.
Las mujeres les enseñan a las mujeres. Las brujas aprenden su arte de otras brujas y de hechiceros, no de magos. Lo que nosotros enseñamos aquí está en un lenguaje que no es para ser utilizado por las lenguas de las mujeres. El corazón joven se rebela ante tales leyes, llamándolas injustas, arbitrarias. Pero son leyes verdaderas, fundadas no en lo que nosotros queremos, sino en lo que es. Los justos y los injustos, los tontos y los sabios, todos deben obedecerlas, o malgastar la vida y sufrir las consecuencias.
Este pasaje se produce cuando Irian ingresa a la Gran Escuela de magia de Roke para pedir que le enseñen, a pesar de que existen normas internas que excluyen expresamente a las mujeres. Como es usual en ella, Úrsula Le Guin aprovecha sus mundos ficcionales para expresar posiciones y críticas al mundo extraficcional, aquel que comparte con sus lectores. Si tenemos en cuenta que las mujeres recién comienzan a tener acceso a los estudios superiores a fines del siglo XIX, no extraña que la autora haya elegido a la propia Gran Escuela como un eje donde problematizar la misoginia que impera en Terramar.