El rancho (Símbolo y alegoría)
El rancho De la Garza representa simbólicamente una fortaleza que cuida la decencia de sus habitantes. En él, Mamá Elena es la garante de los antiguos mandatos y costumbres y se encarga de mantener las apariencias de sus hijas frente a la sociedad. Así, no teme en reprimir cualquier mínimo intento de rebelión de parte de Tita y la condena a un destino de soltería a pesar de su amor con Pedro.
En este contexto opresivo, las hijas de Mamá Elena encuentran distintas formas de vincularse con el mandato familiar. Mientras que Gertrudis huye desnuda a caballo de un joven revolucionario, Rosaura se posiciona de manera antagónica; prolonga los valores y dogmas de Mamá Elena aún después de su muerte.
En este sentido, Tita está en el punto medio entre sus hermanas; no encarna la liberación desenfrenada de Gertrudis pero tampoco comulga con los principios de Rosaura. En esta perspectiva, su convivencia en el hogar del Doctor Brown le permite acceder a otras formas de vida y desarrollarse de manera individual. Así, la protagonista decide no volver nunca más al rancho.
Por otro lado, el rancho De la Garza también opera como una alegoría de la situación social y política en el México de la Revolución. El país se ve inmerso en conflictos internos por las luchas ideológicas entre la clase dominante y los revolucionarios. El personaje de Mamá Elena encarna esas antiguas tradiciones y valores y gobierna tiránicamente para garantizar la supervivencia de estos dogmas. En el seno del hogar, se vive un clima de opresión constante. También entre las hermanas hay tensiones y rispideces, especialmente entre Tita y Rosaura, que busca prolongar la tiranía de su madre pero sin éxito. La persecución y la vigilancia son permanentes entre las mujeres de la casa, lo que hace que la protagonista encuentre privacidad en el mundo de la cocina.
En esta alegoría, el desenlace del hogar De la Garza representa un triunfo de los valores revolucionarios: se rompe con la imposición de soltería de Esperanza, que logra casarse con su verdadero amor. El rancho se destruye literal y metafóricamente: luego del incendio de Tita y Pedro, sólo quedan cenizas. Sin embargo, debajo de ellas florece todo tipo de vida y transforma al rancho en el lugar más fértil de la región. Así, la nueva generación De la Garza cuenta con un auspicioso comienzo de amor y prosperidad.
Los pechos (símbolo)
A lo largo de la novela, Tita se ve obligada a alimentar y criar a sus sobrinos como si fueran hijos suyos. En este punto, sus pechos son símbolos de crianza pero también de sexualidad femenina. Así, cuando Tita amamanta a su sobrino Roberto, Pedro transforma los senos de la muchacha en objetos de lujuria, deseo y erotismo. En este punto, la pareja de enamorados mantiene en secreto el amamantamiento de Roberto, exhibiendo el carácter sexual que se pone en juego en esta acción. La complicidad entre ambos los acerca, y Roberto sirve como vehículo de transmisión del deseo de los jóvenes.
Esta tarea de Tita se relaciona con su deseo permanente de procurar alimento y con ello indirectamente mantener el control sobre los comensales. En este punto, Tita ejerce de madre de Roberto al haber facilitado su nacimiento y también al alimentarlo. La narración mantiene una dicotomía entre Tita, la deseada y sexualizada nodriza y su hermana Rosaura, la fría madre incompleta incapaz de criar a su propio hijo.
El fuego (símbolo)
En la novela, el fuego es símbolo de pasión interior y exterior. En relación con las motivaciones individuales de los personajes, John Brown utiliza metáforas alusivas al fuego, ya que indica que cada persona tiene una caja de fósforos dentro de sí que debe encenderse. En este punto, el ser humano debe rastrear en su interior aquello que lo “encienda”, que lo haga vivir una vida en toda su plenitud. El desafío para Tita es encontrar quién es capaz de motivar sus pasiones.
A lo largo de los capítulos, el fuego domina en los momentos en los que se establece un orden diferente al establecido por las normas familiares. Así, el deseo sexual de Gertrudis es tal que incendia las maderas del cuarto de baño y la obliga a huir desnuda en búsqueda de alguien capaz de calmar su líbido.
En el desenlace de la novela, el encuentro fogoso entre Pedro y Tita convierte el cuarto de amor en un volcán furioso que sepulta al rancho bajo un manto de cenizas. En este punto, Como agua para chocolate concluye con una regeneración para la familia De la Garza, en tanto rompe con la tradición egoísta impuesta por Mamá Elena sobre Tita. La idea del fuego liberador se ve en Tita, que se quema voluntariamente, y cuyo sacrificio permite el surgimiento de nuevas vidas libres y sanas como la de la voz narrativa y su madre, Esperanza.
Las aves (símbolo)
En Como agua para chocolate aparecen múltiples referencias a aves. Si bien generalmente simbolizan la libertad o el deseo de liberación, en la novela simbolizan el distorsionado destino que Elena De la Garza le ha impuesto a Tita. La protagonista se ve obligada a renunciar a su amor y, como una tortura por sus excelentes dotes de cocinera, es forzada a preparar el banquete para la boda entre Rosaura y Pedro. Para el festín, Tita debe elaborar doscientos gallos capones, es decir, gallos que han sido castrados para realzar su sabor. Así, la intervención de los animales refleja el deseo entre Pedro y Tita, que es forzosamente eliminado por Mamá Elena.
Cuando Tita se enfrenta a su madre por primera vez y se niega a seguir sus órdenes, corre a esconderse el palomar vacío, lugar aislado del resto del rancho e inaccesible para la racionalidad de Mama Elena, que le teme a las alturas. Allí la encuentran desnuda, lastimada y llena de suciedad de las aves. En este punto, la misma protagonista se convierte en una paloma herida y abandonada.
Las rosas (símbolo)
En la novela, Pedro le regala un ramo de rosas a Tita por su primer aniversario como cocinera en el rancho De la Garza. Sin embargo, la mirada represiva de Mamá Elena la obliga a tirarlas a la basura para evitar los celos de Rosaura. La protagonista decide transformar las flores en un tentador plato. En este punto, las rosas simbolizan la sexualidad y el deseo sexual entre Tita y Pedro que, frente a la prohibición de Mamá Elena, se manifiesta en los otros comensales. La principal afectada por el banquete afrodisíaco es Gertrudis, que se libera de la hacienda y del yugo de Mamá Elena gracias a la manifestación desenfrenada de su erotismo. En este sentido, las rosas son un ejemplo de cómo la expresión de la sexualidad y el deseo puede causar la liberación de las personas.