Resumen
El capítulo comienza con la receta del el plato con el que Chencha sorprende a Tita en su visita a la casa del Dr. Brown. Mientras prueba la sopa, nota la presencia del fantasma de Nacha a su lado, lo que la hace llorar tanto que forma un riachuelo con sus lágrimas. Luego de esta liberación, Tita finalmente emite su primera palabra en seis meses. La presencia de Chencha le trae chismes y rumores sobre el rancho De la Garza, y así la protagonista se entera de que Mamá Elena le prohibió a cualquier integrante de la casa visitar o mencionar simplemente el nombre de Tita. La mucama también le entrega a la muchacha una carta de su hermana Gertrudis, en donde comentaba que abandonaría el burdel donde vivía ya que está en búsqueda de su verdadero lugar en la vida. A la hora de la despedida, Tita le dice a Chencha que nunca va a volver al rancho.
Esa misma noche, el Dr. Brown le propone matrimonio a Tita, que acepta. Ambos se besan y, a pesar de que la muchacha no siente lo mismo que con los besos de Pedro, ella espera que algún día este hombre maravilloso pueda encenderla de pasión.
Cuando Chencha llega al rancho de regreso, unos bandoleros atacan brutalmente la propiedad y la violan. Mamá Elena intenta defenderla, pero recibe un golpe que la deja parapléjica. Al conocer esta desgracia, Tita vuelve a su hogar para cuidarla. Le prepara el caldo de colita de res con mucha dedicación y prolijidad, pero Mamá Elena lo escupe ya que lo siente está asquerosamente amargo y sospecha que su propia hija quiere envenenarla. Por otra parte, el Dr. Brown elogia las dotes de cocinera de Tita y le anuncia que va a casarse con ella, lo que enfurece a Mamá Elena, ya completamente convencida de que quieren matarla para lograr su objetivo. Así, se niega a comer todo lo preparado por Tita. Sin embargo, cada cocinera contratada renuncia por las exigencias de Mamá Elena por lo que, finalmente, debe comer los platos de su hija. Un mes más tarde, Mamá Elena muere de dolores y convulsiones intensas. Tita y John descubren una botella de fuertes vomitivos y concluyen en que esta fue la causa de la muerte.
Cuando Tita prepara el cuerpo de su madre para el velorio, descubre una pequeña llave alrededor de su cuello. La muchacha la toma y se da cuenta de que pertenece a una caja escondida en un armario. Decide abrirla y encuentra un diario y una serie de cartas de un tal José Trivino. Así, se entera de que este hombre fue el gran enamorado de su madre, pero que no pudieron casarse debido a que era en parte negro. Cuando los padres de Mamá Elena descubrieron el romance, la obligaron a contraer matrimonio rápidamente con Juan de la Garza. Sin embargo, a pesar de este impedimento, el vínculo continuó en el tiempo y, finalmente, Tita lee que José es el padre de Gertrudis. Después de grandes sufrimientos, Mamá Elena se resignó a vivir casada con un hombre que no amaba hasta que, en el día del nacimiento de Tita, su marido se enteró del romance de su esposa con otro hombre. Del impacto que le causó la noticia de la infidelidad, murió de un infarto.
Luego de este descubrimiento, Tita siente compasión por su madre ya que la ve como una mujer que vivió un amor frustrado. En el velorio de Mamá Elena, la muchacha está convencida de que su verdadero amor es John pero en cuanto ve a Pedro, duda de sus sentimientos. Él acompaña a Rosaura, que está embarazada nuevamente. Al muchacho no le gusta la familiaridad entre Tita y el Dr. Brown, ya que ella le pertenece y, con la muerte de Mamá Elena, nada impedirá su amor.
Análisis
En este capítulo, el rol de Mamá Elena como mujer fuerte entra en crisis. En primer lugar, el ataque de los bandoleros exhibe la vulnerabilidad presente en este rancho regido por un matriarcado. La violación de Chencha y el golpe a Mamá Elena reduce a las mujeres como meros objetos de la agresión masculina, y ambas deben pagar las consecuencias del ataque. En el caso de Chencha, teme que ningún hombre pueda llegar a quererla por haber perdido la virginidad, lo que destaca que el valor de las mujeres se vincula con la ausencia de contacto sexual antes del matrimonio. En otro sentido, Mamá Elena, que había jurado no hablar ni ver nunca más a Tita, se ve obligada a aceptarla en el rancho y en una situación de jerarquía, ya que depende de su hija para comer. Sin embargo, la mujer continúa ejerciendo tremendo poder y maltrato sobre Tita, lo que refuerza la desigualdad del vínculo entre madre e hija.
Una vez más, la comida posee propiedades emocionales y curativas. El caldito de res que toma Tita la conmueve hasta las lágrimas. “Lloró como no lo hacía desde el día en que nació” (p. 136) comenta la narrador, lo que habilita leer este episodio como el renacimiento de una nueva Tita, con una voz y una identidad propias. No es casualidad que luego de esta liberación, la muchacha habla por primera vez en seis meses para pedirle a John Brown que se quedara con ella. La expresión de sus deseos ocurre gracias a la comida; para Tita, la comida es emoción. De esta manera, decide prepararle a su madre convaleciente el mismo plato sanador, pero Mamá Elena está convencida de que es una treta para asesinarla. Su paranoia no sólo le impide disfrutar de un delicioso plato de comida sino que le hace rechazar el amor, el cuidado y la protección con las que Tita elabora sus recetas. En esta perspectiva, el desenlace fatal de Mamá Elena puede leerse como un autoenvenenamiento tanto de manera literal por la medicina que toma para contrarrestar los efectos de la comida como metafóricamente, en tanto Mamá Elena se envenena con su propia y duradera maldad.
Con la revelación del amor clandestino de Mamá Elena, los lectores entendemos que la mujer transgrede los límites que tan intensamente intenta inculcar a sus hijas. Esta hipocresía pone en evidencia que su propio discurso autoritario, severo y dominante es una farsa absoluta. Sin embargo, es esta contradicción la que hace que Tita empatice con Mamá Elena, ya que entiende que detrás de su crueldad se esconde el dolor de haber renunciado al amor verdadero. Esto sirve como enseñanza para ella, que decide seguir en la búsqueda genuina de su propio sentimiento: “Y juró ante su tumba que ella nunca renunciaría al amor, pasara lo que pasara” (p. 152).
En este apartado aparecen nuevas dimensiones vinculadas con el amor, ausentes hasta el momento en la novela. En este sentido, el amor como cuidado, protección, compañerismo y ternura aparece representado en la figura de John Brown y por eso acepta el compromiso de casarse. El gran interrogante que emerge en esta relación es saber si estos sentimientos serán suficientes para tomar la decisión de concretar el matrimonio con el hombre. La irrupción inesperada de Pedro trae dudas y cuestionamientos a Tita; en este punto, el capítulo plantea una pregunta crucial y será la protagonista la que deba responderla de la manera más fiel a sí misma.