Como agua para chocolate

Como agua para chocolate Resumen y Análisis Capítulo 2: Febrero. Pastel Chabela.

Resumen

Este capítulo comienza con la receta de la Torta Chabela de Boda, plato que Tita y Nacha elaboran para el casamiento de Rosaura y Pedro. Para esta fiesta descomunal de 180 personas, deben batir 170 huevos para el pastel y engordar 200 pollos. Las encargadas de la cocina están exhaustas por semejante esfuerzo, y Tita, agobiada por la tarea y movilizada por las circunstancias, comienza a oír el piar de los pollos dentro del cascarón. Mamá Elena rompe el huevo y le advierte que no va a soportar sus locuras. Tita, desconcertada, no sabe si los sonidos fueron producto de su alucinación o agotamiento. Nacha la motiva a liberar su angustia antes del casamiento. Así, Tita puede expresar su tristeza y comienza a llorar copiosamente, tanto que empapa la masa del pastel.

Luego de este espacio de liberación, es el momento de la receta del relleno de la Torta de Boda. Tita abre los frascos de mermelada para elaborar la pasta y el aroma le recuerda el día en que los cosechó para elaborar el dulce. En esa jornada, Pedro intenta darle explicaciones a Tita de su decisión de casarse con Rosaura, pero la muchacha se escapa, ya que no quiere oír más sus mentiras. Se encuentra con Gertrudis y Chencha en plena tarea de bordar una sábana blanca de seda para la noche de bodas de Pedro y Rosaura. Tita queda encandilada frente a semejante espectáculo. Esta blancura enceguecedora reaparece mientras la muchacha prepara el turrón para recubrir la tarta de Bodas, pero intenta bloquear estos recuerdos para no llorar más. Sin embargo, no lo logra y sus lágrimas caen en el preparado. Cuando Nacha lo prueba, la invade una nostalgia que la obliga a pasar el resto de la noche llorando, recordando todos los banquetes de boda que había preparado en sus 85 años de vida. Al día siguiente, se siente tan débil que no asiste al casamiento de Rosaura y Pedro. Sin embargo, Tita se ve obligada a ir a la fiesta, de la que es el centro, ya que los invitados comentan a sus espaldas sobre su vínculo amoroso con Pedro. A pesar de estos chismes, Tita se sobrepone a la situación y finge una actitud triunfal y resuelta. Luego de la ceremonia, se acerca a los novios para felicitarlos por su matrimonio y Pedro le susurra al oído que gracias a la boda va a poder estar cerca de ella, que es la mujer que verdaderamente ama. Frente a esta confesión, Tita recupera la alegría y felicidad. Mamá Elena nota este cambio de actitud y la amenaza con castigarla si se acerca a Pedro otra vez. Atemorizada, la muchacha escapa de todo contacto con su amado pero pasa el resto de la velada ensimismada en sus pensamientos. Es tal su abstracción de la situación que no nota que, al probar la torta de bodas, los invitados son invadidos por una gran melancolía, que los hace llorar y hasta vomitar. Sin embargo, Tita no sufre estas dolencias y abandona la fiesta. Mamá Elena, convencida de que su hija había envenenado el pastel para arruinar la boda de su hermana, le da una golpiza tan brutal que la muchacha pasa dos semanas en cama recuperándose. Tita no puede convencer a su madre de que está equivocada ya que Nacha, su única testigo, es encontrada muerta el mismo día de la boda, con un portaretrato en la mano de su antiguo amor.

Análisis

En este capítulo se refuerza un elemento ya presente en el comienzo de la novela: el estrecho vínculo entre Tita y la cocina. En este apartado, se exhibe que esta relación es recíproca ya que, por una parte, Tita transfiere sus sentimientos a los platos que prepara y, al mismo tiempo, la comida es capaz de crear nuevos estados de ánimo en la protagonista. El ejemplo más notable es el episodio del Pastel Chabela. Las lágrimas de Tita caen a la preparación y provocan en los invitados una intoxicación rara “que tenía algo que ver con una gran melancolía y frustración que hizo presa de todos los invitados y los hizo terminar en el patio, los corrales y los baños añorando cada uno al amor de su vida.” (p. 48). Así, la angustia que siente la protagonista en la boda del amor de su vida con su hermana Rosaura se traslada al alimento y produce en los comensales una reacción descontrolada. En esta perspectiva, las emociones de Tita se transfiguran; la protagonista, obligada a encargarse de la comida para el evento, se ve también forzada a controlar y negar sus sentimientos en relación con Pedro. De esta manera, la comida funciona como un mecanismo de venganza, ya que, aún sin quererlo, transforma la violencia emocional que sufre en un acto de violencia social. De manera literal, la vomitona colectiva de los invitados ensucia el rancho y también arruina el blanco vestido de novia de Rosaura. Sin embargo, también puede leerse metafóricamente, ya que se expone a la vista de todos la falsedad e impureza que existe en este matrimonio concertado.

Cuando Mamá Elena le prohíbe a Tita todo contacto con Pedro, actúa en defensa de los valores que reinan en la familia De la Garza desde hace generaciones. En esta perspectiva, la madre simboliza el peso de la tradición familiar y marca tajantemente lo que se puede y no se puede hacer; acercarse a un hombre casado es un acto de indecencia que atenta contra las buenas costumbres. En esta perspectiva, aparece el manual de Carreño como un instructivo a seguir para mantener las buenas apariencias: “Con impaciencia esperó a que todos comieran su pastel para poder retirarse. El manual de Carreño le impedía hacerlo antes…” (p. 48) dice la voz narrativa sobre Tita. Esta obra contiene lecciones y consejos sobre cómo deben comportarse las personas en lugares públicos y privados, tales como el hogar, la familia, la escuela y el trabajo. En Como agua para chocolate ingresa como un discurso que Tita tiene internalizado acerca de lo que debe o no debe hacerse en sociedad.

Estos capítulos sitúan la acción en el marco histórico de la Revolución Mexicana. La mención a este fenómeno social aparece a través de la sábana de seda francesa que forma parte del ajuar de Rosaura para su boda: “La revolución no permitía que uno viajara de una manera segura por el país, así es que, de no haber sido por un chino, que se dedicaba al contrabando, no les hubiera sido posible conseguir tela” (p. 41). La inestabilidad política se cuela hasta en los elementos más pequeños, como en la posibilidad de conseguir o no determinado género textil para el vestido de novia.