Resumen
Tita prepara la receta de las torrejas de nata, el postre favorito de su hermana Gertrudis. Con su presencia, Tita se siente feliz y acompañada, y decide compartirle su preocupación respecto a su embarazo. Gertrudis la calma y le ofrece apoyo emocional, aunque le sugiere hablar urgentemente con Pedro sobre el tema. Así, el muchacho se entera del embarazo y quiere huir con su amada. Tita le recuerda la existencia de Rosaura y Esperanza, a las que no debe abandonar. Ninguno de los dos sabe qué deberían hacer.
Esa noche, Tita se recuesta en su cama, agobiada por su hinchazón. Desde el piso de abajo, Pedro le canta románticamente una serenata. Enfurecida por este panorama, aparece Mamá Elena, que amenaza violentamente a Tita y la echa del rancho. La muchacha no se deja amedrentar por esa visión y le exige dejarla en paz. También le confiesa que la odia y siempre lo ha hecho. Con esta exclamación, el espíritu de Mamá Elena se encoge y se transforma en una pequeña luz de fuego. En ese preciso instante, Tita siente cambios en su cuerpo; su vientre se deshincha, el dolor de sus senos comienza a ceder y, finalmente, menstrúa. Mientras tanto, la luz en la que se había convertido Mamá Elena atraviesa el cristal de la ventana y hace explotar una lámpara de petróleo, provocando grandes lesiones en Pedro.
Entre varios hombres lo llevan a su habitación, el muchacho pide que sólo Tita se quede a su lado. Rosaura, humillada y dolida, se encierra en el cuarto durante una semana. La muchacha pasa toda la noche cuidándolo con remedios caseros. A la mañana siguiente, Gertrudis y su regimiento abandonan el rancho, ya que son convocados para luchar al frente. Tita se abraza emocionada con su hermana, que se lleva las torrejas de nata en un frasco y le aconseja luchar por su amor verdadero. Más tarde, regresa John de los Estados Unidos. Tita se siente muy confundida, ya que si bien le da gusto verlo, quiere cancelar el compromiso matrimonial.
Análisis
En este capítulo, se revela que la única manera de que Tita sea realmente libre es aceptando sus deseos y sus proyectos personales más allá de la mirada juiciosa y represiva de su madre. Finalmente, esto ocurre en este apartado. Tita se reivindica ante el fantasma de Mamá Elena como “una persona que tiene todo el derecho a vivir la vida como mejor me plazca” (p. 214) y así reafirma su camino individual por fuera de los sofocantes valores tradicionales impuestos por su madre. Tita cree que su identidad no depende de un lugar en un régimen jerárquico, sino de la posibilidad de concretar sus deseos. Una vez que la muchacha es capaz de exteriorizar este pensamiento, no sólo desaparece el fantasma de Mamá Elena sino también su embarazo. Esto da cuenta del control que Tita tiene sobre su propio cuerpo y emociones, ya que deja de verse obligada a sufrir el estigma de ser madre bajo escandalosas circunstancias. En esta perspectiva, el embarazo de Tita puede leerse como un hecho real pero también como un producto de su imaginación por el miedo y la humillación que conllevan sus encuentros con Pedro. Este evento introduce una peculiar paradoja ya que finalmente, Tita, la experta en crianza y maternidad, es despojada de la posibilidad de ser madre.
Si bien el capítulo 10 exhibe el firme posicionamiento de Tita en clara confrontación con las ideas de su madre, Mamá Elena castiga esta actitud rebelde de su hija quemando a Pedro con el fuego de la lámpara. Sin embargo, el accidente trae consecuencias que ni siquiera el fantasma puede anticipar y finalmente, el acercamiento entre el muchacho y Tita es total. En esta perspectiva, este evento potencialmente fatal no sale según los planes de Mamá Elena sino que acelera el vínculo amoroso entre la muchacha y Pedro. El final del capítulo avala esta lectura, en tanto Tita ya cuenta con la decisión de cancelar el compromiso matrimonial con John.