Resumen
La receta del chorizo norteño abre este capítulo, pero no es Tita la que cocina ya que desde la partida de Pedro, Roberto y Rosaura, pierde todo interés en la vida en el rancho. Sólo se encarga de cuidar a un pichón bebé, sobreviviente de la visita del ejército revolucionario. Estos hombres le exigieron a Mamá Elena alimentos y preguntaron por las mujeres de la casa, que estaban escondidas en el sótano. Mamá Elena les ofreció las provisiones del granero pero los amenazó si llegaban a llevarse algo de la casa. Intimidados por su presencia, se llevaron palomas y pichones y se fueron.
Luego de la visita del ejército, Chencha obliga a Tita a preparar la receta para que pueda olvidar su preocupación por Roberto, especialmente, por no saber quién lo estaría amamantando. Las mujeres están en plena elaboración del plato cuando Mamá Elena le exige a Tita que le prepare el baño. Esta tarea requiere de una serie de acciones elaboradas, pero la protagonista es incapaz de hacerlas correctamente, ya que está muy distraída, recordando su vida antes de la partida de Pedro y Roberto. Así, Tita, por más empeño que le pone a sus obligaciones, se ve invadida por los recuerdos y la soledad del rancho.
Un día, Mamá Elena y Chencha entran a la cocina, llorando desconsoladamente, para dar la noticia de la muerte de Roberto por una indigestión alimenticia. Tinta rompe en llanto pero su madre le ordena que contenga su angustia. Frente a este comentario, la protagonista destruye los chorizos del plato y la culpa por la muerte de Roberto. Mamá Elena la golpea con una cuchara de madera y luego de este violento incidente, Tita se esconde en el palomar que está en el altillo del rancho.
A la mañana siguiente, Chencha descubre a Tita cubierta de plumas, alimentando a un pichón muerto. En este brote de locura, Mamá Elena llama al Dr. Brown para que la interne en un manicomio. Así, el médico se la lleva en su carruaje, junto con la enorme colcha que Tita estuvo tejiendo en sus días de angustia.
Una semana más tarde, Mamá Elena y Chencha descubren que, a pesar de los cuidados tomados en todo el proceso de preparación, los chorizos no pueden comerse porque están llenos de gusanos.
Análisis
En este capítulo se produce la primera confrontación explícita entre Tita y Mamá Elena. La protagonista culpa a su madre por la muerte de Roberto, que, frente a este planteo, la encierra en el palomar. Este gesto expresa que cualquier intento de rebelión es brutalmente disuadido por Mamá Elena, que no duda en castigar física y psicológicamente cualquier rebelión de su hija y proponer que la encierren en un manicomio. Una vez más, la mujer encarna una mirada totalitaria, incapaz de tolerar la más mínima crítica.
Si bien oponerse a Mamá Elena trae siempre represalias violentas, también saca a Tita del lugar de pasividad al que solía estar reducida. En este sentido, la protagonista le da una existencia en el mundo a sus pensamientos luego de tantos años de soportar en silencio las imposiciones y órdenes ridículas de Mamá Elena. Este capítulo se configura como un punto de inflexión para Tita, ya que da a entender el incipiente nacimiento de una nueva subjetividad, capaz de expresar injusticias y opiniones.
El estallido de violencia entre Tita y Mamá Elena coincide con la invasión de las tropas revolucionarias en el espacio privado del rancho de la familia. Así, la turbulencia de la revolución irrumpe en el espacio doméstico y se lleva las palomas que Tita cuidaba y alimentaba meticulosamente. Esta acción, sumada a la ausencia de Roberto, lleva a Tita al máximo desgaste. “Sus pechos se habían secado de un día para otro” comenta la voz narrativa, lo que expone que el cuerpo de Tita ya no es la fuente ni de placer ni de alimento que era hasta ese entonces. La protagonista se queda con nada ni nadie a quien cuidar ni proteger, y su actividad se limita a encargarse de la cocina y de los ritos alrededor del baño de Mamá Elena. Esta vida en torno a las rígidas imposiciones y órdenes de su madre la conduce inevitablemente a la locura, ya que prefiere vivir entre plumas y pájaros muertos antes que continuar sometiéndose a sus reglas.