Uno de los principales ejes de discusión de Como agua para chocolate es si puede considerarse o no como una obra feminista. En este sentido, la autora Laura Esquivel explica que su objetivo fue “observar ese grupo de mujeres que durante tantos años estuvo en la oscuridad de las cocinas, aparentemente sumisas, aparentemente vencidas por el hombre” (citado en Balutet, p.60) y “revalorar la cocina y el hogar como un espacio sagrado, que estaba en esa época devaluado por completo” (ibídem, p.60).
La novela aprecia el trabajo doméstico a partir del valor que tiene la cocina para la protagonista como forma de expresión de deseos y sentimientos. Con la comida, Tita llena de significado un espacio cerrado, que pasa a ser el lugar que le concede a la protagonista la libertad que no tiene en otros espacios de su casa. Además, le otorga el poder de excitar y controlar las reacciones de los comensales a través de los platos que cocina. En este punto, Tita es una mujer capaz de ejercer dominación sobre los demás, aún sobre los hombres de su vida.
Los personajes femeninos se caracterizan por ser mujeres dotadas de elementos tradicionalmente masculinos que les permiten invadir espacios que les habían sido vedados por ser puramente varoniles. Esto se ve especialmente en Gertrudis, capaz de llegar al rango de generala en el ejército revolucionario y en Mamá Elena, que lidera el rancho y cría a sus hijas con una autoridad capaz de intimidar al más masculino de los hombres. Con lo anterior, se observa como la novela lleva a sus heroínas a ocupar lugares exclusivamente masculinos para la época, alejándose temporalmente de los arquetipos impuestos por la cultura patriarcal que las distinguían.
Sin embargo, algunas lecturas críticas no coinciden con esta valoración sobre la novela como un texto feminista y discuten con estas apreciaciones. En un sentido, aclaran que Como agua para chocolate no subvierte las estructuras de poder establecidas, sino que refuerza los estereotipos y las imágenes negativas de las mujeres.
Así, se entiende a Mamá Elena como una mujer incapaz de romper con el esquema rígido y tradicional impuesto por los hombres, que se encarga de perpetuar las normas existentes de la sociedad en sus hijas sin romper con los códigos que la ataban. En relación con el personaje de Tita, se destaca que la protagonista carece del valor de vivir abiertamente en la clandestinidad con Pedro y no se atreve a desafiar los parámetros sociales, ya que prefiere mantener su vínculo a escondidas. Además, el desarrollo de la muchacha como personaje está siempre ligado a su dependencia de Pedro. En este sentido, el desenlace entre ambos se lee como un sacrificio de la protagonista para morir junto a su amado ya que sin él carece de motivos para seguir viviendo.
Como agua para chocolate se consolida como una obra paradigmática, capaz de ser analizada desde diferentes enfoques y perspectivas. De esta manera, se enriquece como texto literario, ya que da lugar a múltiples lecturas sin que esto resulte una contradicción.