Resumen
I En busca de cuadros
El poeta lírico Ricardo sube al cerro Alegre huyendo del ruido de la ciudad. Abajo está Valparaíso, ciudad que tiene una vida urbana muy activa, de día y de noche. Más allá de la ciudad, están el mar brumoso, el horizonte y el sol.
Arriba del cerro el aire es fresco y ve el panorama completo de la ciudad, que le inspira ambientes para situar las historias de amor que escribe. También los escritores de salmos e himnos pueden ver desde lo alto del cerro el inmenso espacio azul que inspire sus obras.
De repente escucha una voz que dice “¡Mary! ¡Mary!”, y el poeta, que está buscando impresiones, se da vuelta para escuchar.
II Acuarela
El poeta dirige la vista hasta un bello jardín, que tiene una pila en la que nada un cisne. Cerca, hay una casa. De la casa sale una viejita inglesa que llama: “¡Mary!”
De uno de los rincones del jardín, el poeta ve llegar a una hermosa joven que responde al llamado. El poeta está extasiado por la belleza de la joven y se queda observando la situación. La anciana le pregunta qué es lo que trae y ella responde que son flores. Luego, el poeta sigue camino.
III Paisaje
El poeta continúa caminando un poco más y se detiene. Sale el sol entre las nubes e ilumina una parte del camino. Bajo unos sauces pastan unos asnos y un buey gordo.
En lo alto del barranco, aparece un campesino de apariencia muy fuerte con una cuerda en la mano. Se acerca al buey y le echa la cuerda en los cuernos. Cerca de él, un perro mueve la cola y salta.
IV Agua fuerte
De una casa cercana, proviene un ruido acompasado. Es una forja en la que unos hombres están trabajando. Uno mueve el fuelle que hace crepitar el carbón. Hay largas barras de hierro en el fuego. Los hombres golpean el metal ardiente sobre tres yunques, haciendo saltar una lluvia roja.
Los trabajadores visten camisas de lana con el cuello abierto y delantales de cuero. De las mangas salen brazos enormes con músculos redondos. Iluminados por la luz de las llamaradas, parecen cíclopes. En la entrada de la forja, una bella muchacha blanca come uvas.
V La virgen de la paloma
El poeta sigue caminando. Está volviendo a su casa cuando oye una risa infantil y empieza a buscar de dónde venía ese sonido. Bajo una cortina de madreselvas, ve a una mujer pálida que sostiene un niño risueño. Una paloma blanca está posada en la otra mano de la mujer.
La madre le muestra la paloma al niño. Él intenta tomarla, agita los brazos y ríe. El poeta observa a la madre y al hijo iluminados por la luz del sol y los ve semejantes a la Virgen María y el niño Jesús. El poeta siguió camino hacia su casa.
VI La cabeza
Es de noche. El poeta está sentado en su mesa de trabajo, recordando los sonidos que escuchó durante el día en su paseo por la ciudad, dispuesto a componer sonetos y silvas.
En la cabeza del poeta lírico suenan todas las melodías que percibió ese día: los martillazos de los forjadores, las risas cristalinas, el canto de los pájaros y besos sonoros. También recuerda el estallido de colores de las flores en los jardines, como si fueran los colores mezclados en la paleta del pintor.
VII Acuarela
Es la primavera. Las azucenas florecen y los gorriones se posan en las rosas frescas. Al atardecer, aparece un grupo de personas que avanzan en coches negros tirados por caballos y dentro de los coches, mujeres pálidas reclinadas como reinas y adolescentes alegres.
Bajan las damas de los coches, una con rostro de ángel, otra que parece la Venus de Milo, pero con brazos y vestida a la última moda. Más lejos, se ven caballeros vestidos con elegantes sombreros de copa, parejas de enamorados y de hermanos que llegan a un soberbio palacio.
VIII Un retrato de Watteau
Una marquesa está dándole los últimos toques a su peinado, su maquillaje y su atuendo en un lujoso tocador. Todos los detalles están perfectos: los cabellos empolvados, el corset bien ceñido y los largos vuelos de la falda.
La dama se mira al espejo y calcula el efecto de todos sus movimientos: el andar, la sonrisa, la mirada. Los ornamentos que decoran el lujoso cuarto parecieran contemplarla: una estatua de Diana, un sátiro de bronce y una sirena en el ansa de un jarrón. La marquesa se pone un collar de perlas y se calza guantes de seda. Se sube al carruaje y se dirige hacia un baile de fantasía.
IX Naturaleza muerta
El poeta describe una imagen que ve por la ventana. Hay un recipiente apoyado sobre un trípode. El recipiente tiene lilas y rosas de color pálido. Al lado, hay una copa ornada que tiene dentro manzanas frescas, medio coloradas que se ven muy apetitosas. También hay un cuchillo de plata y un racimo de uvas negras.
Cuando el poeta se acerca para ver todo mejor, se da cuenta que las flores son de cera, las frutas de mármol pintado y las uvas de cristal.
X Al carbón
El poeta describe una situación dentro de un templo. Allí, oye la música de un órgano acompañado por un himno. Percibe el fuerte aroma a incienso y ve al sacerdote en el altar, que está bendiciendo a los concurrentes arrodillados.
En un rincón más oscuro, el poeta ve a una mujer toda vestida de negro que está rezando. Su rostro y sus manos son muy blancas y resaltan contra la negrura de su manto. A medida que se va oscureciendo el templo, la cara de la mujer se va iluminando cada vez más, con una luz blanca misteriosa. El artista concluye con la reflexión de que la imagen es un tema admirable para pintar un estudio al carbón.
XI Paisaje
A la orilla de una laguna, hay un sauce melancólico. Allí suelen ir los pájaros y los amantes. Una tarde, el poeta escucha un rumor de besos cerca del tronco y un aleteo en la copa del árbol.
Una pareja está sentada en un banco a la sombra del árbol. El muchacho acaricia a su hermosa amada y besa sus cabellos negros. Más arriba, cuchichean las dos aves en su lengua rítmica y alada. Bajo el agua, los peces dorados se agitan formando remolinos. Todo el paisaje forma una imagen bellísima, los dos amantes son el alma del cuadro.
XII El ideal
En este breve texto, el poeta narra la etapa final del periodo creativo, una iluminación casi sobrenatural que se le aparece y lo deslumbra. Finalmente, como producto de esta aparición, solo queda en el fondo de su cerebro un rostro de mujer, un sueño azul.
Análisis
La colección de relatos cortos puede leerse como una narración del proceso creativo del poeta. El artista sale “en busca de cuadros” y, en un primer momento, se eleva sobre la ciudad (sube al cerro Alegre de Valparaíso), para observar desde la distancia el panorama completo de la vida en la ciudad moderna y, también, tener un momento de búsqueda intelectual en soledad.
La imagen del poeta que se eleva y se aleja de la sociedad recuerda a la figura retórica de la torre de marfil, un lugar imaginario en donde el poeta puede abstraerse de los problemas cotidianos y elevarse sobre el resto del mundo para poder dedicarse a la reflexión y desconectarse de las cuestiones prácticas. La torre de marfil es una de las tendencias fundamentales del modernismo en América Latina, ya que esta corriente postula una esfera estética autónoma (y por lo tanto, alejada) de la vida cotidiana.
Luego, el artista va persiguiendo diferentes temas y percepciones sensoriales, se va guiando por las imágenes bellas, rastrea los sonidos que va oyendo para saber de dónde provienen (por ejemplo: el ruido metálico de la forja, la risa infantil y armónica). De esta manera, identifica temas, ambientes, personajes y situaciones que utilizará en sus obras.
La última etapa del proceso, el momento específico de la escritura, está narrado en el relato corto “La cabeza”. Allí, el poeta vuelve a su casa, se enfrenta a la hoja en blanco y recuerda todas aquellas sensaciones que percibió durante el día para darle forma de silvas o sonetos. En “El ideal”, Rubén Darío narra una escena de culminación del proceso artístico bastante más idílica o fantástica, en la que el poeta recibe un rapto de inspiración por parte de una musa o un hada. En conclusión, reformula la escena de escritura como algo más sobrenatural y casi mágico.
El artista de estos relatos sintetiza al poeta y al pintor, ya que busca diferentes temas e identifica cuál será el mejor género para representar cada uno (paisaje, naturaleza muerta) o la técnica correcta (acuarela, carbón) pero también compone silvas y sonetos. En su trabajo se puede ver una combinación de estas artes, que se relaciona con la idea modernista de la trasposición y unidad de las artes.
Asimismo, estos relatos presentan una concepción de la escritura como trabajo, es decir, una tarea para la que es necesaria un proceso de elaboración. El poeta se convierte entonces en un trabajador de las letras. La figura del poeta profesional surge a fines del siglo XIX, primero en Europa y luego en América, producto del crecimiento de la prensa escrita y el mercado editorial. Esto trae como consecuencia el refinamiento de la técnica y del oficio, y la valoración positiva del trabajo minucioso sobre el estilo.