Los miserables

Los miserables Resumen y Análisis Cuarta parte: El idilio de la calle Plumet y la epopeya de la calle San Dionisio (Libros V a VIII)

Resumen

Libro V: Cuyo fin no se parece al principio (Capítulo 1 “La soledad y el cuartel combinados” a Capítulo 6 “Los viejos han nacido para salir a propósito”)

Una tarde, mientras Cosette camina por el jardín de su casa, cree oír pasos y ve la sombra de un hombre; sin embargo, la sombra desaparece. Cuando Valjean regresa, señala la sombra de una chimenea que Cosette podría haber confundido con un hombre. Ninguno de los dos se pregunta cómo una chimenea puede producir un ruido de pasos o desaparecer de repente.

Unos días después, Cosette nota una piedra junto al banco donde a menudo se sienta en su jardín. Sabe que esta piedra no estaba allí ni siquiera hace unos minutos, y vuelve corriendo a la casa presa del pánico.

Aun así, Cosette es demasiado curiosa y audaz como para olvidarse de aquella situación. Al día siguiente, la curiosidad la lleva a mirar debajo de una roca. Allí descubre un cuaderno lleno de hermosas reflexiones sobre el amor y proclamas de devoción a una persona amada que Cosette reconoce como ella misma. Aunque se había olvidado de Mario, Cosette se enamora de la persona que ha escrito aquellas hermosas palabras (Mario). De repente, Cosette se da cuenta de que el pomposo soldado Teódulo (que resulta ser el primo de Mario) camina por su jardín, y se siente abrumada por el disgusto que le provoca este hombre.

Durante su paseo vespertino por el jardín, Cosette ve al propio Mario. Los dos se confiesan su amor y se besan apasionadamente. Pasan toda la noche hablando de sus experiencias, pensamientos y de sus vidas en general, hasta el punto en que sus almas parecen fundirse. Recién después de todo esto, le preguntan el nombre al otro.

Libro VI: El niño Gravoche (Capítulo 1 “Travesuras del viento” a Capítulo 3 “Las peripecias de la evasión”)

El lector descubre que tras el nacimiento de Gavroche (el niño no deseado que llora en una habitación trasera de la posada), los Thenardier tuvieron dos hijos más, ambos varones; esto hizo un total de cinco hijos, pero la señora Thenardier solo ama a sus hijas Eponina y Azelma.

Al mismo tiempo, una mujer llamada La Magnon (a quien el lector recordará como la mujer a la que el señor Gillenormand pagaba ochenta francos mensuales por la manutención de sus hijos bastardos) sufre la muerte de sus dos hijos, lo que le duele fundamentalmente porque significa que ya no recibirá los pagos del señor Gillenormand. Los Thenardier desean deshacerse de dos hijos y La Magnon desea tener dos hijos, por lo que los Thenardier le dan a sus dos hijos menores. La Magnon los cuida con ternura, principalmente por el dinero que representan.

La Magnon está involucrada en varias actividades criminales y es arrestada después del asunto Thenardier. Los dos niños vuelven a casa después de jugar en el patio trasero y la encuentran cerrada y vacía. Un hombre de buen corazón les da la dirección del contador de Gillenormand, pero el niño mayor la deja caer y se la lleva el viento. Los dos niños deambulan solos por las calles de París.

Gavroche está mirando con picardía a un barbero, esperando robar una pastilla de jabón de su tienda, cuando ve a los dos niños desolados. Los toma bajo su protección sin saber que son literalmente sus hermanos de sangre, y usa una moneda que encontró para comprarles un poco de pan. En el camino, ve a una joven vestida con harapos y le da su manta.

Cae la noche y Gavroche lleva a los niños a su hogar: una enorme estatua de un elefante junto a la Bastilla. El elefante está hueco por dentro y Gavroche les muestra una escalera con la cual se puede entrar a la estatua. Es peculiar, pero es un refugio acogedor, que los protege contra el frío y la lluvia. El monumento estaba destinado a ser un gran espectáculo para la nueva Francia, pero, en vez de eso, se ha convertido en el refugio de un niño pobre.

Gavroche charla con los dos chicos con su bravuconería y ternura características. Al ver el terror de los dos niños perdidos, les obsequia algunas historias de vida del pilluelo de la calle: ver óperas, nadar en verano, burlarse de lavanderas, etc. Acomoda a los dos niños en su cama, que está construida sobre una protección hecha con mosquiteros y alambre de gallinero. La razón de este extraño artilugio se revela rápidamente: cuando se apaga la vela, las ratas que también se refugian en el elefante salen corriendo, excitadas por el olor de la carne humana. Hacen sonar el alambre. Uno de los niños le pregunta a Gavroche por qué no consigue un gato para lidiar con las ratas. Gavroche responde que lo ha intentado, pero las ratas se lo comieron.

Los dos niños y Gavroche caen en un sueño profundo. Gavroche se despierta gritando porque ha escuchado un ruido extraño afuera. Sale del elefante y ve a su amigo criminal Montparnase, quien solicita su ayuda. Gavroche accede, aun sin informarse de qué se trata.

En la prisión, Brujón y Traga-mar han escapado con la ayuda de un clavo y una cuerda, y se encuentran con Montparnase y Babet. Thenardier ofrece a su guardia vino con droga y escapa cuando el hombre se desmaya. Se escapa de la celda y corre a través de los techos de la prisión; pero, de repente, descubre que la cuerda con la que pretende conseguir su libertad es demasiado corta. Thenardier se queda sentado en un techo, a tres pisos del suelo, justo cuando está a punto de amanecer.

Escucha a sus amigos de la pandilla del patrón Minette discutir sobre él abajo y lanza su cuerda para llamar su atención. Montparnase le ha pedido a Gavroche que le trajera a Thenardier una cuerda más larga. El niño trepa intrépidamente por las tuberías y canaletas desvencijadas, y le entrega la cuerda larga a Thenardier, quien la utiliza para obtener su libertad.

Los criminales comienzan a discutir su próxima marca, que resulta ser cierta casa en la calle Plumet. Babet le comenta a Thenardier que el niño que le ha traído la cuerda puede ser su hijo, pero Thenardier se muestra completamente indiferente al respecto.

Libro VIII: El encanto y la desolación (Capítulo 1 “Plena luz” a Capítulo 7 “Dos corazones, uno viejo y otro joven, frente a frente”)

Cosette y Mario están profundamente enamorados, y Mario la visita todas las noches en su jardín. El amor que comparten los consume totalmente, pero no es un amor sexual; ni siquiera se besan, simplemente se dan la mano y hablan. Hablan de sus vidas, de sus pensamientos cuando se vieron por primera vez, incluso de sus pensamientos sobre asuntos triviales como la tos y la naturaleza. Valjean no sabe nada de estos encuentros.

Los problemas asoman en el horizonte. Mario se encuentra con Eponina; ella intenta decirle algo importante, pero él simplemente murmura algo incomprensible antes de salir corriendo. Se la vuelve a cruzar por la noche, antes de encontrarse con Cosette, pero dobla en un callejón para evitarla. Ella lo sigue, y se refugia en las sombras de la calle, justo frente a la puerta de la casa.

El motivo de la presencia de Eponina pronto se entiende. Seis hombres aparecen en las sombras. Es la banda de Thenardier. Habiendo oído que esta casa de la calle Plumet es el hogar de dos mujeres, suponen que será fácil de robar. Eponina saluda a su padre con una gran muestra de emoción, proclamando lo feliz que está de verlo y sugiriendo que se vayan a otra parte para celebrar su reencuentro. Cuando él ignora esto y le dice con dureza que se mueva, ella abandona esta actitud emocional hacia su padre y le dice que no hay nada de valor en esta casa y que deberían dejarla en paz. Por último, lo amenaza y dice que si no se van, ella gritará y dará aviso a todo el vecindario. La pandilla la amenaza, pero Eponina simplemente se ríe: está acostumbrada a morir de hambre en verano y congelarse en invierno, ¿qué pueden hacer para asustarla? La pandilla (incluido su padre) considera matarla o lastimarla, pero finalmente deciden irse del lugar.

Mientras tanto, en el jardín, totalmente ajeno al drama que ocurre afuera, Cosette le da a Mario una terrible noticia: Valjean está pensando en llevarla a Inglaterra. Esto es como una sentencia de muerte para Mario, ya que es demasiado pobre para seguir a su amada a Inglaterra. A Mario lo impulsa la desesperación e intenta lo impensable: acude a su abuelo Gillenormand para pedirle ayuda.

Gillenormand se ha vuelto más flexible con los años desde su pelea con Mario. Su amargura e ira han sido reemplazadas por tristeza, y a menudo piensa en Mario con afecto.

La sorpresiva aparición de Mario aturde al anciano, quien nuevamente, impulsado por su orgullo, trata a Mario con severidad. Mario responde a esto con irritación. De todas formas, los dos intentan restablecer la relación.

Mario le cuenta a Gillenormand sobre su amor por Cosette, y Gillenormand escucha con atención antes de sugerir que esto es solo una historia de amor juvenil, y que Mario debería hacer de Cosette su amante. Mario se siente profundamente insultado por ese comentario tan desagradable, y se va furioso. Gillenormand, que solo estaba tratando de proteger a su nieto de la angustia y los errores propios de la edad, rompe en llanto.

Análisis

(Aclaración: el Libro VII describe el argot de París y no está incluido en muchas versiones de Los miserables. Así y todo, está claro que forma parte de uno de los tantos pasajes de la novela a través de los cuales Víctor Hugo continúa construyendo el retrato de la Francia del siglo XIX.)

¿Cuál es la perspectiva que existe sobre las relaciones amorosas en Los miserables? El amor en esta novela se presenta como algo puro, basado en ideales, en el que el corazón se puede conquistar con un beso y el punto de mayor éxtasis no se encuentra en la unión sexual, sino en la conversación. Esto indica los ideales cambiantes en torno a la idea de romance que tuvieron lugar en las primeras décadas del siglo XIX, cuando el amor se idealizó aún más. De todas formas, vale la pena aclarar que desde una perspectiva contemporánea el hecho de acechar a una joven en su casa parecería, por lo menos, una forma bastante extraña de expresar el amor. Nunca hay que pasar por alto que Víctor Hugo está retratando una época y un contexto específicos (Francia durante la primera mitad del siglo XIX) y que las relaciones amorosas tenían una dinámica completamente distinta a las de ahora. Esa idealización del amor reflejada en la relación entre Mario y Cosette da cuenta de ciertos valores que Víctor Hugo busca realzar como, por ejemplo, la pureza del espíritu, la bondad y el respeto.

En el libro VI, se presenta al lector un retrato de un personaje único y, al mismo tiempo, emblemático: Gavroche, el pilluelo de París. Es un personaje deliciosamente contradictorio: roba a los barberos, pero les da chales a las niñas sin hogar; mantiene un comportamiento duro, pero se apresura a ayudar a dos niños mimados perdidos en la calle. Es juguetón, ingenioso, valiente y de buen corazón; por su riqueza y profundidad literarias, es difícil no simpatizar con Gavroche. Al mismo tiempo, se lo presenta como un símbolo de la Francia de aquella época: pobre, dotada de cultura, descarada pero llena de buenas intenciones.

Hay una enorme carga de ironía en el hecho de que los dos chicos a los que ayuda Gavroche sean en realidad sus hermanos de sangre. Esto sugiere una lección moral: debemos tratar incluso a los extraños como a nuestros hermanos, porque quizás realmente lo sean. Esto también enfatiza las creencias políticas de Víctor Hugo sobre la hermandad del hombre. Por otro lado, y más trágicamente, también exhibe la desintegración de la familia por la pobreza. Los miserables es una novela que se construye a partir de una realidad irónica: Francia, una nación con una inmensa tradición cultural, con un pasado de riquezas y majestuosidad, ahora se encuentra en plena decadencia, infectada por el hambre y la pobreza. Gavroche funciona como un espejo de esa realidad irónica; nos va llevando por los intersticios de las miserias francesas de la época, pero con cierta frescura y simpatía.

Los dos niños que rescata Gavroche nunca son nombrados, lo que les da un aire de anonimato que también los hace universales y se convierten en un símbolo de todos los niños perdidos del París del siglo XIX.

El libro VIII hace un maravilloso uso de metáforas con animales para describir la lealtad y ferocidad de Eponina. Ella se describe a sí misma como un perro guardián, jugando con las preocupaciones declaradas de los criminales sobre ese perro guardián que siempre acecha; con esta idea Eponina también enfatiza su lealtad a Mario y su intención de defenderlo (a él e incluso a su amada, Cosette, a pesar de que ella le esté robando a su amor). También se describe a sí misma como la hija de un lobo, denigrando las actividades criminales de su padre mientras destaca su propia ferocidad y locura. Eponina también representa la capacidad humana de cambiar, de poder transformarse en una mejor versión de uno mismo. Al darse cuenta de que su amor no es correspondido, lo sacrifica para que por lo menos Mario puede concretar el suyo. Más allá de reflejar esa capacidad de progreso respecto de sí misma, también parecería indicarnos que el amor es un valor tan elevado, tan puro y sublime, que no se puede interferir con él. Esta escena demuestra la verdadera profundidad del personaje de Eponina: aunque el hombre que ama no la ama, ella está dispuesta a arriesgar su vida y desafiar a su padre para proteger a la mujer que él ha elegido amar.