Resumen
Libro I: París estudiado en su átomo (Capítulo 1 “Párvulos” a Capítulo 13 “El niño Gavroche”)
Este capítulo comienza con una reflexión sobre el pilluelo que anda por las calles de París, un tipo de persona único en la ciudad. El pilluelo de la calle es un niño pequeño y sucio que gana un poco de dinero realizando tareas para la gente de la ciudad. Viste mal, pero asiste a menudo a representaciones teatrales. Estos niños son disolutos y traviesos, pero también inocentes.
Son un símbolo de Francia, que tiene toda la elegancia y maravilla del mundo junto con todos los bárbaros. Aproximadamente ocho años después de que Cosette y Valjean se instalan en el convento, uno de estos pequeños pilluelos de la calle (un niño de unos once años que se llama Gavroche) deambula por las calles de París. Es brillante, juguetón y travieso, pero también está mal vestido y un poco triste; sus padres aún viven, pero lo descuidan por completo.
Aun así, de vez en cuando va a visitarlos en su destartalado apartamento, donde viven con sus dos hermanas mayores. Su padre se llama Jondrette, pero hay buenas razones para pensar que este no es su verdadero nombre. La miserable familia del niño vive al lado de un joven llamado Mario.
Libro II: El noble de la clase media (Capítulo 1 “Noventa años y treinta y dos dientes” a Capítulo 8 “Las dos no forman pareja”)
Un anciano excéntrico llamado Señor Gillenormand vive de lo poco que le quedó de la fortuna de su familia después de la Revolución y la mala gestión financiera de su esposa. Es un hombre peculiar, aficionado al teatro y a los lujos, que hace grandes discursos. Tiene algunos hábitos extraños: por ejemplo, cambia el nombre de sus sirvientes según su ubicación de origen y le paga a un barbero para que lo afeite a diario. El señor Gillenormand todavía apoya el derecho divino de los reyes, una opinión que ha quedado obsoleta en esta nueva era democrática.
Al señor Gillenormand le gustan especialmente las mujeres. En su vejez, una de sus ex sirvientas (llamada Magnon) deja un bebé en una canasta frente a su puerta, alegando que él es el padre. Gillenormand se ríe entre dientes y lo ve como una reafirmación de su virilidad, pero no se alegra cuando llega un segundo hijo. Finalmente accede a pagarle a Magnon ochenta francos mensuales por el mantenimiento de los dos niños, siempre que ella lo deje en paz y le permita visitar a sus hijos una vez cada seis meses.
El señor Gillenormand tenía dos esposas (ahora fallecidas), que le dieron dos hijas. La mayor de estas hijas es una mujer de mentalidad práctica que nunca se casó y es conocida como “la señorita Gillenormand mayor”; vive con su padre y tienen una relación difícil pero no carente de afecto. La más joven era una dulce muchacha que murió joven, pero no sin antes dejarle un nieto al señor Gillenormand, que se llama Mario. El señor Gillenormand trata al joven con cierta antipatía, aunque lo adore.
Libro III: El abuelo y el nieto (Capítulo 1 “Una tertulia antigua” a Capítulo VIII “Mármol contra granito”)
El señor Gillenormand pasa gran parte de su tiempo en un salón pro-leal, discutiendo sobre los desdichados jóvenes revolucionarios y recordando las glorias del siglo XVIII. Se refiere a su yerno ausente (el marido de su hija menor fallecida y padre de Mario) como el "bandido del Loira".
De hecho, este "bandido" (que se llama Jorge Pontmercy) fue miembro del ejército de Napoleón y veterano de varias batallas. El propio Napoleón lo nombró barón y coronel, pero este héroe de guerra vive su vida en la tranquila ciudad de Vernon, subsiste con un pequeño estipendio militar y pasa la mayor parte de su tiempo cuidando su jardín. Al señor Gillenormand le cae particularmente mal Jorge Pontmercy por sus creencias políticas, y lo persuadió de que renunciara a la custodia de su hijo Mario, amenazándolo con desheredarlo si no lo hacía. Jorge no quería que su hijo creciera en la pobreza, por lo que aceptó los estrictos términos del señor Gillenormand. De esta forma, nunca visita a su hijo y solo le escribe cartas en los días festivos importantes; cartas que Mario nunca lee.
Desesperado por ver a su hijo, Pontmercy visita la pequeña iglesia a la que asiste Mario con su tía, y mira al niño desde detrás de una columna. Un párroco de buen corazón, el señor Mabeuf, lo ve y Pontmercy le explica entre lágrimas su situación. Los dos hombres se hacen amigos íntimos.
Cuando Jorge Pontmercy está en su lecho de muerte, llama a su hijo Mario para que lo visite. Mario llega demasiado tarde, su padre acaba de morir. Pontmercy le ha dejado una carta a su hijo, en la que le explica que quiere que su hijo adopte el título de barón que Napoleón le otorgó a él en Waterloo; también le pide a su hijo que encuentre al hombre que le salvó la vida en Waterloo, un hombre llamado Thenardier, que dirige una posada en Montfermeil. Mario regresa a casa, pensando en los deseos de su difunto padre.
Mario va a la iglesia como siempre lo hace en San Suplicio. Se sienta detrás de una columna para la misa, pero es interrumpido por un guardián de la iglesia, quien le dice que ese es su asiento favorito. El guardián de la iglesia, que es el señor Mabeuf, le explica que ama ese asiento porque desde allí un padre solía contemplar en secreto a su amado hijo, a quien la familia le había prohibido ver. Mabeuf señala que el nombre del hombre era Pontmercy. Mario se pone pálido al darse cuenta de que este hombre era su propio padre. Mario siempre había pensado que su padre lo había abandonado, pero ahora sabe que su padre ha arriesgado todo aunque solo fuera solo para verlo.
Lleno de amor por su padre, Mario lee todos los libros que puede sobre las batallas en las que luchó Jorge y visita a tantos amigos de su padre como le es posible. Incluso trata de encontrar a Thenardier, pero la posada ha sido cerrada y la familia se ha mudado. Mario pasa tanto tiempo haciendo esto que su abuelo Gillenormand cree que debe estar saliendo con una chica.
Mario también comienza a leer filosofía política y, finalmente, adopta un punto de vista más a favor del concepto de República y en contra de las creencias monárquicas que su abuelo aprecia. Poniendo su fe en el nuevo orden democrático de Napoleón, Mario manda a hacer tarjetas de presentación que dicen "El barón Mario Pontmercy".
Ansiosa por descubrir el origen de esta nueva fijación que tiene su sobrino, la señorita Gillenormand le pide a un sobrino tercero de su padre, Teódulo Gillenormand, que siga a Mario durante una de sus misteriosas excursiones. Teódulo descubre que Mario ha ido a poner flores en la tumba de su padre. Teódulo está tan sorprendido por este descubrimiento que no se lo informa a la señorita Gillenormand.
El secreto de Mario se descubre cuando su abuelo encuentra la carta del moribundo Jorge Pontmercy para su hijo, junto con las tarjetas personales de Mario que proclaman su condición de barón. El señor Gillenormand está furioso tanto por el descubrimiento como por la participación de su nieto en un nuevo orden político corrupto. Mario se defiende, pero al final se enfurece tanto que grita: "¡Abajo los Borbones! ¡Abajo ese cerdo de Luis XVIII!". Los Borbones son, en ese momento, la familia gobernante de Francia. El señor Gillenormand echa a su nieto de la casa. Mario se dirige al Barrio Latino con solo unos pocos francos en el bolsillo.
Libro IV: Los amigos del ABC (Capítulo 1 “Un grupo que ha estado a punto de ser histórico” a Capítulo 6 “Res augusta”)
Esta época de tanta agitación política en Francia, como lo fue los comienzos del siglo XIX, ha llevado al surgimiento de una serie de organizaciones políticas semisecretas, donde los jóvenes se reúnen para discutir cuestiones políticas, y tal vez, planear la revolución.
Una de estas organizaciones es la Sociedad ABC. Su finalidad pública es la educación de niños, pero, en realidad, es un grupo de jóvenes estudiantes con ideas democráticas. El nombre del grupo es un juego de palabras con la palabra francesa abaissé, que significa “oprimido” o “abatido”, en referencia a las personas más postergadas de la sociedad.
Enjolras es el líder de esta organización. Es un acérrimo defensor de la revolución; de alguna manera, casi un fanático. Combeferre es su segundo al mando; él ofrece una perspectiva más filosófica de la revolución a sus compañeros. Juan Prouvaire es un joven erudito y muy dedicado. Feuilly es un fanático, que aprendió a leer solo y es el que está más en contacto con la gente. Courfeyrac es un joven adinerado que se interesa por la política. Bahorel es un joven que tiene una particular predilección por las prácticas revolucionarias violentas; a menudo se burla de la autoridad. Bossuet (también conocido como Legle) suele tener mala suerte, pero se lo toma con humor. Joly es un hipocondríaco que estudia para ser médico. Grantaire es un escéptico que duda de todo, y si bien no es un verdadero miembro de la organización ABC, siempre anda alrededor de ellos por su profunda admiración por Enjolras.
La tarde en que Mario deja la casa de su abuelo, se encuentra con Bossuet. Al escuchar el nombre de Mario, Bossuet le explica que una vez trató de cubrirlo durante el pase de lista en la universidad. Antes de empezar a gritar los nombres de los estudiantes de la clase, el profesor advirtió que estar ausente implicaba que el nombre del estudiante que no estaba sería borrado de la lista por el resto del semestre. Tratando de ayudar, Bossuet gritó que era Mario Pontmercy. Esto salvó a Mario, pero le causó problemas a Bossuet cuando lo llamaron por su propio nombre; terminó siendo expulsado de la clase. Mario le está agradecido, pero al mismo tiempo horrorizado; Bossuet, por su parte, encuentra divertida la historia. Courfeyrac se une a ellos; él y Maro se hacen buenos amigos, y Courfeyrac lo invita a una reunión de la Sociedad ABC.
Mario nunca ha estado en un ambiente tan maravillosamente liberal, donde todos los aspectos de la política, la religión, la sociedad y la vida en general pueden ser discutidos. Aprende mucho de sus nuevos compañeros.
Sin embargo, Mario resulta insuficientemente liberal para los miembros de la Sociedad ABC. Frustrado por las críticas de ellos a Napoleón, Mario se lanza a una larga defensa del estadista. Él pregunta qué puede haber más grande que un hombre así, y Combeferre responde en voz baja: "Ser libre". Al darse cuenta de que ha desperdiciado su bienvenida, Mario se va.
Mario no vuelve a las reuniones de la Sociedad ABC, pero sí mantiene su amistad con Courfeyrac, quien lo apoya. Mario está en una situación de extrema pobreza, siendo todavía un estudiante universitario y ahora sin la fortuna de su abuelo para mantenerse. Vende gran parte de su ropa y se las arregla solo con un pedazo de pan al día. Su tía Gillenormand le envía dinero, pero Mario se lo devuelve, diciendo que no lo necesita.
Análisis
Los dos primeros libros de esta parte son ejemplos de la exuberante caracterización que ha hecho de Los miserables un clásico. En el libro I, Víctor Hugo describe las actividades y características del pilluelo de la calle con gran detalle, utilizándolo como plataforma para reflexionar sobre la grandeza y la depravación de Francia en general. Este resumen transmite el punto principal de estas reflexiones y toma nota especial de su conexión con los principales eventos de la trama. Por momentos tenemos la sensación de que Francia no es simplemente el contexto en el que transcurre la historia, sino que se convierte en un personaje más, con su historia y su disposición dramática. Víctor Hugo convierte a Francia en uno de los temas más relevantes de la novela a partir de un retrato fidedigno, sincero y generoso. Describe desde la Batalla de Waterloo hasta las particularidades del pilluelo de la calle. Al mismo tiempo, cada una de estas descripciones contribuye a explicar la atmósfera de descontento social que se vive en el país en ese momento. El estallido de una nueva revolución se percibe como inevitable conforme vamos avanzando en la historia, y esto es en buena medida por el protagonismo que tiene Francia en la novela: a partir del retrato realista de diversos aspectos del país, Víctor Hugo nos va llevando de una manera lógica y palpable a la necesidad de esa nueva revolución.
A propósito de esto, podemos identificar al señor Gillenormand como la encarnación de muchos de aquellos valores del siglo XVIII que los revolucionarios quieren eliminar. Por otro lado, más allá de que es un hombre un poco hiperbólico y frívolo, también es un abuelo profundamente amoroso. Sin embargo, su voluntad de control respecto de su nieto (manifestada en su negativa a permitir que el niño tenga relación con su padre) termina fracasando cuando el joven Mario descubre que su abuelo le ha mentido toda su vida sobre su padre, y comienza a idolatrar a Jorge Pontmercy. La fractura en la relación entre Mario y el señor Gillenormand es un ejemplo de lo que probablemente fue común durante la época en que Víctor Hugo escribió su novela. Francia en ese momento estaba luchando contra las secuelas de la Revolución Francesa, y la gente se estaba haciendo una serie de preguntas complejas. ¿Qué significa tener un gobierno democrático? ¿Cómo podemos aliviar la pobreza? El distanciamiento entre abuelo y nieto también sirve como alegoría de la propia política: el viejo siglo está siendo desafiado por los ideales del nuevo siglo.
Luego tenemos a la Sociedad ABC como un ejemplo de estas nuevas células revolucionarias. A partir de la descripción de este grupo y de sus integrantes, podemos acceder al nivel de organización que tenían estos grupos en aquella época. Si bien a varios de los miembros de la Sociedad ABC se los describe como fanáticos, cada uno cumple una función específica, generando un cierto equilibrio dentro del grupo. Mario, en un principio maravillado por esa atmósfera liberal que emana el grupo, luego comprende que sus propias ideas no son compatibles con la ideología de la Sociedad ABC. Este episodio también refleja la atmósfera política que se respiraba en Francia en aquella época y que los desacuerdos políticos no eran exclusivos entre diferentes generaciones, sino que también existían diferentes concepciones respecto de la democracia liberal entre los jóvenes.
Mario demuestra no ser lo suficientemente conservador para su abuelo, ni tampoco lo suficientemente liberal para sus nuevos amigos revolucionarios. En ese sentido Mario, aunque a veces puede ser testarudo y poco práctico, está forjando su propio camino y honrando sus propias creencias. Aquí volvemos a la cuestión de la dignidad de los pobres. Mario cae en la pobreza como consecuencia de defender sus convicciones. En ese sentido, la pobreza es justamente la condición de existencia de su dignidad. Mario ni siquiera acepta el dinero que le envía su tía; de alguna forma, como Valjean en su momento, Mario debe "morir y renacer" como un nuevo hombre. Su nuevo estado de pobreza, lejos de atormentarlo, lo libera de los condicionamientos familiares y logra forjar una mejor versión de sí. Al mismo tiempo, su abuelo, el señor Gillenormand, no puede aceptar que Mario considere a su padre Jorge una buena persona, ni tampoco que su nieto no esté a favor del régimen monárquico como él. Más allá de que lo ama, deja que Mario se vaya. Esta actitud rígida e irreflexiva puede compararse con la de Javert. El señor Gillenormand siente tanta devoción por la monarquía como Javert por la justicia. Estas posiciones tan extremas y vehementes los convierten en dos personajes que por momentos parecen alejados de la realidad. El autor pareciera criticar las posturas extremas y la falta de flexibilidad de las personas a través de estos dos personajes. Víctor Hugo muestra lo mejor y lo peor de Francia y de su sociedad, y seguramente lo hace para obtener un retrato más justo y equilibrado de la realidad.