Resumen
Libro V: Excelencia en la desgracia (Capítulo 1 “Mario indigente” a Capítulo 6 “El sustituto”)
Mario pasa algunos años sumido en una pobreza terrible, pero esto contribuye a mejorar su sentido natural de la compasión, la justicia y la bondad. Una vez que termina la universidad, Courfeyrac lo ayuda a conseguir un trabajo traduciendo artículos; este trabajo le proporciona un salario modesto pero decente. Habiéndose vuelto una persona discreta y medida durante esos años en la pobreza, Mario realiza este trabajo de traducción sobre todo porque le deja tiempo para caminar por la ciudad y reflexionar sobre las cosas.
En cuanto al señor Gillenormand, está desconsolado por la partida de su nieto y lo extraña mucho, aunque nunca lo admitiría ante nadie. Al mismo tiempo, le prohíbe a su hija volver a mencionar el nombre de Mario. El señor Gillenormand quiere reconciliarse con su nieto, pero no puede superar su orgullo para hacerlo.
Mario, por su parte, se siente orgulloso de la vida simple y humilde que lleva. Tiene su propio pequeño espacio y sus amigos, Courfeyrac y el señor Mabeuf.
El propio Mabeuf no está interesado en política, pero ama los libros. De hecho, obtiene un mínimo ingreso a raíz de la publicación de un manuscrito sobre las plantas de Francia; esos pocos francos que gana los utiliza generalmente para comprarse aún más libros y seguir ampliando su gran colección. Su segundo amor son las plantas, que ayudaron a formar la base de su amistad con el padre de Mario. Sin embargo, la recesión financiera causada por la inestabilidad política tiene como resultado la caída en las ventas de los libros de Mabeuf. Al poco tiempo, el señor Mabeuf se queda sin dinero y se ve obligado a abandonar su casa y trasladarse a un pequeño lugar en Austerlitz.
Mario alquila una habitación en el caserón de un tal Gorbeau. Una tarde la casera le comenta que están por desalojar a la familia Jondrette porque debe dos meses de alquiler. Mario, más allá de que nos los conoce, se solidariza con la familia y paga en secreto la deuda de los Jondrette. En los últimos años, él se ha convertido en un joven reflexivo y de buen corazón, y su interés por la política ha decaído.
La tía de Mario, la señora Gillenormand, decide que su favorito, Teódulo, debe convertirse en el único heredero del señor Gillenormand. Ella le aconseja a Teódulo que esté de acuerdo con todo lo que dice el señor Gillenormand. El señor Gillenormand, por su parte, se lanza a una larga y entusiasta valoración de la realeza y una crítica de los jóvenes revolucionarios. Teódulo está de acuerdo con todo lo que él dice, pero al final, el señor Gillenormand le dice que es un maldito tonto.
Libro VI: La conjunción de dos estrellas (Capítulo 1 “El apodo: manera de formar nombres de familia” a Capítulo 9 “Eclipse”)
A pesar de su buen aspecto, Mario es extremadamente tímido con las chicas y nunca ha tenido novia. Le gusta principalmente pasear por el jardín de Luxemburgo, a veces solo y a veces con Courfeyrac.
En estos paseos, a menudo ve a un anciano con cabello blanco y a una niña con un vestido negro. Mario y Courfeyrac con humor los apodan señor Leblanc y señorita Lenoir (en francés, “blanco” y “negro” respectivamente).
Mario deja de ir al jardín de Luxemburgo por un tiempo; cuando regresa, ve que la joven se ha transformado en una belleza. De repente, ella lo mira y Mario se avergüenza de su ropa gastada por primera vez en su vida. A raíz de esto, él compra un traje nuevo para usar en los jardines de Luxemburgo.
Aunque nunca le dice una palabra a la chica, poco a poco se enamora de ella. Él imagina que ella siente lo mismo: a menudo la chica lo mira cuando él pasa; incluso si ella está hablando con su padre. Intenta acercarse a ella y seguirla, pero el señor Leblanc, su tutor, sospecha y hace que ella se vaya de allí. Mario encuentra un pañuelo en el banco en el que ella suele sentarse, con las iniciales "UF" bordadas en él. Se imagina que el nombre de su amada es Úrsula e inventa toda una historia de fondo para ella.
Un día, Mario sigue audazmente a la mujer y a su padre de regreso a su apartamento. El padre lo mira con recelo y cierra la puerta. Al día siguiente, Mario regresa al apartamento para preguntar por el nombre de la joven, pero se le informa que ella y su padre se mudaron la noche anterior.
Libro VII: El patrón Minette (Capítulo 1 “Las minas y los mineros” a Capítulo 4 “Composición de la compañía”)
“El suelo social está minado por todas partes, ya en favor del bien, ya en favor del mal. Estas obras se superponen unas a otras” (p.455). Víctor Hugo inicia el libro VII tratando de ilustrar la complejidad del entramado social de esa Francia del principios del siglo XIX. En relación con este “suelo social”, se dice que los niveles superiores pertenecen a los filósofos y pensadores, que son quienes le dan forma a la sociedad. Luego agrega que debajo de ellos hay un abismo. Este abismo es creado por la pobreza y da lugar a seres humanos retorcidos y deformados.
De estos seres humanos malvados, los que forman parte de la pandilla del patrón Minette son los peores. Esta pandilla está compuesta por cuatro hombres. Babet es un “sacamuelas” que también ha vendido bustos de yeso y ha mostrado monstruos en ferias; es flaco y sabio, y carece de cualquier tipo de valor moral. Suena-dinero es ventrílocuo; un ser errante, vago y terrible. Montparnase, por su parte, es joven, guapo y despiadado, y tiene una fuerte obsesión por estar siempre bien vestido. Traga-mar es el más corpulento de la pandilla; tiene “pecho de mármol, piernas de acero, la respiración de caverna” (p.457); es asesino por dejadez.
La pandilla del patrón Minette gobierna el inframundo de París y se involucra en todo tipo de actividad criminal.
Libro VIII: El mal pobre (Capítulo 1 “De cómo Mario, buscando una joven de sombrero, encuentra un hombre con gorra” a Capítulo 22 “El niño que lloraba en la parte segunda”)
La amada de Mario y su padre no han aparecido por los jardines de Luxemburgo durante meses, y Mario se desespera ante la posibilidad de no volverla a ver nunca más. Una vez cree que ve al señor Leblanc con ropa de obrero, pero el hombre desaparece antes de que Mario pueda confirmar su identidad.
En pleno invierno, Mario es testigo de cómo dos jóvenes con ropa andrajosa caminan juntos y conversan sobre su reciente fuga de la policía. Sin darse cuenta, dejan caer un paquete de papeles. Mario lo recoge y tratar de encontrar en este paquete alguna dirección o algún nombre; en ese momento descubre que se trata de un conjunto de cartas que solicitan fondos de donantes adinerados para los más necesitados. Las cartas tienen cuatro nombres diferentes y describen cuatro circunstancias diferentes, pero todas están escritas con la misma letra y en el mismo papel.
Al día siguiente, alguien toca la puerta del apartamento de Mario. Entra una joven harapienta, la hija mayor de la familia Jondrette que vive al lado de Mario. Es flaca y delicada, pero le faltan algunos dientes y está vestida con ropa andrajosa. Mario la reconoce como la chica que dejó caer el paquete. Ella admira los objetos de Mario, especialmente su espejo, y le dice que es un hombre muy guapo. Con muchas ganas de lucirse, ella le demuestra que sabe escribir, anotando en un papelito "La policía está aquí". Dejando de lado sus intentos de impresionarlo, Mario le entrega el paquete de cartas que dejó caer y también le da un poco de dinero para la cena. Ella le da las gracias y se va.
Mario reflexiona sobre las profundidades de la miseria y la degradación en la que puede hundirse el ser humano. Mario, curioso por conocer la miseria en la que vive la familia Jondrette, descubre un agujero en la pared que separa su habitación de la de ellos y mira a través de él. Ve un pequeño apartamento sucio.
Un hombre de rostro cetrino y aspecto codicioso se sienta a la mesa a escribir cartas. Mientras lo hace, se queja de la tacañería de los ricos. Su robusta esposa lo escucha y se sienta junto a su hija, que tiene muy mal aspecto y yace inmóvil en la cama. De repente llega la hija mayor (la que entró en el apartamento de Mario), pateando el aire para quitarse la nieve de sus botas rotas. Ella dice que el filántropo vendrá pronto a su casa. Su padre la felicita por persuadir al hombre para que la acompañe, luego le ordena a su hija menor que apague el fuego y quite una ventana para aumentar la apariencia de pobreza en su hogar.
Llegan el filántropo y su hija. Mario está atónito: ¡es su amada y su padre, el señor Leblanc! El señor Jondrette finge ser un actor desafortunado y le pide dinero al filántropo para comprar ropa, comida, medicamentos y para pagar el alquiler. Aun así, mira con recelo al señor Leblanc, como si lo reconociera de algún otro lugar. El señor Leblanc pone cinco francos sobre la mesa y promete regresar pronto con más.
Mario baja corriendo las escaleras detrás del señor Leblanc y su hija, desesperado por averiguar el nombre de la joven. Por desgracia, ellos se toman un taxi y se van. Mario, por su parte, no tiene dinero para tomar uno y seguirlos, por lo que regresa abatido a su apartamento.
Cuando regresa, es sorprendido por la hija mayor de la familia Jondrette. Ella le dice que se ve triste y le pregunta si hay algo que pueda hacer por él. Mario le pide que averigüe la dirección de la joven que acaba de irse con el señor Leblanc; Mario no se da cuenta de la expresión de decepción que cruza por el rostro de la chica cuando le pide esto. Aun así, ella promete averiguar la dirección.
A través de las delgadas paredes, Mario puede escuchar al señor Jondrette y su esposa discutiendo acaloradamente sobre el filántropo. El señor Jondrette está seguro de que conoce al señor Leblanc y trama un plan para extorsionarlo, pidiéndole grandes sumas de dinero. Planea una emboscada con sus amigos de la pandilla del patrón Minette y se va para ultimar los detalles de su plan.
Desesperado por proteger al padre de su amada, Mario se dirige a la estación de policía y solicita la ayuda de un oficial. El oficial de policía le pide que regrese a su casa y que dispare al aire cuando el robo esté a punto de ocurrir. El oficial le dice a Mario su nombre: Javert.
Mario regresa a su apartamento. En el pasillo, ve cuatro siluetas en una habitación vacía, probablemente la pandilla que espera al pobre señor Leblanc. El señor Jondrette coloca dos sillas y una mesa, y luego espera.
A las seis de la tarde llega el señor Leblanc con el dinero prometido. El señor Jondrette le agradece exageradamente, pero mientras la atención de Leblanc se desvía, la esposa de Jondrette le dice al taxi de Leblanc que puede irse. Mientras el señor Jondrette distrae al señor Leblanc con una charla inofensiva, un hombre corpulento sin camisa y con el rostro ennegrecido entra en la habitación y se sienta. Al ver cómo el señor Leblanc se asusta, el señor Jondrette le asegura que se trata simplemente de uno de los vecinos que viene de visita. El señor Leblanc acepta esta explicación, pero vuelve a sospechar cuando Jondrette dice lo mismo frente a la aparición de otros tres hombres.
De repente, el señor Jondrette se pone ansioso: "¿Tenéis ahí vuestra cartera? Me contentaré con mil escudos" (p.500). El señor Leblanc se sorprende, pero el señor Jondrette logra calmarlo, hasta que los tres hombres armados entran en la habitación. Con toda su pandilla presente, el señor Jondrette revela su verdadera identidad: él no es Jondrette ni un actor fracasado, es Thenardier, con quien Juan Valjean (la verdadera identidad del señor Leblanc) una vez se cruzó.
Mario está atónito. Ha estado buscando al señor Thenardier, quien salvó la vida de su padre en el campo de batalla de Waterloo; uno de los últimos deseos de su padre fue recompensar a Thenardier por este acto de heroísmo. Mario no quiere ver al padre de su amada ser atormentado por estos criminales, pero tampoco quiere provocar el arresto del salvador de su padre. Aunque puede avisar a la policía con un solo disparo de su pistola, no se atreve a apretar el gatillo.
El señor Leblanc no se inmuta. El señor Thenardier se ríe y se burla de él, pero Leblanc solo responde que no es un hombre rico y que lo retienen en vano. Sin embargo, intenta escapar por la ventana cuando Thenardier se distrae. Los tres hombres cómplices de Thenardier arrastran de regreso al señor Leblanc y lo atan a la cama. Thenardier saca una astuta conclusión de este incidente: a pesar de la terrible situación en la que está metido, el señor Leblanc no llama a los gritos a la policía, lo que debe significar que tiene secretos que ocultar frente a la ley. Esto lo convertirá en un blanco fácil para Thenardier y la banda del patrón Minnette.
Thenardier amenaza a Leblanc con un cincel al rojo vivo; ahora le exige 200.000 coronas. Le dice a Leblanc que debe escribir una carta pidiéndole a su hija que vaya a la casa Thénardier: ella servirá como rehén hasta que su padre retire la suma requerida. A regañadientes, Leblanc da la dirección y escribe una nota diciéndole a su hija que vaya. La esposa del señor Thenardier toma la carta y va a buscar a la niña. Sin embargo, regresa al poco tiempo sin la niña ya que la dirección que les dio el señor Leblanc era falsa.
Leblanc se pone de pie de un salto. Ha usado esta distracción para ganar tiempo; con una moneda con filo de sierra cortó las cuerdas que lo ataban. Sin miedo, mantiene el cincel al rojo vivo contra su propio brazo, demostrando su fuerza y entereza frente a un señor Thenardier completamente sorprendido. La pandilla ataca a Leblanc y Thenardier agarra un cuchillo grande.
Mario se da cuenta de que ya no puede esperar más. Sus ojos se posan en el papelito que la chica Thenardier escribió esa tarde ("La policía está aquí") y lo empuja por una grieta en la pared. Los criminales se detienen y agarran este papel, y la señora Thenardier grita al reconocer la letra de su hija. La pandilla se apresura a salir a la calle. Javert los estaba esperando; él arresta a todos, incluso a Eponina, la hija mayor y andrajosa de la familia Thenardier a la que le gusta tanto Mario.
La policía no encuentra rastros del señor Leblanc, víctima del crimen, lo cual es bastante extraño. “¡Diablo! (…); éste debía de ser el mejor de todos” (p.517), dice Javert a propósito del señor Leblanc, haciendo referencia a sus evidentes problemas con la ley.
Al día siguiente, Gavroche, el travieso pilluelo de la calle, pasa por el apartamento para ver a sus padres. Se burla de la casera como de costumbre, pero cuando le pregunta dónde están su madre, su padre y sus hermanas, ella le informa que todos están en prisión. Recibe esta noticia con cierta indiferencia y regresa a las calles nevadas para continuar sus aventuras.
Análisis
La desgarradora descripción de la lucha de Mario por vivir con 700 francos al año puede ser paralela a los acontecimientos de la propia vida de Víctor Hugo: en 1821, después de la muerte de su madre, Víctor Hugo se negó a aceptar el apoyo económico de su padre y soportó un año de terrible pobreza. Finalmente, su carrera literaria despegó, pero esta experiencia desarrolló en él un gran nivel de conciencia respecto de la lucha contra la pobreza. Los vívidos detalles de este capítulo (las comidas que come Mario, la ropa que se deshace, etc.) pueden provenir de la propia vida de Víctor Hugo. La pobreza voluntaria de Mario aumenta la admiración del lector por su sentido de integridad y su idealismo. Es esta naturaleza idealista y romántica la que hace que Mario se sienta particularmente afectado por su primera experiencia amorosa. Él no habla con esta misteriosa y hermosa chica rubia, ni siquiera sabe su nombre, pero se enamora locamente de ella y la busca todos los días. Según Víctor Hugo, los dos tienen su propio romance sin palabras.
El libro VII, que trata sobre la pandilla del patrón Minette, se basa en imágenes oscuras, siniestras, propias de lo que podría llamarse el “inframundo parisino”; imágenes comparables con las que encontramos en el “Infierno” de la Divina comedia de Dante. Se presentan al lector algunos criminales verdaderamente malvados, que se irán entretejiendo con la historia, aportando una tonalidad oscura que les es propia. Esta sección también contribuye a retratar la Francia de principios del siglo XIX. A partir de la descripción de los miembros de la banda del patrón Minette, Víctor Hugo nos presenta la realidad de aquella época, en la que la pobreza y el hambre generaban las condiciones para que se desarrollara mucha actividad delictiva. La banda del patrón Minette y los Thenardier son pobres que recurrieron al delito como forma de vida, dejando de lado todo tipo de integridad moral. Mario y el señor Mabeuf, por el contrario, cayeron en la pobreza por ser fieles a sus convicciones y, más allá de las terribles condiciones en que viven, nunca resignan esa integridad moral.
La escena en la casa de vecindad Gorbeau ofrece numerosos ejemplos de una estrategia literaria que aparece con frecuencia en Los miserables: una identidad repentinamente reconocida. Thenardier reconoce rápidamente a Valjean, aunque el propio Valjean no tiene la suerte de evitar caer en esa trampa. La "escena del reconocimiento" es una estrategia literaria que se remonta a la poesía y el teatro de la antigua Grecia: Odiseo se disfrazó cuando regresó a escondidas a su casa en Ítaca y su enfermera lo reconoció por una cicatriz en el muslo. Esta sección ofrece una serie de escenas de reconocimiento: se expone que los Jondrette son, en realidad, los Thenardier; se descubre que el señor Leblanc es Valjean; y el lector se da cuenta de que el niño que grita en la parte trasera de la posada Thenardier es Gavroche.
Los personajes de Víctor Hugo se unen y luego se separan, solo para volverse a encontrar en circunstancias nuevas, a veces completamente invertidas. Hace años, era Cosette quien vestía harapos mientras Azelma y Eponina eran mimadas; ahora la situación es exactamente a la inversa. Este ejemplo también refleja la inestabilidad económica de aquella época y la facilidad con la que las personas se desbarrancaban de clase social. Cosette ha tenido la fortuna de ser rescatada por Valjean, pero los Thenardier, por vicios propios pero también por la situación económica del país y el problema del desempleo, han caído en la pobreza. Esta situación económica crítica está relacionada con las secuelas que dejó la Revolución Francesa y es la que dará lugar al levantamiento de 1832.
Por otro lado, también es interesante analizar el intercambio del señor Gillenormand con Teódulo. El señor Gillenormand reprende al estúpido Teódulo por fingir que está de acuerdo con todo lo que él dice. De esa reacción podemos deducir que el señor Gillenormand amaba a Mario justamente por su fuerte personalidad y la capacidad de desarrollar un pensamiento independiente, y no por sus modales sumisos. Así y todo, Gillenormand es demasiado orgulloso para reconciliarse con Mario porque eso, desde su punto de vista, debilitaría su punto de vista respecto de la monarquía. De esta forma, podemos decir que el fanatismo, el orgullo y la rigidez mental constituyen para Víctor Hugo un obstáculo que se interpone entre las personas y el progreso, ya sea a nivel personal (como en el caso de Javert y el señor Gillenormand) como a nivel social.