Resumen
Libro V: El nieto y el abuelo (Capítulo 1 “Donde se vuelve a ver el árbol con el parche de cinc” a Capítulo 8 “Investigaciones inútiles”)
Mario yace con fiebre en la casa de su abuelo, susurrando el nombre de Cosette en su delirio, y el señor Gillenormand permanece junto a su cama en un estado de terrible ansiedad. Solo hay un visitante en la casa: un hombre de cabello blanco y bien vestido que trae trapos como vendajes.
Después de tres meses, el médico declara que Mario está fuera de peligro y asegura que vivirá. La larga enfermedad de Mario ha provocado dos cambios importantes: el propio Mario ha abandonado cualquier aspiración política, y las circunstancias han reparado el largo distanciamiento entre Mario y su abuelo.
El amor de Mario por Cosette sigue tan vigente como antes. El reencuentro con su abuelo se enrarece porque todavía queda parte de la tensión del encuentro anterior en el que el señor Gillenorman se negó rotundamente a que Mario se casara con Cosette. Pero esta vez Mario se enfrenta con su abuelo y anuncia sus planes de casarse con su amada, y se sorprende cuando el señor Gillenormand acepta el matrimonio. Esto derriba la distancia que se había creado entre ellos, y Mario finalmente llama a Gillenormand "Padre".
Gillenormand organiza la visita de Cosette, quien llega muy entusiasmada de poder ver a Mario. Valjean está a su lado, con una sonrisa agridulce en su rostro. Los dos amantes se reúnen con alegría, y Cosette se expresa en términos casi poéticos respecto de su amor por Mario. Incluso Gillenormand está encantado con esta niña tan hermosa. Sin ceremonia alguna, Valjean deposita 600.000 francos sobre la mesa y explica que Cosette es rica; ella tiene una situación económica que le permite formar parte de una familia como la de Mario.
Los dos hombres mayores se disponen a planificar la boda de Cosette y Mario; Gillenormand proporciona lujos y Valjean se ocupa de cuestiones más prácticas. Valjean se enfrenta a un problema delicado: el de la paternidad de Cosette. La mancha de ilegitimidad podría impedir el matrimonio. En silencio, Valjean completa los documentos que indican que otro hombre de apellido Fauchelevent es el padre de Cosette, y que la muchacha actualmente es huérfana. En cualquier otro momento, Cosette se habría sentido devastada al saber que Valjean no es su verdadero padre, pero en la actualidad está tan absorta en sus pensamientos sobre su próximo matrimonio que esta revelación no le molesta.
En los días previos a la boda, Cosette visita a Mario todos los días con Valjean como acompañante. Los dos hombres principales en la vida de Cosette se miran con frialdad: Valjean todavía alberga cierto resentimiento hacia Mario por arrebatarle a Cosette, y Mario recuerda la frialdad con la que Valjean disparó al policía en la barricada (Mario no sabe que Valjean dejó libre a Javert ).
Mario está preocupado por sus deberes morales: todavía quiere pagarle a Thenardier por salvar a su padre, y también quiere ofrecer una recompensa al hombre que le salvó la vida en la barricada. Mario no reconoce a Valjean como el hombre que lo salvó de la barricada; la oscuridad y el barro endurecido hacían que Valjean fuera irreconocible para todos, incluso para el señor Gillenormand. Valjean, por su parte, no dice nada sobre su acción heroica la noche en que cayó la barricada.
Libro VI: La noche toledana (Capítulo 1 “El 16 de febrero de 1833” a Capítulo 4 “Inmortal jecur”)
El día de la boda amanece despejado, con un hermoso cielo azul. Por desgracia, Valjean pone como excusa un accidente y dice que no puede firmar ninguno de los documentos de la boda ya que tiene el brazo inutilizable (esto es una artimaña: estaría cometiendo un delito si firmara estos documentos). La boda y la recepción son una ocasión alegre: flores y música llenan la casa, y Gillenormand expone argumentos respecto de las maravillas del matrimonio de una forma absolutamente poética. Nadie se da cuenta cuando Valjean sale de la habitación.
De regreso a su apartamento vacío, vaga de una habitación a otra. Saca la ropa negra de niño que le compró a Cosette cuando la rescató de los Thenardier, se cubre la cara y llora.
Ha entregado a Cosette a un marido, y esto representa una pérdida dolorosa. Aún más dolorosa es la decisión que debe tomar: Valjean debe decidir si desaparece o no de sus vidas, para permitirles disfrutar de su felicidad libremente. Permanecer en sus vidas implicaría revelar su identidad como exconvicto a la feliz pareja de jóvenes; sería imposible continuar su relación con ellos sin hacerlo. Pero también es posible que revelar este secreto aleje a Cosette para siempre. Valjean ha perdido mucho y ha superado tantas dificultades. Se pregunta cuánto puede Dios exigir de un hombre; cuánto sacrificio puede hacer un ser humano.
Libro VII: La última gota del cáliz de la amargura (Capítulo 1 “El séptimo círculo y el octavo cielo” a Capítulo 2 “Tras la revelación, la duda”)
La mañana después de la boda, Valjean llega a la casa de Mario y Cosette. Mario lo saluda afectuosamente, pero Valjean permanece solemne. Mario le cuenta a Valjean de su gran felicidad con Cosette y lo invita a mudarse con ellos.
Valjean sabe lo que debe hacer. Explica su situación como exconvicto, mostrando su mano derecha ilesa como prueba; en realidad nunca resultó herido, simplemente no podía permitirse el lujo de infringir la ley falsificando documentos. Explica que él no es el padre de Cosette, ni es pariente de ella. Su nombre no es Fauchelevent, sino Jean Valjean. Adoptó a Cosette cuando descubrió que era huérfana (incluso ahora, Valjean no dirá ni hará nada que pueda poner en peligro la felicidad de Cosette). Dice que los 600.000 francos son un fideicomiso para Cosette y que no importa cómo los consiguió.
Mario queda atónito. ¿Por qué Valjean se ha revelado de esa manera? Valjean responde que se trata de una cuestión de honestidad. Quiere vivir con Cosette y Mario; pero de repente dice que nunca podrá tener una vida como esa, ha quedado separado de toda la humanidad para siempre. Valjean continúa divagando, explicando lo fácil que hubiera sido mentir, lo feliz que podría haber sido, pero que se ha convertido en un paria de la vida. Cuando Valjean termina, Mario le da la mano y le dice que usará las conexiones de su abuelo para ayudar de alguna manera a Valjean.
Los hombres son interrumpidos por Cosette, quien pregunta en broma qué discusión seria han estado teniendo. La aparición de Cosette llena de terror a Valjean ante la inminente posibilidad de no verla más después de su confesión, y comienza a llorar. Mario saca a Cosette de la habitación; Valjean se angustia y le promete a Mario que no revelará su secreto a Cosette.
Este intento de Valjean por preservar la armonía de la pareja se ve socavado por la expresión severa de Mario, más allá de cuánto le agradece por el dinero. Valjean pregunta dócilmente si se le permitirá volver a ver a Cosette, y Mario dice con frialdad que sería mejor si no lo hiciera. Preso de una terrible desesperación, Valjean explica lo cerca que estuvo de Cosette durante nueve años y lo extraño que sería si no la visitara más. Finalmente, Mario accede a que el anciano visite a Cosette todas las noches.
Después de que Valjean se va, Mario reflexiona sobre la vorágine de emociones que lo invade. Tiene respeto por su suegro, sin duda, pero no puede confiar plenamente en un exconvicto, especialmente cuando recuerda la ejecución despiadada de Javert en manos de Valjean en las barricadas. Le preocupa el hecho de que Cosette haya crecido junto al mal. Además, Mario sospecha de la enorme suma de dinero que Valjean le ha otorgado a Cosette. Mario comienza a creer que Valjean ha asesinado a un hombre de negocios llamado Señor Magdalena para obtener esta suma. Luego de reflexionar sobre estas cuestiones, Mario se da cuenta de que Valjean le repugna por completo.
Libro VIII: El crepúsculo de la tarde (Capítulo 1 “El primer piso” a Capítulo 4 “La atracción y la extinción”)
Cuando Valjean viene a visitar a Cosette esa noche, se sientan en dos sillas destartaladas en una pequeña habitación húmeda en la planta baja, para mantener a Valjean escondido de la vista de los transeúntes. Ella está asombrada por la formalidad con que la trata; no la saluda con un beso y la llama "Señora" en lugar de su nombre. Ella le ruega que vuelva a su antigua intimidad, pero él se niega. Lentamente, ella se resigna a este extraño cambio. Las nuevas conexiones sociales que hace en su vida matrimonial alejan el afecto que alguna vez sintió por su padre adoptivo.
Mario, lleno de disgusto por Valjean, realiza una serie de cosas para reducir las visitas y mostrar lo desagradable que es Valjean. Primero, reduce la duración de las visitas de Valjean a una hora. Cosette pierde una visita cuando ella y Mario hacen un viaje. Luego, el fuego se deja sin encender en un día frío. La última gota que rebalsa el vaso es cuando se quitan las sillas de la habitación fría y sucia en la que suelen darse los encuentros. Valjean todavía sufre de amor por Cosette, pero no puede soportar esta recepción tan gélida. Deja de ir a visitar a la joven pareja. Cosette pregunta por él, pero Mario le miente y le dice que Valjean está de viaje.
Libro IX: Suprema sombra. Suprema aurora (Capítulo 1 “Compasión para los desgraciados, e indulgencia para los dichosos” a Capítulo 6 “La hierba oculta y la lluvia borra”)
Valjean languidece, perdido, sin dirección ni amor. Empieza a dar paseos solitarios, cada vez más cortos. Al poco tiempo, deja de comer y ya ni sale de su habitación. Su pulso se debilita. Una noche, convencido de que no le queda mucho por vivir, enciende los candelabros del obispo Myriel y extiende la ropa de Cosette sobre la cama. Con manos débiles, escribe una carta a Cosette, explicando el origen de su fortuna. De repente, escucha que llaman a la puerta.
Esa misma noche, Mario ha recibido una carta. El olor a humo que emana le recuerda al señor Thenardier; la carta promete revelaciones sobre uno de los miembros de la familia de Mario. Alegre ante la perspectiva de recompensar finalmente al hombre que salvó la vida de su padre, invita a Thenardier a su casa. Siempre intrigante, Thenardier explica que desea jubilarse en Estados Unidos y necesita dinero para hacerlo. A cambio, le ofrece a Mario un secreto terrible: su suegro es un ladrón, asesino y exconvicto llamado Juan Valjean.
Mario, bastante disgustado en este momento con el codicioso Thenardier, dice que ya conoce esta información; también menciona que cree que Valjean asesinó a un hombre de negocios llamado Señor Magdalena y le robó su fortuna; además Valjean mató a Javert a sangre fría en la barricada. Thenardier explica con cierta soberbia que el señor Magdalena y Valjean son la misma persona y ofrece los periódicos en donde aparece el asunto Champmathieu como prueba.
Mario comienza a darse cuenta de que estaba doblemente equivocado: Thenardier, a quien admiraba, no es un héroe; Valjean, a quien despreciaba, es un hombre justo. Ansioso por congraciarse, Thenardier le dice a Mario que Valjean es de hecho un asesino: vio a Valjean en la alcantarilla la noche en que cayó la barricada, llevando el cuerpo de un joven que había asesinado. Y aquí, proclama Thenardier, hay un fragmento del manto de la víctima del asesinato. Mario se sorprende al descubrir que es una pieza del abrigo que él llevaba esa noche; se da cuenta de que fue Valjean quien lo rescató y lo llevó a la casa de su abuelo.
No completamente disgustado con el engatusador Thenardier, Mario le ofrece una gran suma de dinero si se va y nunca regresa; dinero que Thenardier acepta felizmente. Luego el señor Thenardier acabará convirtiéndose en un traficante de esclavos en América.
Mario está desesperado por hacer las paces con su suegro, que no solo es un hombre justo sino que también le salvó la vida. Él y Cosette van a la casa de Juan Valjean, donde encuentran al anciano tendido en su lecho de muerte. Cosette lo abraza y Mario lo llama padre. Cosette y Valjean expresan su amor mutuo, y la pareja se sorprende cuando Valjean les dice que se está muriendo.
Con sus últimas fuerzas, Valjean se levanta y baja un crucifijo de la pared. A Mario le ofrece la seguridad de que su fortuna no está contaminada. Para Cosette, Valjean recuerda su infancia, pensando en sus maravillosos años juntos. Finalmente, rodeado del amor que se merece, muere.
En el cementerio del padre Lachaise, se puede encontrar una pequeña lápida anónima. Respetando los deseos de Valjean respecto de que fuera modesta y anónima, Mario financió la construcción de esta lápida. El epitafio dice:
“Duerme, La suerte persiguióle ruda:
murió al perder la prenda de su alma.
Larga la expiación, la pena aguda
fue; y así obtuvo la celeste palma” (p.919).
Así concluye Los miserables, con este monumento a la vida de Jean Valjean.
Análisis
Los destinos de muchos personajes (Mabeuf, Enjolras, Eponina, Gavroche) se han resuelto de una muerte trágica, y ahora vemos la resolución de los espinosos problemas emocionales y sociales que asolan a los personajes que sobrevivieron. Se han resuelto numerosos problemas: Cosette permanece en Francia, Mario se reencuentra con su abuelo, la pareja empobrecida recibe una cantidad sustancial de dinero con la que puede construir su nueva vida. Sin embargo, hay un problema más complejo y de difícil solución: el impacto negativo de la verdadera identidad de ex convicto de Valjean en la joven pareja.
Valjean emprende una serie de pequeños e importantes actos para garantizar que la vida independiente de Cosette sea segura. Una vez más, Valjean podría haber optado por actuar de manera egoísta: revelar el estado ilegítimo de Cosette a Gillenormand podría haber resultado en el fin del matrimonio, y podría haberse quedado con Cosette. Pero Valjean no se atreve a aplastar los sueños de la joven, aunque puede perderla para siempre. En la revelación de su verdadera identidad de exconvicto, Valjean consolida definitivamente su transformación, dejando en claro que su bondad y su integridad moral conforman una única brújula que le da dirección a sus acciones. Por otro lado, Valjean no quiere explicarle a Mario que fue él quien lo rescató en la barricada. Si bien en ningún momento se aclara por qué, podemos relacionar este silencio con la cuestión moral de no querer condicionar a Mario respecto de sus sensaciones sobre la confesión. De alguna manera, podría pensarse que el hecho de haberle salvado la vida a Mario podría funcionar como un elemento de extorsión para que el muchacho le perdonara ser un exconvicto y le permitiera ver a Cosette todo lo que quisiese. Valjean prácticamente se ha convertido en un mártir, que sacrifica todo por el bien de Cosette.
La reacción compleja y de múltiples capas de Mario a la revelación de Valjean es un excelente ejemplo del realismo emocional que propone la novela. Mario vacila entre el respeto por el hombre que ha criado a su amada Cosette y el disgusto que le provoca que este hombre sea un criminal de carrera (sentimientos probablemente exacerbados por los celos que ya tiene hacia Valjean). Al principio ofrece eliminar la mancha legal del estatus de exconvicto de Valjean, pero luego le prohíbe ver a su amada hija. Al mismo tiempo, en esta sección, Mario se revela como un juez de carácter bastante pobre: recibe con alegría al corrupto y terrible Thenardier, pero evita que Valjean, que es un modelo de hombre justo, vea a su amada hija adoptiva.
Valjean sufre su peor prueba hasta el momento: la pérdida total de su amada Cosette. Es tan doloroso que finalmente lo lleva a la muerte. Sin embargo, tal vez como recompensa por una vida virtuosa vivida, tiene el consuelo final de morir con su hija y su yerno junto a su cama. Los miserables concluye con un mensaje esperanzador respecto del poder redentor del amor. Mario y Cosette lo acompañan en su lecho de muerte, y Valjean está feliz de morir así: "Hijos míos, empiezo a ver turbio; aun tenía que deciros muchas cosas, pero es igual (...) Sois seres benditos (...) Muero dichoso" (p.919). Valjean, que luego de su transformación ha llevado una vida ejemplar, plena de virtudes y moralmente recta, muere rodeado del amor de las personas que más quiere. Mario, que se ha permitido dudar de la integridad moral de Valjean, se reconcilia con su suegro antes de que él muera. El amor se presenta aquí como ese sentimiento capaz de unir a las personas más allá de toda diferencia.
Los miserables retrata con precisión y sinceridad la injusticia social en Francia durante la primera mitad del siglo XIX; además, pone en discusión ciertos valores tradicionales de la época como la religión y las instituciones; al mismo tiempo plantea dilemas filosóficos respecto del concepto de justicia y de integridad moral; también reflexiona permanentemente sobre las pobreza material y la pobreza de espíritu de las personas; y enaltece al amor como ese sentimiento puro y redentor al que todos deberíamos aspirar. Una obra generosa, potente y eterna: en síntesis, un clásico de la literatura universal.