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La adolescencia

Como casi toda novela juvenil, Habla coloca su foco en la adolescencia. Más allá de que la experiencia puntual de Melinda no es (afortunadamente) la más común, los lectores pueden empatizar y sentirse conectados con el mundo en el que ella vive. La división de los estudiantes por grupos o "bandas" (las Martas, los deportistas, los nerds, los artistas), los profesores amenos, los tiranos y las novedosas relaciones amorosas son algunas de las cuestiones que atraviesan la adolescencia de Melinda y en las que el lector (sea adolescente o adulto) puede verse reflejado.

Además de estas cuestiones, la novela también aborda sentimientos que están muy relacionados con la adolescencia, como el miedo a ser rechazado, la falta de identidad, el conflicto con los padres y la sexualidad. Las circunstancias extraordinarias de Melinda resaltan las dificultades universales de la adolescencia; no solo los problemas sociales, sino también las tensiones entre el yo infantil y el yo adulto que comienza a aparecer.

La comunicación

Hablar o no hablar, esa es la cuestión. Más allá del verbo imperativo que da título a la novela, Melinda pasa gran parte de la obra sin comunicarse con los demás. El silencio es su escudo contra el mundo que tanto daño le ha causado. La voz se le apagó en el momento en que fue abusada sexualmente por Andy Evans. Ahora, Melinda no habla y, si lo hace, nunca es capaz de decir lo que piensa. Su comunicación más sincera está en los gestos de autoflagelación, como morderse los labios hasta hacerlos sangrar o cortarse la muñeca con un clip. Notas adhesivas, una carta anónima y mensajes escritos en cuadernos o en el baño completan su abanico comunicativo. Hablar es el gran desafío de Melinda. Cuando la voz salga de adentro suyo, junto a ella saldrá a la luz el abuso que sufrió. Así, y solamente así, la protagonista de la novela podrá salir adelante.

La depresión

En una entrevista, Laurie Halse Anderson dijo que Habla no es solamente una novela sobre el abuso sexual, sino también sobre la depresión.

Este estado anímico define el comportamiento de Melinda durante gran parte de la novela. Si ella no habla, si no puede conectarse con los demás, es porque está deprimida tras haber sido abusada sexualmente. La falta de comunicación, la autoflagelación, la pérdida de la alegría y del deseo son síntomas claros de esta problemática. Si bien los lectores solo conocemos a Melinda después de que haya sufrido el trauma, su potente voz interior y sus recuerdos nostálgicos de la infancia nos hablan de una chica alegre y de una sólida autoestima que ahora, circunstancialmente, está lejos de ser como era. Habla, entonces, no cuenta la historia de una chica que debe superar lo que le sucedió para descubrir la felicidad; Habla cuenta la historia de una chica que debe superar la depresión para redescubrir la felicidad y volver a ser como era.

El empoderamiento de las mujeres

Este tema se aborda en los apartados "Mordaza legal", "Sin justicia no hay paz" y "Consejos de un sabelotodo". Aquí, Anderson establece un paralelismo entre la protagonista de su novela y las sufragistas.

Las sufragistas fueron mujeres que lucharon por el voto femenino a comienzos del siglo XX. Melinda debe realizar una presentación oral sobre un tema de historia de Estados Unidos y decide hablar sobre ellas. Sin embargo, en lugar de exponer su tema de manera tradicional, Melinda decide mostrar una pancarta y quedarse en silencio. Como resultado, obtiene una D. Petrakis, entonces, la hace consciente de que luchar por la voz desde el silencio es una contradicción. Para hacerse escuchar, primero hay que hablar.

De esta manera, Anderson presenta la problemática particular de Melinda dentro de una problemática general: la falta de poder de las mujeres. Melinda debe hablar, debe empoderarse y hacer frente a quien abusó de ella, así como las sufragistas, un siglo antes, levantaron la voz e hicieron frente a quienes pretendían mantenerlas calladas y restringidas al ámbito doméstico.

La violencia sexual

La violencia sexual es trascendental en Habla. Melinda ha sido abusada sexualmente y eso ha trastornado su vida. Todo lo que los lectores leemos nace de la voz de una chica traumada por la violencia sexual.

Como consecuencia de lo que le sucedió, Melinda percibe cómo la cosificación sexual de las mujeres por parte de los hombres, y la amenaza de ser violentadas, está latente constantemente en su mundo. Ella fue, de hecho, violada, pero todas las adolescentes parecen estar en riesgo: Heather, una chica de catorce años, se saca fotos en ropa interior mientras el fotógrafo, un hombre adulto, le pide insistentemente que pose de manera provocativa para él; las alumnas evitan pasar por la pieza de maestranza porque los hombres de limpieza les silban y les dicen piropos; las porristas obtienen mejor trato por parte de los profesores por sexualizarse, y los ejemplos continúan.

Tras su experiencia traumática, lo que Melinda advierte es que haber sido abusada es esperable en un mundo en el que la violencia sexual y la cosificación de las chicas están totalmente normalizadas. Levantar la voz y denunciar a Andy Evans es mucho más, entonces, que hablar sobre lo que le pasó a ella. Es levantar una bandera en nombre de todas las chicas; es desnaturalizar y señalar la violencia sexual que padecen día a día.

Recordar y olvidar

Luego de haber sido abusada sexualmente, Melinda hace todo lo posible por olvidar. Quiere extirpar de su memoria lo que le hizo Andy Evans. Quiere arrancarse la cabeza. Recurre al silencio pensando que, si no habla de ELLO, ELLO desaparecerá. Pero pasan los capítulos, pasan los meses, y el recuerdo sigue allí. ELLO está en los pasillos de la escuela, está en la calle, en su casa, en su cama. No importa a dónde vaya ni que esté haciendo, no importa que Evans esté allí físicamente o no: lo que le sucedió la acompaña.

A lo largo de la novela, los lectores somos testigos de cómo Melinda va pasando del intento de olvido a la aceptación del recuerdo. De a poco, ELLO comienza a ser aceptado y, por ende, va adquiriendo su verdadero nombre. Primero, ELLO es Andy Bestia y luego ELLO es Andy Evans. En su carta anónima a Rachel, Melinda escribe que Andy Evans la lastimó, y luego tacha y escribe que la violó. Recordar es poner nombre, poner nombre permite hablar, y hablar permite pedir ayuda, elaborar el trauma y seguir adelante, no como si nada hubiera sucedido, es decir, sin olvidar el abuso, sino recordándolo como algo terrible que, sin embargo, no imposibilita seguir viviendo.

El mundo de los adultos

En Habla, el mundo adulto es presentado como un espacio hostil e incomprensivo hacia las necesidades de Melinda. Ya sean padres, profesores o figuras de autoridad escolar, los adultos son incapaces de comprender su dolor y su silencio, y darle cualquier tipo de contención. Los padres de Melinda están sumidos en sus problemas laborales y de pareja; los profesores recurren al castigo a través de malas notas o deméritos en lugar de preguntarle qué sucede; la consejera escolar cree que Melinda tiene muy buenas amigas, mientras que ella no tiene ninguna.

En este contexto, Melinda se siente terriblemente sola e incomprendida. El mundo adulto la presiona para que se adapte a sus normas y expectativas, sin ofrecerle el apoyo y la comprensión que necesita para superar su trauma. El único adulto que parece comprender a Melinda es el Sr. Freeman, su profesor de Arte. Él la insta a expresarse a través de su proyecto artístico y le abre las puertas para que le comparta lo que tiene para decir. Será con él, justamente, con quien Melinda decida hablar sobre lo que le sucedió al final de la novela. Esto deja en evidencia cuánto menos terrible y doloroso habría sido lo que atravesó Melinda si el mundo adulto fuera, en general, más comprensivo y empático.

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