La Ilustración
Las temáticas principales de la obra se ven impregnadas de la noción de Ilustración y del modo en que Goethe la concebía. La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual, primordialmente europeo, surgido a mediados del siglo XVIII y de suprema vigencia hasta los primeros años del siglo XIX. Fue especialmente activo en Inglaterra, Francia y Alemania, patria de Goethe.
La Ilustración inspiró profundos cambios culturales y sociales, como lo fue la Revolución francesa, y la finalidad declarada del movimiento era disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón. Se asentaba en la fe en el progreso, y se concebía como fuente primaria del aprendizaje a la soberanía de la razón.
Los pensadores de la Ilustración sostenían que el conocimiento humano podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, y erigir al hombre en su progreso evolutivo. La Ilustración tuvo una gran influencia en aspectos científicos, económicos, políticos y sociales, por lo que muchos pensadores y escritores de la época trabajaron sobre nuevas formas de entender la realidad. Era común en la época que intelectuales y políticos se reunieran a discutir y debatir acerca de la ciencia, la política, la economía, la sociología, las leyes, la filosofía y la literatura.
Este universo aparece muy representado en la obra de Goethe, quien se enmarcó en la corriente del Sturm und Drung, muy crítica de la Ilustración. El Sturm und Drang (en español “tormenta e ímpetu”) fue un movimiento literario, que también tuvo sus manifestaciones en la música y las artes visuales, desarrollado en Alemania durante la segunda mitad del siglo XVIII, es decir, en el contexto histórico en que vivió el autor del Fausto. El Sturm und Drung empujaba a los artistas a la libertad de explorar y expresar lo relativo a la subjetividad individual y, en particular, a los extremos de la emoción, con lo que se buscaba romper con las limitaciones impuestas por el racionalismo de la Ilustración.
La religión y la moral cristianas
Goethe incorpora en su Fausto las nuevas perspectivas de su época acerca de la religión y la moral cristianas. El protestantismo se había impuesto por sobre la Iglesia católica, y la modernidad concedía al hombre más fe en su propia razón que en las imposiciones dogmáticas eclesiásticas en lo que respecta a la moral.
A lo largo de la obra, Fausto expresa sus dudas acerca de la fe cristiana y de los ritos eclesiásticos, y se distancia así de la devoción de otros personajes, como Margarita. Estas mismas dudas de Fausto acerca de la religión y sus interpretaciones eclesiásticas hacen tambalear su respeto por la moralidad cristiana. El protagonista hace un pacto con el Diablo que evidencia su falta de fe en la idea de Bien, y, por lo tanto, su carencia de resquemores ante las ideas asociadas al Mal. Mefistófeles mismo entabla discursos acerca de la miseria humana, cuya causa encuentra en la devoción a una divinidad que impone restricciones morales, las cuales, según este, serían contraproducentes en la búsqueda terrenal de la felicidad.
El giro interesante que propone Goethe es que en la obra, tal como muestra el arco dramático del protagonista, el pecado y los placeres paganos tampoco llevarían a la plenitud o la satisfacción. De hecho, parece advertir la obra, la ausencia completa de restricciones morales también acarrearía consecuencias: el pecador perjudicaría vidas ajenas (en la obra, Fausto conduce a Margarita a la condena y la muerte) y sufriría la culpa por ese sacrificio, alejándose así también, para siempre, de la felicidad.
Lo racional vs. lo espiritual y emocional
Fausto es un erudito y un hombre de ciencia que siente que ha llegado al límite de lo que el pensamiento racional puede aportar a su vida. Uno de los conceptos del pensamiento de la Ilustración era que la humanidad eventualmente se perfeccionaría a sí misma a través del avance del conocimiento, la cultura y la ciencia. Fausto argumenta en contra de esta línea de pensamiento: tras dedicar su vida a perfeccionarse a sí mismo a través de la erudición, descubre que su camino intelectual solo ha destruido su fe y su esperanza en un sentido, y ha echado por tierra sus motivos para aferrarse a la vida. Por vía de la razón, siente, se ha alejado de la espiritualidad que tanto anhelaba.
La razón se contrapone así, en la obra, a la emoción, más asociada a lo espiritual. Fausto busca, mediante un pacto con Mefistófeles, vivir de algún modo una plenitud que lo satisfaga emocionalmente, aspecto del que lo ha alejado su carrera de erudito. Muy pronto, Fausto logra sentir la plenitud del amor gracias a la joven Margarita. Más allá del trágico desenlace de la historia amorosa en la obra, según la crítica, Goethe estaría proponiendo el amor como una posibilidad de reunión espiritual entre el yo y el mundo, mucho más fuerte que la que posibilita el lazo de la razón.
La inocencia seducida
Uno de los temas que Goethe trabajó en su Fausto es el que la crítica dio en llamar la tragedia de la inocencia seducida, que en la obra es la tragedia de Margarita.
Era común, en el contexto histórico de Goethe, que hombres ilustrados conquistaran muchachas muy jóvenes, de gran inocencia y menor educación, y las abandonaran tras dejarlas embarazadas. Estas jovencitas, como es el caso, en la obra, de Margarita, se dejaban ilusionar por el embelesado lenguaje y la aparente nobleza de esos caballeros. Estos, sin embargo, no pretendían más que abandonarlas tras satisfacer su deseo con ellas, a sabiendas de que en la cultura y la sociedad en que se encontraban, esas muchachas serían gravemente marginadas y castigadas por perder la virginidad con un hombre que no fuera su marido, y, peor aún, engendrar un hijo ilegítimo. Estas muchachas, desesperadas por encontrarse solas y penadas socialmente, a veces sacrificaban a sus niños. Cuando esto se descubría, la sociedad no reparaba en piedades y condenaba a esas jóvenes a la muerte.
Goethe retrata en su obra esta temática, puesto que es el protagonista quien representa aquí la crueldad de dichos caballeros. Fausto es culpable en la obra, no solo de conducir a la joven Margarita al destino de las muchachas retratadas anteriormente, sino que también de condenarla a otras penurias, acabando directa o indirectamente con la vida de la madre y el hermano de la joven.
El espíritu o la conciencia
Un tema trabajado por la crítica en Fausto es el del espíritu, y las connotaciones de este concepto en el contexto histórico de Goethe. En la obra, la búsqueda intelectual de Fausto siempre se ve interrumpida por la aparición de espíritus que proponen la apertura de nuevas puertas de experiencia y aprendizaje. Esto presenta una temática recurrente en varias obras célebres de la filosofía alemana de la época, de las cuales La Fenomenología del Espíritu de Hegel es quizás el ejemplo más conocido. En obras filosóficas de este tipo, el término “espíritu” es utilizado para referir a la conciencia humana. Y aunque en el Fausto la presencia del espíritu aparezca siempre como una entidad externa a los hombres, no debe perderse de vista esta asociación con el “espíritu” de dichos textos filosóficos.
Tal como trabajó la crítica, en Fausto, la separación de entidades pareciera darse en beneficio de la dramatización de un conflicto que bien puede pensarse, igualmente, como interno al protagonista. Los espíritus de diversas naturalezas que se manifiestan en la obra, así como Mefistófeles, pueden pensarse como fuerzas en conflicto al interior de la mente de Fausto. Gran parte de la crítica considera, de hecho, a Fausto y a Mefistófeles como dos aspectos del carácter dual de lo humano.
La tragedia del erudito
La crítica resalta como uno de los temas principales de Fausto lo que se ha denominado "la tragedia del erudito". El protagonista de la obra estaría condenado al destino trágico por las fuerzas que agitan su interior. Fausto sería un soñador que experimenta el anhelo de fusionarse con un orden universal concebido como consumado o infinito, a la vez que la nostalgia de una vida sencilla de la que está por naturaleza excluido. Como parte de su crítica a la Ilustración, Goethe retrata en su obra lo que ve como el destino trágico del erudito, quien nunca se encontrará satisfecho espiritualmente en el camino de la erudición que su fe en la razón le hizo emprender.
El hombre moderno
La crítica leyó la obra de Goethe como una pintura del hombre moderno, lo cual se considera la temática principal de la pieza. El protagonista del Fausto sería el hombre moderno, quien, tras habitar una cultura atravesada por el racionalismo y la ciencia moderna, encontraría difícil aferrarse, a la manera de la humanidad en épocas anteriores, a poderosas ideas de trascendencia que den sentido absoluto a su vida. El hombre moderno colocó la Razón como eje supremo de verdad, y así puso al hombre, y no a la divinidad, como centro del mundo. El ego moderno así construido ya no puede conformarse con la idea de ser un elemento más de un gran plan divino, y para encontrar satisfacción a su ambición gasta su vida buscando, sin encontrar, ese fin último que le devuelva un sentido, sin haberse detenido a disfrutar, con plenitud, de los momentos atravesados en esa carrera.
Según la crítica canónica, el tema central de Fausto es el ego moderno, desmesurado en su ambición y eternamente insatisfecho.