El estudio de Fausto
Apenas aparece en escena, Fausto se encuentra en su estudio, donde tantos años ha pasado encerrado dedicado a su carrera de erudito. El protagonista se lamenta de la oscura cárcel que él mismo se ha construido y que no le ha traído ninguna felicidad, y la describe en imágenes:
Execrable y mohoso cuchitril, a través de cuyos pintados vidrios se quiebra turbia la misma grata luz del cielo. Oprimido por esa balumba de libros roídos por la polilla, cubiertos de polvo, a los que rodea, hasta lo alto de la alta bóveda, ahumado papel; cercado por todas partes de redomas y botes; atestado de aparatos e instrumentos; abarrotado de cachivaches, herencia de mis abuelos... (p.18).
La ciudad el día de Pascua
En contraposición al oscuro estudio de Fausto, se abre luminoso el escenario abierto de la ciudad el día de Pascua. El protagonista admira el paisaje y lo describe en imágenes:
Libres de hielo están ya el río y los arroyos, merced a la dulce y vivificante mirada de la primavera. Verdea en el valle la dicha de la esperanza; el caduco invierno, en su debilidad, se ha retirado a los ásperos montes, y desde allí, en su fuga, no nos envía más que escarchas e imponentes granizos, que forman estrías sobre la verdeante campiña. Mas el sol no sufre blancor alguno; por doquiera se hacen sentir la formación y el esfuerzo; todo quiere animarlo con brillantes matices. Pero, a falta de flores en el campo, acepta al gentío engalanado con sus trajes de fiesta (p.33).
El vestuario de Mefistófeles cuando toma apariencia de hidalgo
Mefistófeles, cuando llega por primera vez en busca de Fausto, le explica que se ha vestido como hidalgo para salir de aventuras junto al protagonista. El Diablo mismo, en esta ocasión, describe en imágenes su vestuario: "héteme aquí como un noble hidalgo, con vestido rojo ribeteado de oro, ferreruelo de seda recia, la pluma de gallo en el sombrero, y una larga espada de aguda punta" (p.49).
Las montañas del Harz en la Noche de Walpurgis
Mefistófeles lleva a Fausto a las Montañas del Harz en la Noche de Walpurgis, donde se celebra un aquelarre infernal. Fausto describe, en imágenes visuales, lo que se presenta ante sus ojos:
¡Cuán extrañamente luce en el fondo de los valles esa pálida y rojiza claridad matinal, que penetra hasta en las fauces profundas del abismo! Allí suben densos vapores, allí se exhalan emanaciones metíficas, aquí, a través del velo sutil de tales efluvios, resplandece un fuego ardiente (...), aquí se entrelaza formando cien arterias que se diseminan por una vasta extensión del valle, y allí en el rincón donde se hacina la muchedumbre, se recoge de pronto en sí mismo. Allí brotan chispas en derredor, semejando arena de oro que se desparrama. Pero, mira cómo arde la pared de rocas en toda su altura (p.134).