Luz y oscuridad (Símbolos)
En la pieza, la luz y la oscuridad funcionan como símbolos de claridad y armonía, por un lado, y de perturbación, por el otro. Esto se hace visible en el claro contrapunto que ofrecen la primera escena de Fausto en su estudio y la siguiente, en la que Fausto camina junto a Wagner al aire libre observando las celebraciones de la Pascua. Cuando Fausto está en su estudio, sintiéndose frustrado y perturbado por no haber alcanzado la armonía con la Naturaleza que deseaba su alma, todas las imágenes con las que se describe el ambiente se asocian a la oscuridad: es de noche, el protagonista está encerrado en su estudio entre libros polvorientos. Cuando, en cambio, Fausto camina por la ciudad durante la Pascua, el protagonista admira el paisaje despejado, inundado de sol, y a una muchedumbre tranquila, pacífica, feliz.
Este contrapunto se asocia a una temática presente en la obra, que es la oposición entre lo racional y lo espiritual y emocional. Fausto se confió en el camino de la razón y no logró más que perturbación y oscuridad, mientras que la muchedumbre, de vida simple y menos cultivada, parece disfrutar de un vínculo más armonioso con la naturaleza y el mundo.
El arco de acción de Fausto y su pacto con el Diablo (Alegoría)
El arco de acción de Fausto en la obra puede leerse más concentradamente en una escena. Es aquella en la que el protagonista está en su gabinete de estudio, leyendo las obras más importantes de la cultura universal, acción que lo deja insatisfecho en lo relativo a su sed de sabiduría, conocimiento, entendimiento. Luego, se encuentra con una fuerza sobrenatural con la que hace un pacto, y, por último, la escena deja al protagonista descontento, con la sensación de que ha sido engañado y que está siendo víctima de una gran pérdida. Es posible entonces leer en esta escena un microcosmos de toda la obra, al mismo tiempo que, como señala la crítica, encontramos en este arco trazado por el protagonista una alegoría de la transformación de la humanidad desde los inicios del cristianismo hasta la era de la Ilustración.
El inicio de la escena, en la que Fausto se aleja de la experiencia en sí misma para intentar aprehenderla leyendo textos bíblicos, representaría el principio de la era cristiana, en la que los hombres se entregaron a las sagradas Escrituras para encontrar significación a sus vidas. La insatisfacción de Fausto respecto de las palabras bíblicas y su esfuerzo por encontrar una traducción (y por ende un sentido) satisfactoria, por su parte, representaría la transformación del hombre y su relación con el cristianismo en la modernidad: en esta época, occidente intentó resignificar o reformular la religión a la imagen de la humanidad moderna. Fausto representaría las grandes mentes de la época ilustrada que revisaron los escritos bíblicos e intentaron volver a hacerlos relevantes dentro de su contemporaneidad. En el fracaso de Fausto, en su insatisfacción al traducir las palabras bíblicas, se cifraría, asimismo, la imposibilidad de conservar un significado original en el proceso de traducción de un texto.
En cuanto al rol del Diablo en la experiencia del protagonista, la crítica también lee un símbolo de la transformación y el progreso de la humanidad. En cierto sentido, Goethe daría a entender que el progreso mismo de la humanidad no se daría sino a través de un pacto con el Diablo. Así como Fausto apostará su alma para salir de la angustia y la insatisfacción, movido por su sed de sabiduría y de tener experiencias nuevas, la humanidad habría hecho pactos y sacrificios homologables para llegar a la modernidad en la que se encuentra.
El número tres (Símbolo)
En la escena en la que se conocen Fausto y Mefistófeles hay un uso considerable del número tres. Mefistófeles debe preguntar tres veces si puede entrar al estudio de Fausto, y en una parte de la escena, Mefistófeles también se ve obligado a pedirle a Fausto tres veces su alma. Este número es altamente simbólico en la tradición cristiana, donde simboliza la Santísima Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El pedido del alma reiterado en tres ocasiones, según la crítica, contiene una significación especial: funciona como una alusión a una traición bíblica, la de Pedro a Jesús en los relatos de los Evangelios. En la escena bíblica, Pedro promete por su propia vida estar al lado de Jesús, a quien dice tres veces que, aunque tenga que morir con él, nunca lo negará. Más adelante, Pedro rompe su promesa, por lo que en cada una de sus aseveraciones a Jesús, él traiciona y se aleja cada vez más, no solo de Jesús sino de sí mismo. Con esta alusión, entonces, Goethe estaría adelantando el carácter traicionero del pacto que Mefistófeles le propone a Fausto, a quien causará más infelicidad que plenitud.
Mediante el uso de un número con tanta carga simbólica para el cristianismo, Goethe vincula en su obra lo religioso con Mefistófeles, uniendo así lo pagano con lo cristiano, gesto que constituye parte de su crítica a la religión.
La rata envenenada en la canción de Brander (Símbolo)
En la escena en el bodegón, el personaje de Brander canta una canción sobre una rata que vivía en una cocina y una cocinera la envenenó, y la rata, tras días de cargar el veneno en el vientre, murió. Puede pensarse en esta rata que carga veneno en su vientre como un símbolo de las muchachas que, en la época de la obra, quedaban embarazadas de caballeros que las abandonaban, y luego eran marginadas socialmente y castigadas hasta con la muerte a causa de engendrar a un hijo ilegítimo. Esto, a su vez, funciona como indicio de lo que sucederá más adelante con Margarita: como la rata de la canción, llevará en su vientre el motivo de su condena (su hijo ilegítimo) y acabará muerta.
La margarita que deshoja Margarita (Símbolo)
La escena de Fausto y Margarita caminando mientras ella deshoja la margarita jugando a “me ama / no me ama” es interesante en términos simbólicos. Por un lado, la flor es una representación de esa joven con el mismo nombre, y la acción que la niña realiza con ella funciona como un indicio de lo que sucederá después: quedará deshojada, desflorada, mutilada, tras el juego del amor con Fausto.
La margarita deshojada por el juego del amor funciona así como un símbolo de esas muchachas inocentes en la época representada en la obra, que se dejaban ilusionar por caballeros que luego las abandonaban y dejaban sus vidas estropeadas.
En este sentido, en el camino de Margarita a su trágico destino, vemos aquí el inicio, el primer paso que resultará en su caída. Deshojando la margarita, dejándose seducir por un hombre soltero, de otra clase social y de otro nivel cultural, Margarita está dando los primeros pasos fuera de su esfera de moralidad y pureza.