Resumen
Noche de Walpurgis
Fausto y Mefistófeles suben, por un camino estrecho, las montañas Harz. Cantan las alabanzas del bosque, los acantilados y los animales. La canción toma un giro oscuro, hablando de serpientes y raíces rizadas.
Llegan a un pico; Fausto se maravilla al observar la luz de las hogueras y el espectáculo de la multitud. Toda la montaña cobra vida con las voces de brujas y magos.
Una de las brujas queda atrapada en un barranco porque es solo mitad bruja y no puede volar. Mefistófeles encuentra deliciosas las canciones de las brujas y se prepara para su propia gran entrada en las festividades. Suben a una maleza escondida para volver a observar la escena; Fausto quiere unirse a esas multitudes para encontrar respuestas. Mefistófeles le dice que esa noche no cambiará de aspecto, sino que entrará como él mismo. Los dos se encuentran con un grupo de hombres profesionales: un general, un ministro, un advenedizo y un escritor. Se lamentan, recordando el mundo de antaño, cuando los hombres eran nobles y gobernaban el mundo de mejor manera. Una bruja vendedora los recibe tratando de vender novedades: una daga que ha matado a un hombre, una copa llena de veneno, una gema que tentó a una mujer joven y una espada que se usa en la batalla. Mefistófeles le dice a la bruja que solo quieren cosas nuevas, que lo pasado ya está hecho.
Fausto luego tiene visiones de espíritus. Ve a una mujer hermosa a lo lejos, y Mefistófeles le dice que se trata de Lilith, la primera esposa de Adán. Le advierte a Fausto que tenga cuidado con su cabello, porque una vez que ha atrapado a un hombre, no se soltará fácilmente. Aparece un Proctofantasmista y se burla de la turba desvergonzada que baila con los espíritus. Fausto baila con una bruja y señala que el Proctofantasmista solo quiere censurar la diversión. Le piden al Proctofantasmista que se vaya, porque los aburre.
Fausto, de repente, ve a un niño pálido y encantador que viene hacia él. Tiene el cuerpo y la cara de Margarita, y él siente una oleada de éxtasis. Mefistófeles le advierte que se trata de Medusa, y que cualquier hombre que la mire se convertirá en piedra, pero Fausto no puede apartar la mirada. Mefistófeles finalmente desvía su atención mostrándole un pequeño escenario y una cortina. Servibilis aparece y les dice que una compañía de teatro aficionado comenzará una obra en un momento.
Sueño de la noche de Walpurgis o bodas de oro de Oberón y Titania
Esta escena recrea la obra que Fausto y Mefistófeles ven la Noche de Walpurgis. El Gerente de Teatro (Servibilis, de la escena anterior) abre la obra y llama a todos a descansar. El Heraldo anuncia un Banquete de Bodas de Oro para el Rey Oberón y la Reina Titania, quienes han estado casados por cincuenta años. Puck y Ariel llegan para celebrar. Sin embargo, el Rey y la Reina tienen una relación tensa; ella está enfadada. Un Viajero Inquisitivo no puede creer que Oberón esté ante sus ojos.
La escena presenta a todo un elenco de personajes, cada uno de los cuales representa una clase social particular, una escuela de pensamiento, una sección de la escena literaria contemporánea, fanáticos religiosos u oponentes filosóficos de Goethe. Cada uno habla cuatro líneas que resumen su posición o caricaturizan sus creencias y estatus social. Un grupo de filósofos, por ejemplo, se une al Rey y la Reina. Sus rangos incluyen un dogmático, un idealista, un realista y un sobrenaturalista. Un grupo que representa a los rivales literarios de Goethe se une a las festividades, y en sus líneas de diálogo caricaturiza su trabajo. Miembros de las clases trabajadoras y comunes se unen a las filas como comentaristas de la política diaria. La obra se cierra con Ariel llamando a todos a seguirla y unirse a ella en el Cerro de las Rosas, anunciando que todo lo pasado se va.
Día nebuloso
Fausto llora desesperado. Se ha enterado de que Margarita está en prisión por sus pecados. Maldice a Mefistófeles por haber permitido que tanta adversidad sobreviniera a una muchacha como ella. Clama al “Espíritu Infinito” para que vuelva a convertir a Mefistófeles en un perro o una serpiente. Luego maldice a Dios por no hacer nada más que sonreír con complacencia ante los destinos de sufrimiento.
Mefistófeles se enfada con Fausto y protesta contra la debilidad de los hombres que quieren volar y luego temen a la altura. Le recuerda a Fausto que fue él quien apostó con el Diablo. El protagonista vuelve a clamar al Espíritu para que lo libre de este monstruo maligno que siempre lo acompaña. Le ruega a Mefistófeles que salve a la muchacha, pero Mefistófeles le advierte que no puede deshacer lo sucedido porque fue Fausto, y no él, quien condenó a la joven. Fausto le pide a Mefistófeles que lo lleve a la prisión para que la libere. El Diablo le advierte que hay quienes custodian el lugar mientras esperan el regreso del asesino, pero accede al pedido. También accede a embriagar al carcelero mientras Fausto toma las llaves y libera a la chica.
Noche campo raso
Fausto y Mefistófeles montan a caballo por un campo abierto. Fausto espía un aquelarre de brujas en un lugar donde suele haber ejecuciones. Mefistófeles le dice que no les preste atención.
Un calabozo
Fausto entra en la celda de Margarita con llaves y una linterna. Se siente miserable. Oye a la muchacha cantar una canción sobre una madre que dio muerte a su hija, un padre que se alimentó de la carne de la niña y la hermana pequeña de la chica, que la enterró. La niña se convirtió en un pájaro y se fue volando. Fausto abre la puerta de la prisión y entra. Margarita porque cree que él es el verdugo que ha venido a ejecutarla.
Fausto intenta convencerla de que ha venido a liberarla, pero ella sigue creyendo que él es el verdugo. Ella le suplica, diciendo que es demasiado joven para estar condenada de por vida. Fausto sufre al escuchar su dolor. Margarita pide amamantar a su bebé una vez más y dice que los guardias le dijeron que ella lo mató. Fausto cae de rodillas. Margarita está de acuerdo en que ambos deben arrodillarse y orar a los santos. Fausto grita su nombre.
Margarita escucha la voz de Fausto y, llamándolo, finalmente cree que ha venido por ella. Ahora piensa que está a salvo, pero aún se resiste a salir corriendo de la celda. Trata de besarlo pero siente sus labios fríos y apretados.
Margarita le cuenta que mató a su madre y a su hijo, y que eso fue un regalo para Fausto y para ella. El protagonista ruega dejar el pasado en el pasado. Ella dice que no puede escapar, porque ya no tiene vida. Le ruega que salve a su hijo y le da instrucciones para llegar al estanque donde lo arrojó al agua. Fausto decide sacarla en brazos de la celda, pero ella le ordena que la suelte. Comienza a amanecer y ella compara el día de su boda (la que planeaba tener) con este inminente día de su muerte, describiendo las multitudes que se reunirían y la llevarían por las calles. Ahora, todas las multitudes estarán allí con un propósito diferente.
Mefistófeles entra y les dice que deben irse, o, de lo contrario, ambos serán atrapados y asesinados. Margarita ve al Diablo y llora de terror, porque cree que ha venido por ella. Luego dice entregarse al juicio de Dios. Cae en ilusiones sagradas, llamando a los ángeles para que se reúnan a su alrededor y la salven. Mefistófeles dice que ella está condenada, pero una voz de lo alto responde que está salvada. Mefistófeles desaparece junto a Fausto.
Análisis
La transformación de Fausto se completa en estas escenas finales. A lo largo de la obra, Fausto es un hombre que tiene que tomar decisiones difíciles. Ha elegido entre la vida y la muerte, así como entre la moral y la inmoralidad, y ahora elige entre el bien y el mal. En la noche de Walpurgis, Fausto elige el mal. En vez de quedarse con su amada para impedir su caída, se va con Mefistófeles a disfrutar de los espectáculos del mundo pagano.
La de la Noche de Walpurgis es una escena algo compleja de comprender para los lectores modernos, básicamente porque funciona en varios niveles diferentes, uno de los cuales debe entenderse en el contexto cultural e intelectual de la época de Goethe. En un primer nivel, podemos constatar que la escena alterna entre motivos cómicos y trágicos. El viaje de Mefistófeles y Fausto a la montaña Brocken, con la alegría y el baile de las brujas, entretiene tanto como aterroriza. Fausto se enfrenta a ese mundo oscuro, sin redención, al que lo arroja su pacto con el Diablo. Asimismo, el protagonista se entrega por completo a los espectáculos que le ofrece Mefistófeles: baila con una bruja, se maravilla con Lilith y Medusa, y habla con un grupo de hombres que también están condenados; Fausto se deja invadir por el efecto embriagador del universo pagano.
En un nivel más profundo, la escena es también una sátira de la cultura intelectual de la época de Goethe. Fausto interactúa con varios grupos de personajes que participan en las festividades de la Noche de Walpurgis (o noche de aquelarre), y cada uno retrata y caricaturiza sectores políticos o intelectuales particulares de la coyuntura goethiana, generalmente relacionados a las ideas racionalistas de la época.
El final de la Noche de Walpurgis contiene una transición. Fausto ve un escenario instalado en medio de las festividades, y él y Mefistófeles son invitados a ver una obra de teatro. Aquí, Goethe modela su obra dentro de una obra, usando líneas poéticas, conjuntos de personajes que aparecen y desaparecen, cada uno con un lenguaje conciso, particular. Filósofos, teólogos, políticos, todos parecen expresar su opinión sobre el mundo, su punto de vista. Tanto la variedad de personajes como las ideas que representan confunden al lector mientras presentan la locura y la conmoción del mundo intelectual del siglo XVIII. Nadie, estaría sugiriendo Goethe, tiene toda la verdad, porque nadie parece entender lo que dicen los demás.
El final de esta primera parte de la obra retoma la narrativa de Fausto y Margarita. Fausto se despierta de su sueño de la Noche de Walpurgis y se da cuenta de que ha cometido un pecado terrible. Al elegir acompañar a Mefistófeles, ha condenado a su amor a la muerte. Han pasado meses desde que Fausto cayó en su sueño infernal y, mientras tanto, una serie de eventos espantosos tuvieron lugar: la madre de Margarita murió a causa de la poción que Fausto recomendó darle para dormir; Margarita dio a luz a su hijo ilegítimo y mató al niño para evitar convertirse en un paria social, pero luego fue arrestada y sentenciada a muerte. Es tarde cuando Fausto se apresura a ir, con la ayuda de Mefistófeles, a la cárcel para rescatar a su amada.
El destino de Margarita es la gran tragedia de la obra. El día de su ejecución coincide con lo que, según la muchacha había soñado, sería el día de su boda. En lugar de vivir una vida feliz y plena, la joven inocente es sacrificada por culpa de Fausto y su propia búsqueda de plenitud. Esa relación amorosa, en la cual Fausto podía encontrar su salvación, fue despreciada por el protagonista, y significó la condena de la otra persona involucrada, Margarita.
Este final implica una variación importante, por parte de Goethe, respecto de las leyendas populares de Fausto. El protagonista no es inmediatamente condenado a un infierno físico, sino que es condenado a vivir un infierno personal hasta su muerte, como resultado de esa apuesta con el Diablo, mientras es Margarita quien sufre una condena inmediata. En este sentido, el final que la obra revela es interesante: el lector o espectador esperaba la condena o salvación de Fausto, pero, en cambio, en esa búsqueda del protagonista, la víctima es otra. Es, de hecho, una muchacha inocente que tuvo la mala suerte de encontrarse en el camino de un hombre interesado únicamente en su propio bienestar. Por su parte, Fausto recibe otro tipo de condena: vivirá sabiendo que él provocó la muerte de su amor y que nunca más volverá a tener su dichoso momento de unión con la Naturaleza y el mundo. Deberá, además, vivir con la culpa de haber conducido a un alma noble y pura al más terrible de los infiernos.