"(...) la muerte nunca es por completo un huésped bienvenido" (Mefistófeles, p.50) (Metáfora)
Así responde Mefistófeles cuando Fausto lanza un discurso sobre lo mucho que desprecia su vida y lo mucho que anhela la muerte. Porque más allá de lo que el protagonista diga, Mefistófeles sabe que Fausto no se ha suicidado, aun cuando había tomado esa determinación. Con la metáfora empleada, Mefistófeles expresa una observación: entre los seres humanos, la muerte es una idea nunca aceptada del todo. Incluso cuando uno, como Fausto, ha decidido suicidarse, no termina de recibir a la muerte con resuelta emoción, como si fuera esta alguien a quien se ha invitado a casa, pero luego incomoda con su presencia al anfitrión.
"Toda teoría es gris, caro amigo, y verde el árbol de oro de la vida" (Mefistófeles, p.63) (Metáfora)
Mefistófeles dice estas palabras a un estudiante para tentarlo a abandonar su carrera de erudito y arrojarse a las pasiones. Según este personaje, la cultura y el academicismo solo imponen límites y restricciones morales que llevan a la frustración, a la insatisfacción. A esto se refiere, metafóricamente, al decir que la teoría es "gris": la erudición y los estudios académicos no aportan color, diversión a la vida, sino tristeza y niebla. Lo que Mefistófeles aconseja es abandonar dichas imposiciones, librarse de la moral y vivir en el libertinaje y el hedonismo. A esto refiere como el "árbol de oro de la vida", es decir, todo aquello que pertenece al mundo de lo natural, terrenal, pasional, y que se destaca por aportar "verde", es decir, vitalidad y alegría, a la experiencia humana.
"¿somos acaso juguete de cada soplo de viento?" (Fausto, p.90) (Metáfora)
Fausto ingresa en la habitación de Margarita con la pretensión de acostarse con ella y acaba conmocionado, solo, en la cama de la muchacha, exclamando palabras de amor. El cambio súbito de anhelo hace reflexionar al protagonista, que se hace la pregunta citada. Fausto recurre a una metáfora para hablar de cómo los hombres están a merced de la divinidad. El designio de Dios, como un soplo de viento, puede alterar la experiencia y el deseo de un ser humano como si se tratara de un juguete liviano incapaz de oponer resistencia.
"El nombre no es más que ruido y humo que ofusca la lumbre del cielo" (Fausto, p.118) (Metáfora)
Las palabras citadas son pronunciadas por Fausto ante Margarita, cuando este intenta explicarle el carácter de su fe, reproducir sus pensamientos en torno a lo divino y lo terrenal. Tal como se observa en la cita, Fausto recurre a una metáfora para ilustrar lo que siente: una no correspondencia entre el significante y el significado en los conceptos religiosos. El nombre, es decir, la palabra que denomina tal o cual idea o abstracción, no solo no representa, en la opinión de Fausto, aquello que quiere nombrar, sino que ofende, ensucia, perturba con su imperfección e imprecisión, el carácter perfecto e impoluto de su referencia celestial.
"(...) el mundo entero está callado como una tumba" (Margarita, p.159) (Símil)
Fausto encuentra a Margarita en la celda y observa el resultado de su propia negligencia: la joven inocente y pura fue llevada por él a la locura, el crimen, la condena a muerte, la marginalidad. La muchachita, en sus últimos momentos de vida, desvaría en su discurso, confundiendo el día de su muerte con el que, esperaba, fuera el de su boda. Así, cuando la chica intenta describir su boda, las imágenes mortuorias no paran de infiltrarse en su fantasía. La frase citada cierra su narración onírica con una imagen atroz: para describir el silencio de los invitados a su boda, recurre a un símil en donde compara el estar callado con una tumba, asociando así el silencio de sus invitados con la muerte. Margarita, en las imágenes de su fantasía, proyecta su propia muerte inminente.