Resumen
El protagonista se da a sí mismo el pseudónimo de William Wilson porque no quiere que su nombre ensucie la página en la que escribe. No le interesa hablar de sus últimas malas acciones. Prefiere, por el contrario, contar cómo es que se volvió malvado, algo que, a diferencia del resto de los hombres, le pasó más bien rápido. Ahora se encuentra cerca de morir y quiere que alguien simpatice con él y reconozca que sus errores se deben a que fue “esclavo de circunstancias más allá del alcance del control humano” (385).
William hereda el carácter excitable de su familia y, desde pequeño, es temperamental y egoísta. Le debe a sus padres, de carácter débil e incapaces de controlarlo, el hecho de haber podido hacer siempre lo que le diera la gana. De niño asiste al colegio en una gran casa isabelina ubicada en una aldea tranquila. El Dr. Bransby es tanto pastor como director de la escuela, y resulta sorprendente cómo conviven en él la faceta de clérigo benévolo con su rol de autoridad.
En la escuela, William se siente superior a sus compañeros y disfruta sentir que lo obedecen, pero una excepción entre ellos le presenta un desafío a su estatus. Se trata de un chico que llega a la escuela el mismo día que él y con el que comparte nombre y día de cumpleaños. Sin embargo, ellos no están emparentados por su familia. La desobediencia y facilidad con la que se pone a su altura hacen que el narrador se sienta avergonzado. Sin embargo, no es un rival que parezca querer derrotarlo. Por el contrario, parece guardarle afecto y en sus contiendas cotidianas suele dejarlo ganar. Esto último irrita profundamente a William que, aunque no puede evitar mantenerse lejos suyo, poco a poco comienza a resentirse con él y a odiarlo.
Ambos jóvenes gustan jugarse bromas pesadas. Las del narrador suelen fracasar en hacer sentir mal a su rival, salvo aquellas en las que se mofa de que hable en susurros por una afección en la voz. Más allá de esta característica sus voces son muy parecidas. Por su parte, su pequeño rival se concentra en la exasperante incomodidad que le despiertan al narrador los parecidos entre ambos. Físicamente son tan parecidos que parecen hermanos. Esto lleva al narrador a imitar sus ademanes y su comportamiento, aunque el resto de sus compañeros parece no percatarse. Además, tiene por costumbre darle consejos a William, aunque a él le molesta. Eventualmente, los ambiguos sentimientos para con su amigo se convierten en un odio abierto y el otro, al darse cuenta, comienza a evitarlo.
Un día, tras un “violento altercado con él” (396), unos extraños recuerdos de su primera infancia se despiertan en el narrador. Siente como si se conocieran hace mucho, pero la sensación lo perturba, así que decide ignorarla.
Tiempo después, hacia el final de su quinto año de estudios, el narrador planea una broma para asustar a su rival durante la noche. Cuando todos duermen, se dirige con una lámpara de mano a la habitación de la víctima y, una vez allí, se acerca a la cama, donde él duerme. Sin embargo, en el preciso instante en que lo encuentra dormido, observa su rostro en penumbras y el parecido con su propia persona lo sorprende tanto que “Aterrado, y con un estremecimiento” (398), el narrador abandona la escuela y no vuelve nunca más.
Meses más tarde, William se inscribe en otro colegio, en Eton. Para entonces ya no piensa en el otro muchacho, y se entrega a una vida de excesos. Tres años más tarde ofrece una fiesta secreta en su habitación y, al amanecer, un sirviente le avisa que alguien desea hablar con él. Curioso, William se asoma al vestíbulo y encuentra a un joven vestido igual que él, quien lo toma del brazo y le susurra al oído “William Wilson” (399). En ese momento, su “borrachera desaparece en el acto” (399) y, mientras se recupera de la conmoción, el visitante aprovecha para escapar. Tras este episodio, William permanece semanas, angustiado, averiguando la identidad del intruso, hasta que descubre que su viejo rival de la infancia ha dejado la escuela por un accidente familiar el mismo día que él.
William se muda a Oxford para continuar sus estudios. Allí se entrega a una vida de lujos, mantenido por su padre, mientras se entrega cada día más al vicio y el libertinaje. Comienza a apostar, lo que le permite acaudalar más ingresos a partir de lo que le gana a sus compañeros. Es así como, dos años después, conoce a un noble y joven rico llamado Glendinning, a quien juzga lo suficientemente estúpido como para quitarle mucho dinero mediante el juego. Para ello, lo invita a una fiesta en la que lo embriaga y, tras dejarle ganar algunas manos, lo motiva a realizar apuestas cada vez más grandes, hasta ganarle y dejarlo en la ruina. Esto provoca que el resto de los invitados se compadezca con el joven y resienta con William.
Sin embargo, una visita inesperada arruina los planes del narrador: un desconocido ingresa inesperadamente en la habitación y les hace saber que William hacía trampa, escondiendo las cartas ganadoras en un bolsillo de su manga. Luego de confirmar la acusación, el anfitrión le pide al narrador que se retire, no sin antes devolverle su capa y diciéndole que debe irse de Oxford. William está por replicarle cuando descubre que ya traía su capa consigo y que la que le ofrece el anfitrión es idéntica a la suya. La posibilidad de que su rival del pasado lo haya expuesto en la estafa lo conmociona, y William se va de Oxford “en una verdadera agonía de horror y vergüenza” (406).
A partir de entonces, William escapa de Inglaterra y se dedica a recorrer el continente pero, en cada lugar donde va, su “archienemigo y genio malvado” (407) lo encuentra y expone en sus malas acciones. Abatido, cae primero en el alcoholismo, pero luego comienza a recuperar su naturaleza rebelde y decide confrontar a su némesis.
Un noche, durante un baile de disfraces celebrado por el anciano duque Di Broglio en Roma, el narrador intenta seducir a su esposa cuando su viejo rival se le aparece. Aunque el doble viste prendas idénticas a las suyas, y una máscara le cubre el rostro, William lo reconoce de inmediato por sus característicos susurros. Luego de insultarlo, lo arrastra a una habitación vacía, donde se baten a un duelo de espadas. Finalmente vence y consigue apuñalarlo numerosas veces, hasta que alguien los interrumpe intentando abrir la puerta. El narrador desvía la mirada de su oponente mientras se dirige a la puerta para bloquearla.
Al volver a su tarea, descubre “un cambio material en la disposición del extremo más alejado del cuarto” (409). Allí donde había apuñalado a su enemigo, un espejo hasta entonces inexistente lo muestra a él mismo mismo desangrándose. Sin embargo, la visión desaparece y en su lugar vuelve a encontrar al doble, que finalmente revela un rostro idéntico al suyo. En ese momento, una voz igual a la suya admite que finalmente lo ha derrotado, pero que, al hacerlo, se ha asesinado a sí mismo.
Análisis
En “William Wilson”, Poe explora la idea de una identidad dividida a partir de la figura del doble, uno de sus temas principales que pertenece, a su vez, a una tradición más amplia que es la del género fantástico. Mediante el uso de este tema, Poe consigue expresar literariamente sus ideas acerca de la dualidad de la naturaleza humana; la posibilidad de que coexistan dos expresiones morales opuestas dentro de un mismo individuo: el Bien y el Mal.
El tema del doble se hace presente en el cuento desde su propio título. En este sentido, parte de la crítica coincide en interpretar el pseudónimo que adopta el narrador -con la excusa de no querer involucrar al linaje familiar en su infamia- como un anagrama o juego de palabras que enmascara su propia dualidad. Bajo esta interpretación, William significaría “yo soy la voluntad” (“Will I am”) y Wilson, “el hijo de la voluntad” (“Will's son”). Así, ambos personajes se verían representados en el nombre, tanto desde el significado como mediante la aliteración del sonido ‘W’, con el objeto de dar cuenta de una lucha entre la voluntad y una fuerza idéntica, aunque opuesta, que le entorpece el camino.
El narrador es un personaje que desde su infancia se presenta como un niño de “malignas inclinaciones” (385). También desde niño, un joven con el que comparte nombre, aspecto y cumpleaños se dedica a desafiarlo y exponerlo en sus malas acciones. Pese a ello, el relator admite que el muchacho se muestra afectuoso con él y que generalmente intenta aconsejarlo. En efecto, el doble aparece cada vez que William está a punto de caer en un crimen o en una conducta inmoral como el alcohol, las apuestas y el adulterio.
En ese sentido, el alter ego de William parecería comportarse, sobre todo en sus años tardíos, como la voz de su conciencia, un doble que el narrador empujó a otro cuerpo para poder entregarse a sus pasiones más bajas sin mayores obstáculos. Al igual que en la icónica novela de Robert Louis Stevenson, El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el narrador malo y su alter ego bueno expresan la idea de la dualidad del alma humana mediante dos personajes idénticos en cuanto al cuerpo, pero opuestos en cuanto al espíritu.
Debemos tener en cuenta que, tal como menciona el crítico Costa Picazo, hay “un orden básico en la cosmogonía de Poe y se corresponde con la unidad original y perfecta del Dios creador” (24). Es decir, para Poe el universo nació de una sola partícula perfecta que luego se separó para crear todo lo existente. Por eso, todo anhela siempre volver a la unidad, razón por la cual la muerte es positiva. Por este motivo, el asesinato del doble, al final del relato, simboliza el reencuentro de esas dos partes de la misma alma dividida en dos cuerpos: “Existías en mí y, con mi muerte -puedes verlo en esta imagen, que es la tuya-, has terminado con tu propia vida” (409). En la muerte, ambas versiones de Wilson vuelven a ser una. Sin embargo, el hecho de que la unión del alma se produzca a través del asesinato, en lugar de la reconciliación, condena -tal como expresa la cita- al propio narrador.
Como todo relato fantástico, sin embargo, “William Wilson” permite una explicación por fuera de lo sobrenatural. Resulta interesante, en este sentido, que nadie más que William parezca notar la similitud entre ambos, ni tampoco las imitaciones de la que él es víctima. Al poner en duda las propias percepciones del narrador, podemos considerar la posibilidad de que los parecidos y el acoso de su doble no sean más que una fijación obsesiva que consumió su mente hasta llevarlo a la locura y a las alucinaciones. Los temas de la obsesión y la locura se vinculan de este modo a un procedimiento que es central en la escritura de Poe: el uso de narradores no fiables y, como consecuencia, la ambigüedad en la interpretación del sentido de sus cuentos. Además, el narrador podría simplemente estar mintiendo para justificar sus malas acciones. En ese caso, debemos poner el foco en el tema del crimen.
Por último, cabe mencionar la centralidad del tópico de los estupefacientes en este relato. Frecuentemente, William asocia su propia degeneración moral y su caída en la locura a un uso problemático de alcohol. De hecho, se encuentra alcoholizado cuando inicia la pelea de espadas con su doble: “Sin embargo, últimamente me había entregado por completo al vino, y su enloquecedora influencia me hacía cada vez más difícil dominar mi temperamento hereditario” (407). De este modo, es imposible saber si es la creencia de que un doble maligno lo acosa la que impulsa al narrador a beber alcohol en forma excesiva, o si -de hecho- es al revés.