Resumen
Desde que se conocen, a Morella y al narrador los une “un singular afecto” (132) basado en la afinidad intelectual y espiritual. Aunque su cariño está desprovisto de pasión y erotismo, y su relación se asemeja más a una amistad que a un romance, terminan contrayendo matrimonio. Desde entonces, la pareja pasa el tiempo compartido estudiando y leyendo sobre filosofía y misticismo.
Como la erudición e inteligencia de Morella es inmensa, y sus talentos no parecen ser “de clase común” (132), el narrador se deja guiar y dirigir por ella en sus estudios. Sin embargo, las lecturas que realizan juntos abordan temas místicos que conmocionan y asustan al narrador, tales como la posibilidad de la vida después de la muerte. Además, luego de horas de estudio bajo la dirección de Morella, su presencia empieza a aterrorizarlo sin que pueda comprender exactamente el motivo. Algo sobrenatural en ella lo perturba; no logra soportar el roce de sus frías manos, el “tono grave de su lenguaje musical, ni el brillo de sus melancólicos ojos” (135).
Llega el momento en que, mientras el amor del narrador decrece, la salud de Morella empieza a deteriorarse y parece que su vida está cerca de terminar. Pese a ello, el tiempo de su muerte se dilata más de lo que desea el narrador, quien prefiere verla muerta debido a que su presencia y su mirada lo perturban demasiado.
Finalmente, una noche de otoño, en la que un vapor brillante rodea los alrededores de la casa, Morella lo llama a su lecho y lo acusa de nunca haberla amado en vida, anunciando además que lo hará en la muerte. Luego le confiesa que está embarazada, que su hija comenzará a vivir cuando su espíritu se marche y que le dará muchos días de dolor. Una vez pronunciadas estas palabras, Morella muere y, a la vez, da a luz a una pequeña “que no respiró hasta que la madre hubo muerto” (137).
A partir de entonces, el narrador se encarga de su hija “con un amor más ferviente del que había creído sentir por ningún habitante de la tierra” (137). Ella comienza a crecer más rápido de lo normal y a parecerse cada día más a su difunta madre. Los cambios no son de aspecto únicamente: empieza a desarrollar un intelecto idéntico, a expresarse como ella y a manifestar la inteligencia propia de una mujer madura.
Pasan los años y el padre de la niña se resiste a ponerle un nombre o hablarle de su difunta madre. El parecido entre madre e hija lo atormenta al punto en que se recluye con ella en el hogar para que nadie pueda observarla. Lo recuerdos de las misteriosas lecturas compartidas con la muerta lo perturban y cada semejanza nueva alimenta su obsesión como a “un gusano que se resiste a morir” (138).
Finalmente, decide bautizar a la joven con la esperanza de que, al darle un nombre que la distinga de su madre, pueda diferenciarla y romper finalmente con la obsesión que lo aqueja. Pero, una vez en la iglesia, al momento de pronunciar el nombre elegido, no se le ocurre ninguno de los que había pensado sino el de su difunta esposa. En ese momento, la joven mira al cielo y pronuncia: “Estoy aquí” (139). Luego cae, convulsionando, y finalmente muere, mientras su padre pierde noción del tiempo y del espacio y siente cómo el mundo se oscurece. Luego de este acontecimiento, el protagonista lleva el cadáver de su hija a la tumba de su madre y comprueba, con una risa amarga, que el cuerpo muerto de su mujer no se encuentra ahí.
Análisis
Junto a “Ligeia” y “Eleonora” (este último no incluido en nuestra selección), “Morella” completa un trío de historias cuya trama gira en torno al tópico de la muerte de una mujer hermosa. En su ensayo llamado “Filosofía de la composición”, Poe considera que es este el tópico más poético del mundo. Estas historias nos presentan personajes femeninos complejos y centrales, característica inusual en el resto de los relatos de Poe. Los personajes masculinos, por su parte, se presentan como narradores pasivos, arrastrados por la presencia poderosa de estas mujeres y testigos de su influencia sobrenatural.
En este cuento, la descripción de Morella nos llega a través de la mirada del narrador, su esposo. Este personaje manifiesta, desde el comienzo del relato, sentirse atraído por la superioridad intelectual de su esposa. Sin embargo, y a diferencia del vínculo que presenta el matrimonio de “Ligeia”, el amor que siente por ella está exento de erotismo. Esta falta de pasión provocará el resentimiento de su esposa. Más allá de este hecho, el narrador se abandona a la “guía y dirección” intelectual de Morella y recorre junto a ella “las laberínticas profundidades de sus estudios” (133). La metáfora del laberinto, en este punto, le permite caracterizar la influencia mental de su esposa como un lugar peligroso, donde los saberes lindan con lo oculto; un lugar donde es posible perderse.
La presencia de Morella se mueve entre lo terrenal y lo divino y -al igual que Ligeia- su vinculación con lo sobrenatural tiene un efecto importante en el matrimonio. La erudición y el aspecto misterioso que en principio atraen y enamoran a su esposo, con el tiempo comienzan a aterrorizarlo: cuando habla de su sabiduría dice que “sus talentos no son de clase común” (132); acerca de su voz, que los “tonos en exceso sobrenaturales” (133) lo perturban; de sus frías manos menciona que despiertan en su memoria “las cenizas de una muerta filosofía” (133). Finalmente, su influencia de otro mundo se le vuelve tan insoportable que confiesa: “había llegado un momento en el que el misterio de la naturaleza de mi esposa me oprimía como un hechizo” (135).
Mención aparte recibe la mirada de Morella, tan poderosa que su esposo siente desfallecer frente a sus ojos como “quien contempla un abismo funesto e insondable” (135). La comparación con el oscuro abismo le permite al narrador describir el carácter profundo, melancólico e inabarcable de su mirada. Es esta una característica que -al igual que en “Ligeia”- se vincula en forma estrecha con la presencia sobrenatural de la mujer. Cabe destacar que la mención a la mirada, como un elemento que desencadena obsesión, miedo o perturbación, no es algo excepcional de estos relatos. Por el contrario, es un motivo común en varios de los cuentos de Poe, tales como “El gato negro” y “El corazón revelador”. Esta recurrencia se inspira en las viejas supersticiones del mal de ojo, que sostienen que las miradas de ciertas personas tienen el poder de conllevar mala suerte, hechizar o dañar al objeto de su contemplación.
Tal como mencionamos en la sección Temas, Poe recibe una importante influencia de la tradición del terror gótico. En esta tradición es común que lo sobrenatural ocupe un lugar privilegiado y se incorpore a través de la introspección en primera persona de sus narradores. En “Morella”, la presencia de lo sobrenatural se vincula al tema de la muerte a partir de la transmigración del alma entre las dos mujeres y la idea de la vida después de la muerte. Sobre este punto, algunos críticos coinciden en caracterizar a Morella como un personaje derivado de la tradicional figura del vampiro, hipótesis que también aplica a las protagonistas de “Ligeia” y “La caída de la casa de Usher”. En este sentido, el hecho de que Poe caracterice a estos personajes como pálidos, casi cadavéricos, de cuerpos fríos y voces hechizantes acompaña dicha hipótesis.
Por supuesto, lo sobrenatural también aparece a partir de la presencia del doble, es decir, con la duplicación de Morella en su propia hija. Esta posibilidad horroriza a tal punto al punto al narrador que, en cada similitud que ve entre madre e hija, encuentra “alimento para un pensamiento que me consumía y me horrorizaba, para un gusano que se resistía a morir” (138). En este punto, que el narrador utilice la metáfora del parásito para dar cuenta de las ideas recurrentes y enfermizas que consumen su mente remite a otro de los temas principales de Poe: la obsesión.
Por último, cabe destacar que es la propia presencia del doble como causante de obsesión la que provoca el irónico final del relato. Cuando la enfermedad ataca a la esposa del narrador, él manifiesta ansiar su muerte con “intenso y devorador” (135) anhelo. Una vez viudo, se dedica al cuidado de la hija, a quien ama “con un amor más ferviente del que había creído sentir por ningún otro habitante de la tierra” (137). Sin embargo, el parecido entre ellas lo obsesiona y lo lleva a bautizar a la hija con el objeto de diferenciarla de la madre. Pero en el momento de consumar el bautismo, un “espíritu malévolo” (139) lo lleva a pronunciar el nombre de Morella y la joven muere. En este sentido, es una ironía que el narrador haya bautizado a la hija para diferenciarla de la madre y, en lugar de eso, la haya nombrado igual que ella, provocando su muerte.