Cuentos de Edgar Allan Poe

Cuentos de Edgar Allan Poe La profesionalización del escritor

Para Edgar Allan Poe la escritura fue su modo de ganarse la vida. Por ese motivo, siempre se interesó en desarrollar su labor literaria en un sentido práctico: como un trabajo. Es decir, Poe se relacionaba con la escritura concibiéndola como una técnica que debía dominar y perfeccionar ya que lo sustentaba económicamente. Tenemos que tener en cuenta que Poe nunca tuvo un buen pasar económico: su padre lo abandonó y su madre murió cuando él era aún muy chico, quedando al cuidado de un matrimonio amigo de su madre. Sumado a esto, para cuando Poe comienza a escribir, la literatura ya se había convertido en un bien regido por las mismas leyes de oferta y demanda que determinan la producción de cualquier producto en el mercado.

Esto tiene importantes repercusiones en su obra. En un texto llamado “Edgar Allan Poe”, Borges dice que “Poe se creía poeta, sólo poeta, pero las circunstancias lo llevaron a escribir cuentos, y esos cuentos a cuya escritura se resignó y que debió encarar como tareas ocasionales son su inmortalidad”. Aquí, Borges percibe la importancia del contexto social y material como un condicionante económico en la producción literaria de Poe. Aunque él concebía la poesía como la mayor expresión literaria, la única capaz de acercarse al ideal de belleza, no faltó mucho para que comprendiera que no podría subsistir con ella. Estos condicionamientos, entonces -y muy al pesar de sus propios anhelos-, son lo que hicieron posible su grandeza e importancia en la historia de la literatura.

Como decimos, Poe concibió la labor literaria como una técnica a ser dominada, al igual que en la producción de cualquier otra mercancía. En un ensayo llamado “Filosofía de la composición”, por ejemplo, nuestro autor caracteriza lo que para él tiene que cumplir un buen cuento a partir de su teoría de la unidad de efecto. Con esta teoría, Poe insiste en que los cuentos deben orientarse, desde sus primeras líneas, a resolver el efecto final que busca producir en el lector. Además, allí insiste en que los cuentos deben ser cortos y facilitar una lectura rápida, para que los puedan disfrutar los lectores de revistas y diarios, medios en los cuales Poe solía publicar, no solo cuentos, sino también artículos periodísticos, ensayos literarios y tratados científicos.

La labor profesional de Poe como colaborador en revistas y periódicos nos sirve para explicar, también, sus innovaciones respecto a la escritura de cuentos detectivescos y de ciencia ficción, géneros ficcionales que obtendrían una gran popularidad en las décadas subsiguientes. En este punto, la aparición de sus cuentos de raciocinio -como “La carta sustraída” y “Los crímenes de la Rue Morgue”- coincide con un aumento en los crímenes urbanos que empieza a producirse a comienzos del siglo XIX, y que condujo a una mayor atención de la población en los asuntos policiales difundidos a través de los nuevos periódicos sensacionalistas. Lo mismo sucede con los relatos de ciencia ficción: para cuando Poe escribe “Los hechos en el caso de M. Valdemar”, el mesmerismo y otras pseudociencias se habían transformado en un tema muy popular entre los lectores de revistas. Poe, siempre interesado en ampliar su caudal de lectores, dedujo que esta clase de historias atraería el interés de estos nuevos consumidores y se empleó en la escritura sobre estos temas.

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