"Yo encontraba alimento para un pensamiento que me consumía y me horrorizaba, para un gusano que se resistía a morir" (“Morella”, p.138) (Metáfora)
El narrador utiliza la metáfora del gusano para describir la perturbación que le produce el pensamiento sobre las sospechosas similitudes entre su hija y su difunta esposa, Morella. La representación de la idea recurrente y enfermiza mediante la imagen del parásito alude también a uno de los temas principales de Poe: la obsesión. El pensamiento obsesivo aparece como un parásito que destruye y consume la psiquis, una enfermedad que produce podredumbre en la mente.
Por otro lado, lo que consume y horroriza al narrador de “Morella” se vincula también con el tema de lo sobrenatural. Aquí, lo sobrenatural se manifiesta en la posibilidad de que el alma de la difunta haya sobrevivido a la muerte y luego migrado al cuerpo de su hija y, más aún, en el hecho de que su hija y su esposa sean, en realidad, una misma persona. El tópico de la transmigración del alma, vinculado a la resistencia del ser humano ante la muerte, vuelve a presentarse en “Ligeia”, “El retrato oval” y “Los hechos en el caso de M. Valdemar”.
"Iba y venía como una sombra" (“Ligeia”, p.265) (Símil)
Con esta comparación el narrador describe los movimientos de Ligeia alrededor de la casa, luego de señalar “la incomprensible levedad y elasticidad de su paso” (265) al caminar. El símil es interesante porque colabora con la caracterización de esta mujer como un ser sobrenatural, cuya descripción linda con la de un espectro o -como varios críticos señalan- con la tradicional y mitológica figura del vampiro, presente en el folklore de distintas culturas del mundo.
Por otro lado, al presentar a la esposa mediante esta imagen, se anticipa algo que sucederá más adelante en el relato: el narrador se dirige a servirle una bebida a la agonizante Rowena cuando “una sombra débil e indefinida de aspecto angélico” (281) atraviesa la habitación y derrama unas gotas rojas en la copa. Aquí, el paralelismo entre la descripción de la difunta Ligeia con esta imagen permite suponer que se trata del mismo ser. En este punto, cabe mencionar que las sombras y la oscuridad son elementos comunes en las atmósferas de horror de Poe y suelen relacionarse con lo sobrenatural y el mal.
"Se jactaba de que, para él, muchos hombres llevaban una ventana abierta en el pecho" (“Los asesinatos de la Rue Morgue”, p.475) (Metáfora)
El narrador utiliza esta metáfora mientras describe la capacidad de análisis y observación de Dupin, que lo vuelve el prototipo ideal del buen investigador. La imagen representa la facultad de ver a través de las apariencias y la exterioridad de las personas y las cosas. Según el narrador, Dupin logra -mediante la agudeza de su atención- desentrañar los secretos, aspiraciones y pensamientos de sus semejantes, incluso de él mismo, su amigo. Esta metáfora viene a reforzar un símil mencionado anteriormente en referencia a las dotes que debe tener un buen analista, quien se relaciona con el resto como si “los jugadores le estuvieran mostrando sus naipes” (472).
"De un lado a otro de los siete aposentos se desplazaba una multitud de sueños" (“La máscara de la Muerte Roja”, p.618) (Metáfora)
Esta metáfora es utilizada para caracterizar al grupo de damas y caballeros de la corte que se pasean por la fiesta de disfraces realizada por el príncipe Próspero. La figura enfatiza el efecto surrealista que provoca el conjunto de personas disfrazados bajo la dirección del príncipe, cuyos gustos extravagantes hacen que el grupo parezca salido de un sueño o, si tenemos en cuenta el final del cuento, de una pesadilla. Cabe destacar que no es solo gracias a la vestimenta de estos personajes que se produce este efecto de ensueño; las melodías de la orquesta y las tonalidades coloridas que se refractan a través de los vitros de los cuartos también colaboran con ello. Por último, es debido a esta escena confusa y de ensueño que ninguno de los participantes de la fiesta logra advertir la presencia de la Muerte, quien pasa desapercibida entre el peculiar grupo.
"Pero la enfermedad me llegó a dominar (porque ¿Hay enfermedad como el Alcohol?)" (“El gato negro”, p.757) (Símil)
Al presentar al alcohol como una enfermedad, el narrador de “El gato negro” intenta una justificación para la perversión que lo lleva a violentar y luego asesinar primero a su mascota y luego a su esposa. De este modo, mientras se posiciona como un sujeto pasivo dominado por la influencia del alcohol -a quien previamente personifica al llamarlo “Demoníaca Intemperancia” (757)-, intenta desligarse de la responsabilidad de sus acciones y su sadismo.
Ahora bien, aunque podríamos objetar que, al referirse al alcohol como enfermedad, el narrador pretende en realidad hablar de su alcoholismo como una afección mental, él mismo lo niega al principio del cuento cuando asegura: “Sin embargo, loco no estoy” (756). Lo mismo sucede luego, en las múltiples oportunidades en las que confirma su cordura a lo largo de todo el relato. La construcción del narrador, en este sentido, no es la de un personaje que es víctima o padeciente de una enfermedad sino, por el contrario, la de un hombre que puede elegir y tomar decisiones en forma consciente. No es víctima pasiva sino agente activo de sus acciones. Por ejemplo, luego de dejar sin un ojo a Plutón en un estado de borrachera, manifiesta que, pese a la culpa, su “alma permanecía incólume”, ya que pronto ahogó nuevamente “en vino el recuerdo del acto” (758).