Resumen
En narrador dice que no recuerda las circunstancias en las que conoció a Lady Ligeia. Pasaron muchos años desde ese momento y su memoria se volvió débil a causa del sufrimiento. Sin embargo, cree que la conoció y frecuentó en una vieja ciudad cerca del río Rin, donde se hicieron amigos y compañeros de estudio y, finalmente, esposos. El hecho de que su mente no logre retener el origen de su relación le resulta sorprendente y misterioso.
Aunque no recuerda siquiera el apellido paterno de Ligeia, sí retiene en la mente su voz elocuente y musical, y la singular belleza que la caracterizaba; su altura y delgadez, el porte majestuoso y la ligereza de sus pasos que la hacían ir y venir “como una sombra” (265). También rememora sus rasgos particulares aunque exquisitos, la piel pálida y el cabello negro y rizado como las plumas de un cuervo. No era lo clásico de su aspecto lo que la hacía tan exquisita sino, por el contrario, la extrañeza de sus proporciones lo que le daba la belleza de “una imagen nacida en un sueño de opio” (266).
El narrador rememora con precisión los brillantes ojos negros de Ligeia, que parecían ser más grandes que los de la raza humana y que le provocaban una sensación de éxtasis, un sentimiento sublime similar al que producen las grandes maravillas de la creación y de la naturaleza. Sin embargo, reconoce que sus ojos “lo deleitaban y atemorizaban a la vez” (270). En ellos percibía una voluntad poderosa que le recuerda a una cita de Joseph Glanvill en la que se menciona que solo una voluntad débil hace que el ser humano pueda morir.
Tampoco le falla la memoria en lo relativo a la erudición y “extraña sabiduría” (265) que la caracterizaba. Ligeia conocía varios idiomas clásicos y dominaba distintas ciencias filosóficas, físicas y matemáticas. A tal punto era superior intelectualmente que él se dejaba guiar por su mano “a través del caótico mundo de la investigación metafísica” (271), ciencia tan preciosa y divina que debería estar prohibida, opina.
La pareja vive feliz por algún tiempo hasta que Ligeia cae fatalmente enferma. Desde ese momento, tanto ella como su esposo intentan resistir su inminente muerte. En los últimos días de vida, Ligeia comienza a desvariar y a pronunciar con su hermosa voz palabras impensadas y extrañas. También le ofrece confesiones de amor tan hermosas que rozan la idolatría, al punto que el narrador considera una injusticia oírlas justo cuando ella está al borde de la muerte.
Es tal el anhelo de seguir viviendo de Ligeia que, la noche de su muerte, le pide al narrador que lea los versos de un poema que compuso recientemente. En él, una multitud de ángeles observa una obra de teatro en la que un conjunto de mimos es devorado por un gusano de “pestíferos colmillos” (274), lo que provoca la angustia de los ángeles. Termina la obra, el telón cae y los ángeles confirman que esa obra es la tragedia humana y que ese “gusano conquistador” (274) es el héroe. El gusano es una metáfora de la muerte.
Cuando el narrador finaliza el poema, Ligeia se pregunta, agonizante, si no es posible vencer al gusano conquistador y, con sus últimas palabras, cita nuevamente a Joseph Glanvill al decir que el hombre no se entrega a la muerte “salvo solo por causa de la debilidad de su endeble voluntad” (275).
El narrador, atormentado por la tristeza, deja la ciudad en el Rin y se dirige a una despoblada región de Inglaterra donde compra una antigua y magnífica abadía, y se dedica por completo a decorarla con los más extravagantes lujos. El lugar del castillo en el que más se obsesiona su imaginación atormentada es la cámara nupcial: una habitación pentagonal con un ventanal colorido que tiñe al espacio de una luz sepulcral, que él decoró con muebles orientales y un sarcófago proveniente de tumbas reales de Tebas. Además, le colgó unas gigantescas cortinas con motivos horribles que producen efectos fantasmagóricos al moverse.
Una vez establecido allí se casa con una joven rubia de ojos azules llamada Lady Rowena Trevanion de Tremaine. Aunque la mujer lo evita y teme su temperamento, a él poco le importa, ya que la aborrece con “un odio propio más de un demonio que de un hombre” (279). En lugar de dedicarse a ella, se dedica a fumar opio y añorar el recuerdo de su amada Ligeia.
Pero poco dura la normalidad del nuevo matrimonio, porque al segundo mes de casados Rowena es afectada inesperadamente por una enfermedad crónica que le produce estados febriles intensos, sin que ningún médico logre definir cuál es el mal que la aqueja. Durante esos episodios, la mujer cae presa de miedos irracionales y habla de sonidos y movimientos en la habitación. Sin embargo, el narrador atribuye estos comentarios a las ilusiones creadas por la atmósfera gótica del espacio.
Una noche de septiembre, Rowena tiene un episodio especialmente grave en el que parece que está por desmayarse. Para ayudarla, su esposo va a buscarle un vino liviano que le prescribieron los médicos. Cuando esta por tomar la botella, siente que un objeto pasa volando por encima de su cabeza y luego observa “una sombra débil y de aspecto angélico” (281) moverse por el piso. Como se encuentra con sus estados alterados por el opio no presta mayor atención, sirve una copa a su mujer y se la lleva. Luego, cuando Rowena comienza a beber, cree ver que unas gotas de líquido rojo caen dentro de la copa.
Luego de esta escena, el cuadro febril de su mujer empeora y, tres días después, Rowena muere. Al cuarto día, el narrador se encuentra en la habitación nupcial observando el cadáver y recuerda las circunstancias de su muerte. Pese a recién enviudar, no puede dejar de pensar en Ligeia. Llegada la medianoche, un sollozo proveniente de la cama donde está el cuerpo llama su atención. Se acerca al cadáver y ve por un momento que el color vuelve al rostro de Rowena y la hace parecer viva. Sin embargo, el cuerpo vuelve rápidamente a la muerte y el narrador sigue pensando en Ligeia.
Una hora más tarde se repite la vuelta a la vida de Rowena y el narrador intenta ayudarla, en vano: la muerte se apodera nuevamente de ella y sus pensamientos se dirigen otra vez hacia la difunta Ligeia. Este proceso ocurre varias veces más hasta que, finalmente, el cadáver parece reanimarse por completo, se levanta de la cama y camina unos pasos hacia el narrador. El hombre, asustado, se pregunta si Rowena ha vencido a la muerte. Pero en ese instante, nota a su esposa más alta y distinta, y le arranca la mortaja solo para descubrir que su cabellos no son rubios sino “más negros que la renegridas alas de la medianoche” (285). Finalmente, la mujer abre sus enormes, negros y extraños ojos y él se da cuenta de que es Ligeia, no Rowena, la que está parada frente a sí.
Análisis
Este cuento, junto a “Morella” y, en menor medida, “La caída de la casa de Usher” y “El retrato oval”, presenta uno de los tópicos más poéticos para Poe, según él mismo manifestó en un ensayo titulado “Filosofía de la composición”: la muerte de una mujer hermosa. Aquí, la enfermedad que ataca a Ligeia lleva al matrimonio a iniciar “una lucha desesperada con el siniestro Azrael” (271), representante del Ángel de la Muerte para la mitología hebrea y musulmana. En sus esfuerzos por evadir la muerte de Ligeia, los protagonistas mencionan una y otra vez que solo muere el ser humano “a causa de endeble voluntad” (275). Es decir, la muerte para ellos implica más una falta de voluntad que un destino ineludible. Cabe mencionar que estas palabras pertenecen al filósofo inglés Joseph Glanvill, quien defendía la validez de la brujería y la idea de la existencia del alma más allá del cuerpo.
Ahora bien, no solo el tema de la muerte ocupa un lugar importante en esta historia, sino que comparte centralidad con el del doble, tema común en la literatura fantástica que se extiende, a su vez, hasta los antiguos relatos tradicionales europeos. Aquí, al igual que en “Morella” y en “El retrato oval”, la duplicación de Ligeia se produce a partir de una transmigración de su alma; en este caso, hacia el cuerpo de la segunda esposa. Sin embargo, este acontecimiento implica también una metamorfosis -otro tema común del fantástico- en el cadáver de Rowena. Antes de que esto se produzca, la relación entre ellas era de oposición: Rowena representaba la dama rubia e inocente y Ligeia, la morena y malvada. Nuevamente, este contraste también se inspira en los antiguos relatos tradicionales y es introducido posteriormente por la literatura gótica.
Las interpretaciones de la crítica sobre el sentido de este relato se dividen en dos grandes grupos: están quienes han hecho foco en su carácter sobrenatural y lo consideran un cuento gótico de terror y están quienes, al contrario, optan por darle una interpretación racional. Entre quienes se posicionan en esta segunda opción, algunos consideran la resurrección de Ligeia como una alucinación producida por el duelo obsesivo del narrador; otros, un efecto de su imaginación trastornada y demente. Por último, están quienes justifican la aparición de Ligeia a partir del consumo excesivo de opio por parte del narrador; en este caso, el motivo de los estupefacientes ocuparía un lugar central.
Más allá del punto de vista que adoptemos, lo cierto es que este relato presenta un ejemplo ilustrativo del uso del narrador no fiable como recurso que hace posible una interpretación ambigua. Nuevamente, en este sentido, el cuento debe considerarse como un caso canónico del género fantástico. Ello se debe a que una de las características fundamentales del fantástico es la vacilación entre una explicación natural y otra sobrenatural de los acontecimientos. Esta ambivalencia hace que los lectores no tengamos sustento suficiente para optar por ninguna de las dos explicaciones -que efectivamente Ligeia haya transmutado su alma hacia el cuerpo muerto de Rowena, o que todo haya sido producto de la imaginación influenciada por el opio, obsesiva o demente del narrador-.
Cabe mencionar, por otro lado, el énfasis en la construcción de atmósferas extrañas y de ensueño que domina este relato desde el momento en que el protagonista se muda al castillo de Inglaterra. Tal como analizamos en la sección “Imágenes”, el narrador manifiesta, al describir el modo en que acondiciona su nuevo hogar, dejar el espacio en línea con el colorido de sus sueños, al tiempo que él mismo presenta sus criterios decorativos como “dignos de un manicomio” (276). En estos escenarios, la extraña decoración, la “horrenda e inquietante animación” (278) de los tapices, que hace alucinar a Rowena, y la iluminación fantasmal que entra por los coloridos espejos, entre otro elementos, transforman al lugar en un espacio onírico propicio para la confusión entre el mundo sobrenatural y el real.
Similar en la descripción que se hace de ella a las protagonistas de “Morella” y de “La caída de la casa de Usher”, la presencia misteriosa de Ligeia no desentona en estos espacios. Por el contrario, los lectores nos encontramos con una correspondencia entre el carácter sobrenatural de la primer esposa del narrador y la gradual transformación del lugar en un paisaje de pesadilla. De hecho, gran parte de la crítica coincide en vincular este personaje a la figura tradicional del vampiro, presente desde la antigüedad en el folklore de distintas culturas alrededor del mundo.
Ligeia tiene el “resplandor de una imagen nacida en un sueño de opio” (266): su cuerpo delgado y alto, blanco como el mármol, y su pelo negro como las plumas de un cuervo la proveen de una belleza extraña y la ligan a lo sobrenatural. En este sentido, el narrador utiliza un símil para decir que muchas veces su mujer lo sorprendía apareciendo sin que se diera cuenta, ya que “iba y venía como una sombra” (266). La comparación, en este punto, no solo da cuenta de su carácter etéreo y liviano; también la vincula con lo oscuro, tono recurrente en la producción de Poe que se relaciona con el mal y lo sobrenatural. Además, esta mención opera como una forma de anticipación: más adelante, cuando el narrador va a servirle vino a la enferma Rowena, “una sombra débil e indefinida de aspecto angélico” (281) atraviesa la habitación y luego derrama unas gotas rojas en la copa.
Por último, una descripción aún más detallada reciben los ojos de Ligeia. Son ojos que generan en el narrador un sentimiento parecido al que le produce ver “una rápida corriente de agua”, “el océano” y “la caída de un meteoro” (269), entre otras maravillas de la naturaleza. La presencia del motivo de la mirada, como un elemento poderoso que puede desencadenar obsesión o perturbación, se encuentra presente en varios de los cuentos seleccionados y debe su origen a la antigua superstición del mal de ojo, creencia que atraía mucho a Poe. Esta superstición sostiene que las miradas de algunas personas tienen el poder de hechizar o dañar. En este punto, la presencia de este motivo nos permite relacionar esta historia, nuevamente, con "Morella", pero también con “El corazón revelador” y “El gato negro”.