Ética para amador

Ética para amador Citas y Análisis

Estabas en un campo muy oscuro, como de noche, y soplaba un viento terrible. Te agarrabas a los árboles, a las piedras, pero el huracán te arrastraba sin remedio (...). [C]uando ibas zarandeado por el aire, hacia lo desconocido, oíste mi voz (...) diciendo: “¡Ten confianza! ¡Ten confianza!”.

Narrador, Prólogo, p.15.

El hecho de contar con un interlocutor interno le permite al autor recurrir a referencias concretas, a experiencias cotidianas de su propio hijo y de su propia situación de padre. En el prólogo, el narrador recuerda un sueño que le contó su hijo cuando era chico, y dicho sueño es tomado como punto de partida para el texto. Lo relevante que allí encuentra es una sensación de miedo, un pedido de ayuda por parte del hijo, y una respuesta del padre: que tenga confianza en sí mismo. A partir de entonces, el ensayo buscará plantear que la confianza en uno mismo es un pilar fundamental de lo que llamará vivir una vida ética.

A diferencia de las termitas, decimos que Héctor es libre y por eso admiramos su valor.

Narrador, Capítulo 1, p.26.

Un tema central del libro es el de la libertad. Savater establece a la libertad como una condición ineludible del ser humano, una condición que nos diferencia de otras especies. Ya en el primer capítulo, en el que esboza una primera definición de la ética, Savater analiza comparativamente dos casos: el de insectos que arriesgan su vida en su accionar comunitario, y el de Héctor, el héroe de la Ilíada, quien sale a enfrentar en la lucha al temible Aquiles, ante quien tiene pocas chances, a priori, de ganar.

La pregunta que se hace Savater es por qué no nos resulta igualmente admirable el gesto de un caso como en el otro. Y en la respuesta ya aparece el tema de la libertad: las termitas-soldado luchan y mueren porque tienen que hacerlo, y Héctor, en cambio, sale a enfrentarse con Aquiles porque quiere.

La acción en sí, por tanto, no conlleva nada esencial. Lo que determina su valor es el hecho de que Héctor podía haber elegido no arriesgar su vida. Las termitas, en cambio, están programadas para obrar como lo hacen, y no podemos considerar valiente, virtuoso o admirable un comportamiento o acción que no fue mediado por una decisión, es decir, que no nació de la libertad.

Libertad es decidir, pero también, no lo olvides, darte cuenta de que estás decidiendo. Lo más opuesto a dejarse llevar.

Narrador, Capítulo 3, p.55.

Savater hace especial hincapié, a lo largo del libro, en la responsabilidad que otorga la libertad. Vivir una vida ética implica, entre otras cosas, que a la hora de obrar haya que preguntarse por qué se obra de esa manera, pero, a la vez, es esencial no detenerse en la primera respuesta. Uno no debe contentarse con pensar que hace algo porque se lo ordenan, porque está acostumbrado a hacerlo, o porque simplemente le dieron ganas de hacerlo. Justamente, porque esas respuestas se saltean el hecho de que, en verdad, hay una libertad que no estamos viendo. Si se lo piensa una segunda vez, aparecen otras preguntas que uno debe hacerse en tanto persona éticamente libre. En el caso de que esté haciendo algo porque me lo ordenaron, según Savater, debería avanzar en cuestionamientos: ¿por qué obedezco a lo que me ordenan? ¿No debería informarme y decidir por mí mismo? ¿No debería evaluar la conveniencia de seguir una orden, más allá de que esta se proponga como supuestamente “buena” o “mala”?

Ser adulto es ser capaz de inventar en cierto modo la propia vida y no simplemente vivir la que otros han inventado para uno.

Narrador, Capítulo 3, p.58.

El autor recurre varias veces al ejemplo de la infancia para contrastar con lo que sucede en la vida adulta. Cuando se es un niño pequeño, dice, con poco conocimiento de la vida y de la realidad, basta con la obediencia, la rutina o el capricho. Eso es justamente porque aún se está dependiendo de alguien. La adultez requiere "inventar". Esta palabra es utilizada reiteradamente por Savater y, en gran medida, ilustra lo que le exige a un adulto que quiera vivir una vida ética: no contentarse con lo que el entorno o la cultura ofrecen (es decir, con la vida que otros han inventado para uno), sino ser capaz de generar pensamientos propios que lleven a la acción.

No es sencillo decir cuándo un ser humano es “bueno” y cuándo no lo es porque no sabemos “para qué sirven” los seres humanos.

Narrador, Capítulo 3, p.62.

Savater enfatiza en que no puede determinarse qué es ser un hombre bueno en términos de su “funcionamiento”, porque no hay un único “reglamento” para ser buen humano, ni el hombre es “instrumento” para conseguir nada. En ese sentido, la ética se distingue de todos los otros saberes, y es en esa especificidad en la que ahonda Savater a lo largo del libro: es fácil ponerse de acuerdo en determinar qué es un “buen” futbolista, pero no cómo es una persona buena en términos morales o éticos. A veces se le llama “bueno” a alguien simplemente dócil, que no lleva la contraria y no causa problemas. Para algunos, ser bueno es ser resignado y paciente, para otros, ser emprendedor, original, valiente. Las opiniones son variadas. Lo que sugiere Savater es que, a priori, para determinar si alguien es bueno o malo hay que estudiar las circunstancias particulares, y también las intenciones que mueven los actos, no solo los actos en sí mismos.

A veces los hombres queremos cosas contradictorias que entran en conflicto unas con otras. Es importante ser capaz de establecer prioridades y de imponer una cierta jerarquía entre lo que de pronto me apetece y lo que en el fondo, a la larga, quiero.

Narrador, Capítulo 4, p.74.

Cuando Savater dice que la ética es “hacer lo que uno quiera”, está hablando de tomarse en serio el problema de la libertad. Hacer lo que uno quiera no es hacer lo primero que a uno le den ganas de hacer, ya que muchas veces ambas cosas no coinciden. La capacidad de establecer prioridades y jerarquías a la que hace alusión el autor en el fragmento citado es justamente parte importante del aprendizaje del camino ético. Ese saber debe desarrollarse al interior de cada uno, y debe comprender y analizar las circunstancias de cada caso. Este tipo de cuestiones vuelven complejo el pensamiento ético: no hay manuales ni instructivos capaces de establecer lo que debe elegirse en cada caso, sino que la ética se trata de desarrollar el saber que permite distinguir la mejor opción en cada oportunidad.

¿Sabes cuál es la única obligación que tenemos en esta vida? Pues no ser imbéciles. La palabra «imbécil» es más sustanciosa de lo que parece, no te vayas a creer. Viene del latín baculus que significa «bastón»: el imbécil es el que necesita bastón para caminar.

Narrador, Capítulo 6, p. 101.

El fin pedagógico del ensayo de Savater hace que el narrador recurra a ejemplos, alusiones literarias y símbolos para ilustrar su pensamiento. En este caso, el autor incorpora el símbolo del bastón para hablar de aquellos “imbéciles” que precisan de apoyaturas morales, de cosas ajenas a sí mismos, en tanto no pueden pensar ni valerse por su propia razón, que es lo que debe hacer en verdad una persona libre.

El objetivo del autor es enfatizar en que la buena vida está de la mano de la libertad, para la cual se precisa autonomía en términos éticos. Savater destaca la importancia de evitar la "imbecilidad" entendida como una debilidad espiritual. La referencia al bastón sugiere que el "imbécil" es aquel que necesita apoyarse en ideas preconcebidas en lugar de pensar por sí mismo.

El remordimiento no es más que el descontento que sentimos con nosotros mismos cuando hemos empleado mal la libertad.

Narrador, Capítulo 7, p.114.

A lo largo del ensayo, Savater parece querer probar argumentativamente que la libertad es la base real de la mayoría de las cuestiones éticas y morales del ser humano. De no ser libres, dice, no sentiríamos culpa, orgullo ni remordimientos. El autor hace hincapié en que los argumentos externos, de circunstancias, no son realmente válidos para determinar una elección o decisión ética. Siempre existe, en el fondo, la libertad de decidir, incluso cuando creemos que no estamos decidiendo.

Se trata, entonces, de tomarse en serio la libertad, de ser responsable. Lo serio de la libertad es que cada acto libre que hago limita mis posibilidades al elegir y realizar solo una de ellas. No vale la trampa de esperar a ver si el resultado es bueno o malo antes de asumir si soy o no su responsable. Ser responsable es saberse auténticamente libre, para bien y para mal.

Para el político, todos los que respetan la luz roja son igualmente ‘buenos’, lo hagan por miedo, por rutina, por superstición o por convencimiento racional de que debe ser respetada; a la ética, en cambio, sólo le merecen aprecio verdadero estos últimos, porque son los que entienden mejor el uso de la libertad.

Narrador, Capítulo 9, p.170.

Hacia el final del ensayo, Savater habla de la política en su relación con la ética. Se enfoca en la diferencia entre ambos conceptos y, para tal fin, recurre a un elemento simbólico: el del semáforo y el comportamiento de los hombres frente a sus señales.

El ejemplo ilustra el punto clave que Savater procura destacar. Tanto la ética como la política pueden estar de acuerdo en el carácter positivo o negativo de una acción en sí de un individuo en un entramado social. Sin embargo, mientras la ética repara en las intención y voluntad del individuo al realizar tal o cual acción en determinada circunstancia, la política no se detiene necesariamente en eso.

La diferencia fundamental, en última instancia, radica entonces en el concepto que Savater destaca en todo su ensayo: la libertad. Es este el aspecto de la vida del hombre que lo define ante los ojos de la ética. El carácter políticamente “correcto” o “bueno” de un comportamiento no es necesariamente virtuoso, desde un punto de vista ético, si el hombre que lo realiza actúa movido por una orden o una rutina o por mero temor a un castigo. Lo bueno, lo virtuoso, desde el punto de vista ética, radica en que el hombre que actúa lo haga consciente de su libertad, y que, sobre esa base, decida, elija, actuar de determinada manera.

Lo que me interesa no es si hay vida después de la muerte, sino que haya vida antes.

Narrador, Epílogo, p. 186.

En el epílogo, Savater vuelve a posicionarse en relación con un tema presente en el ensayo: el de la muerte en su contraposición con la vida. Según él, ser conscientes de que moriremos no debería quitarle sentido a la vida, sino todo lo contrario. En contraposición a posturas religiosas que promueven el sacrificio en la vida en pos de compensaciones en una vida posterior a la muerte, el ensayista hace énfasis en que lo que debe preocuparnos o interesarnos no es si hay vida después de la muerte, sino que haya vida antes, y que dicha vida sea buena, y no simple supervivencia o miedo constante a morir.