La tempestad (símbolo)
La tempestad lleva por nombre el acontecimiento con el que comienza la obra: una tormenta, generada por Próspero, que peligra el naufragio de un barco. Esta referencia puede ser leída simbólicamente en relación con el tema del teatro dentro del teatro, puesto que marca una entrada violenta a la magia y a la ficción a través del caos. En este sentido, funciona como marco que da comienzo y fin a la obra, puesto que en el cierre se anuncia que el barco se salvó de la tempestad y los personajes pueden regresar de vuelta a su lugar de origen. La isla se ve envuelta por esta tempestad, como si aquella marcara los límites de la representación.
La tempestad también simboliza la confrontación entre la naturaleza y el orden social, y el quiebre de la armonía cósmica en la que creían los isabelinos, puesto que el fenómeno natural desestabiliza las jerarquías que diferencian a los marineros de los nobles, como bien lo indica el contramaestre: “¿Creéis que éstas que aquí rugen respetarían a un rey?” (I.1. 17-18). Asimismo, la tempestad pone de manifiesto en el exterior las “tempestades” internas de los personajes, que durante toda la obra pasarán por un proceso de anagnórisis que los llevará a reconocer sus culpas y sus motivaciones de venganza.
La isla (símbolo)
La isla no es simplemente el escenario en el que transcurre la mayor parte de la obra. Es, al mismo tiempo, un símbolo que connota diferentes significados.
Como lugar de la representación, la isla marca el adentro y el afuera de la ficción. La presencia de elementos mágicos refuerza la idea de que la isla es un espacio donde pueden suceder cosas imposibles, del orden de lo fantasioso. En este sentido, se puede pensar a la isla como un lugar que se encuentra por fuera de las coordenadas de lo real.
La isla toma un tópico de la época relacionada con las ambiciones colonialistas, que imaginan estas geografías distantes, alejadas de la civilización, como espacios arcádicos, en donde hacer realidad las fantasías utópicas de la época. La isla como símbolo de la utopía aparece, por un lado, en el discurso de Gonzalo, que imagina la isla como un lugar natural de abundancia en donde no son necesarias las jerarquías sociales, y en el discurso de Cáliban, por otro lado, que busca convencer a sus secuaces de los encantos de la isla, cuyos espíritus convierten la realidad en un sueño.
Desde otra perspectiva, la isla también puede ser vista como una suerte de microcosmos en donde se representan los males de la humanidad. Allí se ven deseos lujuriosos y motivaciones asesinas; algunos personajes se emborrachan y otros muestran su sed de venganza. Si tomamos a Cáliban, nativo isleño, como personaje que encarna telúricamente los males de este espacio, la isla se presenta como un lugar de aberraciones, connotación que se relaciona con la corrupción del orden social.
Venganza vs. perdón (motivo)
Desde el inicio de la obra, Próspero tiene un plan de venganza mediante el cual busca castigar a quienes le infringieron daño y recuperar el ducado que su hermano le arrebató. La venganza, en este sentido, es el motor de la acción, el motivo por el cual suceden todos los acontecimientos de la trama, manipulados por Próspero. No obstante, y a medida que transcurre la obra, los personajes tienen la oportunidad de arrepentirse por los crímenes que cometieron y pedir perdón; esto sucede especialmente en el caso de Alonso y de Cáliban, que admiten sus errores. En este sentido, el motivo de la venganza y el perdón se relaciona con el proceso de anagnórisis de los personajes.
Esta lógica del arrepentimiento confronta con los deseos de venganza, al punto de transformar el plan original de Próspero: hacia el final, el mago también entra en esta nueva lógica y opta por perdonar en vez de castigar. En la resolución de la trama, es necesario que al motivo de la venganza le suceda el motivo del perdón, para que se vuelva a restablecer el orden y que cada personaje vuelva a su lugar en la jerarquía social.
Libertad vs. cautiverio (motivo)
En los personajes de Ariel y de Cáliban se plantea el problema de la libertad en su condición de “prisioneros” de Próspero. Ariel, por su parte, le pide a Próspero la libertad que le prometió, y este le responde que, en comparación a cómo estaba antes Ariel, al servicio de Sycorax, su situación es mucho más favorable. Por eso, argumenta Próspero, Ariel debe ayudarlo a cumplir con su plan maestro antes de ser liberado, acto que sucede al final de la obra, cuando Próspero renuncia a su magia. Desde esta perspectiva, el cautiverio de Ariel se justifica como una deuda que se debe por la liberación anterior. En este sentido, si bien Ariel exige ser liberado, también se somete a los deseos de Próspero correspondiendo a esta deuda, con esmero y actitud servicial.
Por otra parte, Cáliban es un prisionero que acepta el cautiverio por otros motivos: teme que Próspero le haga daño con su magia, y por eso le rinde obediencia. El miedo al daño físico es lo que motiva a Cáliban a desear la libertad. Su demanda también se sostiene en el hecho de que él es el legítimo heredero del poder de la isla, como hijo de Sycorax. Si se compara las dos ideas de libertad que plantean estos dos personajes, la de Cáliban es una más concreta que la de Ariel, la cual se plantea en términos abstractos y espirituales.
En un sentido, todos los personajes de la obra son prisioneros, puesto que sus pensamientos y sus acciones se ven influenciados por los encantamientos de Ariel. Próspero, quien conduce estos encantamientos, también es prisionero de su propia magia, fascinado hasta el punto de perder control de su ducado y de olvidarse, hacia el final de la obra y por un instante, de todo el plan que había armado para recuperar su poder. La tempestad, de esta manera, es una obra que se pregunta si en verdad existe alguien libre, o si están todos "cautivados" por la fantasía de la representación.
Mascarada de compromiso (alegoría)
Además de ser un ritual que remite a mitos de fertilidad, con el cual se augura un buen desarrollo de la unión matrimonial de Ferdinad y Miranda, la mascarada de compromiso puede ser interpretada como una alegoría que refiere a los sucesos de la obra en su interior. Ceres, quien preside la ceremonia, comparte con Próspero la misión de civilizar a los hombres transformando sus comportamientos salvajes. Plutón, a quien se menciona en la función, y que en la mitología clásica ha sido quien robó a Ceres su hija, es el dios del inframundo y, en su condición vil, se relaciona con Cáliban, quien también intentó violar a la hija de Próspero. Finalmente, la referencia de Iris a que la pareja no podrá estar junta hasta no contar con el favor de Himeneo, replica en el plano de la representación la amenaza que Próspero dirige a los amantes, para que no consuman su amor antes de realizar los ritos de compromiso.