Análisis
Escena 1
Los marineros intentan evitar que el barco estrelle contra las rocas en un mar tormentoso. A bordo se encuentran Alonso, el Rey de Nápoles; su hijo, Ferdinand; su hermano, Sebastian; su consejero, Gonzalo, y Antonio, el usurpador del ducado de Milán. El contramaestre se enoja con los de la corte, que suben a cubierta para estorbar, y con ironía le pide a Gonzalo que ordene el silencio de los elementos; luego se dirige a Antonio y a Sebastian para decirles que se queden bajo cubierta o que ayuden a los marineros. Los nobles toman como una ofensa recibir una orden de un simple marinero, y ambos revelan su mal genio. De repente, cunde el pánico entre los marineros, quienes se rinden y abandonan el barco al control de la cruel tormenta. Antonio y Sebastian también temen lo peor, y se dirigen bajo cubierta para despedirse del Rey Alonso.
Escena 2
El foco de esta escena son Próspero y su hija. Del primer discurso de Miranda resulta claro que la tormenta de la escena anterior fue de algún modo producida y controlada por Próspero. Miranda teme por los buenos hombres que naufragaron, pero su padre le asegura que el plan ha salido a la perfección y que ninguno se encuentra herido. Próspero explica los motivos que lo llevaron a producir la tempestad, al contarle a su hija su historia. Le revela a Miranda que él fue una vez el legítimo Duque de Milán, posición que ocupa hoy Antonio, su hermano. Antonio se aprovechó de que Próspero estaba cada vez más fascinado por las “ciencias de lo oculto” y le arrebató primero sus bienes y sus riquezas, y luego su título. Para conseguir esto, Antonio ordenó secretamente que Próspero y Miranda fueran asesinados. Como Próspero era entonces considerado un buen hombre, quienes debían matarlo decidieron no hacerlo. En cambio, Próspero y Miranda fueron embarcados en un buque deteriorado, quedando a la deriva en mar abierto, de lo que lograron sobrevivir gracias a los bienes que les suministró Gonzalo, el honesto consejero. Es así como llegaron a la isla donde ahora viven.
Después del relato de Próspero aparece Ariel, un espíritu mágico. Queda claro que se encuentra al servicio de Próspero y que ha sido quien causó la tormenta por orden de su amo. Cuenta que hizo que el incidente pareciera un naufragio, y que el Rey Alonso y sus acompañantes están ahora dispersos alrededor de la isla. Ariel también expresa su deseo de que Próspero lo libere, aunque él sea mejor amo que la desagradable bruja Sycorax.
Aparece Cáliban, el hijo de Sycorax. Es el legítimo heredero de la isla, pero Próspero lo ha convertido en su esclavo. Cáliban reclama su derecho sobre la isla, manifiesta que Próspero fue al principio amable con él solo para engañarlo y quedarse con el poder. Próspero responde diciendo que Cáliban perdió su afecto cuando intentó violar la honra de su hija. Miranda, por su parte, dice que le enseñó a Cáliban a hablar, pero que nada de lo que le enseñó pudo quitar sus instintos viles. Próspero lo envía a buscar más leña y amenaza con torturarlo si no lo hace, por lo que Cáliban obedece.
Ferdinand, el hijo de Alonso, encuentra a Miranda y, por intermediación de Ariel, se enamora inmediatamente de ella. Miranda responde del mismo modo ante su presencia. Este enamoramiento parece ser parte del elaborado plan de Próspero que el espíritu debe cumplir para conseguir su libertad.
Análisis
La obra empieza con dos escenas que se contrastan entre sí: una en la que se muestra a unos hombres desesperados frente a la ira de la naturaleza; otra en la que se muestra que la tormenta es la obra de un mago, quien intenta recuperar su ducado a través de sus poderes sobrenaturales. En la primera escena, el contramaestre sugiere que todos los hombres, no importa el poder que tengan, están bajo el yugo de la naturaleza; “¿Creéis que éstas que aquí rugen respetarían a un rey?” (I.1. 17-18), pregunta mientras el barco del rey es golpeado por la tormenta. La declaración del contramaestre cobra sentido en el contexto de la primera escena, pero resulta irónica en la segunda, en la que Miranda y Próspero revelan que ha sido el mago el que causó la tempestad. Es también el primer comentario que sugiere la desestabilización del orden social, puesto que le quita valor al poder del Rey en el contexto de la tormenta.
El comportamiento de Antonio y Sebastian durante esta escena también revela el carácter rudo y cruel de estos personajes, aquel que los marca en toda la obra. Ni Antonio ni Sebastián pasarán por el proceso de anagnórisis y cambio de identidad que sufren los otros personajes hacia el final. La representación de Antonio en esta parte otorga credibilidad a la descripción que realiza Próspero más adelante de la traición de su hermano, cuando le cuenta a Miranda los males que le ha perpetrado. En cambio, la primera impresión de Gonzalo es diferente a la que sigue en el relato de Próspero: el consejero incita la afrenta de Antonio y Sebastian dirigida al contramaestre, mostrando poco de la honestidad y de la amabilidad por las que Próspero lo recuerda, y que exhibirá después en la obra.
Asimismo, el modo en que Antonio y Sebastian reaccionan frente a las órdenes del contramaestre pone de manifiesto el tema del desorden y la puesta en cuestión de las jerarquías sociales. Los personajes nobles como Antonio, Sebastian y Próspero dependen de la perpetuación del orden estamental para mantener su lugar en la escala social; ellos solo se convierten en líderes cuando los que se encuentran en un estrato inferior les rinden pleitesía. Como el contramaestre no da señales de corresponder con su actitud a esta jerarquía, se empieza a poner en evidencia la desestabilización del orden en el drama.
En relación con estos lugares de poder, Cáliban es consciente de que la posición de Próspero depende de su obediencia, puesto que le dice: “soy tu único vasallo donde antes fui rey” (I.2. 341-342). No obstante, la subordinación de Cáliban, el dueño natural de la isla, depende más del arte y del poder de Próspero que de un título de propiedad sobre la tierra.
La legitimidad política es puesta en cuestión repetidamente en el primer acto. Próspero cree que el poder de Antonio está mancillado por el modo en que lo obtuvo, mientras considera que el suyo es válido y justo porque es producto de su propio conocimiento y esfuerzo. Próspero cree que su autoridad sobre Ariel se sostiene en los sacrificios que tuvo que hacer para liberarlo. A Cáliban lo somete a la esclavitud porque aquel intentó violar a su hija; desde el punto de vista de Próspero y de Miranda, Cáliban carece del honor que se requiere para exigir su libertad. Pero Próspero no conserva su poder del modo en que más le gustaría, por sometimiento voluntario: Ariel quiere ser libre y lo tiene en cautiverio de la misma manera en que lo tenía Sycorax, y su control sobre Cáliban solo se mantiene a través de amenazas. Durante toda la obra, Próspero se debate acerca de si su poder, aquel que consiguió mediante la opresión, es más legítimo que el de Antonio, adquirido por usurpación. Es sobre este juicio de valor que Próspero se presenta a sí mismo como víctima y a Antonio como victimario, aunque lo expuesto sugiere que esta diferenciación tiene sus matices.
En relación con lo anterior, si Próspero tuviera un personaje en el cual reflejarse, este sería Sycorax, a la que Próspero condena reiteradamente por ser bruja. Sus historias son notablemente similares: ambos fueron expulsados de sus tierras, huyeron a una isla para comenzar una nueva vida y tienen las mismas capacidades mágicas a través del dominio de Ariel y de los espíritus de la isla. A pesar de la aversión de Próspero por Sycorax –a quien dice conocer solo a través de lo que Ariel le ha contado–, ambos son también similares en sus flaquezas: comparten la misma ira, ambos exigen el servicio de quienes no quieren otorgarlo y mantienen a los otros bajo control mediante constantes amenazas. Próspero logrará superar esta semejanza con Sycorax hacia el final, cuando reconozca sus debilidades y decida abandonar el arte de la magia, completando su proceso de anagnórisis.
El largo discurso de Próspero en la escena 2 manifiesta varias de las contradicciones internas del personaje. Próspero puede ser empático y calmado, como lo demuestra cuando alivia las preocupaciones de Miranda, pero también puede ser iracundo y vengativo, como cuando habla de su pasado y de la alegada traición de su hermano. Durante el relato que dirige a su hija llama a su hermano “pérfido” y “falso”, y lo caracteriza como un villano. Paradójicamente, Próspero admite que la naturaleza vil de su hermano fue causada por su progresivo alejamiento de sus tareas de gobernante: “mi buena fe, como madre amorosa, hizo nacer en él –por un efecto contrario– una perfidia tan grande como mi confianza, que no conocía límites” (I.2. 93-96).
Próspero produce eventos, como el naufragio, sin los cuales la obra no podría existir. Con estos poderes de manipulación, él realiza las funciones del dramaturgo en el interior de la obra, representando el tema del teatro dentro del teatro. Algunos ensayistas han llegado a sostener que Próspero representa a Shakespeare en su rol de creador de la historia.
En el final del Acto I, Próspero es el único personaje del que se tiene una imagen completa. Los personajes de Antonio y Sebastian han sido apenas bosquejados; Ariel, Cáliban y Miranda aparecen en interacción con Próspero, por lo que contribuyen más a la caracterización de este personaje que a la suya propia. Próspero es un personaje crucial para toda la trama, porque en él, más que en ningún otro, se ponen en juego los temas claves de la obra.