¿Era quizá esta blanda y sutil femineidad el motivo de mi desconfianza y mi rechazo? Pues me parecía imposible pensar en Estraven como mujer: esa presencia, oscura, irónica, poderosa, a mi lado, a la luz del fuego; y sin embargo cada vez que lo imaginaba como hombre, me parecía ver cierta falsedad, cierta impostura: ¿en él o en mi propia actitud hacia él?
Durante todo el primer capítulo vemos cómo Genly reflexiona sobre las costumbres de los kahíderos, un pueblo ajeno al suyo. Aun cuando intenta comprender la cultura de estas personas, Genly se encuentra con una barrera constante: su propio sesgo.
Uno de los aspectos más llamativos de los habitantes del planeta Gueden es la ausencia de “bisexualidad” (este es el término que se utiliza en la novela, pero que no es el modo en el que lo utilizamos hoy). Los guedenianos no pueden ser categorizados como hombres o mujeres; son ambisexuales en cuanto que no presentan características asociadas con uno de los sexos. Solamente durante el periodo denominado kémmer, toman características sexuales femeninas o masculinas dominantes. Cualquier guedeniano puede ser un cuerpo gestante, por ejemplo. Esta peculiaridad de los guedenianos es especialmente desafiante para Genly porque él solo puede pensar en términos binarios: hombre y mujer. Esta estructura de pensamiento binario hace que constantemente juzgue las actitudes de una persona sin género en términos de características femeninas y masculinas. Genly reconoce que esa categorización es inútil y vacía en un mundo sin géneros, pero no puede evitarla.
Por otra parte, Genly revela que no solo no puede liberarse del binarismo, sino que su mirada también está sesgada por los valores que otorga a las categorías hombre y mujer. A medida que la novela avanza, veremos que Genly es sexista porque atribuye características negativas al género femenino: las mujeres son para él blandas, sutiles, poco dignas de confianza. Por el contrario, las características de Estraven que lo asocian al poder y la fuerza de su presencia hacen que Genly lo considere un hombre. En realidad, Estraven no es ni uno ni otro, pero Genly necesita de esas categorías para intentar descifrar a la persona de quien depende para completar su misión.
Todos los meses en Erhenrang era él quien me había escuchado, quien había respondido a mis preguntas, mandando médicos e ingenieros a verificar la rareza de mi cuerpo y de mi nave, presentándome a gente que yo necesitaba conocer, y elevándome poco a poco de mi condición primera de monstruo imaginativo a la de enviado misterioso.
En la cena que comparten en el primer capítulo, Genly se siente traicionado por Estraven, quien ahora le retira su apoyo luego de haber sido el único que había intentado acercarse a él e intentar comprenderlo mejor. Los Ecumen valoran mucho el conocimiento; de hecho, la alianza interplanetaria tiene como propósito primero compartir conocimiento más que establecer vínculos comerciales. En este sentido, Estraven parece más afín al espíritu que guía a Genly al intentar comprender a otro (en el sentido de alguien que es esencialmente distinto a uno) por medio del estudio. Estraven parece entender que, para que un “otro” deje de ser tan ajeno que parezca un “monstruo imaginativo”, es necesario acercarse a él y estudiar sus características, escuchar lo que tiene para decir y responder a sus preguntas. Para cualquier guedeniano, Genly es monstruoso porque manifiesta características masculinas todo el tiempo, no solo en los periodos de kémmer. En lugar de rechazar esa condición ajena a la de los habitantes de Karhide, Estraven siente curiosidad y se acerca a lo distinto. No solo lo hace a un nivel personal, sino que intenta cambiar la mirada de los otros para hacer que Genly pase de ser considerado un monstruo a ser visto como un enviado, en particular por el rey.
Lo desconocido —dijo la tranquila voz de Faxe en el bosque—, lo imprevisto, lo indemostrable..., el fundamento de la vida. La ignorancia es el campo del pensamiento. Lo indemostrable es el campo de la acción.
En esta cita, Faxe asienta uno de los principios fundamentales de la religión handdara. Lo desconocido para handdara es la sombra, tal y como el conocimiento es luz para yameshta. Para los handdaratas, desaprender o desconocer no es un algo para menospreciar, sino una dimensión crucial de la existencia. Sin algo que todavía permanece en la sombra (lo desconocido), no hay nada que impulse el pensamiento ni la acción.
El primer móvil, si se envía uno, ha de recordar esta advertencia; si no está muy seguro de sí mismo o es un anciano, se sentirá humillado a menudo. Un hombre desea que se tenga en cuenta su virilidad, una mujer desea que se aprecie su femineidad, por más indirectos y sutiles que sean este tener en cuenta y estas apreciaciones. En Invierno no existen. Uno es respetado y juzgado solo como ser humano. La experiencia es asombrosa.
Estas palabras aparecen en el informe que recibe Genly, que incluye las notas de investigadores que viajaron a Gueden antes de que se enviara un primer móvil, es decir, alguien que establezca el primer contacto entre Gueden y los Ecumen. Esta advertencia resulta acertada cuando vemos que lo que más le cuesta a Genly en su visita al planeta es dejar de pensar en los guedenianos en términos de mujer y hombre. Por otra parte, Genly parece el candidato ideal para el trabajo porque no se ofende con facilidad. Su ama de llaves dice que está dispuesto a darle consejos porque él no tiene shifgredor, un concepto que se asemeja la idea de prestigio social u honra. Ahora bien, cuando Estraven y Genly se encuentran más adelante solos en su viaje por un paisaje desolado, ambos pueden apreciarse por lo que cada uno es, sin que la cultura de ninguno de los dos influya demasiado sobre su mirada del otro.
Es una metáfora especiosa, ubicua, durable, esta del barniz (o la pintura, o la película, o lo que sea) que oculta la realidad más noble de abajo. La imagen oculta a la vez una serie de falacias; una de las más peligrosas es la idea de que la civilización, siendo artificial, se opone a la naturaleza, la vida primitiva... Por supuesto que no hay tal barniz sino un proceso de crecimiento, y la vida primitiva y la civilización son distintos grados de lo mismo. Si la civilización tiene un puesto, este es la guerra. La guerra y la civilización no son coincidentes.
Genly escucha a Tibe hablar en la radio sobre la cultura como un barniz y considera que ese discurso no solo es falso sino peligroso. Al hablar de la civilización como un barniz, lo que se dice es que hay un estado natural, despojado de cultura, que es más noble.
Una de las preocupaciones más recurrentes en toda la obra de Le Guin y, en particular, en esta obra, es el modo en que nos acercamos a culturas distintas a las nuestras. Durante muchos años, la norma en la antropología y los estudios culturales fue el etnocentrismo, que valoraba una cultura en comparación con otra. El etnocentrismo tiene varias manifestaciones: a veces es la explícita valoración de una cultura como superior a otra, pero a veces toma una forma más velada, que es la mirada del "buen salvaje". Esta segunda manifestación del etnocentrismo sigue siendo una mirada condescendiente, porque encasilla a los individuos de los pueblos que se consideran desde esta perspectiva "primitivos" como esencialmente virtuosos. Además, parte de la idea de que se puede ser más o menos civilizado en lugar de hablar de diferencias culturales entre los pueblos.
Asimismo, esta concepción es peligrosa porque puede ayudar a justificar discursos nacionalistas en los que supuestamente un pueblo está destinado para tal o cual cosa en su esencia. Genly expresa aquí la mirada de Le Guin, que considera que toda cultura debe estudiarse, no en comparación a otra o a un supuesto estado natural, sino haciendo un esfuerzo por comprender sus patrones culturales, sin discursos esencialistas.
Solo en el ojo mortal hay oscuridad, el ojo que cree ver, y no ve. En la visión de Meshe no hay oscuridad.
Así, quienes invocan la oscuridad son insensatos que Meshe escupe fuera de su boca, pues dan nombre a lo que no es, llamándolo origen y término.
La rivalidad entre Karhide y Orgoreyn no se limita a lo político y económico; las religiones que dominan en cada país son distintas y se enfrentan. Esta cita aparece en uno de los capítulos que forman parte de la construcción del contexto y el origen de los usos, costumbres y creencias de los pueblos de Gueden. El sacerdote a quien se le atribuyen estas palabras explica algunos de los principios fundamentales de la religión yomeshta.
Entre las dos religiones no hay acuerdo, en especial en torno a la luz y las sombras. En la religión yomeshta, lo que se valora es el conocimiento. Meshe, la figura central de esta religión, es capaz de ver el pasado y el futuro; nada permanece oculto. Por el contrario, en la religión handdara, la sombra es la otra cara de la luz. Mientras los yomeshtas se esfuerzan por conocerlo todo, los handdaratas procuran desaprender y aprecian lo que permanece como misterio.
Ursula K. Le Guin sentía mucha admiración por el taoísmo, e hizo su propia traducción del Tao Te Ching. La religión handdarata, que es además más antigua, tiene muchos puntos en común con el taoísmo, principalmente la idea de unidad que integra la luz y la sombra.
—En kémmer todo el tiempo, ¿eh? Entonces ¿un lugar de recompensa? ¿O un lugar de castigo?
—No sé, Asra. ¿Qué es este mundo?
—Ni una cosa ni otra, criatura. Esto es solo el mundo; es como es. Naces aquí y... las cosas son como son...
Esta conversación transcurre en los dormitorios de la granja de Pulefen. Asra, otro de los prisioneros, comparte con Genly historias de su tierra, su gente y sus costumbres. En una ocasión, es Genly quien le habla de los mundos que existen en otros planetas y describe cómo en otros lugares las personas están en kémmer permanentemente. La idea le resulta graciosa a Asra, y se pregunta si permanecer en kémmer es un premio o un castigo. Genly le hace la misma pregunta sobre la ambisexualidad de los guedenianos: ¿es un castigo o una recompensa? Asra no se demora en responder que no es ni una ni otra. Esta cita revela algo importante sobre cómo miramos al otro. Para Asra, la configuración de su propio mundo desde el funcionamiento biológico de los sexos no le parece medible en términos de mejor o peor, porque simplemente es. En cambio, cuando se le presenta el caso de un pueblo distinto al suyo, su primer instinto es valorar si eso es mejor o peor. La novela insiste incesantemente en que no hay sociedades mejores o peores, sino culturas distintas, cuyos usos y costumbres surgen de circunstancias únicas y particulares.
Un amigo. ¿Qué es un amigo en un mundo donde cualquier amigo puede ser una amante en la próxima fase de la luna? No yo, prisionero de mi virilidad; no un amigo de Derem Har, o cualquier otro de esa raza. Ni hombre ni mujer, y los dos a la vez, cíclicos, linares, metamorfoseándose al contacto del otro variable de la estirpe humana, no era de mi carne, no eran amigos: no había amor entre nosotros.
Esta cita muestra los pensamientos de Genly tras la charla con Estraven sobre el uso de nombres propios en las relaciones personales. Genly todavía está centrado en las diferencias que lo separan de Estraven; siente que son tan ajenos que no podrán ser amigos o tenerse cariño jamás. Genly se siente amenazado por la sexualidad guedeniana, ya que le genera inseguridad saber que está tratando con alguien fluctuante en aquello que es estable en su propio mundo.
Esta cita nos remite al tratado sobre la sexualidad guedeniana del Capítulo 7. Allí, el investigador advierte que una persona de una sociedad bisexual tiene que ser muy seguro de sí mismo para sentirse cómodo en este planeta, porque los hombres necesitan que su virilidad sea reconocida y las mujeres necesitan que se valore su femineidad. Es interesante que Genly reconozca que la imposibilidad de establecer un vínculo auténtico con Estraven es que es "prisionero" de su virilidad. Las observaciones hasta el momento se han centrado en los modos en los que la sexualidad determina un sinnúmero de costumbres de los pueblos guedenianos. Es interesante como ahora Genly esté pensando en los límites que el binarismo de su sociedad le impone.
La luz es la mano izquierda del corazón
y la oscuridad es la mano derecha de la luz.
Las dos son una, vida y muerte, juntas
como amantes en kémmer,
como manos unidas,
como el término y el camino.
Esta balada viene a la mente de Estraven cuando él y Genly hablan por primera vez con tanta apertura sobre sus diferencias. Estraven entra en kémmer y le cuesta mantenerse cerca de Genly durante ese periodo. No obstante, su relación se ha convertido en algo más íntimo que se asemeja mucho a una auténtica amistad. Por eso, los dos pueden hablar de algo tan íntimo como el kémmer. Esto los lleva a pensar en la religión y en cómo, para los handdaratas, lo importante es apreciar la complementariedad de los seres en el mundo. Este poema condensa esa idea.
Las primeras dos líneas hablan explícitamente de la complementariedad de la luz y la sombra. Ambas líneas juntas son una expresión del símbolo del ying yang, en el que un círculo tiene un lado negro y otro blanco, pero en cada lado hay un punto de su opuesto. Ese símbolo revela algo cierto sobre la relación entre Genly y Estraven. Si bien no hay una única interpretación de la luz o la sombra, ya que se trata de dos símbolos polivalentes, en la novela, por momentos, se asocia la luz al conocimiento. En este sentido, Genly sería la luz, porque es él quien tiene la misión de establecer la comunicación entre Gueden y Ecumen, una alianza basada en compartir el conocimiento. Por su parte, Estraven sería la sombra, que es "la mano derecha de la luz"; sin él, la misión de Genly fracasa.
La balada continúa y sigue explorando los opuestos complementarios: vida/muerte, término/camino. Utiliza la imagen del coito "como amantes en kémmer", que es un poderoso ejemplo de complementariedad, ya que, en esta sociedad, el par binario femenino/masculino no viene dado, sino que surge de la interacción misma durante kémmer. Los géneros no existen a priori, sino que las personas asumen las características femeninas o masculinas a partir del contacto con el otro. En ese sentido, el individuo guedeniano realmente encarna la idea de unidad porque es a la vez ambos sexos.
En cuanto a la forma de la balada, el uso del encabalgamiento (la frase no termina al final del verso, sino que continúa en la siguiente línea) enfatiza la idea de unidad: "juntas / como amantes en kémmer" (p.256).
Entonces, por primera vez, entendí con claridad que muerto mi amigo yo tenía que llevar a cabo aquello por lo que él había muerto. Yo tenía que poner la piedra angular en el arco.
La novela abre con el desfile que celebra la piedra angular que el rey debe poner en el arco para inaugurar un nuevo puerto. Al final de la novela, Genly toma esa imagen como metáfora de su propia misión. Genly ha sido enviado para tender un puente entre Gueden y Ecumen. Si bien Genly le prometió a Estraven que iba a pedir que revocaran el exilio en su contra como condición para la comunicación entre Ecumen y Karhide, elige "poner la piedra angular" y completar la misión, pues sabe que su amigo se sacrificó porque creía en la alianza. Al final de la novela, Genly cumple con su deber, motivado tanto por un bien colectivo como por una lealtad personal.