Los cuentos llenan de amor a Dido por Eneas. Al amanecer Dido se dirige a su hermana Ana y le expresa lo impresionante que le parece Eneas. Admite que Eneas es el único hombre que la ha conmovido desde la muerte de su esposo Siqueo. Jura que no renunciará a su voto de celibato, pero Ana le dice que Siqueo no se opondrá a que ella tome un esposo nuevo y poderoso. Le explica que, habiendo tantas tribus hostiles en las cercanías, una ciudad en conjunto con los troyanos los beneficiaría. Dido sacrifica una oveja e intenta discernir las preguntas en sus entrañas. Está loca de amor y deambula por la ciudad como una cierva herida por una flecha. Aún cuando Eneas no está cerca, ella sigue pensando que lo ve. Se detiene la construcción de la ciudad. Juno observa esto y le ofrece una especie de trato a Venus:
“¿Por qué no acordar, mejor, eterna tregua con el pacto
de un himeneo? Tienes ya lo que buscaste con todas tus ganas:
arde una Dido enamorada y corre por sus huesos la locura.
Gobernemos, pues, sobre un pueblo común y con auspicios” Libro 4, líneas 100-103
Venus sospecha que Juno tan sólo quiere evitar la fundación de Roma para así evitar la destrucción de Cartago. Venus le miente a Juno y le dice que apoyará el acuerdo si Júpiter lo bendice. Juno le dice que ella logrará que Júpiter esté de acuerdo, pero mientras tanto deberán organizar una partida de caza para el día siguiente en la que Dido y Eneas serán unidos en divino matrimonio. Venus lo acepta, sabiendo que Júpiter no estará de acuerdo.
Amanece y se preparan para salir de caza. Dido se viste como una cazadora y Eneas se parece a Apolo. Ascanio los acompaña en la cacería. Una tormenta los azota mientras están cabalgando y Eneas y Dido encuentran un refugio en la misma cueva. Juno hacia brillar los fuegos y las ninfas cantan mientras ellos dos hacen el amor en la cueva. Dido piensa que eso significa matrimonio, pero no se lo dice a Eneas. Rumor vuela a los otros pueblos, con sus cien bocas y ojos, anunciando los hechos. Yarbas, un jefe local e hijo de Júpiter, está enfurecido porque fue rechazado por Dido cuando él la cortejó. Se ofrenda a su padre y Júpiter lo escucha. Júpiter le da instrucciones a Mercurio de que se dirija a Eneas y le diga que debe seguir su destino real. Mercurio desciende y encuentra a Eneas supervisando la construcción de algunos edificios cartagineses, vistiendo nuevas ropas. Mercurio pregunta “¿Tú te dedicas ahora a plantar los cimientos de la alta Cartago y complaciente con tu esposa construyes deberes una hermosa ciudad?” Libro 4, líneas 265-266. Mercurio le repite a Eneas la orden de que debe ir a Italia, adonde fue predestinado. Eneas dice que le preocupa dejar a Dido y Mercurio le ordena que, en silencio, prepare la flota.
Eneas espera por el momento adecuado para decírselo a Dido, pero Rumor le hace llegar antes las noticias y ella entra en un frenesí. Se acerca a Eneas y le pregunta como pretendía esconder un hecho como ese. Le suplica diciéndole que ella corre peligro con los jefes nativos, a los que desairó. También le dice que también ella ha hecho enojar a su gente. Su último intento desesperado es decirle que no sería tan malo si al menos pudiera tener un hijo suyo para recordarlo. Eneas le dice que no quiso esconderle su partida y que no quiere irse pero que está obligado por el destino. Le dice que si hubiera seguido su propio camino, nunca habría dejado Troya. Ella no le cree que Mercurio se haya dirigido a él y se enfurece jurando que el nació de un puma, no de Venus. Lo maldice y le dice que desea que sus barcos se hagan pedazos contra las rocas. Se detiene y aunque él intenta calmar su enojo, Eneas se va y alista a sus compañeros.
Dido llora y va con su hermana y le pide que suplique a Eneas que no se vaya por mucho tiempo.
“Éste es el último favor que pido (ten piedad de tu hermana)
y, si me lo concede, con creces se lo pagaré con mi muerte”. Book 4, líneas 465-466
Ana obedece a su hermana pero Eneas no la escucha porque el destino lo ha hecho parecerse a una montaña maltratada por los vientos. Eneas grita mientras continúa preparándose. Dido se prepara para el suicido escondiéndose de su hermana, alegando que consiguió un tipo de conjuro mágico que hará Eneas la deje de amar o que ella lo deje de amar a él. Quemará en un pira todas las posesiones de él en su casa, como si quemara un cuerpo. Le encarga a Ana que prepare este rito.
La noche llega mientras Dido duda entre unirse a los barcos troyanos o llamar a los cartaginenses a las armas. Decide no hacer ninguna de las dos cosas. Eneas está durmiendo en uno de sus barcos y Mercurio aparece nuevamente. Le dice a Eneas que se vaya inmediatamente para evitar el peligro de los tirios. Eneas despierta a sus hombres y rema mar adentro cuando amanece. Dido se levanta y no ve a nadie en la costa. Se lamenta a Júpiter y piensa en darle caza a Eneas. En su frenesí, desea haber masacrado a los troyanos. Le reza a Juno que la proteja en la muerte. Luego pide que caiga una maldición sobre los troyanos:
“No haya ni amor ni pactos entre los pueblos.
Y que surja algún vengador de mis huesos
que persiga a hierro y fuego a los colonos dardanios
ahora o más tarde, cuando se presenten las fuerzas”. Libro 4, 623-626
Llamó a la nodriza de su marido y le dice que prepare con Ana la ceremonia. Se sube a la pira y saca una espada. Reza a los dioses y les hace un recuento de los hechos alegando que ella morirá sin ser vengada mientras empuja la espada en su cuerpo. La ciudad comienza a amotinarse y cuando Ana escucha el ruido se da cuenta que sin saberlo ayudó a su a su hermana a matarse. Se lamenta y le dice a su hermana que debe unirse a ella. Le dice a Dido que mató a su ciudad y la reina intenta levantarse y hablar. Mira al cielo y muere. Juno envía a Iris a llevar su alma al infierno.
Seguimiento de Tema: Trasfondo histórico 3
Seguimiento de Tema: Mujeres 4
Seguimiento de Tema: Presagios 4
Seguimiento de Tema: Intervención divina 4