Amanece y Eneas está ansioso por enterrar a Palante. Viste a un árbol con armas de Mecencio como una ofrenda al dios de la guerra. Dice a sus hombres que antes de continuar con la batalla, deben enterrar a todos los muertos. Mientras construye su pira, llora por Palante. Eneas envuelve su cuerpo con una de las túnicas que le dio Dido y enciende la pira. Otros árboles son vestidos con armas latinas y Eneas se despide de Palante. Vuelve al campamento y se encuentra con enviados de latinos que suplican una oportunidad para enterrar a sus muertos. Eneas explica que concederá la paz a los vivos, si es que así ellos lo quieren. Dice que fue error de Turno, no de él. Los latinos están asombrados de que Eneas les conceda este derecho. Drances, uno de los enviados de mayor edad, dice que la batalla debe terminar y que llevará estas palabras a Latino.
Rumor le avisa a Evandro de la muerte de Palante y todas las mujeres de la ciudad lloran. Evandro va junto a su hijo y llora, deseando haber muerto él en lugar de su hijo. Está satisfecho de saber que Palante murió al lado de los aguerridos troyanos. Las piras son levantadas durante el día y son sacrificados muchos toros. Drances se dirige a la casa de Latino y le pide que detenga la guerra. Amata defiende a Turno y el derecho de él de tener a Lavinia. Los embajadores de Diómedes vuelven y se convoca a un consejo. Uno de ellos recuerda las palabras de Diómedes quien dijo que todo los que atacaron a los troyanos en Troya sufrieron graves consecuencias al volver.
“No, en verdad, no me arrastréis a tales combates.
Ni volveré a entrar en guerra con los teucros tras la caída
de Pérgamo ni me acuerdo ni me alegro de viejos males.
Los presentes que me ofrecéis de vuestras costas patrias,
llevádselos a Eneas”. Libro 11, líneas 277-282
Les ruega a los latinos que hagan un trato con Eneas. Latino habla con su pueblo y les dice que no pueden ganar la guerra. Propone que se entregue un territorio a Eneas, o en caso de que los troyanos deseen irse, construirles barcos. Drances propone que Lavinia también sea ofrecida a Eneas porque de esta manera se logrará una paz más duradera. Turno reacciona violentamente y le dice a Drances que está lleno de aire caliente y que no es bueno en la batalla. Insiste que los troyanos son un pueblo derrotado y ofrece una batalla mano a mano con Eneas. Le jura a Latino que aún hay fuerza en las armas latinas.
Mientras los latinos no se ponen de acuerdo, Eneas marcha por el campo y cruza el Río Tiber. La gente se descontrola y huye a la ciudad de Latino. Turno usa este hecho para llamar al combate. Aprontan la ciudad para el ataque y Latino se echa la culpa por la fatalidad que ha caído en su ciudad. Amata hace sacrificios con Lavinia mientras Turno se apresta para el combate. Camila se encuentra con él y le dice que vigile las murallas mientras ella arremete contra el ataque troyano. Él le dice que contenga a los troyanos mientras él prepara una emboscada. Arma su trampa en un valle cercano.
En los cielos, Diana oye que Camila está yendo a la guerra. El padre de Camila es un rey exiliado. Llevó a su hija con él y cuando llegó a un río la envolvió y la ató a una lanza y la aventó al otro lado. Nadó y la recogió, eludiendo a sus perseguidores. La crió en bosque. Es virgen y rechaza tener un marido. Diana dice que ella va a ir a la batalla y que castigará a quien hiera a Camila. Los troyanos se acercan a la ciudad. Mesapo y Camila toman el campo y se le enfrentan. Los ejércitos se detienen y luego corren juntos. Los latinos están en marcha y los troyanos cerca de las puertas, pero muchos de sus caballos están muertos. Empujan sobre las murallas y son repelidos dos veces. A la tercera luchan de forma brutal y muchos mueren. En medio del tumulto, Camila se enfurece como una amazona y mata hombres por todos lados. Mata a muchos y abre una brecha en el combate con su guardia de honor de mujeres. Mata varios troyanos más. Uno intenta huir de ella tras desafiarla a pelear a pie, pero ella lo atropella.
Mirando desde arriba, Júpiter observa los escuadrones de retirada y anima a Tarconte a reunir a sus hombres. Tarconte desafía a sus hombres a no huir como mujeres y empuja a uno de los latinos. Los tirrenos se agrupan. Arrunte comienza silenciosamente a acechar a Camila a la espera de una oportunidad. Ella va tras otro troyano, y Arrunte, rezando a Apolo, no por victoria sino tan sólo le pide poder frenar la matanza de Camila, arroja su lanza. Acierta y corre. Camila no logra quitarse la lanza de sus costillas y le dice a su hermana que corra hasta Turno y le diga lo que ha pasado. Muere. Sus enemigos están excitados y se agrupan .La asistente de Diana observó la muerte de Camila y juró: “No te ha abandonado tu reina sin gloria en esta hora final de la muerte, ni sin fama quedará tu fin por los pueblos. Libro 11, líneas 845-848. Desciende y encuentra a Arrunte. Mientras él muere, sus compañeros desertan. Sin Camila, los latinos son avasallados y corren hacia las puertas de la ciudad y las cierran dejando a varios compatriotas. Aquellos que quedaron atrás son apaleados contra las puertas. Turno escucha sobre lo ocurrido y enfurecido se dirige a la ciudad. Se hace de noche.
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