Cuando Turno ve brechas en líneas de los latinos se dirige a Latino y le dice que quiere morir o matar a Eneas. Latino le dice que debe quedarse y defender la ciudad porque sin él no hay defensa. Intenta explicarle que él tiene sus propias tierras y que tendría un buen futuro si no hubiera guerra. Turno insiste con violencia:
“También nosotros, oh padre, dardos y hierro no flojo lanzamos
con la diestra, y de sus heridas mana igualmente la sangre.
Él tendrá lejos a su divina madre, sin que cubrir pueda
su huida con nube mujeril y ocultarse en sombras vanas”. Libro 12, líneas 50- 53
Amata llora por la idea del duelo y le dice que no acuda al combate con los troyanos y que se quede a defenderla. Turno mira a Lavinia y se siente turbado de amor. Le dice a Amata que debe pelear y envía un mensajero para que le anuncie su desafío a Eneas. Sale y se dirige a sus caballos y se pone su capa y toma su lanza. Mira a los cielos y jura que derrotara al afeminado troyano.
Mientras tanto, Eneas se alegra con el desafío y le contesta. Al día siguiente demarcarán el campo para las disputas y colocarán los altares en el medio. Juno mira esto y se dirige a Yuturna, la hermana de Turno. Yuturna es una ninfa porque Júpiter la hizo inmortal como una disculpa por haberla violado. Juno le pide que evite que su hermano muera y Yuturna se va para intentarlo. Los reyes avanzan y se juntan en el medio, donde un sacerdote realiza sacrificios. Eneas promete no ser un tirano si gana y que dejará a Latino a cargo de los italianos. Latino suplica que nada detenga la tregua. “Pero a los rútulos ese duelo desigual les parecía, ya y sentimientos diversos se mezclaban en sus pechos, y más aún cuando les ven llegar no iguales en fuerzas”. Libro 12, líneas 216-217
Turno camino y reza hasta que aparece su hermana simulando el aspecto de un antepasado y disemina rumores alegando que es una vergüenza cambiar una guerra por una vida. Los hombres en las filas bullen mientras ella envía una señal desde el alto cielo: un águila que es contraatacada y repelida por los cisnes a los que persigue. Los latinos ponen atención a esto y esgrimen sus espadas. Uno de ellos lanza un dardo a los enemigos y los latinos cargan y tiran los altares. Latino huye y Mesapo carga contra el rey tirreno. Eneas se acerca y pregunta porque sus hombres corren. Mientras las flechas caen, él suplica y una flecha se clava en su muslo. Pide que le corten la herida con una espada. Viene Yápige, un hombre hábil en heridas e intenta hacerlo en vano. Venus escucha los gemidos de su hijo y en secreto hace que Yápige le aplique una hierba de Asia y le cierra la herida. La flecha sale y Eneas se siente fuerte. Yápige admite:
“No salen estas cosas de humanos recursos ni de un arte
magistral, y no es mía, Eneas, la mano que te cura.
Alguien mayor lo hace y un dios, de nuevo, te envía a empresas mayores”. Libro 12, 426-429
Eneas abraza a su hijo y le dice que mire a su padre y aprenda el valor. Sale y lo siguen Menesteo y Anteo. Los troyanos se lanzan otra vez al campo de batalla. Yuturna se da cuenta que vienen los troyanos como una ráfaga súbita del mar. Matan a muchos. Yuturna tira al cochero del carro y conduce alrededor de la batalla, lejos de Eneas. Eneas ve esto y los sigue pero Turno es llevado en círculos. Mesapo le tira una jabalina y le roza el casco. Eneas gira y vuelve a la batalla. Mata a varios mientras Turno mata troyanos por los costados. Los dos guerreros causan una gran matanza rugiendo o corriendo como un fuego salvaje o una inundación. Un rútulo fanfarronea y es aplastado por una roca de Eneas. Venus lo convence que avance sobre la ciudad. Eneas se dirige a sus capitanes y les dice: “Hoy la ciudad causa de la guerra, corazón del reino de Latino, a menos que acepten recibir el yugo y someterse vencidos, la voy a destruir”, Libro 12, líneas 567-569. Habla y hacen una cuña y empujan en dirección a los muros. Los latinos entran en pánico y los soldados están en camino. La ciudad es dominada por el nerviosismo. Amata se siente culpable por lo sucedido y se suicida, colgándose. Lavinia llora y Latino mancha su cabello con sucio polvo.
Sobre el borde de la batalla, Turno persigue rezagados mientras su hermana le dice que si sigue haciendo eso su gloria igualará la de Eneas. Turno le dice que sabe que es su hermana y le pregunta cuál dios la envió. Le dice que la muerte es una bendición comparada con no hacer nada mientras la ciudad cae delante de él. Un latino cabalga hasta Turno y le dice que la reina murió y que lo busca Latino. Turno está confundido pero le ordena a su hermana que lo lleve a la ciudad donde enfrentará a Eneas. Turno entra en la batalla como una roca cayendo de una montaña y grita y les dice que dejen de pelear. Hace que sus hombres se muevan y dejen espacio para el combate.
Eneas escucha su llamado y le alegra dejar el sitio. Golpea su escudo y los troyanos dejan de pelear. Todos miran hacia el centro, donde los dos héroes se acercan. Turno pelea con una espada y se le rompe. Se aleja pero sus hombres lo empujan hacia adentro. A pesar que Eneas está más lento por la herida de la flecha igual lo persigue. Corren en círculos cinco veces. La lanza de Eneas está clavada en un árbol que fue sagrado para la familia de Turno. Turno reza a sus ancestros y el árbol no deja que Eneas recupere el arma. Venus ayuda a su hijo a recuperarla.
Juno se dirige a Júpiter y le pregunta que es lo que planea hacer. Le dice que ella ya agobiado lo suficiente a los troyanos y que esto debe terminar. Ella admite que ha hecho muchas cosas mal pero le pide que el nuevo pueblo se llame latinos, no troyanos. Júpiter sonríe y le dice que concederá eso y hará que el nuevo pueblo sea superior a cualquier otro en Italia. Juno finalmente queda satisfecha con el futuro de los romanos. Júpiter se dispone a apartar a Yuturna de la batalla. Envía una de sus furias y Turno queda tieso en su lugar. Yuturna se da cuenta de la estratagema y se queja de que Júpiter no le dio lo justo por su virginidad. Turno tira una piedra y se pierde como en un sueño. Eneas tira una lanza y perfora su escudo y su coraza clavándose en su muslo. Salta hacia él para liquidarlo, burlándose. Turno responde:
“Lo he merecido en verdad, y no me arrepiento;
aprovecha tu suerte. Si el pensamiento de un padre
desgraciado puede conmoverte, te ruego (también tú tuviste
a tu padre Anquises), ten piedad de la vejez de Dauno
y devuélveme a los míos”. Libro 12, líneas 931-935
Eneas considera la petición pero mira a Turno y ve en su hombro las correas que fueron de Palante. Enfurece y le pregunta cómo podría dejar ir al asesino de Palante. Atraviesa el pecho de Turno con su espada.
Seguimiento de tema: Trasfondo histórico 6
Seguimiento de tema: Intervención divina 11