Se hizo silencio cuando Eneas comenzó con su historia. Afirmó que para un guerrero, de cualquiera de los dos lados de la batalla, resulta difícil contar la historia sin sollozar. Comienza en el momento en que los griegos son arrastrados por la marea de la guerra después de la muerte de Aquiles. Minerva les había dado la idea de construir un enorme caballo de madera y adentro, llenarlo con hombres armados. Lo dejaron frente a la entrada de Troya y navegaron hasta la Isla Tenedos. Los troyanos abandonaron la ciudad llenos de júbilo y avanzaron sobre los campos vacíos. Algunos deseaban entrar el caballo de madera a la ciudad; otros deseaban destruirlo. Laocoonte, un sacerdote, se dirigió a los hombres y mujeres reunidos.
“¿Del enemigo pensáis que se ha ido? ¿O creéis que los dánaos
pueden hacer regalos sin trampa? ¿Así conocemos a Ulises?
O encerrados en esta madera ocultos están los aqueos,
o contra nuestras murallas se ha levantado esta máquina
para espiar nuestras casas y caer sobre la ciudad desde lo alto…
Sea lo que sea, temo a los dánaos incluso ofreciendo presentes.” Libro 2, líneas 43-49
Tiró una lanza al caballo y se sintió un grito que venía de adentro, pero nadie le prestó atención. Algunos troyanos llevaron a rastras a un hombre que encontraron en los campos y le preguntaron de dónde era. Se lamentó por no tener un lugar en el mundo y cuando le preguntaron qué pasaba, les dijo que su nombre era Sinón. Su protector había sido falsamente ejecutado por Ulises y, debido a eso, Ulises siempre sospechaba de Sinón. Detuvo su cuento y le imploró a los troyanos que lo mataran, pero ellos querían escuchar el resto de la historia. Les dijo que los griegos deseaban retornar a sus tierras pero que Calcante predijo que no podrían volver hasta que hicieran lo mismo que habían hecho al dejar Grecia, esto sacrificar a una persona. Ulises presionó a Calcante para que nombrara a Sinón como la víctima elegida, pero no lo hizo. Fue confinado por varios días a su refugio hasta que finalmente vino y nombró a Sinón como el elegido por los dioses para el sacrificio. Sinón huyó del sacrificio para evitar la muerte. Príamo se agachó y desencadenó al mentiroso griego y le dio la bienvenida a la ciudad. Sinón continuó contándole a los troyanos que los griegos al final perderían por haber alienado a Minerva, porque robaron su imagen de un santuario y la trajeron al sitio. Les dijo que los griegos dejaron el caballo ante Troya como un símbolo del triunfo de los troyanos sobre Grecia.
Mientras Sinón contaba su historia, Laocoonte estaba sacrificando un toro. Aparecieron por el mar desde Tenedos dos víboras gemelas y comieron a sus hijos en el altar. Cuando terminaron con ellos, atacaron y se comieron a Laocoonte. Fueron a descansar al altar de Minerva. Los troyanos pensaron que eso significaba que Laocoonte estaba equivocado y que el caballo debía ser entrado a la ciudad. Después de bajar las rampas para entrar al caballo, forcejearon en la entrada:
“Cuatro veces
justo en el umbral de la puerta se detuvo, otras tantas
gritaron de la panza las armas. Sin embargo, insistimos
inconscientes y en ciego frenesí colocamos
en lo más santo de la fortaleza el monstruo funesto”. Libro 2, líneas 241-245
Al llegar la noche, los troyanos festejaron y se fueron a dormir. El ejército griego volvió desde Tenedos y Sinón hizo salir del caballo a los griegos. Mataron a los guardias y dejaron entrar al ejército en la ciudad. Mientras Eneas dormía, Héctor vino en sueños y le dijo que huyera del enemigo que acababa de tomar la ciudad. Le avisó que recogiera a la gente y a los dioses de Troya y se fuera. Eneas se despertó y vio la ciudad en llamas. Recogió sus armas, con la intención de luchar hasta morir, pero un anciano con su nieto vinieron a avisarle de la derrota. Eneas hizo caso omiso de la advertencia, entró de prisa en la ciudad y encontró a sus compañeros. Los llevó a combatir contra los invasores. Se movieron por la ciudad como lobos. Un grupo de griegos los confundió con otros griegos y ellos mataron. Este error les dio la idea de que ponerse las armaduras de los griegos. Continuaron matando. Cuando descubrieron que Cassandra había sido violada, uno de sus compañeros, Corebo, salió de prisa y luego encontró la muerte.
Rápidamente el grupo fue diezmado y Eneas volvió al palacio esquivando invasores. Los griegos ingresaron de prisa en el edificio y saquearon la casa. Cuando Pirro irrumpió bruscamente con Menelao y Agamenón, se escuchó a las mujeres llorando Los hombres de la casa de Príamo fueron cayendo uno a uno y Príamo se puso su armadura, más allá de su avanzada edad. Cuando estaba por salir su esposa acurrucada con sus hijas como palomas, le suplicó: "“¿Qué idea tan loca, pobre esposo mío, te ha llevado a armarte de ese modo? ¿a dónde corres?” Libro 2, 519-520.
No prestó atención a su petición de orar porque en ese momento Pirro apareció y mató a su hijo en el altar. Príamo lo maldijo y pidió a los dioses la victoria mientras tiraba su lanza contra los invasores. Pirro se rió del anciano y lo mató. Eneas volvió de prisa a su casa pensando en su padre. Se encontró con Helena, que estaba temerosa tanto de los griegos como de los troyanos. Pensó en golpearla, ya que había sido por ella que se había iniciado la guerra. Apareció su madre y le preguntó porque era tan resentido y porque no pensaba en su propia familia. Le mostró que los dioses estaban contra Troya, y enfatizó que los troyanos no tenían esperanzas. Le dijo que se hiciera cargo de su padre, Anquises.
Anquises, imposibilitado de huir porque era lisiado, le imploró a Eneas que lo abandonara. La esposa de Eneas, Creúsa, lo ayudó a llevar al anciano. Eneas describió a su padre el horror de la guerra. Enfureció nuevamente y sintió deseos de volver a pelear. Creúsa le suplicó:
"Si vas a morir, llévanos a nosotros contigo, pase lo que pase;
pero si, a sabiendas, alguna esperanza pones en las armas que empuñas,
lo primero es guardar esta casa tuya”. Libro 2, líneas 675-677
El rostro de Ascanio es iluminado por una luz divina, como si tuviera fuego y Anquises le pide a Júpiter que confirme el presagio. Ven una estrella de cola con una gran luz en el cielo y Anquises decide que deben irse. Eneas carga a su padre en los hombros y toma al niño de la mano. Creúsa lo sigue. Cuando logró salvar a su padre e hijo se da vuelta y Creúsa no está. Eneas corrió hacia la ciudad, enloquecido, buscándola. El fantasma de ella se le apareció y le dijo que no estaba predestinada a ir con él. Creúsa predijo que él debe ir a Italia. El intentó abrazarla tres veces, pero ella desapareció. Los refugiados abandonaron la ciudad en la noche y se escondieron en las montañas.
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