Mientras esto sucede, Júpiter llama al consejo de los dioses. Pregunta porqué los italianos y los troyanos están peleando entre sí, si esa no fue su voluntad. Promete que habrá muchas guerras cuando más adelante Roma y Cartago peleen. Venus dice que los rútulos liderados por Turno están masacrando troyanos y que los ejércitos griegos están yendo a ayudarlos. Los troyanos han hecho todo lo que se suponía debían hacer, pero Juno envió a Alecto a causar problemas. Suplica que Ascanio sea salvado si Troya es destruida nuevamente. Juno irrumpe y llama ladrones a los troyanos, diciendo que nunca pidieron la paz y alega que fueron ellos los que iniciaron el conflicto. Juno pide que la guerra continúe. Júpiter habla y dice que él no ayudará ni a los rútulos ni a los troyanos:
“Las propias empresas darán a cada uno
fatigas y fortuna. Júpiter será el rey de todos por igual.
Hallarán los hados su camino”. Libro 10, líneas 111-113.
Todos los dioses deberán estarán por fuera de la batalla y dejarán que siga su curso. Los troyanos y latinos continúan peleando. Los troyanos usan su fuerza para mantener su posición sobre los corredores y Ascanio los ayuda. Menesteo arroja sus armas. A esta altura Eneas ha llegado al campo de los tirrenos y los ha convencido de seguirlo contra Mecencio. Navega río abajo seguido por los jefes tirrenos, con unos treinta barcos con hombres. Eneas navega en la noche y una de las ninfas, que había sido uno de sus barcos, se toma de la popa y se impulsa. Le dice que debe apresurarse porque los troyanos están en serios problemas. Eneas reza al cielo y promete ofrendas. Cuando los barcos están cerca del campamento comienza el día. Desde los barcos hacen caer una lluvia de flechas. Los atacantes fijan la mirada en Eneas, que en su armadura luce noble y como un dios.
Turno no desespera, pero junta a sus hombres y les dice que hay que matar a los troyanos una vez que lleguen a tierra. Comienzan a bajar de los barcos, pero el rey Tarconte y sus hombres lanzan los barcos directo a la tierra. Su barco queda atascado, pero los tirrenos comienzan a avanzar sobre el campo. Eneas baja e inmediatamente comienza a dar muerte a los latinos. Eneas pierde su espada pero es rearmado por Acates. Continúa matando. Clauso comienza a pelear con el resto de los latinos. En otra parte del combate Palante reúne a los arcadianos. Mata a muchos y sus hombres se entusiasman. Otro rútulo comienza su propia expedición de muerte, pero Palante reza a los dioses de que debe matar al hombre y lo hace. Lauso, el hijo de Mecencio, corre peligro en la batalla y Turno le dice que se aleje así puede enfrentar solo a Palante. Turno empieza a darle caza como un león tras un toro. Cuando Palante ve lo que pasa reza a Hércules de que no debe morir en vano. Hércules lo oye pero no puede hacer nada y Júpiter lo consuela. Palante lanza sobre Turno y no acierta. Turno lanza y lo mata. Anuncia la muerte de Palante a los arcadianos al tiempo que rasga el cinturón del príncipe adornado con la escena de la matanza de cincuenta futuros maridos. Un mensajero le hace llegar a Eneas la noticia de su muerte y Eneas se abre paso en la batalla en dirección a los arcadianos. Un hombre ruega por su vida, pero Eneas lo mata así como también a un sacerdote.
Maldice más hombres mientras los mata. Muchos huyen de su camino. Dos hermanos están manejando un carro hacía arriba y abajo del campo. Insultan a Eneas, pero Eneas mata a uno de ellos con una jabalina. Captura el carro y mata al otro a pesar de que le pide misericordia.
Mientras tanto, Júpiter habla con Juno:
“¡Oh, hermana y a la vez gratísima esposa mía!
Como pensabas, Venus (y no te engañó tu idea)
sustenta a las fuerzas troyanas, ni vigorosa en la guerra
está la diestra de los hombres ni su ánimo fiero y dispuesto al peligro”. Libro 10, líneas 606-610
Juno admite que lamenta su cólera pero le pide salvar a Turno. Le dice que ella lo arreglará y se dirige al campo tapada por una nube y allí se disfraza de Eneas. Turno avanza hacia ella y ella lo lleva a un barco en que lo envia a navegar. Eneas corre por todo el campo buscando a Turno. Cuando Turno se da cuenta dónde está, ruega a los dioses que lo lleven de nuevo a la batalla porque le avergüenza desertar. Intenta herirse a sí mismo y tirarse al río, pero Juno se lo impide.
Mecencio toma el liderazgo de los rútulos y junta a sus hombres después de matar a varios troyanos que lo maldijeron. El combate continúa con cada bando perdiendo hombres por igual. Mecencio corre y lucha con nobleza. Eneas se adelanta para encontrarse frente a él. Mecencio yerra al lanzar contra el líder de los troyanos y es herido en el muslo. Cojea en el campo. Su hijo, Lauso, ataca a Eneas y yerra. Eneas es rodeado por los compañeros de Lauso pero Eneas los vence y mata a Lauso, pero se arrepiente.
Mecencio se lava en el río y se lamenta cuando el cuerpo de su hijo le es llevado. Se rearma y va por la vida de Eneas. Monta en su caballo y desafía a Eneas. Eneas acepta el desafío y espera mientras Mecencio cabalga alrededor de él muchas veces. Eneas lanza su espada y mata al caballo. Avanza y provoca a Mecencio. Mecencio responde:
“¿por qué me gritas y amenazas de muerte?
No hay delito en matarme, ni así llegué al combate,
ni mi Lauso me hizo este pacto contigo.
Sólo esto te pido, si algo puede pedir el enemigo derrotado:
que permitas que la tierra cubra mi cuerpo”. Libro 10, líneas 900-904
Eneas mata a Mecencio.
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