El narrador comienza con los grandes temas de la épica:
“Canto las armas y a ese hombre que de las costas de Troya
llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas
lavinias, sacudido por mar y por tierra por la violencia
de los dioses a causa de la ira obstinada de la cruel Juno” Libro 1, líneas 1-4
Juno está muy enojada con Eneas porque Cartago está condenada a ser destruida por los descendientes de sus refugiados troyanos. Los refugiados troyanos han deambulado por los mares por varios años. Cuando está cerca de Sicilia, Juno tiene un ataque de ira porque eso significa que están muy cerca de Italia, donde se supone que encontrarán la ciudad que luego llevará al Imperio Romano. Utiliza el castigo de Minerva a Áyax Oileo como modelo de venganza. Juno le pide al Rey Éolo que utice los vientos para emboscar a los troyanos, para lo que invoca el hecho de que ella fue quien le dio a él sus poderes. Por hacer esto, le ofrece como premio que elija una de sus ninfas.
Una oscura tormenta cae sobre los troyanos y Eneas siente escalofrío. Desea haber muerto en la guerra en Troya. La tormenta crece y da vuelta varios barcos. En el caos, Eneas ve uno de los barcos doblegado por las olas y pierde de vista a los otros. Neptuno mira el mar y ve la tempestad. Se dirige a los vientos y les ordena que dejen de perturbar al mar, porque el dominio principal de los vientos es sobre la tierra no sobre el mar. Cuando el mar se calma, un silencio alcanza a los troyanos. Se dan cuenta que se encuentran en una extraña playa. Eneas tiene sólo siete de los veinte barcos. Sube a un acantilado a buscar a los otros mientras Acates hace una fogata. Ve a un grupo de ciervos y mata a varios de ellos. Con este banquete Eneas intenta calmar a sus sobrevivientes. Se muestra confiado, pero está preocupado. Mientras comen, se lamentan por sus compañeros perdidos.
Mientras tanto, Venus se queja ante Júpiter por la situación difícil de los troyanos. Quiere saber qué piensa Júpiter acerca de dejarlos sufrir y como ejemplo invoca la supervivencia de otros refugiados de guerra. Júpiter sonríe y le dice que no tema. Predice la fundación de Roma, después de varias generaciones de descendientes de troyanos nacidos en Italia:
“Aquí se reinará trescientos años completos
por la raza de Héctor, hasta que Ilia, princesa sacerdotisa,
preñada de Marte le dará con su parto una prole gemela”. Libro 1, líneas 272-275
El rey de los dioses resume la historia de Roma hasta los Césares. Deja de hablar y envía a Mercurio para dar seguridad a los troyanos de que serán bienvenidos en Cartago.
Eneas pasa toda la noche preocupado y decide que lo mejor es investigar. Se va con Acates y en el bosque se encuentra con su madre. Está disfrazada de joven cazadora. Ella le pregunta si ha visto a su hermana y él le dice que no. Piensa que debe ser una diosa. Ella le explica que en la ciudad hay un grupo de tirios liderados por una reina llamada Dido. El esposo de Dido, Siqueo, fue asesinado secretamente por su celoso hermano, Pigmalión. El fantasma de su esposo llegó a Dido en sueños y le reveló lo sucedido. Le dio instrucciones a ella de irse y le mostró un lugar donde había un tesoro que la podía ayudar. Ella reunió a todos los tirios que se opusieron a Pigmalión y se fue a África del Norte donde arrendó a los nativos toda la tierra que pudo marcar con la piel de un toro. Venus le pregunta a Eneas de dónde es y de dónde viene pero él le responde que es una larga historia. Se lamenta por la pérdida de sus barcos. Ella le asegura que los dioses no tienen rencor hacia él. Señala a doce cisnes en el cielo y le dice que eso representa a los doce barcos que vinieron a Cartago. Se da vuelta para irse y Eneas se da cuenta que es su madre. Ella grita que es injusta por haberlo engañado y luego se dirige a Cartago.
Venus cubre con una nube a Acates y Eneas para que nadie entorpezca su avance hacia la ciudad. Eneas ve a las mujeres de la ciudad trabajando. “Igual que las abejas al entrar el verano por los campos floridos” Libro 1, línea 430. Mientras avanza hasta el centro desea que su ciudad sea construida. Aquí hay un santuario dedicado a Juno. En el medio hay imágenes de bronce de la Guerra de Troya. Eneas grita al ver a Príamo, Aquiles y a las mujeres troyanas llorando. Está mirando esta escena cuando Dido entra al templo dedicado a Diana. Se sienta en su trono y dicta leyes a su pueblo. Eneas y Acates ven entrar al templo a Cloanto, Sergesto, Anteo e Ilioneo, jefes troyanos perdidos. Desean celebrarlo el encuentro, pero permanecen escondidos. Ilioneo, el mayor, le pide refugio a la reina, y le dice que los nativos de África del Norte se negaron a darles ayuda. Dido habla y les asegura que los ayudará a recuperarse y continuar hacia dónde deban ir. En primer lugar les dice que enviará a exploradores a buscar los barcos perdidos. Luego, lamenta que su líder no esté con ellos. Acates gira hacia Eneas, pero antes de hablar, la nube desaparece y Eneas se dirige a la reina.
“Aquí me tenéis, soy quien buscáis
Soy el troyano Eneas, rescatado del oleaje libio.
Oh, tú, la única en apiadarse de las fatigas indecibles de Troya,
que a nosotros, restos de los dánaos, agotados por mar y tierra
de toda clase de calamidades, de todo privados,
a tu ciudad y a tu casa nos asocias”. Libro 1, línea 595-601
Bendice y alaba a Dido, y toma las manos de sus amigos. Dido se asusta con él y le pregunta sobre sus desventuras. Ella compara los destinos de ambos: los dos son exiliados encomendados a crear una nueva ciudad. Envía alimentos y vino a los otros troyanos. Eneas hace venir del barco a Ascanio, su hijo, con regalos para Dido. Un collar de perlas, un velo y una corona.
Mientras esto sucede, Venus va por Cupido, su otro hijo. Le dice que imitando a Ascanio, se dirija a Dido, y la incite a amar a Eneas. Cupido desea cumplir con los deseos de su madre. Dido lo toma y lo sienta en su regazo. Venus pone al verdadero Ascanio a dormir por un rato. Acates reúne a los demás troyanos y junta los regalos y vuelve a la ciudad. Afectada por Cupido, Dido convoca a una fiesta y dice una oración a en honor a Júpiter, Baco y Juno. Derraman el brindis y ella le realiza varias preguntas a Eneas acerca de su sufrimiento. Le implora: “comienza por el principio y cuéntanos, las trampas de los dánaos y las desgracias de los tuyos y tu peregrinar”, Libro 1, líneas 743-755
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