El laberinto (Símbolo)
Paz acude a la imagen espacial del laberinto para pensar en el recorrido que debe hacer el mexicano (y el ser humano) para superar la soledad que lo atraviesa y define. El laberinto ha sido concebido en diferentes mitologías como un camino con obstáculos y desvíos, desafío que se debe transitar hasta alcanzar su centro, donde existe “un talismán o [un] objeto cualquiera, capaz de devolver la saludo la libertad al pueblo” (p.188). En El laberinto de la soledad, ese centro vendría hacer el regreso a un tiempo mítico de comunión, donde el individuo se halla a sí mismo y comulga con el otro.
La máscara (Símbolo)
La máscara es uno de los símbolos más recurrentes de El laberinto de la soledad. Paz afirma que el mexicano se enmascara bajo una apariencia hermética que lo resguarda del exterior y de su propio pasado, que el mexicano rechaza. Su cerramiento se expresa a través de diferentes máscaras, como el recelo, el disimulo o el estoicismo. La máscara pone de manifiesto que la verdadera cara del mexicano se encuentra oculta, por eso Paz sostiene que el mexicano debe quitarse las máscaras para conectarse con su verdadera naturaleza.
Malinche y Cortés (Símbolos)
Malinche y Cortés simbolizan el origen de México a partir de una violación. En el imaginario mexicano, Malinche es la representación paradigmática de la indígena que se entregó pasiva al conquistador español. A ella se la culpa de haberse dejado “chingar” por Hernán Cortés, iniciando una descendencia de hijos de una madre violada. Los mexicanos reniegan de este pasado y por eso llaman “hijo de la Chingada” y “malinchista” a todo aquel que muestra interés por lo extranjero y desdén por lo propiamente mexicano.
Cuauhtémoc (Símbolo)
En oposición a Malinche, Cuauhtémoc –el último jefe azteca– representa al héroe indígena que resistió la Conquista a pesar de saberse ya derrotado, puesto que los aztecas percibieron la llegada de los españoles como el abandono de sus dioses y el fin de un ciclo cósmico. Cuauhtémoc es entonces un mártir que se sacrifica a pesar de saber que su sacrificio es en vano, y simboliza la caída del pueblo azteca.
Cristo y la Virgen (Símbolos)
Con la caída de su imperio y la pérdida de su cosmología religiosa, los indígenas se sienten huérfanos y desamparados. Ante esta situación, el catolicismo les da a los indígenas un refugio y les otorga un nuevo sistema de creencias que les permite sanar de su situación. En este sentido, Paz sostiene que el Cristo Redentor simboliza para los indígenas su propia humillación y caída, mientras que la Virgen les otorga una imagen de amparo y abnegación que se opone a la figura de Malinche como madre renegada. Por otra parte, el afecto maternal de la Virgen aparece como consuelo ante la pérdida de los jefes y dioses masculinos.